BLANCO Y NEGRO

pizarra, relato erótico, ron añejo.

 Para la generación de los sesenta, los últimos años de la E.G.B. coincidían con el descorche de unas inquietudes carnales casi místicas. Eran unos tiempos misteriosos y recatados que poco tienen que ver con la desvergüenza y la tolerancia que reinan, en las aulas, a día de hoy.

 En aquellos entonces, los niños jugaban con los niños, y las niñas con las niñas. Había una línea intangible, hecha de miedo y de respeto, que mantenía el suspense, y que prolongaba la virginidad hasta edades más maduras.

 La dictadura franquista le había dado las riendas de la educación a los religiosos, y la moral imperante todavía estaba repleta de tabús, de secretos y de censura. No existía internet; no había porno alguno que descodificar en la tele de pago; ni siquiera se había asomado el vivaracho destape postdictatorial del Estado español. 

LA EDAD NO PERDONA

crecimiento del hombre.

Cuando me miro en el espejo, añoro mis años mozos. Canas caducas, rostro curtido, lorzas peludas…

Si pudiera viajar en el tiempo, me dirigiría al crío que era, le agarraría de la solapa y le diría:  

“!DESPIERTA, MOCOSO! Vas a pasar el resto de tu vida deseando a niñas demasiado jóvenes. !Ahora estás en tu momento! Deja a un lado tus miedos y empieza a perseguir al ganado. !EL TIEMPO ES ORO!”

 Ni siquiera al cumplir mi mayoría de edad hubiera podido adivinar que, a mis cincuenta y siete años, seguiría volviéndome loco por crías tan menores; aquellas que tanto pánico me provocaban en mi pubertad; esas con las que nunca me atreví. 

Sin embargo, debo ser cauto y mantener mi obscena devoción en la penumbra, pues pocas cosas tienen peor estigma social que un hombre añejo que babea por nenas que podrían ser sus propias nietas.        

 Quizás esa vergonzosa incorrección sea parte de un hechizo morboso que se crece ante las prohibiciones; frente a la infranqueable frontera del incesto.

LA FUENTE DE LOS DESEOS

Fuente de los deseos, niños,

ANDREU: ¿Qué te pasa, Ron? Parece que has visto un fantasma.

RON: Este niño… Soñé con él. Estoy seguro. Ahora me acuerdo.

ANDREU: No puede ser. Nunca habías estado en este país, y dudo que haya fotos de…

RON: !Te lo juro! Puede que jamás haya visto imágenes de esta fuente, pero, es él.

ANDREU: Te creo. Vale. Si tú lo dices… Aunque todos los niños se parecen, ¿no crees?

RON: He notado un escalofrío al verle. Lo había olvidado, pero… … lo reconozco.

ANDREU: ¿Y en el sueño también estaba salpicado de agua? ¿Era un sueño mojado?

RON: No, chistoso. Pero también era de piedra. Pese a ello… … me hablaba. Me dijo que me concedería un deseo. Algo que solo duraría una semana.

ANDREU: ¿Y qué pediste? Seguro que le rogaste que hiciera realidad tus perversiones.

RON: Puede ser. Qué bien me conoces… … Aunque me pedía algo a cambio.

ANDREU: Es una fuente. Una fuente de los deseos. Te pediría una moneda, ¿no? 

RON: Me pedía un céntimo. Yo tenía €uros enteros, pero no un mísero céntimo.

ANDREU: !JA! Entonces, ¿te quedaste sin deseo por no llevar un céntimo encima?

RON: Sí. Buscaba en mi cartera, en el suelo, incluso le pedía a la gente, pero…    

ANDREU: Qué frustrante. Tus fantasías al alcance de la mano y, por no tener un… Espera, creo que… … … … Mira. Me queda uno. Te lo regalo.

RON: Gracias, tío. Si se cumple mi deseo te invito a una buena cena.  

RUTA 69

carretera recta, relato erotico, ron añejo.

Ramón piensa en su amigo Andreu, mientras conduce; en él y en los viajes que compartieron en más de una ocasión:

“Es curioso cómo los años terminan por enfriar hasta las mejores amistades. El tiempo, la distancia, el trabajo, la familia…”   

 Su memoria le da vueltas al esotérico episodio de la fuente; a la extraña sensación que le produjo aquel niño de piedra:

“Mi memoria me jugaría una mala pasada, pero hubiera jurado que se trataba del mismo crío”

 Ese peculiar encontronazo le hizo revivir, con todo realismo, un sueño olvidado que acababa convirtiéndose en pesadilla, pues la ansiedad de no encontrar ningún ejemplar de aquella pequeña moneda en desuso terminó despertándole súbitamente, sin aliento y empapado en su propio sudor.

“Andreu me caló en seguida. Supo que el mío era un deseo sexual”

 Cuando su amigo le regaló ese céntimo, al pie de la fuente, Ramón se limitó a tirarlo al agua reafirmándose en su pretérita petición soñolienta. Luego la mantuvo en secreto; y así ha permanecido hasta hoy.

“Aunque mi deseo solo durara una semana, hubiera podido pedir el abastecimiento de la despensa de millones de hambrientos, o el regreso temporal de mis difuntos más queridos”

 Se siente ruin y despreciable ante la apatía que le suscitan tan nobles anhelos al lado de sus más codiciadas quimeras eróticas.

“De sucederme hoy, quizás podría optar por la erradicación el CoronaVirus antes de que la pandemia contagie a España entera”

 Ramón arruga su frente. No tiene claro si, en la media noche del séptimo día, los curados del  Cobit-19  volverían a enfermar.

“Da igual. De todos modos, no se ha cumplido nada de lo que pedí. Cometí el fatal error de no especificar una fecha. Puede ser que, como castigo divino, mis fantasías se cumplan cuando ya no me quede la virilidad necesaria para rematarlas”

 No es que se trate de un tipo supersticioso, pero la extraña coincidencia entre su sueño y la realidad, años después, en un lugar remoto, le había colmado de absurdas esperanzas.

Después de muchas horas de carretera, parece que ya está llegando a su destino. Acciona el intermitente y toma la salida que tiene que llevarle a San Patricio.

 Está un poco nervioso, pues no sabe hasta qué punto será bien recibido en casa de sus inminentes anfitriones.

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jovencitas, relato erótico, personaje.
  • 002- Prólogos
  • 007- Xènia y el reencuentro familiar
  • 041- Andrea y sus dotes interpretativas
  • 073- Noemí y el confinamiento de lujo
  • 106- Nora y su tierna inocencia

RELATOS ERÓTICOS CON MENORES: RON AÑEJO



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