VIAJE DE FIN DE CURSO

Travesuras nocturnas

relato erotico, pequeña nicole. Niña.

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Los niños juegan en la piscina alborotadamente. Entre risas y salpicaduras, y bajo un sol radiante, Carmen está al borde del colapso. Chimo y Diego no parece que vayan a echarle una mano con sus alumnos a pesar de que acordaron que compartían responsabilidades por igual en estas colonias casi veraniegas.

+ !Tomás! !No corras por el borde de la piscina!

+ !María! !Deja de pegar a tu hermana!

+ !Sergio! !Por Dios, no hagas eso!

+ !Begoña! !Deja eso donde estaba!

+ Mmmmm… !Tú! !No le tires de las coletas a Marta!

 Son mediados de junio y en el Valle de la Florida reinan la diversión y la alegría. Aun encontrándose a muchos metros de altitud, el buen tiempo hace olvidar que, en otras estaciones del año, esos parajes se encuentran completamente nevados por el crudo invierno.

-Esto no está tan mal- dice Chimo mientras echa un sorbo de su cerveza.

-Bueno, podrían pagar por horas- responde Diego apalancado en su tumbona.

 Es el primer día de su estancia en esa casa rural. Todo el mundo ha madrugado, hoy, para emprender el viaje, pero ni siquiera el largo recorrido mañanero parece haber hecho mella en la vitalidad de aquellos críos.

DIEGO: ¿Qué te dijo Ana cuando le dijiste que te había tocado venir?

CHIMO: Nada. Yo diría que hasta se puso contenta.

DIEGO: ¿Tan harta está de ti?

 Chimo sonríe al tiempo que cambia ligeramente de postura buscando el máximo confort. Es un hombre gordo que ronda los cincuenta años. Lleva solo un pintoresco bañador de flores que esconde menos de lo que debería. Sus abundantes lorzas están forradas con una espesa frondosidad velluda.

 Diego, en cambio, tiene una cultivada figura que, junto con un carácter amable y un misterioso pasado, le convierten en el soltero de oro de Pino Alto. A pesar de que ya sobrepasa la cuarentena, algunas de sus alumnas del último curso sienten un amor platónico por él.

CHIMO: Tío, me ha dicho Carmen que tú y yo tendremos que compartir cuarto.

DIEGO: Sí. Me parece lógico.

CHIMO: Podríamos haber hecho sorteo. Ella bien tiene una individual.

DIEGO: Qué morro tienes. ¿A caso has movido un dedo para organizar algo?

 Ese quejoso docente, aprieta los labios, incapaz de argumentar una réplica consistente. Negando con la cabeza insiste:

CHIMO: … … Bueno; vale… … pero yo cada noche me hago una paja. Estás avisado.

DIEGO: ¿No puedes pasar sin eso un par de días?

CHIMO: !No! Si no lo hago me duelen los huevos; lo tengo comprobado.

DIEGO: He vivido situaciones más duras. Mientras no me salpiques…

CHIMO: No prometo nada. Ja, jah… Escucha una cosa: yo creo que te podrías camelar a Carmen. Está recién divorciada, vulnerable; y tú eres un tío desmedidamente buenorro. !Mírate! ¿Cómo lo haces? ¿Te matas en el gimnasio cada día o qué?

 Diego no contesta. Complacido, mira hacia la piscina; donde Nicole sale del agua por la esquina más cercana. Es la niña más traviesa de la clase. Pronto hará perder los nervios a Carmen:

-!Nicole, por favor! ¿Cuántas veces tengo que repetírtelo?-  estresada.

-!Lo siento, señu!- responde chistosamente.

 Casi todas las niñas van a pecho descubierto. Ni siquiera se acercan a causar la más ligera controversia, dado que aún son demasiado pequeñas para tener pechos, pero el caso Nicole es diferente:

 Por motivos laborales, su familia viaja mucho y eso le provocó la pérdida de un curso escolar; si a dicha circunstancia le añadimos un cuerpo extremadamente precoz, el resultado de la suma nos ofrece una incoherencia carnal, descontextualizada, que ha cautivado las miradas de Diego.

-A lo mejor no es Carmen la que te interesa- susurra Chimo con malicia.

-¿Qué? ¿A qué te refieres?-  sumamente incómodo.

-No tienes de qué avergonzarte. Alguien debería decirle, a esa niña, que se tape las tetas– enfatizando su última palabra.

-!Pero ¿qué dices?! ¿Cuántos años tiene?- escandalizado.

-Da igual los años que tenga. ¿Tiene tetas o no?- abriendo mucho sus ojos.

-Nooo… lo que pasa es que está un poco redonda y se le pone ahí- justificándola.

-Sí. Mi mujer está tremendamente gorda y también se le pone ahí, créeme; ¿Pero eso qué tiene que ver?-   afirma Chimo sin reparos.

-Ya, pero… … yo diría que Nicole no tendría tetas si estuviera más delgada- 

-Pero las tiene… … las tiene. ¿Y qué me dices de su culo?-  mientras la supervisa.

-¿Qué? ¿Es que las otras niñas no tienen culo?- quitándole hierro al asunto.

-Eso es un culo de mujer en un cuerpo de niña- con un tono depravado.

 No hay duda de que a Nicole todavía le quedan algunos años para crecer en estatura, y cierto es que sus prematuras tetas ni si quiera pliegan su piel por debajo, pero tal hecho no niega ese doble relieve tan inequívoco.

 Cabría pensar que su tierna edad es lo que las mantiene tan firmes y elevadas, o puede que ese pequeño cuerpo aún no haya tenido tiempo de acomodar a las recién llegadas.

 Algo parecido se podría decir de sus redondas e intrépidas nalgas. Tan llamativas redondeces se asoman, con descaro, fuera de un pequeño bikini azul oscuro que intenta contenerlas infructíferamente. Una prenda obsoleta que, probablemente, le servía durante el verano pasado; pero que, en las presentes fechas, ofrece serias carencias decorosas frente al impetuoso desarrollo de su pálido culo infantil.

 Diego no ha podido dejar de observarla, con cierto disimulo, desde hace un buen rato. Si bien es verdad que en un principio Nicole intentaba mantener la discreción de su indumentaria con gestos reconstitutivos cada vez que su bañador se veía superado, con el paso de los minutos, se ha desinhibido y la diversión de los juegos le ha hecho olvidar su compostura.

 Después de un reflexivo silencio de ambos profesores, Chimo vuelve a la carga:

-“Nicole” es francés, ¿no?-  lleno de curiosidad.

-Su padre es francés, su madre es… … mmmmm- dudoso.

-Debe ser del Olimpo- susurra obsceno.

-Chimo, me siento incómodo con esta conversación. ¿Podríamos cambiar de tema?-

 Diego no dispara el volumen de su tono; nunca suele hacerlo. Dirige su imperativa mirada, vacía de objetivos, hacia el suelo para que su notable hostilidad no hiera a su amigo. Dicha petición se traduce en un silencio más sereno de lo que cabría esperar. Puede que sea por el carácter despreocupado de Chimo o por esa calma que trae siempre consigo Diego, pero parece imposible imaginarse verdaderas tensiones entre ellos.

****

 Cuándo el sol ha empezado a ceder su protagonismo, los niños han ido dejando el emplazamiento acuático gradualmente.

 Durante la tarde han bajado todos al pueblo para hacer un poco de turismo y efectuar algunas compras.

La cena ha sido un caos, cómo era de prever visto lo acontecido, previamente, en la hora de comer. La noche no se anuncia más sencilla, pero Carmen ya no puede más:

-No penséis que esto será así toda la semana ¿eh?-  indignada, al pie de las escaleras.

-¿A qué te refieres, cielo?- contesta Chimo haciéndose el tonto.

-!Ni cielo ni infierno! Me voy a mi habitación y no quiero escuchar ni “mu”. Si los niños hacen ruido os encargáis vosotros-

-Vale- contesta Chimo -Pero te advierto que yo tengo un sueño muy profundo-

-¿Ves este pote de pastillas? Son somníferos ultra fuertes para toda la semana-

 Carmen juega con ese pequeño recipiente de plástico a modo de sonajero mientras emprende el camino de sus aposentos.

 Diego y su compañero de cuarto se miran resignadamente y, acto seguido, empiezan a subir las rústicas escaleras exteriores que les conducirán a su varonil nidito nocturno. Sin mediar palabra, llegan a su destino y se adentran en la habitación.

Se trata de una estancia más acogedora de lo que cabía esperar en un principio. La decoración es austera pero sobria. Unos muebles de madera bien trabajada pueblan ese campestre habitáculo de dos plazas.

Nada se sale de aquella línea artesanal; solo la tele, acomodada con gracia en un espacio a medida en la pared.

-!Pero si hay chimenea!- dice Chimo entusiasmado.

-No la vamos a encender- contesta Diego sin demasiado convencimiento.

 Poco rato después, la madera ya chispea alentada por una cálida llama reconfortante; y es que despedido el sol, y a pesar de que el verano está a la vuelta de la esquina, la altitud en la que se encuentran da la bienvenida a un tedioso frío nocturno.

DIEGO: ¿Espero que no pasen frío los niños?

CHIMO: !Qué va! Ellos tienen calefacción.

DIEGO: ¿Ponemos un rato la tele o vamos a dormir?

CHIMO: No lo sé, cariño. Hazme lo que quieras. Soy todo tuyo.

DIEGO: Mira, hacen “Arma Letal”

CHIMO: !Tenemos plan!

 Al rato de empezar la película, se escuchan risas y ruidos provenientes de la sala donde se acumulan las literas. Chimo coge el mando y sube el volumen sin apartar la vista de la pantalla. Un estruendo y un sonido de cristales rompiéndose causa una cómplice mirada entre los dos espectadores que ya no pueden ignorar la imperiosa llamada del deber.

CHIMO: Cuando hagan anuncios vas a ver qué ha pasado.

DIEGO: ¿En serio? ¿Por qué yo?

CHIMO: Porque yo soy el profesor chistoso. A mí no me respetan tanto.

DIEGO: !No! Por sorteo. Cuando empiece la publicidad, hacemos “pares o nones”.

 Chimo no dice nada, pero acepta con una mirada que esconde, bajo su seriedad resentida, una jovial rivalidad. Sabe que en este canal público no dan publicidad. Solo finge estar dispuesto a levantarse de esa butaca para ir a regañar a los niños.

 De pronto, todo sonido sucumbe a una voz lejana que chilla histérica. Lanzando comedidos improperios a diestro y siniestro:

-¿Cómo es posible? ¿Es que os habéis propuesto amargarme la semana? ¿Es que no tenéis el más mínimo respeto pandilla de engendros desalmados?…-

-“Enjendros desalmados”- repite entre risas Chimo.

-A más de uno le han abierto expediente por más poco- dice Diego sonriente.

-Son tiempos difíciles para los profesores. Antaño podías usar la violencia y el insulto para disciplinar a los críos- nostálgico.

-Hablas como si hubieras ejercido en esa época-

-Ojalá, Diego… … !Ojalá!-    

 Alguien se acerca por las escaleras murmurando reproches. Finalmente, unos despechados porrazos en la puerta decretan un golpe de estado en esa apacible noche cinéfila de machos.

-¿Qué ocurre, princesa?- dice Chimo tras abrir la puerta.

Carmen parece una bruja llegada de los avernos. Lleva consigo un par de niños, cabizbajos, que permanecen en ese rellano descubierto.

CARMEN: !¿Es que no tenéis conciencia?! ¿Es que no escucháis a estos demonios?

DIEGO: Perdona, Carmen. Es que estábamos mirando una peli muy ruidosa y… … entre las bombas y los disparos no…

CARMEN: ¿Me tomas por tonta? Os traigo a los principales instigadores del caos. Se quedan aquí, con vosotros. Por lo visto no pueden estar con los otros niños sin desvelarlos y organizar trastadas.

CHIMO: Pero bonita: aquí no hay sitio y tú estás sola.

CARMEN: !No te atrevas, Chimo!… … no te atrevas.  

 A punto de explotar, Carmen le señala, amenazadoramente, con ese tiritante índice lleno de resentimiento. Manteniendo su cara de loca, se da la vuelta y se va con pasos muy rígidos y sin bajar su dedo, que ahora le marca el camino de vuelta.

 David y Nicole, callados, entran en la habitación arrastrando sus respectivos sacos de dormir ya desplegados. Simulan estar avergonzados, pero no resultan demasiado creíbles.

CHIMO: Vaya sorpresa. ¿Quiénes tenían que ser?

DIEGO: ¿Es que no os podíais portar bien ni por una vez?

NICOLE: Yo no he sido. Es que David me ha quitado mi osito y…

CHIMO: !Cállate! Ya me conozco tus excusas.

DAVID: En verdad ha empezado ella cuando…

CHIMO: !Sshht! Estamos mirando “Arma Letal”, vosotros a dormir.

NICOLE: !Qué chuli! !Tenéis chimenea!

 Chimo la mira imperativamente, abriendo mucho los ojos, y,  ya acomodado en su butaca, vuelve a subir el volumen de la tele.

DIEGO: !Cht! David ¿Qué haces? Esa es mi cama.

CHIMO: Tendréis que acomodaros en la alfombra, que es blandita.

NICOLE: !Al igual! Yo soy una señorita. No puedo dormir en el suelo.

DAVID: Si no podemos estar en la cama, dejadnos el sofá y la butaca.

DIEGO:  Me da que no podremos terminar la peli en paz, socio.

 Chimo suspira resignado mirando a sus nuevos huéspedes mientras niega con la cabeza:

DIEGO: ¿Por qué no tenéis sueño, niños? !Habéis madrugado!

DAVID: Será la emoción: el sitio nuevo, la piscina, los caballos…

NICOLE: Síií, por aquí todo mola mil.

CHIMO: Nos quedan cuatro días por delante. Tenéis que tomároslo con más calma. La pobre Carmen no aguantará sino. Diego y yo solo somos el apoyo logístico y no queremos rompernos las cuerdas vocales para regañaros constantemente. Vamos: será mejor que nos pongamos cómodos e intentemos dormir, que mañana tenemos una excursión a la cima de la montaña.

NICOLE: Yo no tengo sueño. No quiero dormir, Chimo. Juguemos a algo, vaaah. No me seas muermo. Yo pensaba que tú molabas, tron. Eres el profe divertido. No me defraudes.

CHIMO: ¿Has oído, Diego? Soy el profe divertido. Te lo dije.

DIEGO: Y si él es el divertido, ¿quién soy yo? ¿el aburrido?

DAVID: !Qué va! El aburrido es don Casimiro.

NICOLE: Tú eres el guapo. 

 Nicole se expresa con una picardía impropia de una niña tan pequeña. Su sensual caída de ojos y sus morritos jugosos descolocan a Diego, quien queda boquiabierto y empanado.  

 Sin despegarse de su eterna sonrisa, Chimo contraataca:

CHIMO: ¿Os creéis que nosotros no os ponemos motes?

DAVID: A ver, ¿quién soy yo?

CHIMO: Tú eres el Fantasmiko.

DAVID: ¿Fantasmiko? ¿Por qué?

CHIMO: Porque siempre vacilas a todo el mundo contando mentiras.

NICOLE: ¿Y yo? ¿Y yo? ¿Y yo? ¿Y yo? ¿Y yo?

CHIMO: A ti te llamamos “Niculo”.

 Diego se pone en alerta, rápidamente, en reacción a la barbaridad que acaba de pronunciar su irreflexivo camarada. Viendo cómo se inquieta la niña, opta por intervenir.

DIEGO: Nicole, no es verdad que te llamemos así. Se lo acaba de inventar.  

DAVID: !Ja, ja, jah! !”Niculo”! Esa es buena. Me la apunto.

DIEGO: !NO! Escúchame bien, David: cómo oiga que alguien la llama así te las vas a cargar, ¿me oyes? Aquí solo estamos nosotros cuatro. Este apodo lo acaba de improvisar Chimo y nosotros no diremos nada, así que sabríamos que has sido tú. !Mírame a los ojos! No te conviene que me enfade contigo. Estás advertido. ¿Ha quedado claro?

DAVID: Vale, vale, vale. No digo nada.

 El niño baja la mirada, intimidado, mientras Diego apunta a Chimo con una expresión de desprecio al tiempo que niega con la cabeza condescendientemente.

DIEGO: Es que de verdad, tío… … Esto podría correr como la pólvora. Si su padre se entera de que un profesor es quien le ha puesto un apodo tan inapropiado a su niña, se te caerá el pelo. !Tú no conoces a Basile!

CHIMO: Vale, vale, vale. Lo he dicho sin pensar. Perdóname Nicole. Ha sido lo primero que me ha venido a la mente.

NICOLE: No pasa nada. Además, estoy orgullosa de mi culo, así que…

CHIMO: ¿Lo ves, tronco? Te ha sentado peor a ti que a ella. ¿Sabes lo que pasa Nicole? Diego está muy sensible con los apodos porque, de pequeño, tenía un profe que lo llamaba “barrilete”, y aquello le marcó mucho.

DAVID: ¿”Barrilete”? ¿Y eso por qué?

CHIMO: Aquí donde lo ves, con este cuerpo tan atlético, este tipo era gordo de peque.

 Diego permanece en silencio, escuchando esa tonta fábula recién salida del horno. No tiene ningún interés en desmentirla. Lo único que quiere es que el tema de  “Niculo” caiga en el olvido. Cuando se trata con estos pequeños demonios y con sus fanáticos padres sobreprotectores, Dios sabe que cualquier minucia puede rodar, como una bola de nieve, hasta provocar un alud.   

 En sus años de docente por las diferentes zonas del país ha presenciado dimisiones por tonterías más insulsas que se han sobredimensionado hasta degradar en enojosos casos de bullying.

 Cuando ya se está relajando, reclinando de nuevo en el sofá, su incorregible amigo vuelve a soltar otra bomba de incorrección.

CHIMO: Así que estás orgullosa de tu culo, ¿eh, Nicole?

DIEGO: !¿Pero a ti qué te pasa?! ¿Cómo le preguntas eso a una niña de diez años?

 Tras ponerse en pie, para enfatizar sus reproches, Diego inspira una buena bocanada de indignación para seguir fustigando la actitud de su compañero, pero este lo interrumpe:

CHIMO: No es una pregunta sexual, tronco. Es algo que ha dicho ella.

NICOLE: Ya te digo. A mí me gusta cómo soy.

CHIMO: Claro que sí. Y no eres la única.

NICOLE: ¿A ti también te gusta cómo eres?

CHIMO: No-no. Yo me doy asco, pero se de alguien a quien también le gusta cómo eres.

 Una mirada furtiva de su rollizo amigo descalabra el temple de Diego, quién se siente involucrado, de repente, en una bochornosa deriva. Sintiendo la amenaza a cada latido, opta por disimular lo mejor que puede y vuelve a tomar asiento.

NICOLE: ¿A sí? ¿Quiénquiénquiénquiénquiénquién…?

DAVID: Cállate, tonta. Te está tomando el pelo.

NICOLE: Tonto tú. Al menos yo no rompo los espejos cuando me miro en ellos.

DAVID: !No ha sido por mirarme en él!

DIEGO: !Ah! Con que ese era el ruido que hemos escuchado.

NICOLE: ¿No le habéis dicho a Carmen que no habíais escuchado nada?

 Habla con voz de niña sabionda y repelente, y se acompaña, teatralmente, con gestos de soberbia hasta que se quita la máscara con una encantadora sonrisa infantil.

 Diego nunca se ha considerado pedófilo, pero esa niña le está desarmando, con cada mueca, sumergiéndole en una tormentosa confusión.

 Durante todo el curso la ha tenido en clase de matemáticas; pero, en un contexto tan cotidiano y formal, las debilidades de este dedicado profesor han pasado inadvertidas bajo un manto de corrección, y las pequeñas inquietudes caníbales que le ha despertado Nicole han sido sofocadas, rápidamente, por una intachable disciplina pensante.

 Por su lado, Chimo disfruta incomodando a la gente y poniendo en apuros a todo aquel que se le cruza por delante. Sigue conversando con los niños sin complejos, como si fuera uno más, y se mete con ellos constantemente. Sus alumnos lo adoran y se divierten mucho con él. Es espontaneo y siempre la lía. Eso es algo que les encanta puesto que, a esa edad, aborrecen las reglas y la seriedad.

 Mientras les escucha, Diego tiene una ocurrencia interna:

“Deberían rodar una peli sobre Chimo ahora que están de moda los antiheroes; “El Antiprofesor””

DAVID: Entonces, ¿no dijiste nada?

CHIMO: No, qué va. Dejé que cargara con la culpa.

NICOLE: !Pero eso no está nada bieeen!

CHIMO: El karma es justiciero. Yo solo le ayudo un poco.

NICOLE: Qué malo eres.

 Diego cede todo el protagonismo a su afable colega mientras observa esa estampa tan difícil de prever solo unos minutos antes; cuando empezaba  “Arma Letal”.

“Desde luego, no imaginaba que esta función improvisada pudiera tener más interés que la reiterada emisión de esa mítica película testosterónica”

 David viste una camiseta verde algo rota y descolorida, que, probablemente, habrá pertenecido a alguno de sus tres hermanos mayores; o a los tres. Puede que el reflejo de su rostro no rompa ningún espejo, pero, ciertamente, tiene cara de lelo. Aun así, es más espabilado de lo que aparenta y, sin lugar a dudas, su ímpetu, que hoy resulta tan inapropiado, puede que le abra muchas puertas en el día de mañana.

 Nicole tiene un estilo muy diferente. Su familia es bienestante y su pijama de Frozen parece recién estrenado. Escucha a Chimo con un brillo fascinado en las pupilas. La niña desvía, fugazmente, su mirada para sorprender a los encandilados ojos de su otro profesor, el cual permanece en un segundo plano. Diego cree interpretar, certeramente, el chispeante marrón miel que abanican esas kilométricas pestañas:

“Me acuerdo de que estás aquí y sé que me estás mirando”

 Por un momento, el sentido común le hace recapacitar. Puede que el cansancio y las birras que le ha hecho tragar Chimo, durante la primera parte de la película, le nublen la mente:

“No es posible que una niña de diez años esté desplegando su erotismo para seducirme”

CHIMO: Ui, David; que se te cierran los ojos.

DAVID: ¿Qué? No… … estoy bien.

DIEGO: Creo que podemos dejar que se vayan si prometen no despertar a nadie y no hacer nada de ruido.

CHIMO: Cómo se levante Carmen nos mata a los dos.

NICOLE: Yo no me quiero ir.

DIEGO: Tú eres inagotable, ¿no, niña?

NICOLE: ¿Cómo lo sabes?  Ja, ja, jah.

CHIMO: David, ¿prometes ir con mucho cuidado y no montar ningún jaleo?

DIEGO: ¿Y no romper más espejos?

NICOLE: Tú tápate la cara cuando pases frente a uno. Ja, ja, jah.

 David no tiene fuerzas ya ni para dar una réplica y se limita a negar con la cabeza y a sonreír resignado. Se levanta un poco entumecido y sigue, con paso cansado, el camino que le facilita su gordo profesor de ciencias naturales, quién le abre la puerta cuidadosamente.

-Bien, Fantasmiko. ¿Cómo se mueven los fantasmas?- le susurra de cerca.

-Silenciosamente- contesta David.

-¿Cómo?- insiste Chimo con un tono aún más bajo.

-En silencio- casi imperceptible, al tiempo que atraviesa el umbral de la puerta arrastrando su saco de dormir.

-Tú también deberías irte- dice Diego en un estéril intento de normalizar la noche.  

-Nuuu- responde Nicole a modo de niña mimada y con carita de pena.

-Deja que se quede si ella quiere- interviene Chimo guiñándole el ojo a su compinche, malévolamente -Al fin y al cabo, es lo que ha mandado Carmen-

 Diego suspira, incómodo, mientras ve cómo el suspense en el rostro de Nicole se transforma en alegría. Contrariado, responde:

-Mañana Carmen nos levantará pronto. Ya verás que gracia- dice disgustado.

-No me seas carroza- contesta la niña  

-Seguro que cuando ibas de fiesta empalmabas y no pasaba nada-

 Nicole termina su frase guiñándole el ojo pícaramente. La frialdad de Diego vuelve a derrumbarse y se hunde en un lago de dulzura desconcertada.

“Qué diferente sientan esos dos guiños según vengan de un gordo seboso o de un angelito travieso”

CHIMO: Ahora también se empalma. ¿Qué te crees?

NICOLE: ¿A sí? ¿Cuándo ha sido la última vez?

CHIMO: Yo diría que hace tan solo unas horas.

 Diego se ve anonadado por esa surrealista conversación que ya ha sobrepasado el chiste del doble sentido. Mira a Nicole y la encuentra dubitativa, con una sonrisa nutrida de incertidumbre y con una mirada que se debate, intermitentemente, entre sus dos interlocutores.

“¿Pero de que va este gordo? ¿Es que quiere meterme en problemas? ¿Acaso me toma por uno de sus alumnos?”

 A Chimo se le ve muy complacido con la situación que provocan sus desvaríos, pero Diego quiere pararle en seco:

-¿Qué dices, tío?- sin dar crédito.

-Me refiero a que no se ha echado la siesta, y eso, a nuestra edad, es como empalmar, en cierto modo; en versión reducida- sorprendiéndose de su propia ocurrencia.

-Ni que fuerais tan viejos. Tú sí, pero Diego no- dedicándole una sonrisa al segundo.

-No importa el físico. Importa la mente. Yo aún soy un niño- dice Chimo indignado.

-!Ya! !Seguro!- responde Nicole irónicamente.

-Es Diego quien quería mandarte con los demás e irse a dormir. ¿Quién es el que tiene ganas de fiesta?-

-¿Fiesta?- dice Diego intentando calmar la euforia -¿Es que vamos a bajar al pueblo a ver si hay algún bar abierto? Porque discotecas no creo que haya-

-¿Lo ves, Nicole? Este tío me mina la moral- arrancándole una risa muy cuca.

-Bueno, chicos- dice ella  -Entonces: ¿qué se puede hacer un lunes por la noche, en el Valle de la Florida, para divertirse?- mientras estira sus brazos.

-Sexo, drogas y rock & roll- dice Chimo -Pero, teniendo en cuenta tu edad y el silencio que tenemos que guardar, solo nos queda jugar como niños de primaria-

-Bueno, bueno… … no descartemos nada todavía- sugiere Nicole con picardía.

Se instaura un silencio cargado de dramatismo en la que se entrecruzan las tres miradas hasta que la niña afirma:

-Yo quiero probar una de esas- señalando una lata que hay en la mesilla de madera.

-No. Ni en broma- contesta Diego sin ser tan tajante como pretende.

-Podemos cantar “We Will Rock You” de “QUEEN”- dice Nicole -bastan golpes, palmas y un inglés decente. Yo me la sé- apostando por otra de las opciones de “Sexo, drogas y rock’n’roll”.

-Carmen está durmiendo aquí al lado. Si nos escucha te aseguro que nos decapita- contrapone Chimo apelando al más elemental sentido común.

-Entonces…………-  

 Esa pausa insinuante de Nicole abre, de nuevo, un vertiginoso suspense de lo más perverso y tendencioso, puesto que solo queda ya la tercera opción por comentar.

CHIMO: ¿Entonces qué, Nicole?

NICOLE: Si no puedo tomar cerveza ni cantar rock; solo queda…

DIEGO: Pero, Nicole… … eres… … eres muy pequeña.

NICOLE: Conmigo no, cerdo… … !Soy una niña!

CHIMO: ¿Pretendes que nos enrollemos nosotros dos?

NICOLE: ¿Por qué no? Los gais están de moda.

 Diego está sofocado por tan confusa situación y la proximidad del fuego de la chimenea no le ayuda.

DIEGO: Deberíamos apagar el fuego, ¿no?

NICOLE: Nuuu. Mola mazo el fuego. No lo apagues.

CHIMO: Quítate la ropa si tienes calor.

 Ese gordo vuelve a rezuma frivolidad, pero lo cierto es que él también se había asustado con las provocaciones de Nicole. Parece que por fin se ha topado con la horma de su zapato.

NICOLE: Al final tendremos que hacer lo que decías y jugar como niños de primaria.

CHIMO: ¿Y eso? ¿A qué te refieres?

NICOLE: Rodeo, pero no creo que puedas montarme, solo te podré montar yo a ti.

 Chimo se transforma sin cambiar su aspecto. Camina a cuatro patas y mueve la cabeza de un modo ecuestre.

 Su esperpéntico relinche arranca las carcajadas de su público. Llena de vitalidad, la niña sube a lomos de su nuevo caballo intentando no perder el equilibro.

 No puede parar de reír montada sobre un ser, los movimientos del cual se alejan de la elegancia que exhiben los caballos para emular los de un cerdo con obesidad mórbida.

Poco de rodeo tiene la escena, dado que una simple convulsión de Chimo arrojaría a la pequeña Nicole sobre aquella tupida alfombra grisácea, y Nadie quiere que eso ocurra.

 El ajetreo del juego causa un sofoco que se apodera de los dos partícipes. Tras un suspiro acalorado, Nicole se saca la parte de arriba de su colorido pijama cómo si ese gesto no tuviera que inquietar a nadie. Sacude la prenda, bien arriba, como si del sombrero de un jinete se tratara.

 Chimo detiene sus comedidos contoneos al ver como dicha prenda cae al suelo.

Diego vuelve a entrar en ebullición:

DIEGO: ¿Qué haces, Nicole?

NICOLE: Tenías razón, hace calor aquí. 

CHIMO: Eeeemh… … pero es que…

DIEGO: No puedes quitarte la ropa, veras…

NICOLE: Hace un rato estaba con menos ropa en la piscina y nadie se molestó.

CHIMO: Pero eso es distinto. Es por el contexto. La gente en la playa…

DIEGO: Claro. En la playa llevas bikini. No en clase o en el trabajo. Es por educación.

 Nicole está muy despeinada todavía a causa del juego. Tiene la respiración algo acelerada, pero eso no le impide enzarzarse con un particular alegato espontaneo: 

-En mi casa voy así si tengo calor. En el cole no porque no tengo tanta confianza y puede haber mucho pervertido suelto, pero aquí solo estamos nosotros tres. No me seáis tan correctísimos. Es más de media noche. A estas horas no tenéis que seguir educándome. ¿Podéis relajaros un poco no? Pensaba que estábamos entre amigos para variar. Sería diferente si fuera una adolescente del último curso pero… … !Por Dios! ¿A quién de vosotros pueden molestarle mis minitetas?-

 Efectivamente, son más de las doce y el día ha sido largo. Los ebrios razonamientos que deberían brotar, fluidamente, en una sola dirección, no paran de tropezar con ellos mismos, entorpeciendo el paso del sentido común de aquellos profesores.

 Chimo permanece montado; montado por un nudo de contradicciones que hacen tímidos sus movimientos equinos; movimientos que apenas hacen temblar esos firmes senos; senos coronados por pezones castaños, casi sin relieve, y de un color tan discreto que apenas se diferencia del resto de la piel.

 Diego, sin moverse del sillón, usa su espeso pensamiento para buscar la mejor manera de cercar esta situación para que no se descontrole más todavía:

-Pero es que no son tan minis tus tetas- con extrema suavidad.

-¿Qué te pasa, Diego?- insinuante -¿Te pongo cachondo?-

-!Qué noooo0ooo!- contesta él violentado.

 Nunca admitiría ninguna debilidad en su infranqueable moral. Sabe muy bien que confesar su caprichosa devoción carnal por aquella niña, especialmente en la comunidad educativa, podría llegar a estigmatizarle más que a un travesti su desnudez en una reunión de talibán.

Chimo quiere terminar con esa situación tan equívoca sin que su reacción incomode a nadie. Decide desprenderse de su sugerente jinete con un brusco movimiento, poco medido, que intenta emular los pataleos de un caballo de rodeo enrabietado.

 Nicole cae al suelo y se golpea la cabeza de un modo más traumático del que cavia esperar. Los tres se miran con estupor.

 Entra en escena ese suspense que se crea cuando un crío sufre un accidente: ¿Llorará? ¿Se enfadará? ¿Se lo tomará con humor? ¿Con indiferencia…?  

 Un cóctel de lágrimas que mezcla sorpresa y agravio inundan los ojos de Nicole quien, enfadada y con cierta urgencia, abandona la habitación sin mediar palabra y dando un portazo.

 La controvertida naturaleza que reinaba desde hace rato entre estas cuatro paredes ya había tensado demasiado los límites de la decencia; límites que hacían sostenible, a duras penas, la presencia de esa turbadora niña semidesnuda en tan rústica estancia. Aquel golpe craneal podría haber roto con todo.

Chimo, todavía a cuatro patas, mira a Diego, quién le devuelve una mirada teñida de un suspense salpicado de mil incógnitas.

“¿Qué se supone que hay que hacer?”

 El caso es que: parte del pijama de Nicole permanece aún ahí, eso podría suscitar incómodas preguntas.

 Antes de poder llegar a ninguna conclusión, un sonido trunca tan silenciosas divagaciones:

toc – toc – toc

 Diego, siempre temeroso y alarmista, teme que sea Carmen, de nuevo, con airados reproches del todo justificados, pero no; no ha habido tiempo. Al otro lado de la puerta, bajo la oscuridad de esa inquietante noche silvestre, encuentra a la pequeña Nicole, vestida solo con sus aterciopelados pantalones largos de color violeta, y con algunos mechones de su precioso pelo castaño, completamente lisos, cayendo sobre su pecoso rostro. La niña levanta la mirada y pregunta:

-He tenido un accidente muy… … aparatoso. ¿Aquí me pueden atender?- con timidez.

-… … Claro- dice Chimo remediando la parálisis de su amigo -Claro que sí, señorita-  

 Diego, aún con la mano en el pomo, permanece inmóvil mientras su alumna entra en la estancia, apartándose el pelo de la cara un tanto avergonzada. Ni si quiera la sigue con la mirada sumido en su propia perplejidad.

 Chimo reposa de un modo mucho más distendido todavía sentado sobre el parqué de madera.

CHIMO: ¿Qué le ha ocurrido?

NICOLE: Estaba montando a un caballo desbocado, en un rodeo, y el muy estúpido me ha lanzado al suelo.

CHIMO: Los caballos no son estúpidos, solo… … solo siguen su instinto.

NICOLE: Ese no. Ese es un caballo gordo, viejo y estúpido.

Hace morritos de niña enfadada. Su tono conlleva un cierto desprecio, pero sus insultos juguetones no pasan por ser verdaderamente ofensivos.

CHIMO: ¿Cuál es su nombre?

NICOLE: Soy Nicole Binoche. Para usted: señorita Binoche.

CHIMO: Bienvenida al hospital… “Diego Armando Marachimo”, señorita Binoche, déjeme ver ese chichón.

 El profesor examina la cabeza de la niña, sin percibir apenas inflamación, mientras su compañero se encamina a la butaca tras cerrar la puerta cuidadosamente.

 Diego no las lleva todas con sigo y se limita a observar. Intenta definir su línea roja; un límite que no esté dispuesto a traspasar ni a dejar que traspasen otros; pero se siente confuso. Es consciente de que su inconfesable debilidad por Nicole le puede nublar el pensamiento a la hora de valorar lo que sucede:

“Chimo es padre de familia y esa niña es solo eso: una niña pequeña que se ha quitado parte de su pijama por el sofoco del fuego de la chimenea”

 Diego es un hombre íntegro, siempre lo ha sido y no concibe la posibilidad de que ocurra nada bochornoso en esa habitación. Asimismo, su amigo también esconde unos principios honorables bajo aquella fachada grosera y descortés. Entonces:

“¿Por qué cada vez hace más calor? ¿Por qué mis latidos son más notorios ¿Es qué la sombra de esta niñita puede ser tan oscura? ¿Tanto como para fundir la luz de la razón de dos hombres adultos?”

CHIMO: No lo sé, señorita Binoche, no es mi especialidad, pero yo diría que es normal.

NICOLE: Será que me están creciendo muy deprisa, pero me duelen.

CHIMO: A ver, deje que la examine…

 Las peludas manos de ese gordo profesor se deslizan sobre los infantiles pechos de su alumna, quién observa el masaje con toda naturalidad. La cara desencajada de Chimo termina de ilustrar una secuencia intolerable que desata la ira de Diego:

-!BASTA, CHIMO!-

 Ha intentado ponerse en pie para reforzar su imperativo, pero una notoria erección ha vetado esa iniciativa. Dado que solo lleva unos pantalones cortos de pijama que a duras penas superan la categoría de bóxers su injustificable tienda de campaña restaría toda la credibilidad que pudieran tener sus urgentes reproches.

-Oh… Dr. Armando- dice Chimo volviendo en sí -Qué bien que esté usted aquí. Le presento a la señorita Binoche. Según mi aventurado diagnóstico, tiene un caso de precocidad mamaria que le provoca ciertos dolores-

-¿Quién es este?- exclama Nicole, ofendida, mientras se tapa las tetas con sus manos.

-No tema, señorita. Este es nuestro especialista en pechos prematuros y casos de redonditis anal agudos- Chimo mira a Diego con una mezcla de súplica, culpabilidad y esperanza.

-¿Redonditis  anal  agudo?-  pregunta la niña sin poder aguantar su risa.

 Diego ha sufrido una parada mental fruto de la tremenda colisión entre su integridad y sus ansias por tocar el tierno cuerpo de Nicole, aunque solo sea por unos momentos.

“¿Podría curvar, un poco, mi límite ético? Nadie lo sabrá. Tan solo algo de flexibilidad para saciar esta tremenda tentación. Al fin y al cabo, Chimo ya la ha tocado”

CHIMO: Sí, el doctor Armando es una eminencia en el campo de las nalgas excepcionalmente grandes y redondas.

NICOLE: Entonces: parece que estoy en buenas manos. Pero antes de empezar con mi culo, quisiera un buen diagnóstico sobre mi caso de… ¿precocidad mamaria?

 Nicole se acerca a Diego mediante lentos andares sinuosos mientras habla con tono sugerente. Contempla, con serenidad y suficiencia, cómo Diego se debate entre el escepticismo y la perplejidad. Un dulce perfume de champú de fresas reblandece la férrea integridad de ese descolocado profesor, quien inicia un gesto de acercamiento con sus manos que es frenado, de inmediato, por el desesperado llanto de su propia decencia.

CHIMO: Adelante, doctor. Proceda. Creo que esta jovencita requiere del exhaustivo examen mamario que solo sus expertas manos pueden realizar.

 Diego mira a su cómplice sin dar demasiado crédito. No concibe que ese gordo no tenga ningún reparo en perpetrar tan atroz puesta en escena.

 Chimo disfruta con la singularidad de los acontecimientos; pero no está dispuesto a seguir más allá. Solo está forzando el farol para que sea Nicole quien se raje, definitivamente, en tan asimétrica contienda.

 Diego ha caído cautivo del embrujo de esas juguetonas tetas emergentes y las acaricia con una intensidad creciente hasta que un “Oh” de la niña lleno de fragilidad rompe algo en aquel fino equilibrio que mantiene en vilo su cordura.

-Las tengo muy sensibles, doctor. ¿Cree que podría recetarme alguna medicina?- 

 Viendo el silencio que mantiene su amigo, Chimo interviene:

-Puede que la crema especial “BustyModel2000” sea un buen remedio-

-¿El… … “BustyModel”?-  pronuncia extrañado Diego.

-Sí. Tenemos un poco en este estante- 

 

 Al contemplar el pote precintado que le ofrece su compañero, a Diego le asalta una sola duda.

“¿Para qué querría Chimo esa crema?”

…Bueno. Yo cada noche me hago una paja. Estás avisado…

 Aquel chocante recuerdo escupe obscenidad sobre la obra que representan; pero dicho envase todavía conserva su envoltorio y, tratándose de la primera noche, no hay ninguna sospecha sobre la impoluta integridad de ese frasco con dispensador. Su respuesta se pronuncia sola; ajena a su propio pensamiento:

-Sí, puede tratarse de un buen remedio en este caso-

 Diego está demasiado metido en el personaje y eso asusta a Chimo que, por primera vez, deja de sentirlo como la red de moralidad que cubre sus alocados saltos de trapecista.

“¿Puede que nuestras bromas pedófilas contuvieran más verdad de la que ambos estamos dispuestos a admitir?”

 Chimo está palote como hacía años que no lo estaba. Se sentía a salvo de sus propias perversiones bajo la tutela de su recatado amigo; pero, viéndolo esparcir aquella viscosa crema sobre las relucientes tetas de Nicole, se percata de que esa situación se les está yendo de las manos completamente:

“Debería intervenir, pero antes… antes de que esto termine quisiera tocarla un poco más. Solo un poco: ¿Llegará mi turno de nuevo?”

 La honradez de Diego ha enmudecido, sepultada bajo un alud de poderosos y lascivos argumentos. El tacto de la piel pálida de Nicole es tan resbaladizo como sublime, y esos embadurnados dedos docentes parecen estar recorriendo la divinidad más celestial de tan divino ángel virginal.

-¿Y eso ayudara a que me crezcan sin dolor?- dice ella muy relajada.

-Em… … no hay duda. Esa es su fufunción- dice Diego con el habla afectada.

 El fuego de la chimenea empieza a desistir fruto del olvido al que se ve sometido, pero la temperatura de la habitación sigue subiendo; alimentándose de infames deseos.

 Chimo nunca se ha interpuesto en el camino de su pene hacia los diferentes orificios de cualquier hembra humana que se prestara a acogerlo. Debido a su escaso atractivo, dichas mujeres han sido escasas, feas y, en su mayoría, gordas. Siempre ha tenido complejo, y un sentimiento de culpa solo comparable al del padre que no puede dar de comer a su hijo hambriento.

“¿Cómo negarle una golosina tan dulce a mi polla desnutrida? NO, No… … ni por asomo”

 Su honradez aún manda, a duras penas, en su pensamiento.

-Un momento- dice Diego -Creo que detecto una anomalía cardiaca-

-¿Qué? ¿Cómo?- contesta ella con sorpresa y preocupación.

-Voy a escuchar sus latidos- pegando su oreja derecha al pecho de la niña.

 Las manos de Diego la rodean por la espalda, otorgando presión a ese confuso abrazo. El latido de Nicole es fuerte y acelerado. La cara del enajenado profesor se desliza por las resplandecientes tetas de la niña, las cuales ya han absorbido casi toda la crema. Ella, de pie junto a la butaca donde él permanece sentado, le rodea la cabeza con su brazo izquierdo mientras le acaricia, con la mano derecha, una de sus orejas. Esa fricción facial pronto se vuelve besucona y la lengua del ficticio doctor busca los pezones de su alumna hasta que:

-!Basta!- dice Chimo contrariado -Señorita… … es hora de cerrar-  

-¿Tan pronto? Pero si aún no hemos tratado mi caso de “redonditis anal agudo”. Confiaba que usted pudiera ocuparse de este asunto antes de irme-

 La nobleza de Chimo habla alto y con una claridad meridiana, pero la idea de que aquel terciopelo violeta tan bien rellenado se desplome y saque a relucir tan prohibidas redondeces…

 Nicole se baja el pijama lentamente al tiempo que sus nutridas nalgas deslumbran la visión de tan embobado educador. Superada la cúspide de ese grosor carnal, la prenda afelpada cae a los pies de la niña, quien se desprende de ella grácilmente. La señorita Binoche contempla cómo el desgobernado rostro del profesor desmiente su incipiente voluntad de poner fin al juego.

-¿Es grave, doctor?- pregunta ella sensualmente.

-Es el caso más grave que he visto nunca- negando, fascinado, con la cabeza.

-¿Qué tratamiento me aconseja en este caso? ¿Más crema BustyModel?-

-No… … no. Creo que… … puede que un… … un supositorio… … “AnusModel2000”-  

 Chimo mira con cara de circunstancias a Diego. La broma ya hace mucho rato que ha dejado de tener gracia, pero ahora es otra motivación la que prolonga su continuidad. Son tristes esclavos de una niñita que les ha robado el valor más sagrado que define, no solo la profesionalidad de ambos, sino también su calidad humana.

 Nicole se siente pletórica. Con su magistral interpretación y con sus encantos infantiles ha conseguido esclavizar a dos hombres maduros cuyo principal cometido es darle valores. La han subestimado y ahora están pagando las consecuencias.

 Parece que el flujo sanguíneo de esas míseras presas no riega ya sus cerebros y se centra en dar presión a otras zonas.

-¿Un supositorio? ¿Y con eso mi culo será más normal?- pregunta alegremente.

-Claro qué sí. De eso se trata- dice Chimo con cierto tormento.

 Chimo hace como que busca algo en los estantes de arriba. Con cuidado, intenta que su ángulo corporal proporcione cobertura discrecional a su vergonzosa erección respecto al campo visual de los demás actores.

-A ver, creo que guardaba esto por aquí- 

-Qué bien, Armando- susurra ella mirando a Diego -Las tetas ya no me duelen tanto-

 La niña se distancia, despidiéndose mediante una tierna caricia craneal. Con expresión atontada, el profesor ve cómo su pequeña alumna se aleja ya completamente desnuda.

-¿Me tumbo, doctor?- con una voz todavía más infantil.

-Sí, por favor, en la cama- emulando cierta frialdad.

  Nicole se tumba bocabajo y le dedica una sonrisa a Diego, quien la observa temeroso. Con perezosos movimientos, pone su redondo culo en pompa cuándo Chimo se aproxima con una notoria protuberancia bajo sus pantalones. Aquel grotesco perfil lujurioso ataca un instinto muy primario de Diego; no está dispuesto a permanecer impasible mientras ese gordo se propasa con su pequeña niñita. Se levanta y proclama:

-!Ya está bien! !Esto se acabó, Chimo!- moviendo la cabeza a modo de negación.

-!No te atrevas, Diego!… … No te atrevas… … Ahora me toca a mí-      

 La ira de Chimo asusta a Diego, quien cae otra vez sobre la butaca como expulsado por la onda expansiva de esa frase.    Mira a Nicole, quien permanece con los ojos muy abiertos. Ella también está sorprendida por la virulencia de aquella orden teñida de amenaza.

-A ver, señorita, no se mueva- con un tono rebajado mientras se sienta en la cama.

-Vale- responde sumisa.

 Las manos de Chimo se deslizan por los laterales de esos carnosos muslos hasta rodear tan sublimes nalgas de piel tersa. Nicole gira la cabeza y protesta:

-¿De verdad es necesario ese masaje para meterme un simple supositorio?-

-Eh… … no. Solo estoy valorando la gravedad de esta deformidad- se excusa él.

-Pero, Nicole- interviene Diego -¿No has dicho antes que estabas orgullosa de tu culo? ¿Por qué intervenir con fármacos anales?-

 Sin dar tiempo a que a la niña le entren las dudas, Chimo hunde su dedo gordo muy a dentro del culo de Nicole arrancándole un gemido sorprendido.

-Ya está. Se acabó el debate- mientras que sigue empujando.

 Con su otra mano, no para de rodear la correspondiente nalga al tiempo que se abstrae de todo lo demás.

-¿Ya está?- dice ella sintiendo aún ese aparatoso dedo dentro de ella.

-Sí, ya está. Verá cómo esto le ayudará a ser una chiquilla normal-  

 Empujado por la coherencia de su relato, Chimo desenfunda lentamente su dedo. La niña cambia de postura, jovialmente, para ponerse de rodillas sobre la cama desecha de Diego. Las sábanas blancas que David pretendía estrenar, hace ya un buen rato, parecen situarla en un contexto aún más apetecible,  y sus femeninos movimientos, alzando los brazos para colocarse bien el pelo, no ayudan a la sostenibilidad de la situación.

 La contención de Chimo está a punto de estallar como una presa agrietada por la presión del agua. Desea follarse a esa cría analmente con todas sus fuerzas.

 Meter su hambrienta polla muy a dentro de Nicole sería una redención definitiva para con su miembro viril. Se resarciría aquella eterna deuda que siempre ha sentido que tiene con él por no tener ni un solo recuerdo memorable en su largo recorrido vital. Puede que una mente más lúcida le permitiera ver un poco más allá, pero esa tremenda calentura nubla su pensamiento anulando ya por completo sus valores.

-¿Y cuánto tarda esto en hacer efecto?- pregunta la niña supervisando su desnudez.

-No debería tardar ni cinco minutos- improvisa erróneamente el doctor Marachimo.

-!Qué rápido! Y ni siquiera he notado el supositorio. Es sospechoso-   desconfiando.

CHIMO: Claro qué sí lo ha notado. ¿Cómo qué no?

NICOLE: Solo he notado su dedo… … Espero que no me esté estafando.

CHIMO: ¿Para qué querría yo estafarla?

NICOLE: Para cobrarme un supositorio que no existe.

CHIMO: Pero si no le cobro nada. La asistencia es gratuita.

NICOLE: Entonces… … puede que solo quisiera meterme el dedo en el culo.

CHIMO: !¿Qué?! ¿Cómo? ¿Pero qué…?

NICOLE: !No lo sé!… … Pero quiero hablar con su superior.

 Esa surrealista conversación se va tensando bajo la atenta mirada de Diego que, cerca de los pies de la cama, ha tenido que observar, impotente, cómo ese cerdo manoseaba el culo de su alumna preferida.

-¿Qué ocurre aquí?-  interviene -¿Qué son esos gritos?-

-Tú no eres mi superior- ofendido.

-Perdona: ¿cómo se llama el hospital?- sacándose un as de la manga.

-“Diego Armando MaraChimo”- dice Nicole divirtiéndose con esa trifulca.

-!Eso mismo!- asevera Diego  -Primero Diego Armando y por último… … tú-

-El orden no es indicativo del rango en este caso, Diego, y lo sabes-

-Yo tomaré nota de sus quejas, señorita, dado que no hay nadie más- ignorándole.

 Diego agarra una libreta y un bolígrafo y se dispone a apuntar el dictado de esa niña sonriente:

NICOLE: A ver: quisiera expresar mi disgusto con el doctor Marachimo ya que, el muy cerdo, me ha metido el dedo en el culo, sin supositorio alguno, solo para satisfacer sus pervertidos deseos… … mmmh… … pederastas.

CHIMO: !Eso no es cierto, señorita! !!Demuéstrelo!!

NICOLE: !No he notado nada y mi culo sigue igual!

CHIMO: !Es que todavía no han pasado los cinco minutos!

DIEGO: Entonces, ¿estaría dispuesto a reconocer la farsa si, en pocos minutos, el culo de la paciente no experimenta ningún cambio?

 Acorralado, mira con cara de desprecio a su compañero sintiéndose víctima de una infame conspiración.

CHIMO: Puede que la dosis no haya sido suficiente.

NICOLE: Si eso es verdad, tendrá más supositorios “AnusModel”. Quiero verlos.

CHIMO: No. Ese era el último.

DIEGO: Vaya, vaya… … vaya. Qué casualidad más conveniente para usted.

 Diego sigue efectuando anotaciones, cual inspector de policía, mientras niega con la cabeza para expresar su desaprobación. Con tono paternalista le dice:

-Esta mancha en su expediente le perseguirá a lo largo de toda su carrera doctor; por no hablar de las consecuencias que puede acarrear este asunto para su familia-

 Chimo percibe cierta hostilidad real en esa amenaza figurada. Por primera, vez teme que ese juego pueda trascender más allá de aquella habitación; más allá de ese momento.

 El curso de esa discusión ha atenuado su tremendo fervor sexual y su mente, que aún conserva cierta sobriedad, le permite contemplar esos acontecimientos con una lucidez relativa:

“Le he metido el dedo en el culo a mi alumna de diez años”

 Nicole permanece, completamente desnuda, al lado de la butaca supervisando lo que escribe su otro profesor. Lee:

-“… sin ningún efecto… en mis nalgas… y al preguntarle… sobre dichos supositorios… respondió nervioso… que no había más… punto y final”-

-Pero eso no es verdad- dice Chimo con voz de víctima.

-Yo tampoco he visto ningún supositorio- contrapone Diego.

-Claro que había uno, pero era el último- con rabia contenida.

-A ver, Nicole- dice el director del hospital -¿Cómo te notas el culo?-

-Igual- protesta ella mientras posa en una postura que resalta sus infartantes nalgas.

 Diego sabe que debería de poner fin a ese pernicioso juego de una vez, pero no puede terminar sin acariciar antes esas sublimes redondeces que se contonean a pocos centímetros de él. Tras un primer contacto digital, sus manos no dan abasto:

NICOLE: ¿Qué opina, doctor? Usted es ahora mi médico de confianza.  

DIEGO:  Sí… sí. Verá… Si lo que dice el doctor Marachimo es cierto, necesitamos algo mucho más potente que un simple “AnusModel2000”.

NICOLE: ¿Insinúa que me meterá un supositorio más grande? ¿El “AnusModel3000”?

DIEGO: No, no… … no. Este caso es muy grave. Nunca había visto un caso tan agudo de “redonditis anal”… … A grandes males, grandes soluciones. El único remedio es el “SuperAnusModelForte9000plus”.

 Sintiéndose desplazado al papel de un mero espectador, Chimo siente la necesidad de entrar otra vez en escena. La conversación a trio adquiere un dramatismo propio solo del culebrón más sobreactuado de Sudamérica:

CHIMO: !Noooo! No puede hacer esto, doctor Diego Armando.

DIEGO: !No tengo alternativa!

CHIMO: El “SuperAnusModelForte9000plus” es un medicamento experimental. Nunca se ha probado en humanos.

DIEGO: Es verdad, señorita Binoche. No puedo arriesgarme. Es demasiado grande.

NICOLE: Pero yo lo quiero. Quiero ese supositorio enorme dentro de mí. Lo necesito.

 La niña está cada vez más cachonda. Su profesor no ha podido despegar las manos de su culo ni un solo momento. Tras una trágica pausa, Diego mira sus preciosos ojos castaños y dice:

DIEGO: De acuerdo. Voy a buscarlo en el armario de seguridad del quirófano tres.

NICOLE: Le espero, doctor.

CHIMO: Puede que mientras vuelve el doctor Armando…

DIEGO: !Ya estoy aquí!

CHIMO: Caray, doctor, que cerca que está el quirófano tres.

NICOLE: Sí, ha ido usted muy rápido.

DIEGO: Tratándose de un caso tan grave, el tiempo es oro.

CHIMO: ¿Ha encontrado el “SuperAnusModelForte9000plus”?

DIEGO: Lo tengo.

CHIMO: A ver. Enséñemelo.

 El doctor Armando se encuentra, de repente, frente a un pequeño escoyo interpretativo, pero, tras dudar durante unos instantes, no tarda en improvisar algo:

DIEGO: No. No quiero que la paciente lo vea y se sobrecoja.

CHIMO: Dígame, ¿por qué se sujeta el paquete con la mano? ¿Es que esconde algo?

DIEGO: Me he guardado el SuperAnus aquí para que la señorita Binoche no se asuste.

NICOLE: ¿De verdad no puedo mirar?

DIEGO: Es mejor para usted, señorita. No sufra, seré cuidadoso. Reclínese en la butaca.

NICOLE: ¿Así? ¿Mirando hacia la pared?

DIEGO: Sí. Así mismo. Muy bien, señorita Binoche.

 Diego se saca la camiseta rápidamente.

 Nicole oye un precinto de plástico rompiéndose a su espalda. Después de abrir el envoltorio de un condón, el doctor Armando mira a su compañero, en el sofá, junto a la ventana. Marachimo no dice nada, pero le mantiene la mirada fijamente, mientras niega con la cabeza. Diego le devuelve el gesto con las cejas muy levantadas y el semblante apenado, pero su negación tiene un sentido muy distinto:  “No puedo resistirme”.

 Un pollón enrojecido emerge de sus oscuros pantalones, y es encapuchado, rápidamente, por el látex de esa goma lubricada. Sin ninguna dilación, y empujado por un deseo irrefrenable, Diego se encarama en la butaca junto a Nicole, quién no ha tenido que esperar demasiado. Están muy cerca. La niña agarra la butaca de piel fuertemente con sus manitas y respira hondo. Está asustada, pues sabe que un tremendo supositorio está a punto de abrirse paso dentro de su culo.

Lo primero que nota es una mano rodeándola por la cintura. Acto seguido, siente cómo el “SuperAnusModeForte9000Plus”   se encamina entre sus nalgas buscando la puerta al interior de su ser, e intenta relajar el ojete para facilitar dicha penetración.

Diego nota su polla tan dura que le duele. Empieza a entrar, muy lentamente, mientras su alumna contiene la respiración. Solo tiene en mente el llegar muy, muy hondo, al tiempo que recorre esa tortuosa trayectoria anal.

 Cuando ya está toda dentro, Nicole, casi sin oxígeno, esgrime un sugerente gemido infantil de dolor.

 Chimo permanece atento, cautivado por el morbo y sumido en su faceta más voyeur. Debería protestar por lo que ocurre, pero:

“¿Cuál podría ser mi queja después de lo de antes?”

 Nicole había tenido orgasmos antes, pero nunca sin tocarse. No creía que pudiera alcanzarlo de ese modo. Sentir una polla madura dentro de ella, por primera vez, es algo que la transporta muy, muy arriba. Su química interna está que echa humo.

NICOLE: !Oh!… … !Qué grande  es  este supositorio!… … !Es enorme!

DIEGO: Yah… … ya lo sé, señorita. Estah… … está siendo us… … usted muy valiente.

NICOLE: Oooh… … Métamelo… oOoh… … Métamelo  hasta  el fondo… … Síiíií…

 Los tiernos jadeos de Nicole calientan a Diego tanto como el suavísimo tacto de esos pechos turgentes; coronados ahora por unos pezones duros y más notorios. El olor afrutado de ese pelo liso le embriaga, y la hermosa silueta de ese curvilíneo angelito, bajo la luz parpadeante del televisor, adquiere un aura celestial.

 Un inesperado choque entre sus miradas precipita una explosiva eyaculación, cuando apenas habían empezado las repeticiones más aceleradas de ese vergonzoso trafico anal.

 Nicole siente cómo cada una de sus terminaciones nerviosas se confabula con las demás para proyectar un tremendo gozo inaudito que inunda su alma a todos los niveles. Se corre, holgadamente, agudizando unos gemidos llenos de fragilidad.

 Diego nota cómo toda su energía vital se escurre con fuerza en ese condón, dejando visible un fondo de pasmosa vergüenza.

 La mantiene dentro, durante unos momentos, negándose a aceptar tan prematuro desenlace; pero la virilidad de su miembro empieza a desvanecerse sin más demora. Se sujeta goma y se retira usando las pocas fuerzas que le quedan para darse la vuelta y terminar de subirse los pantalones.

 Nicole se recoge en una estética y femenina postura; sentada sobre una de sus piernas y reclinada sobre el lateral de la butaca. Aún aturdida por los recientes acontecimientos, consigue pronunciar una pregunta:

-¿Está bien, doctor Armando?-  con la respiración alterada.

-Sí, Nicole… … Emm… señorita Binoche- avergonzado y haciéndole un nudo al látex.

-Esta vez sí que estoy segura de haber notado el “SuperAnusModelForte9000Plus”-  

-Sí, sí… … Pero los efectos de este nuevo fármaco son mucho más lentos-

-¿Cuándo notaré el cambio, doctor?- pregunta teatralmente.

-En la próxima semana seguro- volviendo a incluirla en su campo visual.

-Entonces tendré paciencia-  

 Nicole ya tiene sus pantalones enfundados, de nuevo, y se dispone a completar su indumentaria con cierta timidez. Mientras recoge su saco mira a Chimo, con desprecio, y dice:

-Y usted… … tendrá noticias de mi abogado- y le deja atrás con una mueca.

-¿Dónde vas, Nicole?-  pregunta Diego viéndola encaminarse hacia la puerta.

-¿Qué son esas confianzas, doctor Armando?- dibujando una tierna sonrisa.

-Señorita Binoche- rectifica casi susurrando.

-Me voy a la cama que ya es muy tarde y mañana madrugo. Buenas noches caballeros-

 Nicole se va, dejando a sus dos profesores sumidos en un extraño silencio inmóvil. Las miradas hablan. Los gestos de indecisión, los ojos huidizos, la tos de circunstancias…

 La infamia articula un bochorno vertiginoso e irreversible.

CHIMO: ¿Qué ha pasado, tronco?

DIEGO: No lo sé, Chimo… … no lo sé.

CHIMO: Te acabas de follar a Nicole. ¿Te das cuenta?

 Diego calla intentando asimilar tan chocante realidad. Busca, con la mirada, cómo si la solución estuviera en algún lugar de esa habitación. Pasado el mayúsculo imperativo de tan urgente calentón, solo queda la crudeza de su indecencia:

“!Dios mío! ¿Qué es lo que he hecho? ¿En qué me convierte esto?”

DIEGO: No me acuses. Tú también te la querías follar. Lo hubieras hecho.

CHIMO: No… … no. n . no digo que no. Pero no lo he hecho.

DIEGO: Le has metido el dedo en el culo. Eso puede hundir tu carrera y tu matrimonio.

CHIMO: Eh, eh, eh… … Tranquilízate. Nadie sabrá nunca lo que ha ocurrido aquí.

DIEGO: ¿Y si lo cuenta?

CHIMO: Lo negaremos. No tiene ninguna prueba. Has usado preservativo.

DIEGO: Sí, sí… … claro.

CHIMO: Tío: tienes que deshacerte de él ahora mismo; que desaparezca. Fuera de esta habitación. Si hace falta, te vas al Monte del Destino, pero que nadie lo encuentre jamás. Ni se te pase por la cabeza una papelera, contenedor… … ni si quiera el wáter. No sea que, por algo, no funcione bien o se atasque.

 Diego se viste, se calza y sale de sus aposentos con la prueba del delito envuelta en un clínex. Desaparece en la oscuridad de la noche sumergido en mil pensamientos de imposible encaje.

Chimo aprovecha la soledad de su cuarto y, con la luz apagada, cumple con su rigurosa gayola nocturna. Esta vez su orgasmo llega más prematuro y cargado que nunca.

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pequeña nicole. Viaje de fin de curso.
  • 002- Travesuras nocturnas
  • 044- Verdad o reto
  • 078- Concurso de pililas
  • 108- Tela de juicio
  • 135- Sobre ruedas
  • 168- Epílogo

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Pequeña Nicole – Un relato erótico de menores

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  1. Me encanta esta historia desearía poder leerla completa

  2. Genial!!! La história nos enrreda y atrapa, maldiciendo quando se acaba el capítulo. Donde conseguir los restantes partes de la…

  3. Genial!!! La história nos enrreda y atrapa, maldiciendo quando se acaba el capítulo. Donde conseguir los restantes partes de la…

  4. Hola buenas. Como se pueden adquirir tus libros?



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