CRISIS
Javier no está pasando por el mejor de sus momentos:
·Sus inversiones no están dando un buen rendimiento y su notable estatus en la empresa empieza a quedar en entredicho.
·Hace días que le duele la espalda y eso le priva de cumplir con esas rutinas físicas que tanto le ayudan a canalizar su ira.
·Se le ha estropeado el coche solo unos minutos después de que le pusieran una multa por no llevar el cinturón…
La cosa no mejora en cuanto a su armonía familiar se refiere:
·Su longevo matrimonio con Blanca solo se sostiene por la inercia, pues hace tiempo que se apagó la llama por completo.
·Su hijo Eduardo, a la tierna edad de ocho años, ya apunta maneras de perdedor con un incipiente retraso mental.
·Su hija Susana, con catorce, empieza a desafiar la autoridad paterna en múltiples asuntos de lo más sensibles: horarios, vestimenta, novios, exposición mediática…
No suele pagar su enfado con la familia, pero es posible que, hoy, ese mal carácter consiga traspasar el umbral de su hogar.
LA CAJA DE PANDORA
-miércoles 26 junio-
JAVIER: No, nono. No, no y no.
SUSANA: Pero papá…
JAVIER: Te digo que No. Me da igual lo que hagan tus amigas. No tienes edad para eso.
SUSANA: Soy la única que no…
JAVIER: Es pronto para que salgas por la noche. Que los padres de tus amigas sean unos irresponsables no significa que yo también tenga que serlo.
No es la primera vez que se repiten esos argumentos. Se trata de una discusión cada vez más recurrente en el seno de la familia Montero. Blanca no suele tomar cartas en el asunto y deja que su marido se ocupe de las cuestiones disciplinarias.
SUSANA: A ti lo que te pasa es que eres un antiguo que vive en otra época.
JAVIER: Puede que tengas razón, pero soy tu padre y harás lo que yo te diga.
SUSANA: !No es justo! Primero me cierras la cuenta de Instagram y ahora…
La chica anda por el salón, inquieta, sin dejar de zarandear los brazos para enfatizar su desespero. Frente a ella, Javier mantiene su quietud; de pie y con los brazos cruzados.
JAVIER: No me hagas hablar de esa maldita cuenta, Susi. Nunca me entrará en la cabeza que se normalice semejante despropósito; que se esté sexualizando a niñas tan menores sin ningún reparo ni censura.
SUSANA: !Sí que hay censura, papá!
JAVIER: ¿Censura? Eso no es censura.
SUSANA: !Claro que sí!
JAVIER: !Que vi tus fotos, Susi! A saber cuántos pervertidos se han pajeado con ellas.
SUSANA: !Pero que exagerado eres!
Susana se pone las manos en la cabeza y, sin borrar la incredulidad de su rostro, desvía su mirada perpleja.
JAVIER: ¿Exagerado? Ninguna niña debería de exhibirse de ese modo en la red.
SUSANA: !Era una foto en bañador!
JAVIER: Un bañador que no es tuyo y que, por su puesto, nunca dejaría que te pusieras en un lugar público; pero no me refiero solo a esa foto, y lo sabes.
SUSANA: A ti todo te parece mal.
JAVIER: Demasiadas imágenes sacando la lengua, tirando besitos, insinuándote…
SUSANA: ¿Qué pasa? ¿Es que las miraste todas?
JAVIER: Claro que sí. Quería asimilar la gravedad del asunto.
SUSANA: !Menuda condena!
Susana se marcha enfadada hacia su cuarto y se encierra en él previo portazo despechado.
Todavía en el salón, Javier suspira hondamente mientras se sujeta los lacrimales con el índice y el pulgar.
****
Blanca guarda cierto parecido con Susana: ojos marrones claros, corta estatura, voz aguda… Su pelo también es castaño, pero ella lo lleva más corto que su hija; a la altura del cuello. Pese a ello, cuesta creer que las nalgas y los muslos de la niña sean obra de una mujer que se asemeja a un saquito de huesos.
Susana todavía tiene los pechos pequeños, pero su anatomía inferior se ha desarrollado ostensiblemente dotándola de un trasero impropio para una chica tan joven. En la era de los culos, de internet y de la precocidad sexual, esos atributos tan redondos resultan demasiado golosos para mantenerlos en el anonimato.
Eduardo lleva gafas de cristal grueso. Siempre es el último de la cola y carece del menor atisbo de competitividad. No tiene amigos y parece destinado a convertirse en un solitario. Sus padres le han llevado a psicólogos para ver si padece algún trastorno, pero los resultados no han sido concluyentes.
Javier es opuesto al pequeño de la casa. Alto, fuerte, despierto, ambicioso… Se considera un tiburón de las finanzas y suele triunfar en todos sus propósitos.
Le ha ido bien en la vida: tiene una casa con jardín y piscina en la mejor zona de la ciudad, un buen trabajo, un auto de gama alta…
A primera vista, los Montero aparentan ser una familia perfecta, pero, como suele pasar en todos los hogares habidos y por haber, de puertas para adentro son muchos los desajustes que desafían a esa concordia cotidiana.
La noche del primer miércoles de verano cae sobre el cielo estrellado de Fuerte Castillo anunciando el final de una calurosa jornada que ha cruzado, como de costumbre, realidades muy opuestas según quien sea el protagonista.
-jueves 27 junio-
Javier suele vestir con camisa y corbata, aunque su afeitado y su peinado no son tan pulcros como para certificar su elegancia.
Cuando intuye que una charla telefónica se va a prolongar, sale de la oficina y baja a la calle. En ocasiones, incluso se permite el lujo de dar un paseo por el parque, muy cerca de su puesto de trabajo, mientras atiende a sus clientes.
-¿Y tú de dónde vienes?- le pregunta Damián al pie del edificio.
-De cerrar un trato con un nuevo inversor- contesta pletórico.
-¿Es que necesitas un entorno bucólico para sacar lo mejor de ti mismo?-
-Si apagaras el cigarrillo y te fueras al parque te inspirarías, créeme-
-No me des lecciones. Ya no. Este semestre te he superado en resultados-
-No te confíes. Solo ha sido un bache. Ya estoy volviendo a la carga-
Javier termina su frase señalándole con el índice de un modo desafiante. Damián levanta sus cejas algo sorprendido. Se trata de un hombre gordo de rizado pelo negro que lleva anteojos de lentes redondas.
DAMIÁN: ¿Y la espalda? ¿Mejor?
JAVIER: Lo peor ya ha pasado. Pronto volveré a hacer deporte.
DAMIÁN: ¿Y tu hija?
JAVIER: Me resulta extraño que me preguntes por ella, tío.
DAMIÁN: !Eh! Que fui yo quien te dio el chivatazo de su perfil.
JAVIER: Lo sé, lo sé. Ahí va. Intento meterla en cintura.
Damián lanza su colilla al suelo y la pisa para apagarla. Es un tipo sudoroso con cara de pervertido, no obstante, es bastante chistoso y a todo el mundo le cae bien.
DAMIÁN: Daría lo que fuera para volver a los catorce.
JAVIER: ¿En serio? Yo no añoro esa época.
DAMIÁN: Claro que sí. Luego todo empeora: estudios, trabajo, responsabilidades, cargas familiares, kilos de más… Todo se vuelve más difícil.
JAVIER: Difícil y meritorio. La adolescencia es como jugar sin marcador. Da igual lo que hagas. Ni pierdes ni ganas. Tienes la subsistencia asegurada.
DAMIÁN: Ahí está. ¿Y no era bonito eso? Solo importaban los amigos. Ni siquiera teníamos presiones respecto a las chicas. En nuestra época todavía era demasiado pronto.
JAVIER: Naah… … Yo necesito retos de verdad. Además, a los catorce eres idiota.
DAMIÁN: Yo sigo siendo idiota a los cuarenta.
JAVIER: No te falta razón, pero, en mi caso… No echo de menos al merluzo que era.
Le da una palmadita en el hombro, a modo de despedida, mientras pronuncia esa última frase condescendiente.
DAMIÁN: Espera, espera. Subo contigo. Ya he terminado mi descanso. Ambos quedan pal plantados frente a la puerta del ascensor.
DAMIÁN: Creo que si volviera a los catorce sería el niño más salido de la clase. Tal y como crecen las niñas de hoy en día… No lo digo por tu hija, ¿eh? No me mates, tío.
****
Susana pasa el rato con su mejor amiga, Aida. Las dos están dando un paseo por el lado más sombrío del paseo marítimo.
AIDA: En estas horas de la tarde todavía se está bastante bien, pero durante el día…
SUSANA: En verano es por la noche que se tiene que estar por la calle; al fresquito.
AIDA: Es lo que le dijiste a tu padre para que te dejara salir.
SUSANA: No. Se me pasó. Estaba demasiado enfadada. Le dije que a todas mis amigas…
AIDA: A mí tampoco me dejan, tía. Es lo más normal.
SUSANA: Júlia y Lucía sí que salen; y María.
AIDA: !Alguna vez! No te creas todo lo que dicen esas.
Sin previo aviso, Susana se sienta en un banco de piedra que hay cerca de una de las palmeras del paseo. Se muestra contrariada con su mirada perdida en el horizonte marítimo.
SUSANA: Mi padre me corta las alas. No me deja ser libre. No me deja ser yo misma.
AIDA: Con lo de Instagram sí que se pasó tres pueblos.
SUSANA: Pero no es solo eso. No me da dinero, no me deja cenar fuera ni llegar tarde, me censura cuando me visto… Por no hablar de las broncas que me llevo.
AIDA: Me gustaría que eso me pasara a mí.
SUSANA: No sabes de lo que hablas. Si tuvieras padre estarías harta de él; fijo.
AIDA: Si tú lo perdieras sabrías la suerte que tenías al tenerlo.
Susana, cabezota como es, hace gestos de negación.
Al contrario que su pálida amiga, Aida tiene rasgos afro y la piel tostada, y su carácter es modoso e inocente.
-viernes 28 junio-
Blanca observa como su hijo Edu juega solo en la cocina. Pese a no tener amigos, parece gozar de mucha imaginación, pues cualquier objeto le sirve para dar vida a sus fantasías épicas.
Su madre intenta tranquilizarse a sí misma:
“Mejor solo que mal acompañado”
Se trata de una mujer enclenque, aprensiva y de carácter amable. De no ser por su infinita paciencia nunca hubiera aguantado tantos años a su marido; aunque, en parte, ya le va bien que sea él quien lleve las riendas. Ha llegado a la conclusión de que sus dispares caracteres son complementarios, y de que hacen un buen equipo a pesar de la extinción de su deseo.
Se dedica a la conservación y restauración de obras de arte. Tiene un pequeño taller en el barrio viejo, pero, ahora que ha terminado el colegio, es posible que no pueda dedicarle tanto tiempo como quisiera. Afortunadamente, es su propia jefa y puede adaptarse los horarios como le venga en gana.
No son pocas las veces que se ha llevado a su hijo al trabajo, pues, al igual que ella, Edu no requiere de un gran dispendio para entretenerse. Le alegra la vida la compañía del pequeño, sobre todo ahora que Susana se ha vuelto tan poco familiar.
Después de mirar el reloj, llega a la conclusión de que ha llegado el momento de empezar a hacer la cena.
“Javi llegará con hambre carnívora, seguro; y Susi protestará si no hay una buena opción vegetariana”
****
Por algún motivo que no alcanza a comprender, Javier se guardó las imágenes de su hija antes de asegurarse de que esa cuenta de Instagram quedara clausurada para siempre.
“No las voy a mirar; no las guardé para eso. Solo soy precavido y me gusta tener ases en la manga”
La experiencia le ha enseñado que, a veces, es imprevisible el uso que pueden llegar a adquirir ciertos documentos probatorios; aunque, lo mire por donde lo mire, esta vez está muy lejos de aventurar una utilidad que justifique el archivo de dichas fotos.
“!Catorce años! En mis tiempos todavía estábamos terminando la E.G.B.”
Sus propias reflexiones le traen el recuerdo de uno de los reproches favoritos de su hija:
“A ti lo que te pasa es que eres un antiguo que vive en otra época”
Siente la tentación de volver a acceder a esa carpeta tan escondida en su ordenador para revisar el material gráfico de su hija con una mayor objetividad, pero algo le asusta y le detiene.
“Soy todo lo objetivo que puede ser un padre razonable. Lo que ocurre es que, a día de hoy, somos una especie en extinción”
Tras unos momentos dubitativos, apaga el ordenador y se dispone a irse a la cama; en esa misma habitación; donde le espera su mujer leyendo un libro de gran calibre.
-sábado 29 junio-
Desde que han terminado las clases, Susana se ha vuelto todavía más perezosa de lo habitual. Se despierta tarde y suele demorarse todavía más en levantarse de la cama. El calor estival no es estimulante, precisamente, y la distracción que le ofrece el móvil suele promocionar su desidia.
Como es costumbre en verano, ha dormido con una camiseta holgada y unas braguitas que ya le van pequeñas. Esta tumbada, de perfil, sobre su cama, y no deja de deslizar su dedo índice sobre una pantalla táctil que le ilustra la actividad que hierve en sus redes sociales.
“Mira como farda Lucía. Seguro que solo sale de fiesta por el postureo. Se cree que por haber cumplido los quince ya está en otra onda”
Un destello llama su atención desde el espejo que hay en la pared de su cuarto. El caprichoso ángulo de la ventana le ha permitido, al sol, guiñarle el ojo a la chica.
De pronto, ese bochorno mañanero se vuelve gélido. Susana puede vislumbrar el reflejo de su padre mientras este la observa, discretamente, desde la oscura habitación de Eduardo. Medio escondido tras una cortina que no logra mantenerle oculto del todo, Javier dibuja una expresión inédita en su rostro.
Ambas estancias, junto con una pared de obra vista, delimitan los tres lados edificados del patio interior donde Blanca suele tender la ropa. No se trata de una perspectiva muy abierta, pero si es lo suficientemente permisiva como para poner en entredicho la discreción de las opulentas nalgas de la niña.
“¿Que hace papá en el cuarto de Edu? Sigue mirándome. No se da cuenta de que puedo verle”
Lo que en un principio era una parálisis sorpresiva se ha convertido en un estático disimulo de intensos latidos morbosos. Aunque ya no presta ninguna atención a la pantalla de su móvil, Susana sigue desplazando, livianamente, el contenido digital de su dispositivo al tiempo que un sinfín de pensamientos alborotados colisionan dentro de su cabeza.
“¿Cómo puede hacer eso? No deja de decir que soy una cría. ¿Será pervertido?”
Por un lado, echa de menos la protección de sus finas sábanas desterradas, pero, por el otro, se congratula ante la confirmación de que el poderío de su joven culo puede doblegar, incluso, la férrea moral de su propio padre.
Sin picor alguno, se rasca la parte superior de su trasero en una maniobra que descubre, todavía más, su nalga más elevada.
Arqueando su espalda y doblando sus piernas con los pies en punta, adopta una postura aún más sugerente e interpreta una sutil gestualidad que juega con su pelo, y que termina con unos estiramientos que parecen querer combatir su pereza matutina.
En cuanto vuelve, de reojo, a ese impoluto espejo acusica, apenas logra apreciar como Javier se desvanece en la oscuridad del cuarto de su hermano. Algo más tranquila, inspira hondo mientras intenta interpretar lo que acaba de ocurrir.
“Es que no me lo creo. Papá me espía para mirarme el culo”
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Javier está tomando una ducha más fría de lo habitual. No es solo por el calor que le acosa en las presentes horas de este sábado; se trata de algo mucho más vergonzoso:
“!¿Qué coño me pasa?! Me hubiera podido ver por el espejo. Eso si no ha llegado a verme. No. No hubiese actuado de ese modo”
Aunque ha tardado en advertir aquella grieta cristalina que amenazaba la discreción de su fechoría mirona, Javier ha terminado percatándose de los riesgos que le acechaban justo antes de ausentarse, a toda prisa, de su censurable escondite.
“¿Por qué lo he hecho? ¿Por qué he entrado en…?”
A diferencia de su hija, ha madrugado para dedicarle unas horas al libro que está escribiendo en su tiempo libre. Luego ha corrido unos kilómetros alrededor de la urbanización. Todavía un poco dolorido de la espalda, ha preferido no forzar su regreso deportivo y ha vuelto a casa prematuramente. Se ha encontrado con una quietud que le ha hecho pensar que estaba solo, pero, antes de poner la música a todo volumen, ha querido asegurarse de que Susana no dormía en su habitación.
“Mis intenciones eran buenas. No quería molestar a Susi con ese heavy metal que tanto detesta”
En el mismo instante en que ha abierto la puerta del cuarto de su hijo se le ha ocurrido lo que podía encontrar, dadas las altas temperaturas, y se ha movido con el mayor de los sigilos. Solo pensaba echar un rápido vistazo, pero su hallazgo ha sido tan chocante que ha perdido la razón por unos momentos.
Aún sometido a las gélidas aguas presurizadas de la ducha, no puede dejar de pensar en esos segundos furtivos que le han permitido invadir, lascivamente, la intimidad de su niña.
“Vamos. No voy a hacer un drama de esto. No he visto nada que ella no enseñara en esa dichosa cuenta de Instagram”
Pese a sus razonamientos exculpatorios, una firme erección le señala y le acusa de ser un hombre depravado e infame. Se siente tentado de hacerse una paja, pero teme las consecuencias que podría acarrear dicha acción para su psique.
“Voy a olvidarme de este episodio. Es solo una tontería. Se trata de Susi; !por Dios!”
Mientras sale del baño, ya con la toalla anudada a su cintura, toma la determinación de borrar las fotos de Susana que todavía guarda en la carpeta más oculta de su ordenador de sobremesa.
“Toda precaución es poca. Tengo que cerrar esa puerta. No puedo dejar que se abra la Caja de Pandora”
Todavía sintiendo el aliento del morbo incestuoso resoplando en su cogote, Javier termina de vestirse y se dispone a afrontar parte del trabajo de la oficina que se ha llevado a casa. Aún desconcertado, mira su reloj e intenta adivinar la ubicación del resto de su familia:
“Blanca y Edu todavía deben de estar en la playa. Me quedan un par de horas de tranquilidad”
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- 002- Crisis
- 003- La caja de Pandora
- 043- La punta del iceberg
- 069- El cuaderno de la Muerte
- 123- El cebo del Barquero
- 161- El final de un capítulo
- 186- SusanitaTieneUnRatón
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