BULLYING

Relato erotico universitaria

 La infancia es una etapa irrepetible de la vida que se colma con la magia de las primeras veces; aunque no todas ellas son buenas.

 Cuando a Juan le fallaron las piernas por primera vez, y se cayó al suelo, nadie le dio mayor importancia. No es raro morder el polvo cuando juegas en el patio, en la hora del recreo.

 La flojera de su tren inferior fue en aumento, y, cuando empezó la secundaria, a los once años, no tardaron en hacerse evidentes los síntomas de su incipiente enfermedad degenerativa.

 Fueron tiempos muy duros para el pequeño, y no solo por tener que asumir sus preocupantes problemas de salud. Tuvo que lidiar con el crudo maltrato de sus compañeros, quienes lo señalaron y lo convirtieron en el blanco de sus burlas, llegando a las manos en no pocas ocasiones.

 Juan es hijo único, y sus padres siempre lo han tenido entre algodones, sobre todo, desde que tomaron conciencia de su dolencia incurable; pero llegada la pubertad, el cariño familiar no es, ni de lejos, suficiente para ni uno solo de los adolescentes.

 Tímido, inseguro y tartamudo, se refugió en el más frío de los aislamientos convirtiéndose en la viva imagen de la tristeza. Empezaban a gustarle mucho las chicas, y cada vez tenía más claro que el jamás podría interesarle a ninguna de ellas.

 Cuando ya se creía condenado a una cadena perpetua de ostracismo y marginación, dos de las niñas más populares de la clase se apiadaron de él y le ofrecieron su impagable amistad.                  

 Sonia y Jésica eran muy guapas, ya por aquel entonces, y no tuvieron siquiera que despeinarse para sacar a ese pobre tullido del profundo pozo en el que se encontraba. Su influencia social fue suficiente para cobijar a Juan bajo su protección, y ninguno de los desaprensivos de su clase volvieron a meterse con él.

 Aquella peculiar fraternidad empezó sustentándose solo sobre la compasión de dos muchachas de buen corazón, pero pronto se convirtió en algo más, pues Juan se tornó entrañable y divertido a ojos de ese par de hermosuras virginales.

 Por su parte, él se enamoró locamente de las dos. Eso le comportó arduos sufrimientos cuando, al poco de intimar, ambas empezaron a salir con chicos más atractivos.

 A Juan ni siquiera se le pasó por la cabeza prescindir de sus únicas amigas. Ellas eran el pilar fundamental de su vida, como lo son ahora, y nunca podría descartarlas para volver a confinarse en su deprimente soledad, junto a papá y mamá. Le costó horrores, pero, con los años, consiguió reubicar sus sentimientos por Sonia y por Jésica transformándolos en un amor platónico e inalcanzable; aunque, pese a su resignación, a día de hoy, ese par de mozas siguen protagonizando todas y cada una de sus fantasías sexuales.

DOUBLE DRAGON

-sábado 23 mayo-

 La mirada ausente de Juan se pierde en las filigranas decorativas que dan forma a un interminable dragón rojo. Se trata de una estrecha ilustración horizontal que recorre todas las paredes de ese restaurante chino.

-¿Estás aquí, Juan?- pregunta Sonia, sentada junto a él.

-S.sí, sí- responde él a la vez que vuelve al mundo real.

-¿Te encuentras bien?- se interesa Jésica desde el otro lado de la mesa.

-Creo que el chu.chupito de lagart.to me ha su.subido de repente-

 Sonia le golpea en el brazo, jocosamente, con la intención de terminar de rescatarle de su letargo. La chica no ha medido demasiado bien su fuerza, y la frontera entre la broma y la agresión se difumina. Afortunadamente, Juan ha encajado bien aquel puñetazo.

SONIA: !Ay! Perdona, Juan.

JESS: !Tía! A ver si vas a desmontarlo. Que no es tu noviooo0.

 Fernando, cuyo noviazgo con Sonia intenta superar la dura y longeva lejanía del Erasmus, es un tipo alto y muy fornido.

 Por el contrario, Juan sufre de distrofia muscular. Esa antiestética enfermedad ha condicionado su crecimiento convirtiéndolo en un ser escuchimizado que raramente puede prescindir de sus muletas para ejercitar su mínima movilidad.  

JUAN: Est.toy bien. T.Tranquila.

JESS: Eres una abusona. Como sabes que no se rebotará…

SONIA: Está bieeen. ¿No le escuchas? Si a él no le molesta, ¿qué tienes tú que decir?

JESS: No. Si en el fondo seguro que le gusta. Con lo vicioso que es… 

SONIA: ¿Es eso verdad, Juan? ¿Te va el sadomaso?

JUAN: N.no. Claro que no.

JESS: Si se lo hicieras tú, te digo yo que le gustaría; aunque perdiera mucha sangre.

 Agasajada por las turbias insinuaciones de esa tendenciosa comensal, Sonia sonríe y le guiña un ojo a su mejor amigo. Es tanta la complicidad que tienen, después de tantos años, que no cabe el más mínimo malentendido entre ellos. No obstante, Juan no puede ponerle freno a un rubor creciente, pues hasta el más frío de los varones se derretiría ante el encanto embriagador de tan preciosa muchacha.

-¿Qué t.te voy a contar?- dice él para responder al mudo interrogante de su amiga.

 El embrujo de la reluciente mirada cobriza de Sonia se sirve de unas largas pestañas para espolvorear su venenoso hechizo con cada parpadeo; con cada mueca chistosa; con cada vistazo…

 La chica lleva unas botas negras de tacón que trepan más allá de sus rodillas, y viste una minifalda de recuadros grises cuyos tirantes suben por encima de una blusa negra de manga corta; una sedosa prenda de maliciosa transparencia que deja a entrever cómo los encajes glamurosos de un sujetador oscuro sustentan los más que generosos atributos mamarios de Sonia.

SONIA: ¿Te someterías ante cualquier tetona, o solo ante mí?

JUAN: Yo n. no..

JESS: Joder, tía. Hablas como si lo único que importara fueran tus tetas.

SONIA: Ya sabes cómo se pone Juan con las tetas gordas; y no solo con las mías.

JESS: Sí, sí. Lo que tú digas, pero estamos en la era de los culos, y yo soy la nalgona por excelencia.

SONIA: Que lo tengas más grande no quiera decir que sea más bonito. No tengo nada que envidiarte. El mío es redondo y respingón como el que más. ¿Tú qué opinas, Juan? ¿A qué estás conmigo?

JESS: No. No te apoyes en tu enamorado. Él nunca será imparcial acerca de nosotras.

 Sin necesidad de pronunciarse al respecto, Sonia le toca la oreja a Juan cariñosamente, realizando un pequeño tirón final. Todavía afectado por los mareantes estragos etílicos de ese exótico brebaje, el pensamiento de Juan pierde su objetividad:

“¿Me lo imagino o me está seduciendo de nuevo? Si conociera mis sentimientos se cortaría más. ¿Cómo no se da cuenta de lo que me hace?”

 La preciada ternura que le dispensa su amor platónico suele adquirir tintes de tortura; un dulce tormento que se empeña en darle la razón a Jésica respecto al masoquismo de un prisionero que jamás querría romper eso barrotes amorosos.

JESS: Qué sucio que juegas, perra. ¿Cómo quieres que no se ponga de tu parte? Solo te falta comerle la boca para que te dé la razón, pero, en el fondo, todos sabemos que mi culazo es inigualable y que le hace perder la cabeza a los tíos.

 Jésica no se equivoca en relación a sus opulentas posaderas. Ni siquiera el deslumbrado y obsesivo deseo de Juan para con su mejor amiga resulta inmune al hipnótico balanceo de semejantes nalgas; unas redondeces gloriosas que siempre lucen sus mejores galas enfundadas en unos estilosos ropajes que parecen escogidos para ensalzar dichas curvaturas traseras. Hoy lleva unos tejanos azules cuya tela, sutilmente elástica, se tensa casi hasta su punto de ruptura para dar cabida a esa carnosidad abrumadora. Unas deportivas oscuras y una camiseta blanca terminan de configurar su informal indumentaria.  

-¿Podrías dejar de hablar de tu culo? Esta gente está cenando- protesta Sonia mirando a su derecha -Un poco de respeto, por favor-

-¿Qué?- susurra Jésica desconcertada.

 En la mesa de al lado, los cuatro integrantes de una familia convencional permanecen atentos a tan soez conversación. Esos niños preadolescentes, así como el matrimonio que los trajo al mundo, han quedado boquiabiertos ante la desinhibición verbal de aquella joven orgullosa de su culo.

-Voy a pagar- dice Jésica, avergonzada, mientras se levanta de su asiento.

-¿Vamos, Juan?- pregunta Sonia sin dejar de sonreír al tiempo que se pone en pie.

-Un m.momento. Ves tú. Ahora os alc.canzo- dice incapaz de argumentar su retraso.

-… … ¿En serio, tío?… … ¿Otra vez?- susurra ella con perplejo semblante.

 No es la primera ocasión en la que Juan sufre una erección inoportuna, y Sonia lo sabe. Suele ocurrirle cuando se junta con esos dos pibones y se ponen a bromear sobre sexo, a hablar de encantos femeninos, a dispensarse carantoñas confusas…

-Será mejor que te esperemos en el coche- sugiere amablemente -No tardes, ¿vale?-

-No, n.no- contesta Juan avergonzado -En seguida voy-

 Muy cerca de él, los miembros de ese público familiar intentan recobrar la normalidad e ignoran a sus vecinas de comedor. Están lejos de sospechar que, bajo la mesa colindante, se yergue un lujurioso falo desproporcionado que nada tiene que ver con la raquítica complexión de su propietario.

JESS: ¿Y Juan? ¿Es que no viene?

SONIA: Ahora viene. Es que…

JESS: ¿Ha tenido un apretón? ¿Está en el lavabo?

SONIA: Que no, que no… … se ha puesto palote.

JESS: ¿En serio? ¿Otra vez? ¿Pero qué le pasa? ¿La distrofia hace eso?

SONIA: No tiene nada que ver con lo suyo, tía. Es que… … Es así.

 Una vez pagado su atracón oriental, las dos amigas se encaminan hacia el exterior de aquel local folclórico para acceder al parking contiguo. Ya lejos de cualquier oído indiscreto, se permiten normalizar su tono susurrado.

SONIA: Además: con el pollón que se gasta el tío…

JESS: … … ¿De verdad la tiene tan grande?

SONIA: No se la he visto en vivo y en directo. Solo sus bultacos.

JESS: Tiene que ser el contraste. Si el no fuera tan canijo…

SONIA: Te digo que no es solo eso. Un día lo estaba martirizando, como suelo hacerlo, y vi cómo se deformaba su pantalón de pijama. Le estaba enseñando a bailar.

JESS: A bailar… … tía, qué mala. ¿Se puso rojo? ¿Le entró un ataque de tartamudeo?

SONIA: Dijo: “de p.perdidos al río”. Se puso de perfil y adaptó su postura para que viera la plenitud de su tienda de campaña.

JESS: Nooo. ¿Síiíií? … … ¿Y como no me lo habías contado? ¿Por qué no…? Ahora me han entrado ganas de verle la polla bien empalmada.

SONIA: Me hizo prometer que no se lo contaría a nadie. Shhhhht.

 La llegada del protagonista de esa indiscreta charla las interrumpe, dejando al aire muchos de los interrogantes que acaban de brotar de la calenturienta curiosidad de Jésica. Sin dejar de articular sus aparatosos pasos de lisiado, Juan se percata del repentino silencio que ha provocado.

JUAN: ¿Qué es lo que pasa, aq.qui? ¿De qué hablabais?

SONIA: De nada; de la foto de la playa. ¿La has visto?

JUAN: ¿Cómo no? La tengo de fo.fondo de pantalla.

JESS: Nooo. Me tomas el pelo.

 El chico se saca el móvil del bolsillo y, tras iluminar una pantalla casi libre de iconos, se lo muestra a sus dos amigas. Una artística foto de ellas dos, salpicadas por espumosas olas marinas, muestra su infartante anatomía trasera.

JUAN: Lo último qh veo antes de dormir, y lo primero q.que veo cuando me despierto.

SONIA: Estás flipando.

JESS: Se te va la olla, Juan. ¿A ti te parece normal?

JUAN: Es una imagen de dominio p.público. ¿Me vas a denunciar?

SONIA: Afortunadamente, vuelves a estar soltero. Imagínate lo que diría Violeta si…

JUAN: Nunca más po.podrá regañarme; no más malas ca.caras. Eso se acabó.

JESS: Sí, sí. Lo que tú digas, pero como Jaime te vea el móvil te revienta.

JUAN: No creo que me deje p.peor de lo q.que estoy.

 Él humor negro con el que Juan afronta su minusvalía siempre ha impresionado a Sonia y a Jésica; unas chicas para quien su propia salud y hermosura son un pilar fundamental de su vida.

JUAN: A ver si se va de Erasmus él t.también; a Nueva Zelanda. Desde q.que ese gañán apareció en t.tu vida, te vemos mucho menos. Os veo menos a las dos.

 El chistoso menosprecio que acuña aquel término pueblerino no entraña hostilidad alguna, pues Juan simpatiza mucho con Jaime, así como también lo hace con Fernando. Su envidia resignada no está reñida con cierta objetividad a la hora de evaluar la calidad humana de los novios de sus amigas.

SONIA: !JA! ¿Y por qué a Nueva Zelanda?

JUAN: Es el p.punto más alejado de Fuerte Castillo.

JESS: ¿No es Australia? ¿O el Polo Sur?

SONIA: Pues yo pensaba que era Japón.

JESS: No, tía. Japón está a un tiro de piedra.

JUAN: Es Nueva Zelanda y el mar q.que la rodea.

SONIA: Qué listo es mi niño.

JUAN: La distrofia n.no me afecta al cerebro, p.por si lo dudabais.

JESS: Ni a tu virilidad; … … por lo que me han dicho.

JUAN: !Lo sabía! Sabía q.que se lo habrías dicho, Sonia, bo.bocazas.

 El chico señala a su amiga apuntándola con el índice al tiempo que entreabre los ojos para nutrir a su mirada de resentimiento.

-No te enfades, tonto- dice Sonia sin tomárselo en serio -Es parte de tu encanto-

-¿Ah, es que yo tengo d.de eso? Pensaba q.que solo era una mascota para vosotras-

 Todavía sin dejar de bromear, Sonia tiñe su semblante de una indignación no del todo ficticia. No es un secreto que ese trío amistoso escapa de la normalidad. Es habitual que, desde su entorno, se cuestione el papel que desempeña aquel sabiondo deforme junto a dos ángeles que suelen hallarse en la cima de la popularidad, vayan donde vayan.

Jésica ha desarticulado el cierre centralizado del monovolumen negro de siete plazas con el que han venido. Se trata de un coche de alta gama nuevo y muy espacioso.

SONIA: Es una suerte que tengas tu tartana en el taller.

JESS: Cállate, tía. No sabes lo que me ha costado que me lo deje mi padre.

SONIA: ¿Es que no se fía de ti? Si eres una mozuela ejemplar.

JESS: Se piensa que lo quiero usar de picadero para follarme a Jaime.

SONIA: ¿Le has dicho que íbamos al chino con Juan?

JESS: Claro. Por eso me lo ha dejado. No piensa que Juan sea una amenaza.

JUAN: Eso es po.porque no conoce mi arma secreta.

JESS: Ja, ja, jah. Sísí. Será por eso.

 Ya sentados en el interior del coche, los tres se abrochan el cinturón de seguridad. Juan, en un asiento de la segunda fila, es el último en conseguirlo, como de costumbre, y adopta su posición definitiva cuando el auto ya se encuentra en circulación.

SONIA: Todavía es pronto. ¿Qué tal si vamos de fiesta?

JUAN: Haced lo que que.queráis, pero a mí me dejáis en ca.casa, ¿vale? 

JESS: No, no. Le he jurado a Jaime que no saldría sin él. Está que trina por lo de la foto.

SONIA: Ya ves. Nando también se ha puesto como una moto cuando la ha visto.

JESS: No es para tanto. No la hubiéramos colgado si no fuera un fotón.

SONIA: Es que ha quedado muy bien, tía, pero… … a ver: vamos en bikini.

JESS: Claro. Es lo que le he dicho yo a mi novio. Íbamos así ayer. ¿Qué tiene de malo?

SONIA: Es más artística que sexual. No tiene más importancia.

JESS: Sí. Eso díselo a Juan.

SONIA: Woh… … Cuidado. Espero que no te pajees mirándonos, ¿eh?

JUAN: No prometo na.nada.

JESS: Menudo morro tienes.

 Juan vive a las afueras de la ciudad. Su casa no está demasiado lejos, pero Jésica ha preferido dar un rodeo para no toparse con ningún inoportuno control de alcoholemia, pues, siendo sábado por la noche, dichas emboscadas policiales proliferan en las vías más concurridas.

SONIA: Me alegro que terminaras con Violeta.

JESS: Sí. Esa zorra nos caía mal a las dos.

SONIA: Te trataba como si fueras un niño pequeño.

JESS: Como si te hiciera un favor por estar contigo.

 La primera novia de Juan se hizo esperar. Él siempre había soñado con tener alguien realmente especial a su lado, pero, dadas las circunstancias, se conformó con la primera joven que se prestó a acunarlo entre sus brazos. Durante largos meses, pocos pero largos, intentó mirar a su pareja con buenos ojos y soportó estoicamente el maltrato psicológico al que le sometía.

“Mejor solo que mal acompañado. Nunca tendré a una chica como Sonia, ni a alguien como Jess, pero eso no quiere decir que tenga que rebajarme a estar con una tipa como Violeta”

-¿No dices nada, Juan?-  pregunta Jésica mirándole a través del retrovisor. 

-Sí. ¿Cómo estás?- se suma Sonia -Todavía es muy reciente. La dejaste anteayer, ¿no?- 

-Joh; y nosotras tomándote el pelo en lugar de apoyarte en momentos tan duros-

-Siempre habéis sido mi mayor apo.poyo; el tronco q.que me mantiene a flote- dice él.

-Nosotras y el buen humor. Son cosas que van juntas en nuestra amistad- apunta Sonia.

 Jésica se ha detenido en un stop; no sabe si tirar a la derecha o ir hacia la izquierda. Ahora mismo desconoce su situación.

SONIA: Tía, ¿te has perdido?

JESS: No, no. Ya sé por dónde es.

SONIA: ¿Por qué nos traes por aquí? ¿Es que quieres deshacerte de un cuerpo?

JUAN: Sé q.que solo soy un lisiado que acaba d.de cortar con su novia, Jess, pero no q.quiero que acabes c.con mi sufrimiento; todavía no.

JESS: Que es por los controles, tonto. Igual daría positivo.

 Mediante una lenta conducción dubitativa, la chica encamina el coche por un polígono industrial abandonado. Sin demasiados ánimos de ayudar a su amiga a ubicarse, Sonia se percata de algo:

SONIA: Mira: allá hay una puta.

JESS: !Gracias! Es exactamente el punto de referencia que necesitaba para situarme.

SONIA: No está mal, ¿no? ¿Tú que dices, Juan?

JUAN: Wenooh… … Tiene bu.buen cuerpo.

 Jess detiene el auto en seco calando el motor accidentalmente.

JESS: Vale. ¿Qué tal si… … qué tal si te invitamos, para animarte?

SONIA: Síií. Será la mejor terapia para que superes lo de Violeta. Un clavo saca al otro.

JUAN: N.no. Eso n. no es lo que q.quiero.

SONIA: … … ¿Y qué es lo que quieres? Dime.

 Tal y como le ha ocurrido al monovolumen en el que circulan, Juan se ha calado y ha perdido el don de la palabra. Sus intentos de arrancarse con una respuesta resultan estériles.

SONIA: Solo dilo, Juan. Tenemos tiempo para escucharte.

 Jess abandona el espejo retrovisor para emular a su amiga en un gesto que la voltea para que pueda mirar directamente a Juan, quien termina por cerrar su cataléptica mandíbula y se aferra a un silencio que, sin lugar a dudas, será menos esperpéntico que su nervioso tartamudeo.

JESS: Lo de Violeta ha sido duro. Fue la primera con quien te acostaste y…

SONIA: Exacto. Eso siempre deja una marca muy profunda.

JUAN: ¿Y p.por que no vamos de putos, Sonia? Tú hace cu.cuatro meses que no…

JESS: Te ha calado, tía. Sabe que vas cachonda como una perra en celo.

SONIA: ¿Yo? Yo no soy la que está como loca por verle la polla a su mejor amigo.

 Tan gratuito ataque desencaja el rostro boquiabierto de Jésica. No aparta la mirada de Sonia mientras, tras ella, Juan discrimina los posibles equívocos de esa indirecta tan directa.

“No hay otro, que yo sepa. Soy su mejor amigo”

JESS: Yo no he dicho eso, guarra.

SONIA: Has dicho que tienes ganas de verle la polla bien empalmada a Juan, ¿sí o no?

 La mayúscula confianza que siempre ha reinado en ese particular triángulo amistoso está fuera de toda duda, pero, aun así, la flagrante indiscreción de Sonia se erige como un agente traumático que ha roto por completo la secuencia.

-No te enfades, tía- dice Sonia consciente de que se ha pasado de la raya.

-Juan- continúa Jésica girándole la cara a su amiga -No le hagas caso a esta judas-

-N.no, yo no…- contesta él sin saber cómo construir su frase.

-Me ha contado lo que ocurrió en tu casa cuando te enseñaba a bailar, supuestamente-

-¿Qué?- se indigna Juan -¿Es q.que tienes que co.contarlo todo, Sonia?-

 La chica se encoge de hombros, sin mediar palabra, consciente de que no tiene excusa.

SONIA:Lo sientooou.

JESS: Me ha dicho que tienes un buen bulto, ahí abajo, de ahí mi comentario.

JUAN: Bu.bueno. Si de verdad quieres echar un vistazo…

 Juan sonríe mientras habla sin la más mínima sospecha de que sus palabras puedan ser tomadas en serio. De repente unos nudillos golpean la ventanilla de Sonia; se trata de la prostituta que habían estado ojeando hace tan solo unos minutos.

-No, nono.  Socorro… … Ya  nos  vamos, nos vamoo0s-

 Entre gritos asustados y sin escuchar nada de lo que esa trabajadora sexual intenta decir al otro lado del cristal, Jésica arranca el coche y acelera apresuradamente para escapar de ella.

SONIA: Tía, tranquila, que no te quiere matar.

JESS: Ya lo sé; lo sé… … Me he puesto nerviosa, ¿vale?

 Atribulada, la conductora mira por el retrovisor para unirse a sus dos colegas en la supervisión de la desconcertada ramera que acaban de dejar atrás.

JUAN: De c.cerca daba un po.poco de miedo.

SONIA: Sí, creo que estaba más buena de lejos.

JESS: Suele pasar.

 Todavía sin saber por dónde va, Jésica, con las prisas, se ha salido de la calzada y termina por detenerse en un descampado fronterizo a ese decadente polígono.

JESS: Voy a poner el G.P.S. antes de que la líe más aún.

SONIA: Ah, pensaba que habías parado para que Juan te la enseñara.

JESS: NoO0h, claro que no. Solo es que…

JUAN: Soy algo deforme, pero no soy una atracción de circo.

SONIA: Encima que te ha invitado a cenar… Qué desagradecido.

JUAN: La última vez invité yo, y tú pagaste la anterior.

SONIA: Sí, hemos salido muchas veces, pero esta está resultando la más memorable.

 Sonia se lo está pasando bien. Desde que se han tomado los chupitos de lagarto, la noche no ha hecho más que degenerar cómicamente: el escándalo de esa familia, la erección de Juan, la desorientación de Jess, la puta, todas esas bromas constantes…

SONIA: ¿Tan raro sería? Una vez, Toño me la enseño.

JESS: Toño es gay, tía.

SONIA: ¿Y eso qué más da? Es solo para hacer la gracia. Le ibas a pagar una puta. ¿Eso te parece más razonable?

 Un duradero silencio aviva las llamas de la incertidumbre mientras Jésica traza una ruta en el pequeño monitor e su G.P.S..

 Juan empieza a asustarse, pero sus temores no están exentos de un deseo morboso y emotivo que le impide cerrar la puerta a semejante sugerencia.

SONIA: Ahora en serio, Juan; no se lo contaremos a nadie.

JUAN: Ya me co.conozco yo tus “No se lo co.contaré a nadie”.

JESS: Pero si es una hazaña. Cualquier tío se sentiría orgulloso de despertar esta curiosidad en unas diosas como nosotras.

SONIA: Eso, eso. Ahí le has dado.

 Desatendiendo, por fin, sus tareas de taxista improvisada, Jess se ha dado la vuelta para mirar a su amigo. Contestataria como ella sola, ahora se le ha antojado llevarle la contraria a Juan. Por primera vez, se muestra receptiva a la peculiar ocurrencia de Sonia, y ese reto guasón empieza a consolidarse como algo serio.

 Juan, todavía en silencio, alterna la mirada entre la una y la otra mientras intenta ubicarse en tan descabellada situación.

“¿Cómo hemos llegado a esto? Un par de indiscreciones de Sonia, un par de bromas verdes… todo ello sazonado con un poco de desorientación y…”

-Anda, suéltate- dice Jésica cada vez más posicionada -No te hagas el estrecho-

 La idea de desinhibirse con sus amigas se le hace cuesta arriba, pero, asimismo, es plenamente consciente del arrepentimiento que le castigará, luego, si se niega a flirtear con los difuminados límites de esa longeva amistad teñida de sentimientos platónicos.

“Para una cosa buena que tiene mi físico… Es cruelmente irónico que tenga que permanecer oculta”

JUAN: No te.tengo ningún p.problema, pero si est.to es una broma…

SONIA: Era una broma… … hace un rato, pero, ahora…

JUAN: ¿Qué pasa con Jaime? ¿Y Fernando? Son buenos tíos.

JESS: Más de una vez he pillado a mi novio mirando porno. Esto no es tan distinto.

SONIA: Claro. Fernando fue a una despedida de soltero, sin mi consentimiento, y se quedó a ver como se desnudaba la estríper. Solo se trata de mirar, nada más.

 Esa argumentación bilateral no tiene fisura alguna. No obstante, Juan sigue teniendo algún que otro reparo:

JUAN: Va.vale, vale. Pero este no me pa.prece el mejor lugar.

JESS: ¿Es que necesitas un plató con focos, ahora?

JUAN: No, Jess. Sabes que no tengo la movilidad de una persona normal y…

SONIA: Vale, espera. Vamos a ir atrás contigo y te ayudamos.

JESS: Sí. Tú toca este botón para reclinar el asiento.

 Entre risas y aspavientos animosos, ambas chicas salen del auto para volver a entrar en el emplazamiento secundario, junto a su inquieto amigo. Jésica, consciente de la peligrosidad del escenario marginal en el que se encuentran, echa un vistazo para cerciorarse de que ningún indeseable deambule cerca de ahí.

 Se trata de un sito oscuro y solitario que solo se ilumina con la luz lunar y con el lejano resplandor de las farolas que acaban de dejar atrás. Hay algunos desperdicios: restos de una hoguera, un carro de la compra oxidado, latas, botellas…

 Jésica se ha ocupado de desterrar las muletas de Juan a la parte de atrás y ya se encuentra junto a su lado. En cuanto Sonia cierra su puerta, el chico empieza a entrar en ebullición.

“¿De verdad? ¿Me la voy a sacar? Ni siquiera estoy palote”

 No tarda en notar cómo sus atrevidas acompañantes tratan de bajarle unos pantalones ya desabrochados.

JUAN: Un m.momento, un momento. No est.toy… No esto.toy tieso, aún.

SONIA: ¿Ahora no? Yo pensaba que con solo tenernos cerca…

JESS: Enséñale las tetas, Sonia, que las mías son pequeñas y a él le gustan grandes.

SONIA: … … Bueno… … Ha llegado la hora de sacar la artillería pesada.

 El sistema start-stop del coche ha apagado el motor en cuanto se han detenido, pero un par de luces situadas en los laterales de la ventanilla del techo iluminan discretamente la escena.

 Con movimientos sinuosos de hombros y brazos, Sonia se desprende de los tirantes cuadriculados de su falda para dejarlos caer por debajo de su cintura. Acto seguido, accede al cierre trasero de su sostén, por debajo de su blusa trasparente, y se lo desabrocha mientras eleva su mirada hacia un lateral como si estuviera intentando visualizar la maniobra que lleva a cabo.

 Mediante una habilidosa maniobra, tan impresionante como el juego de manos de un mago, la chica consigue deslizar ese oscuro atavío interior hasta excluirlo de su vestuario.

-Seguro que con esto te basta- susurra Sonia -Conociéndote…-

-Ya te digo- dice Jésica -Me estás poniendo cachonda hasta a mí-

 Juan, boquiabierto, vislumbra los grandes pezones Sonia a través de la reveladora seda elástica que moldea la silueta de tan gloriosas tetas. Pese al sofoco humeante de su química cerebral, la intimidación que le provoca su idolatrada musa amedranta aquella pretendida erección, despojando al chico de la virilidad que intenta despertar esa traviesa maniobra exhibicionista.

JUAN: N.no. To.todavía no. No.no sé lo que me ocurre.

SONIA: ¿Estás de guasa?

JESS: Serán los nervios del momento, tía.

SONIA: Este lo que quiere es que me saque la blusa. ¿No, Juan?

 Juan inspira hondo mientras niega con la cabeza mirándola fijamente y sin parpadear. Con las cejas levantadas, pone una cara de pena que parece implorar piedad.

JESS: Solo es algo… … visual, como bien decías, Sonia.

SONIA: Sí, tienes razón. Solo se trata de mirar. Es como hacer toples o sea que…

 Ni corta ni perezosa, la chica se sube la blusa para que sus enormes senos abandonen cualquier sutileza textil, por fin, y se muestren con todo su esplendor mamario.

 La expresión de Juan se derrite ante tan radiante visión; no en vano, las pajas que se ha hecho ese tullido pensando en las opulentas tetas de su amiga se cuentan por millares.

-!Ahora, ahora!- se exclama Jésica -!Se está moviendo algo aquí abajo! Lo veo-

-!Tú! No me lo distraigas- protesta Sonia desde el otro lado.

 Juan había girado la cabeza hacia la izquierda a raíz del griterío de Jésica, pero Sonia no ha tardado en redireccionar la mirada de su amigo mediante una vehemente caricia facial que le ha fregado los labios fugazmente. Los ojos del chico caen de nuevo para focalizarse en ese par de cántaros de perfectas curvaturas voluptuosas.   

“!Dios! Siempre había supuesto que, sin la sujeción de su ropa interior, perderían su turgente consistencia apretada, pero…”

-¿Te gustan?- pregunta Sonia sin recibir respuesta alguna -¿Te gustan mis tetas?-

 Esos jóvenes pechos desafían a la gravedad vanidosamente. Juan sabe, de buena tinta, que la exuberancia pectoral de su amiga no es fruto de ninguna operación estética, no obstante, le cuesta creer que tan perfectas proporciones sean el resultado del azaroso capricho de la naturaleza.

JESS: No, si al final será verdad lo que decías, Sonia.

SONIA: Claro. ¿Acaso pensabas que me lo inventaba?

 Los pantalones medio bajados de Juan dejan bien visible el bulto creciente que deforma sus gayumbos blancos. 

 El chico está listo para impresionar a las pasajeras de aquel flamante monovolumen tan alejado de su contexto habitual.

-Sácatela- le ordena Jésica mediante un ansioso susurro mientras reclina su asiento.

 A pesar de haberla escuchado, Juan hace oídos sordos a la directriz de su amiga y sigue babeando sin dejar de mirar a Sonia. Impaciente, Jésica toma la iniciativa y se enfrenta a la tarea de liberar el miembro de aquel distraído estudiante de informática. Lo hace sin llegar a tocar ese lujurioso pedazo de carne; solo ha rebajado la goma de su ropa interior.  

-Menudo manubrio- pronuncia Jésica sin despegar sus dientes.

 Consciente del nudismo que afecta a su dura polla palpitante, Juan se fija en la fascinada expresión de Sonia, quien ha dejado de mirarle a los ojos para contemplar su varonil extensión venosa. El chico se siente pletórico, pues sus recurrentes fantasías con su amada amiga siempre empezaban de un modo similar.

“Síií. Este es mi trabuco, Sonia. Es más grande que el de Fernando; ¿A que sí?”

SONIA: !Dios, Juan!. Aún es mayor de lo que pensaba.

JESS: Ya ves.

JUAN: To.todavía no esto.toy a to.tope.

JESS: !Anda ya!

SONIA: Pues, ¿a qué esperas?

 La voz templada de Sonia no suena tan escéptica como la exclamación de Jésica, pero Juan intuye que su farol resulta igual de inverosímil para una que para la otra. De todos modos, siente que no tiene nada que perder en el intento.

-N.no es t.tan fácil. Tienes que dejar q.que…- dice mientras intenta acceder a ella.

-!Oye! ¿Qué haces?- protesta golpeando sus largos dedos  -Las manos quietas, tío-

-No seas tan duro con él, tía- dice Jésica entre risas -Recuerda que está pasando por un mal momento-

-Buen0oo0oh- suspira Sonia  -Escucha: ¿y qué te decía Violeta a propósito de tu polla?-

-Decía q.que era… … demasiado grande y que le dolía- susurra un tanto avergonzado.

-Me lo puedo creer- afirma Jésica -Esa sí que era una estrecha en plena regla-

 Si bien los pechos de Sonia aún gozan de una amplia libertad, lo cierto es que la chica todavía no se ha desprendido de su blusa. Por un momento, parece que pretenda restituir su indumentaria, pero pronto desmiente a esa engañosa gesticulación subiendo sus brazos cruzados para terminar de descartar la cobertura sedosa que seguía apresando sus codos y parte de su espalda. Con el torso ya completamente desnudo, la muchacha insiste:

-No voy a dejar que me las toques, Juan, pero, dado que estás pasando por un mal momento, y que eres mi mejor amigo, y que has accedido a enseñarnos la polla, y que te debo una por haber sido tan bocazas con Jess… Y dado que esa estríper llegó a restregarse un poco con Fernando, aquella vez; creo que no sería inaduecado que yo me restregara un poco contigo, a ver si realmente se te pone más dura-

La curiosidad de los dos oyentes de Sonia no llega a verbalizarse, pues la chica no tarda en inclinarse hacia Juan para que sus tetas queden suspendidas sobre la cara de aquel afortunado pasajero. Con el asiento reclinado hacia atrás, ese friki siente como su amiga le apresa ambas manos para que él no pueda tocarla.

 Lejos de enojarse por tan cruel restricción, Juan abre la boca y saca la lengua para dar mayor relevancia a los roces mamarios que han empezado a peinar su rostro.

 Ese inválido informático es como un hermano para Sonia, quien no puede evitar sentirse extraña al notar como aquella boca fraterna intenta comerse sus grandes tetas a besos.

SONIA: ¿Cómo lo ves, Jess? ¿Está más grande?

JESS: Puede que… … Quizás un poco… … Se está poniendo muy roja y brillante.

 Sonia nunca imaginó que llegaría a ponerse tan cachonda con esos jueguecitos traviesos, pero ya ha empezado a mojar su tanga negro y sus pezones se han endurecido como una mala cosa.

 Al lado opuesto de la cabina, Jésica experimenta un proceso similar, aunque más pasivo. Se siente un poco marginada ante el peculiar romance que están protagonizando sus dos mejores amigos. Mientras observa las contracciones fálicas que dan fe de la convulsa atracción que siente Juan por su amor platónico, se muerde su carnoso labio inferior y empieza a salivar. Una obscena tentación la insta a participar nublándole la mente.

JESS: Tengo novio, tengo novio, tengo novio…

SONIA: ¿Qué dices, loca? ¿Qué te pasa?

 Aún dándole la espalda a su amiga, sin dejar de balancearse, Sonia no recibe respuesta alguna. Sin embargo, el séptimo cielo de Juan se vuelve más acogedor y placentero al notar la humedad bocal de Jésica mojando su venoso pollón colapsado.

“!Dios! No me lo creo. ¿Eso es…? !Me la está comiendo! ¿Cómo es capaz?”

 Esa inesperada mamada termina de romper unos esquemas que, hasta ahora, habían gozado de cierta justificación moral.

 Amorrado a las tetas de Sonia, Juan ni siquiera alcanza a ver cómo los gruesos labios de Jésica recorren la larga trayectoria de su miembro viril hasta abrazar su binomio testicular.

 Intrigada por el silencio de su amiga, Sonia se voltea:

-Pero, ¿qué haces, zorra?-  exclama sin gritar.

-MmMmmhgm… … mhgmwmbsw…-

 Jésica acaba de abandonar sus delicadezas besuconas para engullir el pollón de ese raquítico superdotado. Anonadada ante tan baboso espectáculo, Sonia ni siquiera es capaz de reaccionar cuando nota una de las fugitivas manos de Juan manoseándole una teta para aplastarla más aún contra su cara mientras le muerde el pezón.

 No se trata de una fulana infiel, pero sus férreos principios de lealtad se están desmoronando ante el ardor de un inaudito calentón sin precedentes. No puede evitar sentirse ultrajada por la impropia felación que Jésica le está propinando a su peluche, pues, de algún modo, siente que su amiga pretende usurparle el trono que corona la reverencial devoción que Juan.

 Haciendo oídos sordos a su buen juicio, Sonia obedece a sus instintos primarios y cambia de postura para enfrentarse a Jess.

-Quita- dice mientras la empuja -Déjame a mí-

-Aaah- protesta Jésica -¿Qué haces?-

 Ahora es Sonia quien le come la polla a Juan sin hacerle ascos a las babas de su amiga. Tras una fugaz sorpresa ofendida, Jésica opta por conformarse con las migajas y empieza a saborear los huevos del chico, devorándolos y chupando con fuerza aquel escroto como si realmente quisiera tragarse su contenido.

 Juan no cabe en sí mismo de tanto como está gozando.

“!Esto no puede ser real! Si estoy soñando, solo pido no despertar; todavía no. Quiero que este delirio dure toda la noche”

 No es descabellada la ocurrencia del muchacho, pues no son pocos los despertares inoportunos que le han privado de consumar sus mejores fantasías con sus amigas.

 Temeroso de que su avaricia rompa el saco de tan frágil locura, Juan se atreve a meter su mano por debajo de la falda cuadriculada de Sonia para cobijar una de las nalgas de aquel preciado culo respingón. Le complace comprobar que su amiga decía la verdad cuando afirmaba que suele llevar tangas.

 La joven se siente más depravada que nunca al sentir como el glande inflamado de su esmirriado amigo profana su garganta mientras, a pocos centímetros de su cara, Jésica mastica esos huevos peludos emitiendo sutiles gemidos concupiscentes, y, al mismo tiempo, una de las manos de Juan ser recrea en su culo con magreos cada vez más vehementes y atrevidos.

 Sobrepasada por la dificultad de su hazaña oral, Sonia se convulsiona a raíz de inesperadas arcadas y, con lágrimas en los ojos, vuelve a encararse hacia su galán improvisado para lanzarle una sentencia con tintes amenazadores.

-Esto sí que no se lo puedes contar a nadie; A NADIE, ¿estamos?-

 Con cara de susto y los ojos muy abiertos, Juan asiente. Acto seguido, Sonia pega su cara mojada a la de él para morderle los labios y meterle la lengua en la boca. Su pelo oscuro se entromete provocando gratas cosquillas lacias. 

 Juan llega a olvidarse de Jésica durante aquellos apasionados besuqueos, hasta que un portazo le hace notar que la puerta de su lado había permanecido abierta por unos instantes. El tacto de las tetas de Sonia en sus manos, y los apasionados besos de su amada le hacen descartar cualquier interrogante que los movimientos de su amante secundaria pudieran propiciar.

 De pronto, el fastuoso culo desnudo de Jess se posa sobre su regazo provocándole un shock quebradizo que sacude hasta el rincón más recóndito de su ser. La chica le da la espalda a Juan, quien, incapaz de emitir el más mínimo vocablo, desatiende a Sonia para apoderarse de esas golosas nalgas inquietas que no paran de contonearse para propiciar lascivos roces genitales.

 Tras un breve frotamiento lubricado, Jésica provoca una profunda penetración vaginal que la rellena hasta lo más hondo.

JESS: OoO0h… … síiíiíií… … Joder… … !Qué  bien!

SONIA: ¿En serio, Jess? ¿Es esto l0 que quieres?

JESS: Síiíiíií… …hhh… … Seguro0oh… … SegurísimoOoo0h…

 La perpleja pregunta de Sonia parece obviar la mamada que ha precedido a la presente cópula. Esa injustificada sorpresa se nutre más de indignación que de cualquier otra cosa.

 El raciocinio de Juan tampoco está fino, pues, ahora mismo, se siente como un crápula adúltero; como si le estuviera poniendo los cuernos a la novia de Fernando con la novia de Jaime.

“Qué cachonda está Jess. Cómo chorrea. No es culpa mía, yo solo…”

  Las nalgas de Jésica empiezan a botar enfervorecidamente sobre el bajo vientre de Juan. La chica todavía lleva puesta su camiseta blanca con el logo rojo de Levi’s en su parte delantera, así como también conserva sus calcetines grises de rayas negras. El resto de su ropa permanece en el suelo yermo de aquel solar, al pie del monovolumen de su confiado padre.

JESS: JoO0oh… … Síiíií… … hhh… … asíií… … asíiíh…

 Está tan caliente que su explosión de placer se avecina con urgente prontitud. La muchacha se estremece cuando mayor es la fluctuación de sus generosas redondeces traseras.

 Celosa como pocas veces, Sonia se reivindica volviendo a meter su lengua mojada en la boca de Juan mientras le sujeta la cabeza con ambas manos. El chico, consciente de la sublevación de su vilipendiada diosa eterna, vuelve a cobijar esas grandes tetas con las manos a sabiendas de que aquella puede ser la única ocasión que tendrá en la vida para gozar de ellas.

JESS: Yaaah… … hhh… … YaAah… … hhh… … Me  corrroOh… … Me corrrroO0h.

 Ese fundamentado anuncio no cae en saco roto y la muchacha eclosiona en un cegador orgasmo que termina por dejarla fuera de juego anulando todos sus sentidos en pro de unas sensaciones delirantes que barren con todo.

 Sin resultar ajeno a lo que le ocurre a Jésica, Juan sigue disfrutando de los cuidados bocales de Sonia hasta que ella le dice:

-Vas a ver, ahora… … Te vas a enterar de lo que vale un peine-

La joven cambia su ubicación para situarse entre las atrofiadas piernas de su presa. No tiene mucho espacio, pero, de rodillas, consigue posar sus grandes pechos encima del poderoso pollón de Juan para, acto seguido, propiciarle un cálido abrazo cubano.

 Un poco mareado, el chico tiene la sensación de estar viviendo un déjà vu, pues son tantas las veces que ha soñado con ese pajote mamario que le cuesta encajar que se trata de una primera vez.

-Cierra la puerta, Jess- susurra con urgencia.

-Un momento, tía- contesta ella todavía con la respiración condicionada.

 Esta vez, Juan sí que se ha percatado de la entrada de un aire más frío a raíz de las maniobras vestuarias de su saciada amiga.

JESS: Necesito aire. Ufff… … me quedo fuera un momento.

SONIA: Haz lo que quieras, pero cierra la puerta yaah.

 Un avergonzado bochorno con trazos de culpabilidad ha caldeado la percepción de Jésica hasta el punto de obligarla a salir. Ya desde afuera, vuelve a peinar el perímetro con la mirada. No se trata de un sitio glamuroso, precisamente: unos coches circulando muy despacio, más de una prostituta en busca del mejor postor, unos yonkis alrededor de una hoguera… Por suerte, todo aquello sucede a una distancia prudencial.

 Dentro del coche, las cosas son muy distintas. Ninguna de las cortesanas de aquel vicioso polígono industrial podría obtener, jamás, los logros con los que Sonia está premiando a su escuálido amigo, dado que la devoción de Juan para con ese ángel de grandes senos lleva fraguándose durante largos años, y ninguna suma de dinero podría pagar nunca ese inesperado calentón de medianoche.

 La polla vigorosa de Juan sigue deslizándose gozosamente entre las tetas mojadas de Sonia, quien no ha dejado de agitarse a un buen ritmo desde que ha iniciado aquella maniobra carnal. 

 El chico destila agradecimiento por todos los poros de su piel, pues todavía no alcanza a comprender que es lo que ha podido ocurrir para que sus inalcanzables amigas le presten semejantes atenciones en esta inédita noche de sábado.

SONIA: Estás muy callado, Juan. ¿Por qué no dices nada?

Juan se ha quedado sin palabras, pero esta vez no es por las dificultades de su habla tartamuda, sino por la cogorza emocional que lleva encima. Incapaz de romper su mutismo, sigue observando a su amada con ojos fascinados.

SONIA: No hace falta que me digas nada… … hhh… … Siempre lo he sabido.

 La joven permite que Juan se apodere de sus grandes pechos para que sea él quien se masturbe de un modo más proactivo. El chico se las estruja con fuerza hasta hacerla gemir de dolor.

SONIA: Aaah… … Pero, ¿qué haces?… … ¿qué te has creídoh?… … Te vas a enterar.

 El tono vengativo de la joven está lejos de asustar a ese desconsiderado agresor, pues no podría estar más ansioso por recibir el castigo que merece.

 Tras encaramarse encima de él, Sonia empieza a propinarle sonoros bofetones que, al igual que el puñetazo asestado durante la sobremesa, vuelven a rebasar los límites de una broma razonable. Ese violento forcejeo termina propiciando la postura preferida de la chica, quien, en un acto impropio de su comedido amigo, nota como este le rompe el tanga con un violento tirón seco.

SONIA: ¿Qué pasa? ¿De verdad te pones cachondo cuando te pego?

JUAN: Solo si eres t.tú quien me pe.pega.

SONIA: Al final Jess tenía razón: eres un pervertido masoca.

 Ya un poco más calmada, Sonia adapta su gesto para que el tremendo trabuco de Juan pueda profanar su hambrienta y empapada intimidad vaginal. Mediante una larga incursión que parece no tener fin, el chico llega más hondo en ella de lo que jamás ha llegado nadie.

 Los lentos contoneos de la joven van cogiendo ritmo mientras sus tímidos gimoteos agudos empiezan a teñirse de un erotismo salpicado de dolor. Sonia se muerde el lateral del labio inferior y cierra los ojos, con el pelo despeinado en su cara, para agudizar sus otros sentidos y focalizarse en aquellas enloquecedoras sensaciones que están apoderándose de ella.  

 La viciosa curiosidad de Jésica va en aumento. Desde fuera del coche, y gracias a la tenue luz que alumbra la cabina, puede ver las difusas figuras de sus dos amigos. Percibe sus movimientos a través de un cristal empañado que parece querer censurar lo que ocurre tras de sí. Pese al hermetismo del habitáculo, el silencio de la noche le permite distinguir los gozosos gemidos desatados de Sonia. La suspensión de ese voluminoso automóvil empieza a flexionarse, rítmicamente, a medida que el fervor sexual que cobija en su interior se desboca.

SONIA: !Síiíiíh!… … !Síiíiíh!… … !Follame!… … !Fóllame, Juan!

JUAN: hhh… … hhh… … MmmMh… … hhh…

SONIA: !oOh!… … !Oo0h!… … hhh… … !Pero  que  gorda  la tienes!

 Las tetas de Sonia van como locas revoloteando al ritmo de esa feroz cabalgada lujuriosa.

 Todavía con sus botas negras y con su minifalda gris abrochada a su cintura, la chica disfruta como no lo había hecho en su vida. Puede que sea por su larga abstinencia, por el morbo que tiene follarse a su mejor amigo, o por el tamaño de ese enorme pollón que está recorriendo sus entrañas; o puede que sean las tres cosas juntas, pero lo cierto es que, ahora mismo, se encuentra sumergida en una fogosa corriente que la arrastra vertiginosamente hacia un previsible orgasmo apoteósico.

SONIA: !OoOh!… … hhh… … !Dio0o0s!… … !Qué bieen!… … hhh… … !Que bieeeen!

 El notable aguante de Juan, tan desaprovechado a lo largo de su vida, por fin puede rentabilizarse; ¿y qué mejor ocasión, para dicho menester, que ese legendario episodio carnal? El chico ni siquiera era capaz de correrse con Violeta, pues ella era muy frígida y de seguida se hartaba de él en las contadas ocasiones en que consumaban el acto sexual.

 Todo es muy distinto ahora. El fervor de Sonia es desbordante: sus apasionados movimientos frenéticos, sus gemidos rotos, el hipnótico balanceo de sus grandes tetas…  

“Qué buena que estás, Sonia. Ni en mis mejores fantasías te había imaginado así. No puedo más. Estoy a punto de…”

 Juan magrea el cuerpo de su amada con premura. Intenta abarcar sus agitados encantos mientras nota como su contención empieza a agrietarse irremediablemente.

SONIA: !WohOo!… … hhh… … !Me corroo0h!… … !Me corrrroo0ooh!

 El pelo negro de la chica se zarandea como una bandera triunfal mientras ella se corre clamorosamente. Tiene que detener su trajín pélvico por un urgente mandato biológico, pues su propio cuerpo es el que ha empezado a convulsionarse, levemente, al son de unas sensaciones incontrolables que rebasan su raciocinio por todos los lados.

 Como si Juan hubiera estado esperando el orgasmo de su amante, termina derramándose en ella, caudalosamente, mientras un cálido desahogo derrite su pensamiento convirtiéndolo en puro placer.

 Ni el uno ni la otra se han percatado de que Jésica ha abierto la puerta para contemplar, desde la primera fila, el desenlace de tan ardiente altercado. Mientras recuperan el aliento, la chica les mira con una expresión que mezcla sorpresa, preocupación, alegría y vergüenza a partes iguales.

JESS: No habréis manchado la tapicería de mi padre, ¿no?… … Me mata.

JUAN: Ahora m.mismo, me preocupa m.más otra cosa.    

 Sonia y Juan se miran con desaliñadas muecas temerosas que no están carentes de un considerable grado de culpabilidad.

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  • 002- Bullying
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  • 150- Friend Request

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