AINARAENTUCARA

chica guapa, patines, shorts cortos, tejanos.

-domingo 23 abril-

 Tras unos pocos pasos asfaltados, bajo el sol primaveral de la sobremesa, el silencio empieza a ser incómodo entre Ainara y su tío Bruno. Puede que sea él quien se sienta más violento, pero es ella la que termina por poner voz a ese inusual reencuentro con una muletilla que nunca falla:

AINARA: Cuánto tiempo, ¿no?

BRUNO: Sí. Hacía… ¿Cuánto?… ¿cuatro? cinco?

 Bruno busca el rostro de su sobrina. Ella no parece estar por la labor de contestar hasta que se percata de ello. Encoge los hombros y pone cara de extrañada.

AINARA: ¿De verdad me estás preguntado por la última vez que cuidaste de mí?

BRUNO: Sí. Bueno… Creo que desde entonces… … puede que no hubiéramos hablado.

AINARA: Es que una se hace mayor. Sería raro que me hicieras de canguro a mi edad.

 Ainara sonríe de un modo algo enigmático, como si más allá del humor se escondiera cierta incomodidad y una sutil ofensa por una conversación ridícula y forzada.

AINARA: Ya sé que mi padre te ha dicho que me acompañes, pero…

BRUNO: ¿Tan pronto quieres librarte de mí?

AINARA: No, si lo digo por ti. A mí plín. Imagino que tendrás cosas que hacer.

BRUNO: No te creas. No soy un hombre tan ocupado como tus padres.

AINARA: Ni tú ni nadie.

BRUNO: Por eso acudían a mí cuando no tenían con quien dejarte.

AINARA: Ahora me toca a mí cuidar del mocoso hiperactivo de mi hermano.

 Mirando por donde pisan sus bambas deportivas, blancas y rosas, a la chica se le dibuja una mueca nostálgica en la cara y, tras buscarse de nuevo en los ojos de su tío, le da continuidad a ese lejano relato:

A: Me gustaba quedarme contigo. Me dejabas hacer de todo.

B: Era demasiado blando. Siempre he sido un calzonazos.

A: No me decías que no a nada. Ja, ja, jah. Lo pasábamos de lujo, ¿no?

B: Tú sobretodo. Yo sufría porque no me respetabas lo suficiente.

A: Claro que sí. Bueno… … No sé… … Puede que te tomara un poco el pelo.

B: Así me he quedado.

A: Nah… …Te queda bien rapado. Comparado con mi padre… No parecéis hermanos.

B: Bueno… Él siempre ha sido propenso al sobrepeso y no hace nada de deporte.

A: No es solo eso. Está viejuno. Muy viejo. Además, es tan serio y severo…

B: Y yo soy tan dócil y permisivo… No me tomabas el pelo. Simplemente me dejaba.

A: Todos los padres deberían ser como tú. Si tuvieras niños lo pasarían fabulosamente.

B: NoOh. Si se tratara de mis hijos sería muy distinto. Es tarea de los padres educar.

A: Ah. ¿O sea que a mí me tenías consentida porque no era tu propia hija?

 Bruno no necesita verbalizar su respuesta para que su sobrina pueda interpretarla como afirmativa. La rambla de Fuerte Castillo se consume bajo sus pies a medida que brotan las palabras, ahora de un modo más fluido y entrañable.

AINARA: ¿Y por qué os distanciasteis?

BRUNO: No existe un motivo… … concreto. Estas cosas a veces pasan.

AINARA: Dejaron de necesitar que me recogieras del cole y me dieras la merienda.

BRUNO: Nooh… … Entonces: ¿por qué me llamó tu padre para comer juntos hoy?

AINARA: Algo querrán de ti. Seguro. Son unos interesados.

BRUNO: Qué opinión tan pobre que tienes de ellos.

AINARA: Bueno… Estoy muy harta, la verdad. Me tienen muy controlada.

 Mientras hablan, Bruno se percata de la extraña actitud que tiene un par de chicos muy jóvenes cerca de ellos. Tras superar una timidez explícita, se acercan y se dirigen a su sobrina:

-Perdona… … Disculpa; tú… … Eres Ainara, ¿no?-  dice uno con ojos como platos.

-Sí… … sí, soy yo, en carne y hueso- comprometida, aunque con cierto orgullo.

-¿Nos podemos sacar una foto contigo? Porfaah- el segundo, con gestos de súplica.

-Bueno. Pero una y os marcháis, ¿eh?- con una mímica altiva y sobreactuada.

-!Waah! !Qué flipe!… … AinaraEnTuCara- susurra el chico preparando su móvil.

 Bruno da un paso al lado para no entrometerse. Mantiene una expresión algo pasmada. No entiende lo que está ocurriendo.

-Gracias, Ainara. Eres la mejor- a medida que se alejan.

-Te queremos. Sigue así- dice el otro ya de lejos.

 La chica finge estar distraída para no mirar a su tío mientras reemprenden la marcha, pero está claro que lo acontecido merece una explicación. Bruno tarda un poco, pero finalmente:

BRUNO: A ver: ¿a qué ha venido eso? ¿Conocías a estos chicos?

AINARA: Mmm… … Sí… … Son coleguillas míos.

BRUNO: Tú no les conocías. Te han preguntado tu nombre y tú no les has reconocido.

AINARA: Es que hacía tiempo que no les veía el careto, pero sí.

BRUNO: ¿Eres la mejor? ¿Sigue así? ¿Te queremos?

 Ainara no se digna a contestar, solo levanta sus cejas perfiladas en un gesto reservado que no quiere dar explicaciones. Siguen andando acompañados por un silencio que no resulta incómodo esta vez, solo algo extraño y reflexivo. Despistado, Bruno se encamina por la calle equivocada:

-No, tío. No descarriles. La casa de Judith está por aquí- agarrándole el brazo.

-¿”AinaraEnTuCara”?- con el ceño fruncido recordando las palabras de los chicos.

-¿Qué?… … Anda. Olvídalo. No me seas mendrugo- con una repentina incomodidad.

-¿Qué es eso de “AinaraEnTuCara”?- mirándola de nuevo sin relajar su frente.

-Y yo que sé. Los críos de hoy se inventan muchas expresiones nuevas. A saber…-

-Lo voy a buscar. A ver que sale- desconfiando de la irritada reacción de su sobrina.

-Nono… no… Verás:- se muerde los labios y se detiene pensativa -Es que soy famosa-

 La chica se queda mirando a su tío, cabizbaja, con boquita de piñón y los ojos muy abiertos. No tiene un plan de contingencia mejor para esta situación tan indiscreta. Bruno está desconcertado y niega ligeramente con la cabeza:

B: No eres famosa, Ainara. ¿Qué inventas? ¿A caso sales en la tele? cine? escenarios?…

A: Qué jurásico eres, tío. Hoy en día las famosas somos diferentes. Vamos por libre.

B: Entonces deja que lo vea.

A: Nonoh… a ver… … Sé que lo verás igualmente, pero te lo pido; te suplico; porfins.

B: ¿Qué?… … ¿Que no se lo diga a tus padres?

A: Xaaaaact. Si mi padre se entera me degolla sin anestesia.

B: Nadie usa anestesia para degollar a alguien.

A: Al igual. Tú ya me copias. No pueden saberlo. Me arruinas la vida si lo cuentas.

 Esa carita de pena derrite el enfado que intenta engendrar Bruno. No tiene base todavía para enojarse, pero se teme los motivos por los que su sobrina pueda estar triunfando en la red. Los tiene delante, aunque ahora mismo tengan una cobertura razonable. Tras unos instantes meditativos, ya frente al portal de Judith, intenta sonsacarle más información a la niña.

-¿Cuanta fama?- con un tono discreto, neutral y expectante.

-… … … Millones- responde ella con una vergüenza pícara.

¡¿MILLONES?!- exclama roto  -¿Millones de qué?-  

-Bueno. Millones si sumas mis fans de las diferentes redes, pero eso es un fake porque la mayoría de ellos me siguen en todas partes. No puedo contar varias veces a quien me sigue por insta, face, youtube… ¿entiendes?- pregunta sonriente.

-Eso es… es… eso no… … ¿Estás segura?- sin dar crédito.

-Que sí. Estoy ganando dinero y me dan muchas cosas- rebosante de satisfacción.

-¿Quién? ¿Quién te da todo eso? Tus seguidores?- ya un poco asustado.

-Mis patrocinadores: marcas, discotecas… YouTube… y… … también mis fans-

 Ainara da un paso hacia la puerta y toca el timbre del telefonillo. Bruno no la sigue con la mirada. Con los ojos clavados en el mármol que define la parte baja del edificio no sale de su asombro. Suena una voz telefónica:

JUDITH: ¿Sí?

AINARA: Soy yo, brabuscona. !Abre!

 Con un fugaz gesto jovial, la chica se arrima a su tío, todavía en shock, y le da un besito en la mejilla justo antes de empujar esa puerta metálica; antes de que se cierre y finiquite la charla, Ainara le lanza una última súplica reiterativa.

AINARA: No digas nada, ¿vale, tío? Por lo que más quieras. !A nadie!

 Sin tiempo ni energías de contestar, el hombre observa, tras el cristal, cómo su sobrina se encamina con juguetones saltitos hasta el ascensor, y le dedica una alegre despedida con la mano antes de desaparecer de su campo visual.

****

JUSTO: Esta gente parece que no quiera cobrar.

EDURNE: Déjalos, pobres. ¿No ves que van de culo?

JUSTO: Pero si traer la cuenta es lo más fácil. Es un papelito que sale de la máquina.

 Tan exigente como siempre, al padre de Ainara no le gusta que le hagan perder el tiempo. Hace rato que ha terminado su café enriquecido y no quiere esperar más. Mientras le hace gestos imperativos al camarero, desde lejos, su mujer le pregunta:

EDURNE: ¿Cómo has visto a tu hermano?

JUSTO: Como siempre. A su rollo. Sin preocupaciones. !JULEN! !Siéntate de una vez!

EDURNE: ¿No te parece que está muy solo? Sin mujer, sin familia, sin amigos…

JUSTO: Algún amigo tendrá. Solo es que no habla de ellos.

EDURNE: ¿Algún amigo que no tenga cuatro patas? Deberíamos cuidar más de él.

JUSTO: ¿Le acabo de invitar a comer no? ¿De qué te quejas?… … !JULEEEN!

EDURNE: Vamos, cariño. Los dos sabemos porque le has invitado después de años.

JUSTO: ¿Me vas a decir que a ti no te preocupa la niña? Algo tenemos que hacer.

EDURNE: Estamos hablando de asuntos distintos. Una cosa no quita la otra.

 Después de tropezarse con los correteos del pequeño Julen, un chico alto, delgado y con gafas, les trae la cuenta pellizcada en el clip de un pequeño platito oscuro.

-¿Todo bien, señores?-   pregunta con un tono servil.

****

 Incluso antes de que se abra la puerta, Croma ya empieza a emitir sus leves maullidos de bienvenida. Bruno recibe esa pequeña dosis de calidez cada vez que llega a su pequeño estudio, en el ático de uno de los edificios más altos de la ciudad. Le gusta la distancia vertical que le separa del ajetreo urbano. Tras acariciar prolongadamente a su gata tricolor, enciende su computadora con la intención de trabajar en las fotografías de la boda de ayer. Un vacío se apodera de él cada vez que tiene que dedicarse a esta clase de labores. Intenta autoconvencerse:

“Manos a la obra. Vamos allá. Algún día podré escoger encargos apasionantes, pero ahora he de apechugar con la dura vida del autónomo”

 Detesta el concepto del matrimonio y todavía odia más la institución de la iglesia, pero no puede descartar nupcias, bautizos ni comuniones. Son lo que más dinero le da.

“Antaño, una mujer necesitaba a un hombre que la mantuviera de por vida para dejar el trabajo y poder entregarse por completo a un proyecto familiar. Incluso estaba bien visto que el marido fuera infiel si no desatendiera las necesidades de su esposar y de sus hijos. Era realmente un “Sí quiero” para siempre. ¿Pero hoy? Qué inútil resulta todo este paripé cuando te puedes divorciar al día siguiente sin reparos; cuando la mayoría de los casamientos terminan en separación; cuando el amor es tan líquido y envejece tan mal”

 Mientras azota a su ratón inalámbrico con el dedo índice, otra idea galopa impetuosamente para arrollar a estos tediosos pensamientos filosóficos. En el lado opuesto de tan absurdos convencionalismos sociales está Ainara, con su novedoso modo de irrumpir en el mundo a través de las redes sociales.

 Bruno ha estado consultando su móvil durante el itinerario en metro; de camino a casa. No ha querido maximizar la pantalla, pero eso no le ha impedido percatarse del calibre de los sensuales bailes que su sobrina publica en su canal; de la manera que tiene de andar por los límites de la censura en Instagram, Facebook, YouTube… La chica no se lo inventa; ni siquiera exagera cuando afirma que las distintas ramificaciones de AinaraEnTuCara acumulan más de un millón de seguidores.

 Desatendiendo lo que tan cercanamente le muestra la pantalla de su ordenador, ese entregado fotógrafo se dedica a encadenar pensamientos tendenciosos a cerca de su familia más cercana:

“¿Debería contárselo a Justo? ¿Tengo que mantenerme al margen? ¿Es aceptable que Ainara se exponga así? ¿Qué riesgos implica esto para alguien tan joven?”

 Los comentarios que suscita la ciberactividad de la niña no son precisamente alentadores, aunque la mayoría de esos escritos calenturientos son tan groseros como inofensivos; tan íntimos como superficiales; tan simples como carentes de pretensiones en el mundo real. Muchos de sus autores viven al otro lado del Atlántico y algunas, aunque pocas, son crías preadolescentes que admiran a Ainara y quisieran llegar a ser como ella.

“Recuerdo cuando la popularidad era un concepto que no iba más allá de las paredes del aula en la que dábamos clase”

 Escondida tras esa nostálgica evocación, una curiosidad morbosa le lanza el lazo insistentemente. Le pide que cierre el editor de fotos y que abra el canal de su sobrina a pantalla completa; con el volumen de la música bien alto. Bruno suspira y toma distancia reclinándose, hacia atrás, en su silla.

“Se me ha puesto dura, en el metro, con solo un par de vistazos rápidos, con la pantalla pequeña, sin sonido y mirando de reojo… He tenido que quitarle el asiento a una abuela para disimular mi erección. Sé lo que pasará si cruzo esa puerta y no quiero. !Se trata de Ainara!”

 Bruno se conoce bien. No tuvo novia cuando era joven y aquella carencia le provoca, todavía hoy, una filia muy pronunciada respecto a las chicas de corta edad; como si se tratara de una asignatura pendiente. Se nota degenerado cuando, habiendo sobrepasado los cuarenta, se fija en niñas de instituto o todavía más infantiles. No lo puede evitar: su alegre frivolidad, esos gestos presumidos, su efervescencia hormonal, esa consciencia recién llegada de su propio potencial erótico…  

 Hoy mismo, nada más bajar del coche de su hermano, Bruno se ha quedado embobado observando como Ainara peinaba sus largos cabellos, con ambas manos, mirándose en el reflejo de la ventanilla; curvando su figura para pronunciar esos incontestables encantos, luciendo su corta aunque razonable ropa veraniega… Mientras tanto, Julen daba rienda suelta a su entusiasmo corriendo alrededor del auto; Justo hacía una llamada laboral de última hora; y Edurne se encargaba del parquímetro.

 Ha sido entonces cuando ha empezado a agrietarse el sosegado temple que debería de haber reinado durante esa comida de reencuentro familiar, en el restaurante. Bruno se ha esforzado para ocultar el pernicioso interés que le despertaba su sobrina, pero, a pesar de que casi no han mediado palabra, no ha podido dejar de mirarla más de la cuenta. Le costaba encajar que la niña que él cuidaba, hace tan pocos años, se hubiera convertido en una chica tan atractiva.

 Sus furtivos dedos han tecleado la palabra mágica en el buscador y Ainara no ha tardado en asaltar, con vehemencia, la pantalla del ordenador de su tío, quien sube el volumen y se entrega al morbo que le provoca su sobrina. Aquel falo hambriento no tarda en importunar el decoro de sus cómodos pantalones oscuros de andar por casa. Bruno se había propuesto ejercer de mero observador, pero ese propósito tan endeble desfallece a primeras de cambio.

Flap – flap – flap – flap…

“Joder, Ainara. ¿Por qué me haces esto? No puede ser que estés tan buena, y que lo enseñes así. Deberías estar prohibida. ¿Cómo te atreves? ¿Cómo es posible? Esto noOh, oOoOh, fuuuaaaaah”

 No ha necesitado demasiadas sacudidas para que su palpitante fuente carnosa brotara, caudalosamente, saturando la capacidad de absorción de la generosa tira de papel higiénico que había dispuesto, estratégicamente plegada, para afrontar ese más que previsible derrame seminal. Sorprendido por un gozo tan extremo, Bruno recapacita:

“Pero ¿esto qué es? ¿Cuánto hacía que no…? Si no logro ni acordarme es que hacía demasiado”

 Se trata solo de un comienzo, pues Ainara tiene metraje suficiente para estimular todas las pajas pendientes que su tío acumula desde principios de año. El segundo orgasmo es tan consecutivo que se hace efímero, como si llegara por pequeñas entregas azotando un sistema nervioso que todavía no ha podido recomponerse. Esta vez, sus menguantes borbotones alvinos están más licuados y han perdido vigor, a pesar de ello, manchan una nueva disposición celulosa causando un deleite similar.

 Es sencillo, para los censores, censurar determinadas partes del cuerpo, palabras concretas e incluso actitudes demasiado explícitas, pero cuando se trata de una seducción coreografiada; de un encanto desmedido e imposible de cuantificar; de una calentura tan subjetiva…

 No hay cifras ni palabras que puedan describir la gracia con la que se contonea Ainara; las sinuosas miradas despeinadas que le dedica al objetivo; el partido que le sacan, esas nalgas tan redondas, a la indecente brevedad de sus shorts tejanos; aquella camiseta tan fina que no alberga sujetador alguno…

 Esta tercera paja está siendo más duradera, pero, de todos modos, Bruno ya divisa el advenimiento de una nueva corrida. El cuadro lumínico que focaliza su atención empieza a deformarse a medida que su vista se somete a ese frenético zarandeo de nuevo. Cuando ya está trepando por el subidón que con tantas ansias perseguía, un sonido imperativo le distrae. Se trata de su móvil. Lo más lógico sería desatenderlo, pero:

BRUNO: ¿Síh?

JUSTO: Ei, ¿qué pasa, hermano?… … ¿Estás bien?

BRUNO: Sí, claroh… … es queh… … estaba haciendoh… … hhh… … algo de ejercicioh.

JUSTO: Seguro que te la estabas pelando. Ja, ja, jah. Di la verdad.

BRUNO: Que noh… … que no. ¿Cómo dices esoh?

JUSTO: Escucha: me ha alegrado que nos viéramos hoy.

BRUNO: Sí. Hacía tiempoh ya. Ha estado bien.

JUSTO: Edurne dice que deberíamos quedar más a menudo.

BRUNO: Cuando quieras, Justo, ya lo sabes. Dónde haya comidah… 

 Bruno, todavía con los pantalones bajados, siente alivio porque su hermano no pueda saber lo que hacía hace tan solo unos segundos; porque no sepa que se la estaba pelando como un mandril mirando los videos de su sobrina.

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Lluvia, tejanos muy cortos, jeans muy cortos, nalgas.
  • 002- AinaraEnTuCara
  • 104- BrunoSoloHayUno
  • 163- JoelSinCuartel

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RELATO ERÓTICO DE INCESTO: SOBRINA CONSENTIDA

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  1. Me encanta esta historia desearía poder leerla completa

  2. Genial!!! La história nos enrreda y atrapa, maldiciendo quando se acaba el capítulo. Donde conseguir los restantes partes de la…

  3. Genial!!! La história nos enrreda y atrapa, maldiciendo quando se acaba el capítulo. Donde conseguir los restantes partes de la…

  4. Hola buenas. Como se pueden adquirir tus libros?

  5. excelente relato, hasta ahora se ve muy bueno te felicito

  6. Cómo siempre espectacular

  7. Que rico palo se asentaron los tres



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