RON AÑEJO
– BLANCO Y NEGRO –
Para la generación de los sesenta, los últimos años de la E.G.B. coincidían con el descorche de unas inquietudes carnales casi místicas. Eran unos tiempos misteriosos y recatados que poco tienen que ver con la desvergüenza y la tolerancia que reinan, en las aulas, a día de hoy.
En aquellos entonces, los niños jugaban con los niños, y las niñas con las niñas. Había una línea intangible, hecha de miedo y de respeto, que mantenía el suspense, y que prolongaba la virginidad hasta edades más maduras.
La dictadura franquista le había dado las riendas de la educación a los religiosos, y la moral imperante todavía estaba repleta de tabús, de secretos y de censura.
No existía internet; no había porno alguno que descodificar en la tele de pago; ni siquiera se había asomado el vivaracho destape postdictatorial del Estado español.
-LA EDAD NO PERDONA-
Cuando me miro en el espejo, añoro mis años mozos. Canas caducas, rostro curtido, lorzas peludas…
Si pudiera viajar en el tiempo, me dirigiría al crío que era, le agarraría de la solapa y le diría:
“!DESPIERTA, MOCOSO! Vas a pasar el resto de tu vida deseando a niñas demasiado jóvenes. !Ahora estás en tu momento! Deja a un lado tus miedos y empieza a perseguir al ganado. !EL TIEMPO ES ORO!”
Ni siquiera al cumplir mi mayoría de edad hubiera podido adivinar que, a mis cincuenta y siete años, seguiría volviéndome loco por crías tan menores; aquellas que tanto pánico me provocaban en mi pubertad; esas con las que nunca me atreví.
Sin embargo, debo ser cauto y mantener mi obscena devoción en la penumbra, pues pocas cosas tienen peor estigma social que un hombre añejo que babea por nenas que podrían ser sus propias nietas.
Quizás esa vergonzosa incorrección sea parte de un hechizo morboso que se crece ante las prohibiciones; frente a la infranqueable frontera del incesto.
-LA FUENTE DE LOS DESEOS-
ANDREU: ¿Qué te pasa, Ron? ¿Has visto un fantasma?
RON: Este niño… Soñé con él. Estoy seguro. Ahora me acuerdo.
ANDREU: No puede ser. Nunca habías estado en este país, y dudo que haya fotos de…
RON: !Te lo juro! Puede que jamás haya visto imágenes de esta fuente, pero, es él.
ANDREU: Te creo. Vale. Si tú lo dices… Aunque todos los niños se parecen, ¿no crees?
RON: He notado un escalofrío al verle. Lo había olvidado, pero… … lo reconozco.
ANDREU: ¿Y en el sueño también estaba salpicado de agua? ¿Era un sueño mojado?
RON: No, chistoso. Pero también era de piedra. Pese a ello… … me hablaba. Me dijo que me concedería un deseo. Algo que solo duraría una semana.
ANDREU: ¿Y qué pediste? Seguro que le rogaste que hiciera realidad tus perversiones.
RON: Puede ser. Qué bien me conoces… … Aunque me pedía algo a cambio.
ANDREU: Es una fuente. Una fuente de los deseos. Te pediría una moneda, ¿no?
RON: Me pedía un céntimo. Yo tenía €uros enteros, pero no un mísero céntimo.
ANDREU: !JA! Entonces, ¿te quedaste sin deseo por no llevar un céntimo encima?
RON: Sí. Buscaba en mi cartera, en el suelo, incluso le pedía a la gente, pero…
ANDREU: Qué frustrante. Tus fantasías al alcance de la mano y, por no tener un… Espera, creo que… … … … Mira. Me queda uno. Te lo regalo.
RON: Gracias, tío. Si se cumple mi deseo, te invito a una buena cena.
– RUTA 69 –
Ramón piensa en su amigo Andreu, mientras conduce; en él y en los viajes que compartieron en más de una ocasión:
“Es curioso cómo los años terminan por enfriar hasta las mejores amistades. El tiempo, la distancia, el trabajo, la familia…”
Le da vueltas al esotérico episodio de la fuente; a la extraña sensación que le produjo aquel niño de piedra:
“Mi memoria me jugaría una mala pasada, pero hubiera jurado que se trataba del mismo crío”
Ese peculiar encontronazo le hizo revivir, con todo realismo, un sueño olvidado que acababa convirtiéndose en pesadilla, pues la ansiedad de no encontrar ningún ejemplar de aquella pequeña moneda en desuso terminó despertándole súbitamente, dejándolo sin aliento y empapado en su propio sudor.
“Andreu me caló en seguida. Supo que el mío era un deseo sexual”
Cuando su amigo le regaló ese céntimo, al pie de la fuente, Ramón se limitó a tirarlo al agua, reafirmándose en su pretérita petición soñolienta. Luego, la mantuvo en secreto; y así ha permanecido hasta hoy.
“Aunque mi deseo solo durara una semana, hubiera podido pedir el abastecimiento de la despensa de millones de hambrientos, o el regreso temporal de mis difuntos más queridos”
Se siente ruin y despreciable ante la apatía que le suscitan tan nobles anhelos al lado de sus más codiciadas quimeras eróticas.
“De sucederme hoy, quizás podría optar por la erradicación el CoronaVirus antes de que la pandemia contagie a España entera”
Ramón arruga su frente. No tiene claro si, en la media noche del séptimo día, los curados del Cobit-19 volverían a enfermar.
“Da igual. De todos modos, no se ha cumplido nada de lo que pedí. Cometí el fatal error de no especificar una fecha. Puede ser que, como castigo divino, mis fantasías se cumplan cuando ya no me quede la virilidad necesaria para rematarlas”
No es que se trate de un tipo supersticioso, pero la extraña coincidencia entre su sueño y la realidad, años después, en un lugar remoto, le había colmado de absurdas esperanzas.
Después de muchas horas de carretera, parece que ya está llegando a su destino. Acciona el intermitente y toma la salida que tiene que llevarle a San Patricio. Está un poco nervioso, pues no sabe hasta qué punto será bien recibido en casa de sus inminentes anfitriones.
Xènia y el reencuentro familiar
-viernes 3 abril-
Fruto de los tumbos que da la vida, Ramón perdió el contacto con su prima durante algunos años. Violeta se fue a vivir lejos, al sud de la península ibérica, aunque no es eso lo que más enfrió su relación. Los choques ideológicos entre un independentista catalán y unos españoles de pura cepa pusieron tierra de por medio más allá de los cientos de kilómetros de costa mediterránea que separan sendas ciudades.
COSME: ¿Cuántos kilómetros?
RON: Casi ochocientos… … No sé… … setecientos y pico.
COSME: ¿Y has hecho todo este viaje para vernos?
RON: No, no. Estoy de vacaciones y… … me gusta viajar.
COSME: ¿Por España? Si tú odias España.
RON: Yo no odio a España. ¿Pero qué dices? Nunca he dicho que odie a…
VIOLETA: No empecemos con temas políticos. Están prohibidos en esta casa, ¿estamos?
La mujer de Cosme tiene muy presente los estragos que suelen causar las discusiones intrafamiliares cuando atañen a la territorialidad del Estado. Apoyada en la mesa del salón, observa a su añorado primo, recién llegado después de un largo viaje.
RON: ¿Se acordarán de mí las niñas?
VIOLETA: La pequeña, seguro que no; Xènia, imagino que sí.
COSME: ¿Y tú sigues soltero? ¿Todavía sin hijos?
VIOLETA: !Claro! A no ser que se coja a una mujer veinte años más joven…
RON: ¿Tan raro sería? ¿No me crees capaz?
VIOLETA: A ver, Ron, si fueras un Jeorge Clooney o Un Brad Pitt…
COSME: ¿Esos tienen su edad?
VIOLETA: Casi, casi. Año más, año menos.
RON: La belleza está en el interior.
COSME: Tiene gracia que eso lo diga un secesionista.
RON: No lo vas a conseguir, Cosme. Esta vez, no. Si me quieres echar, tendrás que usar otra fórmula.
Con una serena sonrisa pintada en su cara, Ramón sortea aquella jocosa hostilidad punzante. No ha conducido tantas horas para regresar prematuramente presa de un enfado inoculado, deliberadamente, por ese cabroncete chinchón.
Haciendo gala de su habitual exceso de confianza, Cosme le da una fuerte palmada en el brazo a su pariente político. Acto seguido, se dirige a la cocina para picar algo.
COSME: Una cerveza, ¿primo?
RON: Sí, vale. Si es suave mejor.
VIOLETA: Siéntate, Ron. Acomódate en el sofá. Debes de estar cansado.
La casa de los Pujalte no es demasiado lujosa, pero dispone de un bonito jardín y de una pequeña piscina con forma de alubia. Hace calor, pero no se trata de un bochorno comparable al que suele azotar a los habitantes de San Patricio durante el verano.
RON: ¿Dónde está Xènia? ¿No está en casa?
VIOLETA: Estará al caer. Se ha enfadado contigo, ¿sabes?
RON: ¿Conmigo? Pero si ni siquiera nos hemos visto, aún.
VIOLETA: Hemos metido a Nora en su cuarto para que tú estés más cómodo.
RON: … … Yo podría… … ¿dormir en el sofá?
VIOLETA: M–m.
Violeta niega con la cabeza a la vez que, sentada a su lado, le acaricia el brazo a su primo con un gesto cariñoso que nada tiene que ver con el doloroso golpeo de Cosme. A pesar del tiempo y de la distancia que les han separado a lo largo de los últimos años, esa amable mujer parece querer recuperar una relación fraterna que, antaño, llegó a adquirir ciertos aromas de flirteo.
-Hola, mamá- dice Xènia, alegremente, nada más entrar por la puerta –Hola… tú–
La niña ha rebajado el tono de su voz y ha enfurruñado su expresión nada más percatarse de la presencia de Ramón. No se trata de un enojo real; lo que ocurre es que, por lo visto, Xènia aún tiene presente el talante peleón que tenía su pretérita relación con el primo de su madre. Con tono desafiante dice:
-Sabía que, tarde o temprano, volverías a cruzarte en mi camino-
VIOLETA: !La otra!… Está claro que nunca te llevarás bien con mi familia, ¿eh?
RON: Ni siquiera he abierto la boca, todavía.
XÈNIA: Ni falta que hace. Antes de llegar, ya me estabas puteando.
VIOLETA: Anda, hija. Déjate de tonterías y saluda a tu tío como es debido.
XÈNIA: No es mi verdadero tío; solo es un… … tío-primo… … o algo así.
Tras su brillante interpretación resentida, la chica deja su mochila escolar encima de la mesa y se acerca a su supuesto archienemigo para darle un par de besos a regañadientes.
Ramón vuelve a sentarse mientras observa cómo la muchacha se aleja, lentamente, a la vez que atiende a un móvil que ha permanecido en su mano en todo momento.
Su madre se pronuncia al respecto con discretos susurros:
VIOLETA: Ya está. Es como una extensión de su cuerpo.
XÈNIA: Te he escuchado, mamá.
VIOLETA: No es ningún secreto. Ya sabes lo que pienso.
RON: Déjala. Son cosas de la edad.
XÈNIA: ¿Qué sabrás tú? Cuando tenías mi edad aún andabais con carros y carrozas.
RON: !Oye! ¿Cuántos años crees que tengo? ¿doscientos?
XÈNIA: Pues casi-casi.
Todavía sin despegar la mirada de la pantalla táctil, a la niña se le escapa una sonrisa que quebranta su convincente actitud desdeñosa.
-Hola, cariño- saluda Cosme procedente de la cocina.
-Hola, papá- contesta ella, distraída, sin siquiera mirarle.
-Aquí tienes, primo. Tu birrrra- dice al tiempo que le acerca la lata a su invitado.
Tras recuperar su infantil mochila azul de Dumbo, y colgársela en uno de sus hombros, Xènia se pierde por el pasillo, camino de su habitación, bajo la mirada lasciva de Ramón.
“Síiíií. Eso es. Menudo culito. Qué bien te sienta la adolescencia, niña. Sabía que valía la pena venir hasta aquí”
Ese abominable pervertido no ha viajado hasta San Patricio solo para reencontrarse con la hija de su prima; pero, si bien es verdad que llevaba años queriendo recuperar el contacto con la parte más sureña de su familia, también es cierto que la curiosidad que engendró al ojear algunas de las fotos que Xènia había colgado en sus redes sociales jugó un papel decisivo en la decisión de emprender su peregrinaje por tierras españolas.
RON: ¿Ya ha cumplido los quince?
VIOLETA: No. Qué va. A penas tiene catorce, pero… … ¿a que está guapa?
RON: Preciosa. Demasiado. Seguro que empezaréis a sufrir pronto.
COSME: Te equivocas, tronco… … Ya estamos sufriendo ahora.
VIOLETA: Sí, primo. Los tiempos han cambiado desde que éramos jóvenes.
RON: ¿Es que ya sale con chicos?
VIOLETA: No quiere hablar mucho del tema, pero sí.
COSME: Casi todas las de su clase tienen novio. Al menos, eso dice ella.
VIOLETA: No es solo ella. He hablado con las madres de sus amigas y todas están igual.
RON: Bueno, espero que no os dé ningún disgusto. Eso es lo importante.
VIOLETA: Veremos. Es difícil charlar con ella de estas cosas.
COSME: Sí, parece que ya esté de vuelta de todo.
RON: ¿Y la pequeña Nora? ¿Dónde está? Era casi un bebé la última vez.
COSME: Con los tiempos que corren, cualquier día nos viene con un novio, también.
VIOLETA: Tenía música después de clase. Dentro de un rato, la vamos a buscar.
-sábado 4 abril-
Los gritos de la pequeña Nora y de Xènia, en el cuarto contiguo, despiertan a Ramón, quien hoy ha dormido hasta tarde. Le costó un poco conciliar el sueño. Siempre le ocurre cuando pernocta lejos de su casa.
“Qué sueño. Cuánta luz. No sé ni dónde estoy”
Poco a poco, el hombre abandona su letargo para ubicarse en la realidad de su presente. Tras unos prolongados estiramientos, todavía sobre el colchón, consigue incorporarse.
“Parece verano. Se nota que estoy en el sud; aquí tienen un clima distinto”
Sin encontrar a nadie en el pasillo, se mete en el lavabo para atender sus primeros quehaceres biológicos e higiénicos. Mientras se lava la cara y se mira en el espejo, evoca la entrañable tarde familiar con la que fue premiado ayer. Aquel buen paseo vespertino por la playa, ese banquete a la hora de la cena, una afable sobremesa que parecía no tener fin…
“Es curioso lo bien que le tratan a uno cuando esconde su lado más infame. Cosme y Violeta no serían tan buenos conmigo si supieran que, ayer mismo, me corrí pensando en su joven hijita”
El hecho de hallarse en el cuarto de una niña de nueve años, en su misma cama, le frenó a la hora de consumar su habitual pajote de medianoche; pero un insomnio demasiado duradero, y la sucesión de unos reiterados pensamientos monotemáticos, consiguieron endurecer su grueso miembro de la mano de la juguetona gestualidad de Xènia; de sus presumidas poses, de su voz aniñada, de sus desafiantes puyas… De sus ojos claros…
“Me abruma la manera que tiene de aguantarme la mirada. No solo lo hace cuando me desafía. En ocasiones, ni siquiera estamos hablando entre nosotros”
Aunque no concibe que aquella niña pueda sentir la más mínima reciprocidad respecto a ese deseo fogoso, una parte de él se empeña en buscarle tres pies al gato.
No es para menos, pues, pese a su corta edad, Xènia ya atesora una belleza y un encanto que obligarían a cualquier hombre que se le acercara demasiado a replantearse sus principios éticos; y a adoptar una mayor elasticidad moral algo más permisiva.
“Todavía le quedarán unos centímetros por crecer; aunque no creo que llegue a ser muy alta”
Ramón se siente degenerado cada vez que constata lo mucho que le atraen las crías que aún no han terminado de crecer. No obstante, el hechizo carnal de la chica va mucho más allá: preciosa melena de pelo liso, impoluto cutis libre de acné, firmes pechos recién llegados, cintura estrecha, gloriosas nalgas redondas y prietas, muslos nutridos, piernas bonitas…
“Acabaré cometiendo alguna estupidez. Por de pronto, ya sufro de ansiedad. Xènia me atrajo desde muy, muy lejos, pero, ahora que estoy tan, tan cerca…”
Ramón no se marcó ningún objetivo cuando se subió a su coche para emprender ese largo viaje. Solo quería escapar de la rutina e iniciar una pequeña aventura durante sus cortas vacaciones.
Al igual que el marinero no espera llegar a la estrella polar cuando se enfoca en ella para fijar su rumbo, ese electricista no aspira a follarse a la hija de su querida prima. Algo confundido, se cuestiona el sentido de su trayectoria:
“Ayer dejé de conformarme con mirar sus fotos, Hoy soy incapaz de conformarme viviendo con ella, ¿Qué pasará mañana?”
Una vez que ya ha vuelto a la habitación, se desprende de su pijama y se enfunda el vestuario adecuado para encarar un nuevo día turístico en San Patricio.
De pronto, unos inquietantes fogonazos fugaces de memoria intentan mostrarle fragmentos de sus sueños de esta noche. Unos gozosos gemidos infantiles, dos alientos fundiéndose en un beso baboso lleno de lametazos, placenteros destellos desafiando la oscuridad nocturna, el sublime tacto de esa piel suave…
Ramón cierra los ojos con fuerza e intenta recordar el éxtasis nocturno que cree haber experimentado junto a Xènia. Sus concentrados esfuerzos no logran perfilar la nitidez de un sueño condenado al olvido.
“Por lo menos, no he manchado el pijama. !!DIOS!! Este sueño podría haber sido lo más cerca que estaré del sexo con ella en mi vida”
Si bien no son comparables con los recuerdos de su vida real, algunas de las ensoñaciones de ese calenturiento operario le han permitido gozar del sexo con un realismo muy superior al que jamás conseguirá con el mero uso de su imaginación pajera.
“Tengo que olvidarme de esta cría. Xènia es un callejón sin salida. Voy a comportarme como un tipo decente. Visitaré la catedral, el barrio viejo, el puente de piedra… Haré fotos y…”
Antes de que pueda terminar de formular sus pensamientos, la súbita llegada de una visitante inesperada le interrumpe sin siquiera llamar a la puerta. Zarandeando su índice, Xènia susurra con urgencia para no gritar, a la vez que vocaliza exageradamente, abriendo mucho sus ojos:
-Tienes que irte a tu puta Cataluña de una vez- sentencia con mirada de loca.
-!Oye!- protesta él -¿No sabes llamar? Estaba en pelotas hace solo unos segundos-
-No soporto tener a Nora en mi habitación. Que se quede contigo- dice ya a plena voz.
-No tengo ningún problema con eso- proclama él serenamente -Díselo a tu madre-
-Se lo voy a decir. Le diré que ha sido idea tuya; que si no mataré a la enana-
-Perfecto. Díselo, y luego vuelve aquí, que te arrancaré este pijama tan corto y te meteré la polla por el culo, preciosa-
Pese a que la niña ya se ha ido, y no puede oírle, Ramón se siente temerario por haber pronunciado semejante barbaridad.
“Solo me faltaría que me escucharan Cosme o Violeta. Ese sí que sería un buen punto y final para una historia de distanciamiento familiar”
Ese huésped indeseado ha tenido alguna pareja, a lo largo de su longeva existencia, pero no son pocas las ocasiones en que se ha alegrado de no haber tenido descendencia.
“Si tuviera una hija como Xènia me la querría empotrar. Con lo pervertido que soy… Aún me daría más morbo que fuera mi hija”
Gastos, preocupaciones, ruido, problemas, discusiones… Ramón prefiere gozar de los hijos de otros, puntualmente.
VIOLETA: ¿También saldrás por la tarde?
RON: No, no. Tenía pensado andarme por la ciudad, pero… … ya no puedo más.
VIOLETA: Los años no perdonan, ¿eh?
RON: No estoy acostumbrado a caminar tanto.
NORA: !Ya está! ¿Lo ves? El mío ha quedado mejor.
Desde el otro lado de la mesita secundaria, Nora, orgullosa, le muestra su artística ilustración de un gato.
RON: No, no… … ¿A ti te parece realista tu minino? !Es un cabezón!
NORA: Por lo menos, no tiene cara de querer morirse como el tuyo.
RON: ¿Qué? ¿Cómo te atreves? ¿Es que no tienes sentimientos? Mira como llora.
Ramón se hace con el lápiz azul y le dibuja unas lágrimas como cascadas a su pobre felino depresivo. Lejos de sentirse culpable, Nora rompe su sonrisa pícara para esgrimir una amplia risotada.
Mientras termina de recoger la mesa del salón, Violeta se fija en el buen rollo que tiene su primo con la pequeña de la casa.
VIOLETA: Por lo menos, a Nora le caes bien.
RON: A Xènia también; solo se hace la dura. Y a tu marido…
VIOLETA: Uy, sí. Cosme te adora.
RON: No tendrá que aguantarme mucho. El domingo por la tarde ya me marcho.
VIOLETA: No tengas prisa. Para una vez que nos vemos en… … cuatro años…
RON: Gracias, prima. Significa mucho para mí este reencuentro.
Violeta le guiña un ojo, amistosamente, y se lleva el mantel a la cocina. Entre tanto, Nora ha empezado otro dibujo.
RON: ¿Pero es que este gato tiene patas de elefante?
NORA: Es un gato elefante, ¿vale? Su madre es una gata y su padre un elefante.
La imaginación de Ron es tan literal que no tarda en recrear el pollón de un elefante destrozando el estrecho chocho de una gata en celo. Pronto, su facunda inventiva le invita a suplantar a aquel paquidermo, y a substituir a la hembra felina por Xènia.
“Puede que a esa gatita también le viniera grande mi enorme trabuco”
-¿En qué piensas, tío?- pregunta Xènia apareciendo de repente.
-¿Q.qué?- responde Ramón, un poco sobresaltado, aún sentado en el sofá.
-¿Q.qué?- se ríe ella, viéndolo tan desubicado -¿Acaso pensabas en mí?-
-Pues sí- contesta él -Pensaba en las tonterías que has dicho durante la comida-
-Yo no digo tonterías- responde indignada -¿A qué te refieres, exactamente?-
Ajena a ese enfrentamiento, Nora vuelve a mostrarle sus progresos a Ramón, quien le presta toda su atención.
RON: El gato elefante. ¿Por qué no le dibujas una trompa, ya puestos?
NORA: Valep
XÈNIA: ¿Me quieres contestar, tío?
RON: Eso de la… … pansexualidad, por ejemplo. Lo de enamorarte solo de la mente.
XÈNIA: Mi orientación no es ninguna tontería, ¿te enteras?
RON: Tú no eres pan. Te quieres subir al carro porque te gusta la idea, pero…
XÈNIA: ¿Y tú qué sabes? ¿Acaso me conoces?
RON: Por lo que he oído, has tenido tres novios, ¿no?
XÈNIA: Sí, ¿y?
RON: Que los tres eran chicos, jóvenes y guapos.
Xènia cruza los brazos y adopta una postura chulesca, de pie, en el centro del salón. Se siente desarmada por un momento.
Sentada en el sofá, Nora observa a los protagonistas de aquella escena sin entender muy bien de qué trata la discusión.
XÈNIA: Eso no quiere decir nada, ¿vale?
RON: Claro que sí. El día que tu pareja sea una vieja gorda te diré: “Sí, tenías razón y yo estaba equivocado”.
XÈNIA: No tienes ni idea de lo que hablas.
RON: ¿No?… … Si me viene un oso parlante y me dice: “Soy omnívoro, pero jamás he probado la carne ni el pescado”, le diré lo mismo: “Tú eres vegetariano hasta que no demuestres lo contrario”.
XÈNIA: Ya, bueno… … Lo que tú digas… … Por lo menos: ¿te crees que sea vegetariana?
RON: Pansexual, vegetariana, anarquista, feminista, espiritual, nudista, anticatalana… Conozco la adolescencia. Sé la necesidad que se tiene, a tu edad, de sentir que perteneces a un grupo; de encontrar una identidad propia; de definirte a la vez que te diferencias de la mayoría; de llamar la atención…
XÈNIA: Oh, sí. Soy vegetariana para llamar la atención. Uuuuugh.
RON: Una guerra deberías pasar para valorar un buen bistec.
XÈNIA: ¿Tanta hambre pasaste durante la guerra?
RON: !En serio! ¿Cuántos años te crees que tengo?
XÈNIA: Como has dicho lo de la guerra… ¿No te pilló?
RON: O vas muy mal en historia o vas todavía peor en matemáticas.
Violeta aparece en el salón sin disimular la gracia que le hace esa peculiar discusión intergeneracional.
VIOLETA: Vamos, Nora. Ven. Tenemos que prepararte para ir al cumple de Irene.
NORA: Síiíiíi.
VIOLETA: Anda, pequeña, deja a estos dos que se maten entre ellos.
La pequeña se levanta jovialmente del sofá, y le coge de la mano a su madre con la intención de no demorar más su asistencia a la fiesta de su mejor amiga. Ambas desaparecen del escenario para que Xènia y Ramón puedan continuar, a solas, con tan afilado duelo dialéctico.
RON: Si no fuera para el consumo humano, los animales de la ganadería ni siquiera tendrían la oportunidad de nacer.
XÈNIA: Puede, pero lo que defendemos los animalistas es que, una vez que ha nacido, el animal tiene derecho a ser tratado dignamente y con respeto. Yo misma sería carnívora si pudiera comer ejemplares cazados en su habitad. !Pero no! ¿Tú tienes idea de cómo es la vida de un animal de granja?
RON: Hay granjas campestres donde los animales pastan al aire libre.
XÈNIA: Creo que has visto demasiados anuncios de Pascual con vacas sonrientes.
RON: Claro. ¿Es que no conoces a “La Vaca que ríe”?
XÈNIA: !Ese! Ese es el mejor ejemplo de lo que te estoy hablando. Si quieres creer que los humanos tratamos bien a los animales, tú mismo. Puede que consigas dormir más tranquilo con la barriga llena de restos de cadáveres de cerditos inocentes que han tenido una vida de mierda.
Ramón es consciente de que esa niña sabionda lleva la razón. Él mismo ha intentado prescindir de la carne más de una vez, pero su primaria gula carnívora ha truncado su noble objetivo. No tarda en seleccionar otro frente de batalla:
RON: ¿Y qué me dices del anarquismo? ¿Es que ha funcionado en algún país?
XÈNIA: El equipo de Augusta jamás ha ganado un título, y tú insistes en seguirlo.
La chica se envalentona cada vez más viendo que es capaz de batear los argumentos que le lanza su tío. Sin embargo, Ramón no se da por vencido:
RON: ¿Y lo del nudismo? ¿De verdad quieres practicarlo cuando seas mayor de edad?
XÈNIA: A ver, no es que vaya a ir desnuda en clase, pero, en el contexto adecuado…
RON: ¿En la playa?
XÈNIA: No solo en la playa… … Joder. Mis padres ni siquiera me dejan hacer topless.
RON: Tú eres muy atrevida, ¿no?
XÈNIA: Claro que sí. Nada me da miedo.
RON: Las palabras vuelan alto, pero la realidad va a pie.
XÈNIA: ¿A qué te refieres? ¿Acaso crees que hablo por hablar? Que no soy capaz de…
RON: Creo que vas de liberal, pero que te escandalizarías como una mojigata si yo me paseara sin ropa por tu casa.
XÈNIA: Yo no me escandalizo por nada. Haz lo que quieras. No me importa.
RON: Irías corriendo a contárselo a tus padres. ¿Es o no?
XÈNIA: No0Ooh. ¿Por qué? No tiene nada de malo el cuerpo humano. Es bello.
RON: Unos más que otros.
XÈNIA: No. Todos, a su manera. No debería haber censura; en Instagram, por ejemplo.
RON: Sin la censura, Instagram se volvería un pozo de depravación.
XÈNIA: ¿Sabes lo que es depravado? El hentai japonés.
RON: Sí. Lo he visto alguna vez.
XÈNIA: Salen crías pequeñas violadas por monstruos con tentáculos, pero lo censurable es la bulba. Vamos a pixelar el chocho porque… … está mal que se vea. Podemos tolerar la pedofilia, la zoofilia, toda clase de vejaciones, torturas y abusos, pero, un chocho… … !Jamás!
RON: No tienes que convencerme. Estoy contigo. En eso te llevo mucha ventaja.
XÈNIA: Ah, ¿sí? ¿Qué es lo primero que me ha dicho hoy? ¿Te acuerdas?
El sentido de la mirada de Ramón se pierde a la vez que dicho contertulio evoca su accidentado despertar.
“!Oye! ¿No sabes llamar? Estaba en pelotas hace solo unos segundos”
Parece que esa niña peleona ha vuelto a pillarle a contrapié.
RON: No es que a mí me importara que me vieras desnudo.
XÈNIA: Pues… … estabas muy indignado.
RON: No quería exponerte a una estampa que pudiera herir tu sensibilidad.
XÈNIA: ¿A mí? No tienes nada que no haya visto ya.
RON: Tu padre tiene razón. Con catorce años, ya estás de vuelta de todo, ¿no?
XÈNIA: He visto penes, tío. Aunque sea en internet.
RON: No es lo mismo cuando hay una pantalla de por medio.
XÈNIA: También se la vi a uno de mis novios; y se la toqué.
RON: ¿Uno de tu clase?
XÈNIA: Pues sí.
RON: No compares la picha de un niño de catorce con la polla de un hombre mayor.
XÈNIA: Ui, sí. Escondamos a las criaturas. Aquí viene el pollón de don Ramón.
RON: Piensa lo que quieras, pero si me he molestado esta mañana es porque, si me la ves y mi prima se entera de que, tras mi primera noche en su casa, su hijita adolescente ha tenido que verme el pene, es posible que me eche de su casa de malas maneras, y que no vuelva a saber nada de ella nunca más.
XÈNIA: !Y dale! Que no hubiera ido corriendo a decirle nada a nadie. No soy Nora.
RON: Pero yo no lo sabía. Todavía no habíamos hablado del tema.
XÈNIA: Pues ahora ya lo sabes, catalufo.
La niña da por terminada esa truculenta charla y se encamina hacia su cuarto. Hace rato que el móvil le emite cortas vibraciones, en su bolsillo, para notificarle la recepción de varios mensajes.
Ramón, aún cansado, no tiene intención de levantarse del sofá. Absorto en la cómplice discusión que acaba de compartir con la musa de sus pajas, reflexiona sobre los conceptos tendenciosos que han tomado protagonismo en sus últimas frases.
La cena de hoy no ha sido tan copiosa como la de ayer.
Durante la sobremesa, Ramón ha explicado la divertida anécdota que le ha ocurrido, por la mañana, cuando una gaviota le ha robado la comida de la mano a un turista japonés a quien le estaba sacando una foto junto a su familia, en el paseo marítimo.
Antes, la pequeña Nora había contado, con todo lujo de detalles, sus juguetonas aventuras en casa de Irene, durante la fiesta de cumpleaños de su amiga.
A su lado, Xènia tenía prisa para terminar la comida de su plato, pues no se le permite usar el móvil hasta después de los postres.
Cuando ya solo los adultos permanecen sentados alrededor de la mesa, Violeta se dirige a su primo:
VIOLETA: ¿No vendrás mañana, entonces?
RON: No, no. Os levantáis muy pronto, y aquello está lejos.
COSME: Es solo un rato en coche.
RON: Ya veré la actuación de Nora en video. Quiero ir a la feria medieval.
La pequeña practica gimnástica rítmica, y los domingos por la mañana suele tener competición.
Mañana, ella y sus padres se desplazarán hasta una lejana ciudad costera para asistir a las rondas clasificatorias que podrían llevar a Nora a tomar parte en torneos de nivel estatal.
-Buenoooh- susurra Ramón desperezándose -Me voy a la cama-
-Sí. Acuéstate temprano, abuelito- se burla Violeta mientras mira su reloj de pulsera.
-No sé si Xènia vendrá con nosotros- dice Cosme -Tú llévate las llaves cuando salgas-
-domingo 5 abril-
Hoy, el despertar de Ramón es más plácido que el de ayer. El silencio más absoluto le acompaña en su regreso al mundo real. A diferencia de lo que le ocurrió la última vez, ha dormido tan profundamente que está lejos de poder adivinar la temática de sus sueños. Quizás por eso se siente tan reconfortado.
La persiana medio bajada deja entrar una impetuosa luz solar que anuncia un alba tempranera. Ramón se asoma por la ventana y mira a través de los abetos del jardín para constatar que el monovolumen de los Pujalte ya no se encuentra estacionado en su plaza habitual.
“¿Se habrá ido Xènia con ellos? Dijo que quería ir, pero, por lo visto, no sería la primera vez que se van sin ella cuando no consiguen sacarla de la cama”
No tarda en despejar sus dudas, pues la risa de la niña se hace audible a través del fino muro que separa las dos habitaciones.
“!DIOS! ¿Qué me pasa? ¿Para esto he venido hasta aquí? ¿Para sufrir ansiedad por una simple risita?”
Ramón ha supuesto que su sobrina se encuentra a solas, y que se ríe de algo que ha visto por el móvil, o de lo que alguien le ha dicho desde la distancia. No obstante, pronto engendra dudas acerca de una posible compañía presencial. En una maniobra de lo más fisgona, pega su oreja a la pared y se mantiene a la escucha sin distinguir ningún sonido relevante.
“Ya puestos, podría salir al jardín y espiarla a través de la ventana”
Esa idea le parece menos descabellada cada segundo que pasa, pero termina por descartarla a la vez que calibra otras opciones que no pasan por visitar la feria medieval de San Patricio.
“Lo dije en serio, ayer. Pensaba ir a ver las paraditas y el espectáculo; a probar quesos y embutidos artesanos; a dar un buen paseo soleado, pero, estando Xènia aquí…”
A Ramón le fastidiaría andar por ahí a sabiendas de que la niña de sus sueños está sola en casa; sin embargo, también se siente incómodo permaneciendo en la habitación contigua. Ni la primera meada del día ni aquel enjuague vocal mentolado le ayudan a sosegar sus inquietudes. Finalmente, opta por tomar una buena ducha de agua caliente.
Ya debajo de esa humeante lluvia doméstica, cae en la cuenta de que no ha hecho uso del pestillo que debía estar garantizando su intimidad. Eso le lleva a pensar en la charla de ayer:
Yo no me escandalizo por nada
No tiene nada de malo el cuerpo humano
No hubiera ido corriendo a decirle nada a nadie
Ron deja de frotarse para petrificar su postura pensativa mientras el agua sigue derramándose por su piel. Nunca ha sido propenso al exhibicionismo, pero la idea de importunar a Xènia con su propia desnudez viejuna empieza a sugestionarlo.
“Dijo que todos los cuerpos son bellos, a su manera; que puedo hacer lo que quiera; que no le importa”
Es consciente de que, si no echa toda la carne en el asador, regresará a Fuerte Castillo con una sensación de vacío; de no haber rentabilizado su viaje como bien lo hubiera podido hacer; de no haber traspasado el umbral de una puerta, de deslumbrante contenido, que acaba de abrirse ante su ocurrente punto de vista.
“No0Oo. Detrás de esa puerta no hay nada bueno. Si tuviera un cuerpo joven y musculado…”
Con lentos movimientos pensativos, termina de enjabonarse todos los rincones de su cuerpo y se enjuaga por completo. Sale de la ducha y se seca bien con la afelpada toalla gris que le proporcionó su prima ayer por la mañana. Sigue dudando:
“Si ella dijera algo, siempre podría argumentar que pensé que me había quedado solo en casa, y que por eso andaba despelotado”
Ramón se sorprende a sí mismo en el espejo. La cara de bobalicón que pone cuando está ausente no respalda sus pervertidos planes, precisamente, y su fofo cuerpo barrigón y peludo termina de disuadirle casi del todo.
“Tampoco voy a meterme en su habitación yendo en cueros. !Qué disparate! No pienso con claridad”
Se asoma discretamente por la puerta del baño e intenta ubicar a su sobrina. Un silencio sepulcral avala la tesis de que la niña aún permanece en su cuarto, con la puerta cerrada.
“Puede que haya salido de casa mientras me estaba duchando”
Sin obedecer a razonamiento alguno, Ramón pisa el parqué del pasillo, con sus pies descalzos, y empieza a caminar hacia el salón. Todavía desnudo, va cogiendo confianza a cada paso que da. Una vez en el centro de la estancia, nota un fuerte alivio por el hecho de encontrarse a solas, y sonríe al comprobar que el pulso se le ha acelerado notablemente. Se siente osado.
-¿Qué haces?- pregunta Xènia, atónita, apareciendo de pronto a su espalda.
-Xènia… … Estás en casa… … Pensaba que…- contesta con cierto nerviosismo.
-Sí… … Se me… … se me han pegado las sa.sábanas- continúa ella algo incómoda.
-… … … … ¿Y bien?… … … … ¿No has cambiado de opinión?-
Haciendo algunos esfuerzos para no cubrirse sus partes nobles, y para seguir actuando con naturalidad, Ramón se encara hacia su joven interlocutora. La luz anaranjada de la mañana se cuela, lateralmente, por el gran ventanal del salón dotando de cierta mística el cuerpo achacoso de tan indecoroso invitado.
XÈNIA: ¿Qué si he cambiado de opinión? ¿Sobre qué?
RON: Ayer dijiste que todos los cuerpos son bellos a su manera.
XÈNIA: Y es verdad.
RON: ¿Tú me has visto bien?
La chica sigue consternada, no esperaba encontrarse a ese nudista improvisado en el comedor. Pese a ello, intenta ser consecuente con su discurso ideológico y no cae en estridencias.
XÈNIA: Demasiado bien te estoy viendo.
RON: Perdona… … ¿Quieres que me vista?
XÈNIA: No, no. Haz lo que quieras.
Xènia desvía la mirada para otear el ordenador portátil que hay sobre la mesa; detrás de Ramón.
-Venía a por…- dice la chica juntando las palmas ante su pecho -Necesito el ordenador-
-Ah, está cargando, pero… … adelante. Cógelo- responde él cediéndole el paso.
-Sí. Me lo llevo a mi cuarto- anuncia sin dejar de aproximarse a su objetivo informático.
La niña lleva una camiseta negra de manga corta y un diminuto pantalón de pijama amarillo de Bob Esponja que saca a relucir el perfil más vicioso de ese nutrido culito mancebo.
Para no rodear aquella mesa tan grande, Xènia, también descalza, opta por alcanzar el portátil reclinándose sobre la madera mediante unas sugerentes posturas poco meditadas.
Nada más darse la vuelta, ya con el artefacto entre las manos, la niña se sobrecoge al percatarse de la brusca dilatación fálica que está sufriendo su tío.
Sin dejar de mirar a su preciosa anfitriona, Ramón permanece impasible a una delirante erección que ha empezado apuntando a Xènia para terminar señalando la lámpara del techo.
XÈNIA: ¿Pero qué…? ¿Cómo…?
RON: Creo que este es el motivo por el que tus padres no quieren que seas nudista.
XÈNIA: Pero… … !Si voy vestida!
RON: Pues imagínate si estuvieras desnuda.
La polla de ese locuaz impertinente está al rojo vivo. Unas gruesas venas azules la abrazan mientras termina de colapsarse grotescamente.
RON: Estás demasiado buena, pequeña.
XÈNIA: … … Será mejor que… … Creo que voy a…
RON: ¿Vas a comportarte como una mojigata, ahora? ¿Tenía yo razón?
XÈNIA: Una cosa es verte desnudo, y la otra…
RON: No es nada malo. No voy a violarte, Xènia.
XÈNIA: Es que…
RON: Todavía pienso con claridad. Nunca te haría daño. Sigo siendo tu tío Ron.
XÈNIA: Y yo que pensaba que a tu edad no… … ¿No tenéis una especie de pitopausa?
RON: Puede que algunos. No lo sé. Nunca me lo he preguntado.
XÈNIA: … … Qué bárbaro… … debo de gustarte mucho si…
Ramón no había planeado nada de lo que está sucediendo. Ni siquiera contemplaba la posibilidad de poder empalmarse, en tan pocos segundos, bajo la atenta mirada de Xènia. Para su sorpresa, ha conseguido conservar la calma, y no se siente del todo incómodo con esa peculiar secuencia. Dispuesto a seguir improvisando, dice lo primero que le viene a la mente:
-¿Se parece al de tu novio?- pregunta mientras termina de descapullar con la mano.
-Era mi ex- contesta ella con pronuncia pastosa, sin dejar de mirar ese grueso pollón.
-¿Se parece?- insiste él zarandeándolo levemente.
-No0o. El suyo es más fino, y no tiene casi pelos- susurra tímidamente.
-Tócamela, va- sugiere en voz baja -Te dejo que me la toques-
–Noo0o0ooh… … ¿Por qué…?… … No0o- dice negando con la cabeza -!Ayayaay!-
A Xènia se le ha caído el ordenador que sostenía. Por suerte, ha logrado pescarlo justo antes de que este impactara en el suelo.
RON: ¿Estás nerviosa?
XÈNIA: ¿Nerviosah? ¿Por qué?
RON: No sé. Como nunca has tocado una polla…
XÈNIA: !Te digo que síiíi!
RON: Me refiero a una polla de verdad, no a la pixulina de un niño.
XÈNIA: JA… … JA… … JA.
Después de dejar el portátil sobre la mesa, la chica, sonrojada, se toca el pelo en un gesto tímido que denota inseguridad.
-Menudo asco- dice ella regresando a su registro más ácido.
-¿Asco?- pregunta extrañado -¿Por qué? Me acabo de duchar-
Una sutil humedad en su pelaje canoso, junto con algunas gotas derramadas cerca de él, sobre el parqué, dan fe de ello.
RON: Por eso me has pillado desnudo. Penaba que no estabas.
XÈNIA: Da igual. No es por… No toco penes independentistas.
RON: Ja, ja, jah… … Vámos… … No te digo que follemos ni que me hagas una paja.
XÈNIA: Solo faltaría.
RON: Ayer me dijiste que eras muy atrevida, y que nada te daba miedo.
XÈNIA: Eso no quiere decir que…
RON: Y yo te dije: las palabras vuelan alto pero la realidad va a pie.
XÈNIA: Que síiíiíh… …Me acuerdoh… … Joh… … Pesao… … ¿Te vas a callar si te la toco?
Ramón asiente lentamente al tiempo que observa a su sobrina. Aquella hermosa chiquilla se aproxima sobre pasos indecisos sin dejar de apartarse el pelo de la cara.
No son pocas las ideas que pasan por la mente de ese pariente degenerado mientras aguarda tan ansiado contacto digital.
Finalmente, Xènia se acerca, más incluso de lo necesario, constatando su corta estatura y su menudez al lado de Ramón. Acto seguido, usa sus fríos dedos puntiagudos para acariciar el largo tronco fálico de su tío con una delicadeza exasperante.
“No puedo creer que me la esté tocando. ¿Cómo hemos llegado a esto? Tengo que decir algo o…”
Ramón sabe que aquel disparate es insostenible; que la escena que está protagonizando, junto a esa cría, hace equilibrios sobre un fino hilo de cordura, y que cualquier cosa que haga o que diga podría asustar a Xènia, y causar el desplome de ese momento precipitándole a un fosado de infamia y de vergüenza irreparable.
“Esto podría convertirse en algo muy embarazoso, aunque, de todos modos, me marcho hoy mismo, así que…”
-Llevabas razón con lo que has dicho antes- murmura Ramón discretamente.
-¿Qué he dicho?- pregunta elevando la mirada sin abandonar sus tocamientos fálicos.
-Tienes que gustarme mucho para ponérmela tan dura- admite con tono vicioso.
-Cállate, anda- protesta ella con fingida ofensa, esquivando esos ojos incisivos.
-¿Crees que es la primera vez que me empalmo por tu culpa?- mirándola fijamente.
-Sí, ahora échame las culpas a mí- dice con desdeñosa indignación.
La curiosa mano diestra de la niña recoge el colgandero contenido escrotal de aquel huésped candente mientras que, con la zurda, pasiva hasta el momento, retoma las atenciones de un reluciente ariete lujurioso que ahora la señala con ímpetu.
XÈNIA: Eres un pervertido. ¿No te da vergüenza? Podría ser tu hija y… … hasta tu nieta.
RON: Pensé que las matemáticas no eran tu fuerte.
XÈNIA: ¿Qué no? Me llevas… … … … cuarenta y… … dos años. Jo0Ooh.
RON: Cuarenta y tres. ¿Y qué? No aspiro a casarme contigo.
XÈNIA: ¿A no? ¿Y qué es lo que quieres, exactamente?
RON: Tú solo… … aprieta un poco más; mucho más; sin miedo.
Ramón contrae su miembro, involuntariamente, dotándolo de una movilidad que sorprende a su sobrina.
XÈNIA: Anda… … Cómo se mueve.
RON: Tiene vida propia.
XÈNIA: ¿Es que no lo haces tú?
Huérfana de una respuesta, la muchacha oprime el contenido de sus manos con fuerza; con la descarada intención de rebasar la petición de su tío para dañarle despiadadamente.
-Aaauauuuah- exclama mientras se retuerce -Los huevos nOh. Me refería a mi polla-
–O0oh. Lo siento- se disculpa fingiendo un arrepentimiento pícaro -Qué descuido-
La dolorida gesticulación de Ramón lo ha llevado a desplomarse sobre el cómodo sofá gris que preside el salón. La indecorosa estampa que protagoniza ese hombre incauto resulta cómica a los ojos de Xènia, quien, paradójicamente, empieza a tomar consciencia del calentón que se está cociendo, a fuego lento, en lo más recóndito de su consciencia.
RON: ¿Te hace gracia?… … Pero qué mala eres.
XÈNIA: ¿Te vas a chivar a mis padres?
RON: Creo que… … no. Mejor te doy yo mismo unos buenos azotes.
XÈNIA: Más quisieras.
RON: Con estos minipantalones… … parece que lo estés pidiendo a gritos.
XÈNIA: No te metas con mis shorts de Bob Esponja.
RON: ¿Es que no te das cuenta de que son demasiado pequeños?
XÈNIA: Me ha crecido el culo, últimamente. Me hago mayor, ¿vale? No es mi culpa.
RON: ¿No es tu culpa? ¿Que no es tu culpa?… … Vamos, ven aquí.
XÈNIA: No0h. ¿Por qué?
RON: Por lo que más quieras. Tú me has estado tocando, ¿no? Ahora me toca a mí.
XÈNIA: Tú lo que quieres es darme unos azotes vengativos por lo que te he hecho.
RON: No00h. Te lo prometo. Solo quiero que… Ven, anda, no me obligues suplicar.
Agasajada por la visible devoción que le procesa su tío, y rendida a un morbo incestuoso inédito en su vida hasta la fecha, Xènia accede al sofá por uno de los laterales, y gatea hacia Ramón. En cuando sus manos superan el emplazamiento de los pálidos muslos de ese tipo desnudo, su pose felina constituye un sinuoso puente que se eleva por encima del regazo de su invitado.
Ramón se afana en usar de sus grandes manos para magrear las gloriosas nalgas de su sobrina, llegando a indagar por debajo de los límites elásticos de esa irrisoria prenda de pijama.
Xènia siente una mezcla de excitación y ultraje al notar cómo los intrépidos dedos de aquel hombre maduro recorren su culo para terminar recabando en la humedad de su rincón más íntimo.
-No podemos…- susurra la chica -Soy virgen, ¿sabes?-
-No te preocupes, preciosa- responde él -No tienes que hacer nada que no quieras-
-Imagina que mis padres se enteran de que…- dice preocupada.
-No se lo digas. No digas nada, sobre todo- decreta incubando cierto espanto.
-Nooh. Yo no. Pero… … ¿y si mi ginecóloga se fuera de la lengua?-
Xènia sigue balanceando su postura sugerentemente, mientras hablan, sin intentar eludir los lascivos manoseos de su tío. Nunca pensó que podría ponerse tan caliente junto al viejuno que se metía con ella no hace tantos años; cuando era pequeña.
Aún por encima de esa camiseta negra, Ramón emplea su mano secundaria para explorar las tetas de aquella niña tan traviesa. Como era de esperar, Xènia no está usando ropa interior, por lo que el tacto de sus firmes pechos adolescentes, a través de la fina tela de esa prenda nocturna, es más que explícito.
“!DIOS! Pero qué buena que está esta cría. No puedo creer lo que me está pasando”
-¿Podrás controlarte?- pregunta la chica mientras se encarama encima de él.
-Claro- responde convencido -Tengo la sangre más fría que un lagarto-
Tan estrambótico símil desata una risita discreta, el aliento de la cual se hace perceptible en el rostro de Ramón debido a una cercanía milimétrica. Pese a la torsión de su cuello, el hombre no consigue contactar sus labios con los de su sobrina, pues la rápida cobra de la niña consigue esquivar esa cariñosa iniciativa.
No obstante, las manos curtidas de aquel operario encuentran una mejor suerte infiltrándose por debajo de la corta camiseta de Xènia, llegando a apoderarse de sus golosas tetas empitonadas.
RON: ¿Cuándo te han crecido estos pechitos?
XÈNIA: Ahorraré el diminutivo. Eran pechitos el año pasado, no ahora.
RON: Usted perdone, señorita McTetis.
Los besucones labios de Ramón lanzan una segunda ofensiva despeñándose sobre el cuello de la chica después de que ella lograra esquivar ese pretendido boca a boca por segunda vez.
Agraviado, aquel hombre empalmado se desentiende de tan sublimes manoseos mamarios para articular un abrazo que aprisiona a Xènia para que no huya por tercera vez.
El rostro de la muchacha se contrae en una mueca disgustada al sentir cómo los besos de ese familiar recorren sus mofletes, camino de su boca. Finalmente, se rinde a lo inevitable y, tras la colisión de tan asimétricas narices, permite un morreo que abre el paso a una libidinosa lengua parental sedienta de babas ajenas.
–Mhmhxtmmm mhmchpmmmmh–
Xènia está tan cachonda que no tarda en dejar a un lado sus manías, y en superar unos reparos empeñados en impugnar ese episodio de sexo intergeneracional con un miembro de su familia. Se siente sucia por permitir que su tío le meta la lengua en la boca, pero, al mismo tiempo, disfruta de un declive moral que la lleva a explorar los rincones más sórdidos de su febril lujuria.
Las manos de Ramón abandonan las cervicales de su sobrina para volver a reconocer los suaves muslos y las nutridas nalgas de aquella cría incandescente.
RON: !Dios! Qué mojada estás.
XÈNIA: No puedo evitarlo, ¿vale?
RON: Mójame. Mójame la polla. Frótate c0nmigo.
El amarillo de Bob Esponja se ha oscurecido por la parte más inferior de tan escuetos pantaloncillos de pijama. Obediente como una buena niña, Xènia sigue la directriz de su tío y adelanta su postura para promover un encontronazo genital que interfiere en aquella dura erección, aplastando el miembro de Ramón contra ese peludo y fofo bajo vientre cervecero.
RON: Pero qué buena estás, Xèniah… … oO0h… … Esto es inauditoh.
XÈNIA: Lo sé. Ya lo sé… … Aah… … No puedo decir lo mismo de ti.
RON: No seas mala, pequeña… … mMm… … Tú solo… Deja que…
Inesperadamente, y sin previo aviso, ese depravado electricista da continuidad a sus entusiasmados manoseos insertando el dedo corazón de su mano diestra en el culo de su sobrina, profanando, así, aquel codiciado boquete anal.
XÈNIA: NoOo0h… … ¿Qué haces?… … Oo0h… … Eres un cochino0h.
RON: Síiiíiíh… … Soy un marrano0h.
XÈNIA: N0oh… … Aaaah… … Para.
La niña jamás había notado la presencia de un intruso dactilar en su culo, ni propio ni ajeno; nunca se había besado con un hombre mayor, ni se había dejado tocar de ese modo por nadie. Le cuesta encajar lo que le está sucediendo, aun así, su tenue resistencia solo juega un papel testimonial en el fervor de una batalla carnal cada vez más apasionada.
-Te la voy a meter por el culo, pequeña- anuncia con viciosa pronuncia.
-N0h… … !Qué va! … … Eso n.n0h…- responde arrollada por el ímpetu de su invitado.
-Nadie lo sabrá… … hhh… … ni siquiera el ginecólogo- argumenta imperativamente.
Después de haber originado una notable lubricación anal, Ramón se agarra la polla y la encauza por debajo de una de las deformadas caras arrugadas de Bob Esponja. Consciente de la dificultad que entraña la maniobra que pretende ejecutar, decide hacer uso de sus fuertes manos para desgarrar la tela amarilla de esa prenda fina.
XÈNIA: N0Ooh… mis pantalones.
RON: Ya teh… … te quedaban pequeños, niña.
Ni la firme sujeción que le ofrecen sus manos, ni sus instintivos empujes pélvicos le permiten ensartar a su sobrina certeramente.
-Vamooos… … hhh… … Ven aquí, cariñoh-
El hombre está perdiendo el duelo frente a la oposición muda de Xènia, quien intenta evitar la extinción de su virginidad rectal. Ron persiste en el forcejeo hasta que el azar toma parte a su favor.
Como el ciego que consigue acertar en la diana, Ramón ha logrado atinar en el sagrado orificio trasero de su joven anfitriona. El glande de ese duro trabuco se sirve de un nuevo empuje para adentrarse en las lubricadas y cálidas profundidades que habitan entre aquel par de nalgas tan redondas.
XÈNIA: Aah… … mmm… … hhh… … NOoOo0h.
RON: Síiiíiíh… … Asíiíih… … OoO0h…
XÈNIA: N0oh… … mmmm… … mmmoh.
El largo tronco fálico de Ramón se adentra, lentamente, en una escatológica trayectoria intrusiva que parece no tener fin. Xènia nota cómo la polla de su tío la llena muy hondamente, desatando unas sensaciones del todo desconocidas para ella que la transportan a una nueva dimensión de placenteros estímulos. Con quebradiza voz aniñada, intenta relatar lo que le ocurre:
XÈNIA: JoO0h… … mmm… …hhh… … me estoooy… … me vuelvo locaaah.
RON: Síiíh… … ¿te gustaaah?… … Sabía que lo disfrutarías.
XÈNIA: mmmm… … hhh… … No me lo creo0h… … OoOo0h.
El ritmo de aquellos comedidos movimientos cuidadosos se desinhibe convirtiéndose en un creciente trote que pronto se transformará en una feroz cabalgada. Entregada a esa sinuosa gestualidad ondulada, Xènia se saca la camiseta para quedarse solo con sus sesgados pantaloncillos.
Ramón se empapa de esa delirante realidad para deleitarse tanto como puede, pues sabe que estos momentos marcarán un hito en su vida; el pico de un currículo sexual más bien austero.
“Síií. Le estoy dando por el culo a Xènia. Está pasando de verdad. Me la estoy follando”
Exaltado, el turista le aprieta las tetas a la niña, con ambas manos, hasta hacerla gemir de dolor. Xènia se muerde el labio inferior intentando contener un efusivo jolgorio que podría llegar a rebasar la intimidad de la estancia en la que se encuentran.
XÈNIA: Me arde el culoó0h, Jodeeer.
RON: Yo sí que estoy… … hhh… … estoy en llamas, preciosa.
La vetusta cadera de Ramón rinde como la de un mozalbete cuando se trata de rentabilizar su potente erección para perforar el culo de esa cría sonrojada a través de sus shorts desgarrados. Sin embargo, el paso de esos obscenos minutos empieza a hacer mella en su virilidad, poniendo en tela de juicio su aguante.
XÈNIA: Me corro… … hhh… … Me voy a correr.
RON: Síiíiíh… … hhh… … Córrete, cariñoh… … córrete antes de que me venga yo.
XÈNIA: Yaaah… … casiiih… …oOo0Ooh… … MmMmmh… … Síiíiíiíh.
Los ojos pardos de Xènia se pierden en un vendaval de placenteros orgasmos que estallan como fuegos artificiales, provocándole, a la niña, una serie de espasmos que se desdibujan entre las vehementes embestidas sucesivas que aún le asesta su tío desde abajo. De pronto, ese frenético vaivén desemboca en un desenfunde accidental que hace recapacitar a Ramón:
“No puedo correrme tan rápido. Jamás volveré a follarme a Xènia y apenas llevo un par de minutos sodomizándola”
Consciente de lo excepcionales que son sus circunstancias, Ramón lucha contra los imperiosos impulsos de su instinto en pro de un disfrute más prolongado. En lugar de volver a penetrar a su sobrina, cierra los ojos e intenta escapar del acecho de un orgasmo ansioso por escribir el punto y final de esa bochornosa cópula.
Xènia empieza a volver en sí todavía aturdida por el gozo abrumante que ha sacudido todo su ser. Sus piernas flojean, pero, aun así, consigue ponerse en pie. Parece como si su reciente explosión biológica hubiera apartado un tupido velo rijoso, dejando al descubierto toda la indecencia y toda la vergüenza que envuelve aquella escena incestuosa. Cubriéndose los pechos con ambas manos, deambula con pasos indecisos mientras, sorprendida, observa a su amante ausente.
Ramón ha conseguido dar esquinazo a su propio clímax, perpetuando, así, la robustez de su dura erección. No obstante, ahora tiene que reaccionar a la espantada de su sobrina, quien pretende dar por concluido tan lascivo incidente.
La niña ha recuperado su camiseta negra y, desorientada, pretende hacerse con el portátil que había venido a buscar. Cuando ya se encuentra frente a esa gran mesa negra, siente el abordaje que le propina su tío desde atrás.
XÈNIA: Nooh… … ¿Qué haces?… … Yo no…
RON: Esto todavía no ha acabado, pequeña. Solo me estaba rearmando.
XÈNIA: Tengo el culo dolorido, tío.
RON: Solo un poco más. Necesitas que te meta mi medicina especial.
Ramón desgarra un poco más el ya muy mermado pantalón de su sobrina con un tirón seco. Empotrada contra la madera, la niña nota ese húmedo pollón venoso entre los muslos. Pronto siente cómo su tío vuelve a clavarle aquel lujurioso puñal de carne por el culo, sujetándola firmemente por la cintura.
RON: Síiíh… … oOh… … qué culito tan prietoh… … MmMmmh … … qué bieeeen.
XÈNIA: Aaah… … peroh… … qué grande la tienes… … Jo0h… … me dueleeeh.
RON: Síiíh… … aguanta un poco, Xènia, amor… … No tardaré en…
En un visto y no visto, las carnes de ambos protagonistas empiezan a chocar sonoramente entre nuevos jadeos acelerados. El tiempo se vuelve efímero a lomos de un sinfín de repeticiones.
Ramón vuelve a encontrar y manosear las tetas de Xènia, quien suficiente trabajo tiene en apoyarse en la mesa para soportar, estoicamente, los apasionados embistes de ese enfervorecido nudista de nueva cuña.
Con los muslos bien juntos y los pies de puntillas, Xènia censura, de nuevo, la desinhibición de sus gemidos temiendo que el acto que está perpetrando, junto a Ron, pueda trascender más allá de la frágil discreción de ese espacioso salón de grandes ventanas.
XÈNIA: MmMmMMmh… … mmmm… … mmmoh.
RON: Síiíiíh… … Me vengoO0h… … hhh… … Me voy a corrrreeerr.
Ramón siente cómo se desatan, de golpe, todos los nudos que tensionaban sus ansiosos anhelos sexuales. Sumido en el desahogo más placentero, experimenta un poderoso calambre cálido que licua su mente y derrite su sistema nervioso.
Una serie interminable de contracciones fálicas siguen escupiendo el jugo albino de ese hombre depravado dentro del culo de su sobrina, sacándole partido al último aliento de una erección que empieza a flaquear, y que pronto agonizará tras haber cumplido su misión.
-¿Yah?- susurra Xènia con un tono inesperadamente inconformista.
-¿Te ha sabido a poco?- contesta Ramón arrimándose a su espalda.
-Noooh… … Un poco más y me rompes el culo… … solo es que…-
La niña se ha sentido violada, en algunos momentos, pero, ahora que todo ha acabado, le cuesta asumir el cese de tan licencioso fornicio.
-Tengo…- murmura Xènia -Tengo que ir al lavabo-
Una vez que la chica ya se ha escabullido de él, Ramón mira al exterior para vislumbrar la pequeña piscina de los Pujalte.
“Todavía tardarán en volver. No he traído bañador, pero, a estas alturas…”
Andrea y sus dotes interpretativas
Apenas se cumplen dos semanas desde el fin del invierno, pero el buen tiempo de la sureña población de San Patricio ya ofrece un clima casi veraniego que se presta al primer chapuzón del año.
Sumergido en las frescas aguas de la piscina de sus familiares, Ramón medita sobre lo que acaba de suceder en el salón, junto a su sobrina Xènia. Cada vez está más seguro de que no se trata de uno de los recurrentes sueños húmedos que suele protagonizar esa niña, pero sigue sin dar crédito a lo acontecido.
“¿Quién lo hubiera imaginado? Hace una hora escasa que me he levantado convencido de que algo así jamás podría ocurrir, y ahora…”
Su gratitud le da alas. Se siente ligero, mental y físicamente, pues un nudismo integral le sostiene, plácidamente, a merced de las tenues caricias de esas refrescantes aguas domésticas.
De pronto, unas voces infantiles le inquietan provenientes del otro lado del muro que delimita el jardín de los Pujalte.
Ramón intenta ignorarlas para permanecer en su acogedora burbuja de paz y reposo postcoital, pero la idea de que aquellas presencias puedan ser femeninas termina de activarlo.
“Mi pijama todavía está en el lavabo. ¿Qué más da? No pretendo pasearme por la calle. Solo me asomaré un poco”
Sale del agua y anda sobre el césped como Dios lo trajo al mundo. Se mueve con sigilo, pues no quiere que quien sea que ha interrumpido su sosiego se percate de su presencia. Saca la cabeza, discretamente, entre un árbol y uno de los pilares de piedra que seccionan la pared. Lo que encuentra al otro lado le sobrecoge sobremanera:
“!La virgen! !¿Pero esto qué es?!”
Un par de nenas, que no superar la edad de su sobrina, se están sacando unas fotos de lo más inapropiadas: jeans demasiado cortos, poses sugerentes que resaltan unas nalgas de infarto parcialmente descubiertas, muecas besuconas…
Ramón está muy cerca. Debería retroceder un poco deseoso como está de permanecer en el anonimato, pero, boquiabierto, es incapaz de dejar de vislumbrar esa precoz modelo nalgona.
Se trata de una cría de corta estatura, tirando a delgada, pero con un imponente culo impropio de una edad tan tempranera, oscuro pelo liso y largo, y una carita redonda de niña de primaria.
-¿Así?- pregunta la nena a su fotógrafa -¿Queda bien?-
-Sí. No te muevas, Andrea. Por fin me has entendido, ¿ves?-
Arrodillada, a pocos metros, una chica mucho más recatada y con cierto sobrepeso usa su móvil de última generación para capturar los sugerentes posados de su desinhibida amiga.
Justo cuando la protagonista de la sesión se dispone a cambiar de postura, advierte la presencia de ese mirón maduro.
-!¿Pero qué…?!- exclama mientras neutraliza su propia sensualidad.
–Emmm… … Lo siento- se disculpa Ramón -He escuchado voces y…-
-!Joder!- exclama la otra moza aun sin levantarse -!Es Ron Molina!-
Ambas muchachas se miran para sintonizar su estupefacción. Acto seguido, vuelven a focalizarse en su espectador. Pese a que Ramón permanece desnudo, ese muro de piedra y el tronco de aquel árbol le dan cierta cobertura a su decencia.
ANDREA: ¿De verdad eres Ronaldo Molina?
RON: … … Sí… … Ese soy yo… … Me habéis pillado.
El nudista no tiene ni idea de quién es el tal Ronaldo, pero, dado lo embarazoso de la situación, está dispuesto a recoger el guante que le acaba de lanzar el azar.
-¿Cómo es posible que estés aquí?- pregunta Andrea esgrimiendo gestos de asombro.
-Casualidades de la vida- responde Ramón -Estoy visitando a unos viejos amigos-
-Pero, ¿justamente aquí? O sea… …- insiste la modelo -!Menuda casualidad! ¿No?-
-El destino es caprichoso- contesta él relajado -¿Quién sabe? Puede que sea por algo-
A Ramón empieza a abrumarle la fascinación de esas niñas.
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