DON QUIJOTE DE LA TRANCA

Relato erotico, historia entre una universitaria y su suegro, Mi suegro favorito.

-miércoles 6 junio-

 Al final de una calle de Villaloda, de cuyo nombre no quiero acordarme, se yergue la casa de Julián, un humilde lugareño que está intentando leer a Don Quijote, acomodado en su jardín. Tenía previsto comenzar a culturizarse a partir del primer día de su jubilación, pero, una vez que ha entrado en materia, siente que esa obra le viene grande:

“¿Será que soy corto? ¿O puede que este clásico esté sobrevalorado?”

 El sonido percusivo de las páginas de ese tocho, al cerrarse de golpe, ponen el punto y final a tan frustrante intento lector. Tras un hondo suspiro, Julián deja caer dicho tomo sobre el césped que crece a escasos palmos; por debajo del sutil balanceo con el cual le mece su nueva hamaca de tela gris oscuro.

“Tendré que empezar por “Los Tres Cerditos” e ir subiendo el listón a medida que se eduque mi intelecto”

 Un sol radiante contraviene su pesimismo al tiempo que le da sentido a la sombra de los algarrobos que le sustentan.

-!Julián!- grita su mujer, a lo lejos, mientras abandona su hogar.

-!Queeeé!- responde él con la voz perjudicada y sin modular su interrogante.

-!Me voy al mercado!-  sacudiendo su mano a modo de despedida en cuanto lo ve.

-!Valeeee!- ya con menos volumen.

 Se trata de un tipo de pocas palabras, mecánico de profesión, rudo y sin demasiado sentido del humor. Aun así, es un hombre de familia y su escueta oratoria no esconde un trato generoso y cordial con sus hijos. Marcela siempre quiso una niña, pero sus numerosos intentos no dieron el fruto esperado y, tras el cuarto barón, esa rolliza y servil ama de casa terminó por tirar la toalla.

 El sonido del único coche de aquel longevo matrimonio se pierde en la lejanía, dando paso al regreso de una calma de lo más placentera, amenizada por el jubiloso canto de los pájaros. A su espalda, la brisa peina las hojas de unos enormes árboles majestuosos, completando, así, un amable manto sonoro que termina de dar relieve a esa paz rural tan reposada.

 Desde el infinito azul del cielo, el liviano movimiento de una pluma blanca entra en escena, describiendo una trayectoria caprichosa que termina por posarla en el centro de una pequeña piscina, justo en el corazón de aquel particular edén doméstico. Julián arruga su frente, pues hace solo una hora que se ha dedicado a limpiar, meticulosamente, esas aguas cloradas.

 Turbo levanta las orejas. Algo ha inquietado su descanso canino. Todavía con el hocico sobre el césped, a pocos metros de su amo, aquel viejo labrador empieza a emocionarse y no tarda en levantar la cabeza.

 Julián lleva unos segundos intentando adivinar la causa de esa suspicacia perruna. Finalmente, percibe el sonido creciente de una moto aún invisible. Su experiencia en el mundo del motor le otorga una capacidad asombrosa para identificar todos y cada uno de los modelos que circulan cerca de él.

“No puede ser. ¿Esa no es…?”

 Unos impetuosos toques de bocina, algo chistosos, terminan de confirmar sus sospechas. Turbo ladra entusiasmado y arranca una carrera condicionado por la poca agilidad que le ofrecen sus castigadas patas traseras. El motor se ha apagado y el agudo chirrido metálico de la puertecilla exterior anuncia la incursión de esa inesperada visita. Unas exclamaciones femeninas, llenas de cariño y de alegría, acompañan aquel fervor animal y verbalizan tan feliz reencuentro.

Cuando Julián ya se halla a mitad de camino, consigue ver, al fin, a su antigua nuera. La perplejidad sigue pintando la cara del viejo a medida que se acerca.

 Las efusivas caricias de la chica no hacen más que alimentar la agitación de Turbo hasta que, finalmente, el perro se tumba, bocarriba, con la lengua fuera y la respiración acelerada, para facilitarle el acceso barrigón a su añorada amiga.

-Hola… … Julián- dice sonriente tras levantar la cabeza.

-Hola, Marina… … hola…- sin mucha idea de cómo dar continuidad a ese saludo.

 Ella sigue hablando, animosamente, con el chucho durante unos instantes, pero pronto atiende al hombre de la casa.

JULIÁN: Fidel no está… … ni Marcela.

MARINA: ¿No está Marecla? Pensaba que la encontraría aquí.

JULIÁN: No. Se ha ido al mercado. ¿Para qué quieres a mi mujer?

MARINA: No… … para nada… … no es que la buscara a ella.

JULIÁN: Pues Fidel…

MARINA: No, no, no. A él mucho menos. Solo es que… 

 La chica guarda unos segundos de silencio mientras ordena las palabras que está a punto de pronunciar. Con los mofletes hinchados de aire, mira hacia un lado como si esperara encontrar un croquis para construir su próxima frase:

-Es que… ¿Sabes? Echaba mucho de menos a Turbo, a Marcela, a ti, a esto…-

 Marina abre los brazos para abarcar todo ese idílico paraje que les rodea. Julián empieza a comprender el motivo de tan agradable aparición al tiempo que escucha a la muchacha:

-Parece que cuando terminas con tu novio solo terminas con tu novio. Pero NO. Terminas con su familia, con sus amigos… con su perro. Estoy superando lo de Fidel, pero hoy he soñado que estaba aquí, con vosotros, en una de vuestras típicas barbacoas de domingo, y todo era tan… tan… Es como… Me he levantado hecha polvo y he pensado: ¿por qué? ¿Por qué tengo que dejar de verles a ellos? ¿Por qué resignarme a no ver nunca más a Turbo?… ¿no?- niega con los ojos muy abiertos.

-Claro, eso no tiene nada que ver. Eso…- viéndose interrumpido.

-Ni siquiera estaba él… … O sea… … En el sueño… … En mi sueño no estaba Fidel. Quiero decir: sí; tenía que venir, pero no llegaba. Pasaban las horas y no aparecía. Es… Era como una metáfora de mi vida: nunca estaba cuando lo necesitaba-

 Julián la observa atentamente mientras asiente, pero su atención no radica tanto en sus palabras como en su graciosa coreografía gestual, su tono de voz; su precioso pelo rubio, sus maquilladas pestañas de vértigo; su imponente busto encorsetado bajo esa fina camiseta blanca, la sobrecogedora brevedad de aquellos shorts gastados y demasiado rotos…

“No entiendo cómo mi hijo se ha dejado perder una chica como esta. Es un diez sobre diez; por fuera y por dentro”

Marina no solo goza de una belleza incontestable y de unos notorios atributos de lo más codiciables. Se está sacando una carrera de humanidades y, pese a su irreflexiva retórica acelerada de ahora, es una joven lista, culta y muy capaz.

“Debería de escuchar lo que me está contando; no sea que me pregunte algo”

MARINA: … y luego me suelta: “Nunca dijimos que sería para siempre”. ¿Tú te crees?

JULIÁN: Emm… … Sí, la verdad es que…

MARINA: En fin… … ¿Qué me vas a decir?… … Se trata de tú hijo, ¿no?

JULIÁN: No, no, no. Pero tienes razón. No puedo defenderle. Solo me queda…

MARINA: Una cosa es que no sea para siempre, y otra muy distinta: que mientras estamos juntos me engañe con otras. Es que no puedo con eso.

 Después de que aquella chica haya interrumpido sus cuatro últimas frases, Julián permanece en silencio instintivamente; sin aspiraciones de completar ninguna otra argumentación. Ella se da cuenta de las consecuencias de sus arrolladores reproches conyugales, y sonríe mordiéndose su labio inferior.

MARINA: Lo siento. No paro de cortarte. Es que me pongo histérica cuando hablo de tu hijo. Yo no soy así. Tú me conoces.

JULIÁN: No tanto como quisiera. Quiero decir: me hubiera gustado que fueras la definitiva. Mi hijo nunca encontrará una moza como tú. No te merece.

 Aliviada, parece que la emoción les da un brillo, todavía más intenso, a sus hermosos ojos azules. Al ver que ese hombre toma partido a su favor, despeja algunas dudas sobre las mentiras maliciosas que Fidel pudiera haberles contado, a sus padres, acerca del motivo de su ruptura. Su exsuegro se altera:

-Soy un verdadero desastre. Para una vez que tengo una invitada decente…-

 Julián extiende su mano y, en un gesto poco meditado, la invita a pasar como si estuviera en el portal de su casa. La chica levanta sus cejas, con una expresión divertida, y sigue adentrándose por ese cuidado jardín rodeado de abetos.

 Turbo ha estado mirándoles todo el tiempo, atento, como si comprendiera aquella charla distendida. Se limita a esgrimir un discreto llanto mientras ve cómo se alejan.

JULIÁN: Marcela me ha preparado un jarrón de limonada, hace un rato.

MARINA: Mmmmh… … ¿Estará fresca aún?

JULIÁN: Sí, sí… Tiene algunos cubitos menguados.

MARINA: Con este calor… No veas. Apetece mucho.

JULIÁN: Seguro que no has vuelto a tomar ninguna desde la última vez que viniste.

MARINA: Nop.

 Tras aquella escueta respuesta, avanza andando por delante de tan amable anfitrión. Julián aprovecha que ha salido del prisma de su invitada para repasar su espléndida figura. Muy de cerca, sufre de cierta ansiedad al comprobar cómo esas jovencísimas nalgas intentan asomarse, a cada paso, desafiando la autoridad de la tela tejana que intenta defender su decoro.

 Marina no ha planificado aquella maniobra, ni siquiera recordaba que hoy vestía más provocativa que de costumbre; pero, a medida que se aproxima a la mesita que sustenta el jarrón, puede sentir la mirada del viejo en su culo. La siente tan intensa que empieza a olvidar cómo se camina con normalidad.

-!Anda! ¿Estás leyendo El Quijote?- pregunta con interés, al tiempo que toma asiento.

-He terminado el capítulo uno, pero en el segundo ya me he rendido- avergonzado.

-No tiene por qué gustarle a todo el mundo- mientras lo alcanza y hojea sus páginas.

-He pasado casi toda mi vida trabajando en distintos empleos a la vez, y, ahora que estoy jubilado, me había propuesto recuperar el tiempo perdido en el campo de la cultura. Dejar de ser tan paleto… … Pero me temo que he apuntado demasiado alto. O puede que sea un zoquete-

-Te entiendo… … Podrías empezar leyendo mi libro. Significaría mucho para mí-

-Tú… … ¿Tú has escrito un libro a tu edad?-

-¿Te parece extraño?… … Lope de Vega se estrenó a los doce años, y Anna Frank…-

-¿Pero está publicado? ¿En las tiendas?-

-Mmmmm… … No. Todavía no-  

 Marina se avergüenza por haber tirado las campanas al vuelo y haberse comparado con esas figuras sin matizar que ella no goza, por el momento, del más mínimo reconocimiento literario.

JULIÁN: Seguro que es una gran historia.

MARINA: En realidad, es un ensayo.

JULIÁN: Ah. Bueno. Pues cuando sea el definitivo será genial.

MARINA: No, n0, no… … A ver:

 La chica se calla un momento, un poco abochornada, e intenta medir sus palabras para no degradar a su interlocutor después de que este le haya hablado del varapalo que se ha llevado con la obra de Cervantes. Sin poderlo suavizar demasiado, prosigue:

-Un ensayo literario no es algo cómo… … ensayar una obra de teatro. No es una preparación ni un entrenamiento. Es un género, distinto a la narrativa, que analiza e interpreta un tema. No explica una historia con personajes… … inventados o no-

-… … … … Qué vergüenza. Esas son la clase de cosas que alguien culto debería saber-

-No te avergüences, Julián. Eres un gran hombre, aunque no seas culto. Eres una de las personas más generosas que conozco. Lo has dado todo por tu familia durante toda tu vida. Tu mujer sigue amándote como en el primer día, y tus cuatro hijos te quieren con locura. No solo te quieren, sino que te respetan; y créeme si te digo que hay muy pocas cosas que Fidel sea capaz de respetar-

-Menudo elemento para poner el colofón a esta familia. Ese chaval es un crápula-

-Sí alguna cosa puedes reprocharte, es haberles dado demasiado a tus hijos-

-Me han salido triunfadores; no se puede negar, pero preferiría que fueran mejores personas; aunque tuvieran menos ingresos, menos intelecto, menos cultura…-

-¿Lo ves?… … Creo que entre los cuatro no suman tu calidad humana-

-Bueno… … Marina… … eso puede que sea demasiado…-

-Fidel es un cabronazo y lo sabes; y me ha contado cosas de sus hermanos que…-

-No quisiera quitarte la razón… … pero… … estás hablando de mi familia-

-Losientolosientolosiento… … pero es que me indigna que te avergüences, ante una niñata como yo, solo porque no eres un tipo leído. Eres tan… tan… tan…-

 Marina no encuentra las palabras adecuadas, pues su sincera admiración podría desembocar en algún equívoco indeseado. Su atractivo manifiesto la condena a sufrir continuas salidas de tono por parte del género masculino que la rodea en su día a día. Finalmente, halla la frase perfecta:

MARINA: Ya quisiera yo tener un padre como tú.

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relato erótico, nuera y suegro.
  • 002- Don Quijote de la tranca
  • 068- Lazarilla de Topless
  • 146- Julián Tenorio

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RELATO ERÓTICO: MI SUEGRO FAVORITO

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  1. Me encanta esta historia desearía poder leerla completa

  2. Genial!!! La história nos enrreda y atrapa, maldiciendo quando se acaba el capítulo. Donde conseguir los restantes partes de la…

  3. Genial!!! La história nos enrreda y atrapa, maldiciendo quando se acaba el capítulo. Donde conseguir los restantes partes de la…

  4. Hola buenas. Como se pueden adquirir tus libros?

  5. excelente relato, hasta ahora se ve muy bueno te felicito

  6. Cómo siempre espectacular

  7. Que rico palo se asentaron los tres



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