AL PASAR LA BARCA
CRISIS
Javier no está pasando por el mejor de sus momentos:
·Sus inversiones no están dando un buen rendimiento, y su notable estatus en la empresa empieza a quedar en entredicho.
·Hace días que le duele la espalda, y eso le priva de cumplir con esas rutinas deportivas que tanto le ayudan a canalizar su ira.
·Se le ha estropeado el coche solo unos minutos después de que le pusieran una multa por no llevar el cinturón…
La cosa no mejora en cuanto a su armonía familiar se refiere:
·Su longevo matrimonio con Blanca solo se sostiene por la inercia, pues hace tiempo que se apagó la llama por completo.
·Su hijo Eduardo, a la tierna edad de ocho años, ya apunta maneras de perdedor con un incipiente retraso mental.
·Su hija Susana empieza a desafiar la autoridad paterna en múltiples asuntos de lo más sensibles: horarios, vestimenta, novios, exposición mediática…
No suele pagar su enfado con la familia, pero es posible que, hoy, ese mal carácter consiga traspasar el umbral de su hogar.
LA CAJA DE PANDORA
-miércoles 26 junio-
JAVIER: No, nono. No y no.
SUSANA: pero Papá…
JAVIER: Te digo que N0. Me da igual lo que hagan tus amigas. No tienes edad para eso.
SUSANA: Soy la única que no…
JAVIER: Es pronto para que salgas por la noche. Que los padres de tus amigas sean unos irresponsables no significa que yo también tenga que serlo.
No es la primera vez que se repiten esos argumentos. Se trata de una discusión cada vez más recurrente en el seno de la familia Montero. Blanca no suele tomar cartas en el asunto, y deja que su marido se ocupe de las cuestiones disciplinarias.
SUSANA: A ti lo que te pasa es que eres un antiguo que vive en otra época.
JAVIER: Puede que tengas razón, pero soy tu padre, y harás lo que yo te diga.
SUSANA: !No es justo! Primero me cierras la cuenta de Instagram, y ahora…
La chica anda por el salón, inquieta, sin dejar de zarandear los brazos para enfatizar su desespero. Frente a ella, Javier mantiene su quietud; de pie y con los brazos cruzados.
JAVIER: No me hagas hablar de esa maldita cuenta, Susi. Nunca me entrará en la cabeza que se normalice semejante despropósito; que se esté sexualizando a niñas sin ningún reparo ni censura.
SUSANA: !Sí que hay censura, papá!
JAVIER: ¿Censura? Eso no es censura.
SUSANA: !Claro que sí!
JAVIER: !Que vi tus fotos, Susi! A saber cuántos pervertidos se han pajeado con ellas.
SUSANA: Pero qué exagerado eres.
Susana se pone las manos en la cabeza y, sin borrar la incredulidad de su rostro, desvía su mirada perpleja.
JAVIER: ¿Exagerado? Ninguna niña debería de exhibirse de ese modo en la red.
SUSANA: !Era una foto en bañador!
JAVIER: Un bañador que no es tuyo y que, por su puesto, nunca dejaría que te pusieras en un lugar público; pero no me refiero solo a esa foto, y lo sabes.
SUSANA: A ti todo te parece mal.
JAVIER: Demasiadas imágenes sacando la lengua, tirando besitos, insinuándote…
SUSANA: ¿Qué Pasa? ¿Es que las miraste todas?
JAVIER: Claro que sí. Quería asimilar la gravedad del asunto.
SUSANA: !Menuda condena!
Susana se marcha enfadada hacia su cuarto, y se encierra en él, previo portazo despechado.
Todavía en el salón, Javier suspira hondamente mientras se sujeta los lacrimales con el índice y el pulgar.
Blanca guarda cierto parecido con Susana: ojos marrones claros, corta estatura, voz aguda… Su pelo también es castaño, pero ella lo lleva más corto que su hija; a la altura del cuello. Pese a ello, cuesta creer que las nalgas y los muslos de la niña sean obra de una mujer que se asemeja a un saquito de huesos.
Susana todavía tiene los pechos pequeños, pero su anatomía inferior se ha desarrollado ostensiblemente, dotándola de un trasero impropio para una chica tan joven. En la era de los culos, de internet y de la precocidad sexual, esos atributos tan redondos resultan demasiado golosos para mantenerlos en el anonimato.
Eduardo lleva gafas de cristal grueso. Siempre es el último de la cola y carece del menor atisbo de competitividad. No tiene amigos y parece destinado a convertirse en un solitario. Sus padres le han llevado a psicólogos para ver si padece algún trastorno, pero los resultados no han sido concluyentes.
Javier es opuesto al pequeño de la casa. Alto, fuerte, despierto, ambicioso… Se considera un tiburón de las finanzas, y suele triunfar en todos sus propósitos.
Le ha ido bien en la vida: tiene una casa con jardín y piscina en la mejor zona de la ciudad, un buen trabajo, un auto de gama alta…
A primera vista, los Montero aparentan ser una familia perfecta, pero, como suele pasar en todos los hogares habidos y por haber, de puertas para adentro, son muchos los desajustes que desafían a esa concordia cotidiana.
La noche del primer miércoles de verano cae sobre el cielo estrellado de Fuerte Castillo anunciando el final de una calurosa jornada que ha cruzado, como de costumbre, realidades muy opuestas según quien sea el protagonista.
-jueves 27 junio-
Javier suele vestir con camisa y corbata, aunque su afeitado y su peinado no son tan pulcros como para certificar su elegancia.
Cuando intuye que una charla telefónica se va a prolongar, sale de la oficina y baja a la calle. En ocasiones, incluso se permite el lujo de dar un paseo por el parque, muy cerca de su puesto de trabajo, mientras atiende a sus clientes.
-¿Y tú de dónde vienes?- le pregunta Damián al pie del edificio.
-De cerrar un trato con un nuevo inversor- contesta un Javier pletórico.
-¿Es que necesitas un entorno bucólico para sacar lo mejor de ti mismo?-
-Si apagaras el cigarrillo y te fueras al parque, te inspirarías, créeme-
-No me des lecciones. Ya no. Este semestre te he superado en resultados-
-No te confíes. Solo ha sido un bache. Ya estoy volviendo a la carga-
Javier termina su frase señalando a su interlocutor con el índice de un modo desafiante.
Damián levanta sus cejas, sorprendido. Se trata de un tipo gordo de rizado pelo negro que lleva anteojos de lentes redondas.
DAMIÁN: ¿Y la espalda? ¿Mejor?
JAVIER: Lo peor ya ha pasado. Pronto volveré a hacer deporte.
DAMIÁN: ¿Y tu hija?
JAVIER: Me resulta extraño que me preguntes por ella, tío.
DAMIÁN: !Eh! Que fui yo quien te dio el chivatazo de su perfil.
JAVIER: Lo sé, lo sé. Ahí va. Intento meterla en cintura.
Damián lanza su colilla al suelo y la pisa para apagarla. Es un hombre sudoroso con cara de pervertido, no obstante, es bastante chistoso y a todo el mundo le cae bien.
DAMIÁN: Daría lo que fuera para volver a tener su edad.
JAVIER: ¿En serio? Yo no añoro esa época.
DAMIÁN: Claro que sí. Luego todo empeora: estudios, trabajo, responsabilidades, cargas familiares, kilos de más… Todo se vuelve más difícil.
JAVIER: Difícil y meritorio. La adolescencia es como jugar sin marcador. Da igual lo que hagas. Ni pierdes ni ganas. Tienes la subsistencia asegurada.
DAMIÁN: Ahí está. ¿Y no era bonito eso? Solo importaban los amigos. Ni siquiera teníamos presiones respecto a las chicas. En nuestra época todavía era demasiado pronto.
JAVIER: Naah… … Yo necesito retos de verdad. Además, a esa edad eres idiota.
DAMIÁN: Yo sigo siendo idiota a los cuarenta.
JAVIER: No te falta razón, pero, en mi caso… No echo de menos al merluzo que era.
Javi le da una palmadita en el hombro, a modo de despedida, mientras pronuncia esa última frase condescendiente.
DAMIÁN: Espera, espera. Subo contigo. Ya he terminado mi descanso.
Ambos quedan plantados frente a la puerta del ascensor.
DAMIÁN: Creo que, si volviera a la adolescencia, sería el niño más salido de la clase. Tal y como crecen las niñas de hoy en día… No lo digo por tu hija, ¿eh? No me mates, tío.
Susana pasa el rato con su mejor amiga, Aida. Las dos están dando un paseo por el lado más sombrío del paseo marítimo.
AIDA: En estas horas de la tarde, todavía se está bastante bien, pero durante el día…
SUSANA: En verano es por la noche que se tiene que estar por la calle; al fresquito.
AIDA: Es lo que le dijiste a tu padre para que te dejara salir.
SUSANA: No. Se me pasó. Estaba demasiado enfadada. Le dije que a todas mis amigas…
AIDA: A mí tampoco me dejan, tía. Es lo más normal.
SUSANA: Júlia y Lucía sí que salen; y María.
AIDA: !Alguna vez! No te creas todo lo que dicen esas.
Sin previo aviso, Susana se sienta en un banco de piedra que hay cerca de una de las palmeras del paseo. Se muestra contrariada con su mirada perdida en el horizonte marítimo.
SUSANA: Mi padre me corta las alas. No me deja ser libre. No me deja ser yo misma.
AIDA: Con lo de Instagram sí que se pasó tres pueblos.
SUSANA: Pero no es solo eso. No me da dinero, no me deja cenar fuera ni llegar tarde, me censura cuando me visto… Por no hablar de las broncas que me llevo.
AIDA: Me gustaría que eso me pasara a mí.
SUSANA: No sabes de lo que hablas. Si tuvieras padre, estarías harta de él; fijo.
AIDA: Si tú lo perdieras, sabrías la suerte que tenías al tenerlo.
Susana, cabezota como es, hace gestos de negación.
Al contrario que su pálida amiga, Aida tiene rasgos afro y la piel tostada, y su carácter es modoso e inocente.
-viernes 28 junio-
Blanca observa cómo su hijo Edu juega solo en la cocina. Pese a no tener amigos, parece gozar de mucha imaginación, pues cualquier objeto le sirve para dar vida a sus fantasías épicas.
Su madre intenta tranquilizarse a sí misma:
“Mejor solo que mal acompañado”
Se trata de una mujer enclenque, aprensiva y de carácter amable. De no ser por su infinita paciencia, nunca hubiera aguantado tantos años a su marido; aunque, en parte, ya le va bien que sea él quien lleve las riendas. Ha llegado a la conclusión de que sus dispares caracteres son complementarios, y de que hacen un buen equipo a pesar de la extinción de su deseo.
Se dedica a la conservación y restauración de obras de arte. Tiene un pequeño taller en el barrio viejo, pero, ahora que ha terminado el colegio, es posible que no pueda dedicarle tanto tiempo como quisiera. Afortunadamente, es su propia jefa y puede adaptarse los horarios como le venga en gana.
No son pocas las veces que se ha llevado a su hijo al trabajo, pues, al igual que ella, Edu no requiere de un gran dispendio para entretenerse. Le alegra la vida la compañía del pequeño, sobre todo, ahora que Susana se ha vuelto tan poco familiar.
Después de mirar el reloj, se da cuenta de que ya es el momento de empezar a hacer la cena.
“Javi llegará con hambre carnívora, seguro; y Susi protestará si no hay una buena opción vegetariana”
Por algún motivo que no alcanza a comprender, Javier se guardó las imágenes de su hija antes de asegurarse de que esa cuenta de Instagram quedara clausurada para siempre.
“No las voy a mirar; no las guardé para eso. Solo soy precavido, y me gusta tener ases en la manga”
La experiencia le ha enseñado que, a veces, es imprevisible el uso que pueden llegar a adquirir ciertos documentos probatorios; aunque, lo mire por donde lo mire, esta vez está muy lejos de aventurar una utilidad que justifique el archivo de dichas fotos.
“!Catorce años! En mis tiempos, todavía estábamos terminando la E.G.B.”
Sus propias reflexiones le traen el recuerdo de uno de los reproches favoritos de su hija:
“A ti lo que te pasa es que eres un antiguo que vive en otra época”
Siente la tentación de volver a acceder a esa carpeta tan escondida en su ordenador para revisar el material gráfico de su hija con una mayor objetividad, pero algo le asusta y le detiene.
“Soy todo lo objetivo que puede ser un padre razonable. Lo que ocurre es que, a día de hoy, somos una especie en extinción”
Tras unos momentos dubitativos, apaga el ordenador y se dispone a irse a la cama; en esa misma habitación; donde le espera su mujer leyendo un libro de gran calibre.
-sábado 29 junio-
Desde que han terminado las clases, Susana se ha vuelto todavía más perezosa de lo habitual. Se despierta tarde, y suele demorarse todavía más en levantarse de la cama. El calor estival no es estimulante, precisamente, y la distracción que le ofrece el móvil suele promocionar su desidia.
Como es costumbre en verano, ha dormido con una camiseta holgada y unas braguitas que ya le van pequeñas. Está tumbada, de perfil, sobre el colchón, y no deja de deslizar su dedo índice sobre una pantalla táctil que le ilustra la actividad que hierve en sus redes sociales.
“Mira cómo farda Lucía. Seguro que solo sale de fiesta por el postureo. Se cree que por haber cumplido quince ya está en otra onda”
Un destello llama su atención desde el espejo que hay en la pared de su cuarto. El caprichoso ángulo de la ventana le ha permitido, al sol, guiñarle el ojo a la chica.
De pronto, ese bochorno mañanero se vuelve gélido. Susana puede vislumbrar el reflejo de su padre mientras este la observa, discretamente, desde la oscura habitación de Eduardo. Medio escondido tras una cortina que no logra mantenerle oculto del todo, Javier dibuja una expresión inédita en su rostro.
Ambas estancias, junto con una pared de obra vista, delimitan los tres lados edificados del patio interior donde Blanca suele tender la ropa. No se trata de una perspectiva muy abierta, pero si es lo suficientemente permisiva como para poner en entredicho la discreción de las opulentas nalgas de la niña.
“¿Qué hace papá en el cuarto de Edu? Sigue mirándome. No se da cuenta de que puedo verle”
Lo que en un principio era una parálisis sorpresiva, se ha convertido en un estático disimulo de intensos latidos morbosos. Aunque ya no presta ninguna atención a la pantalla de su móvil, Susana sigue desplazando, livianamente, el contenido digital de su dispositivo al tiempo que un sinfín de pensamientos alborotados colisionan dentro de su cabeza.
“¿Cómo puede hacer eso? No deja de decir que soy una cría. ¿Será pervertido?”
Por un lado, echa de menos la protección de sus finas sábanas desterradas, pero, por el otro, se congratula ante la confirmación de que el poderío de su joven culo puede doblegar, incluso, la férrea moral de su propio padre.
Sin picor alguno, se rasca la parte superior de su trasero en una maniobra que descubre, todavía más, su nalga más elevada.
Arqueando su espalda y doblando sus piernas con los pies en punta, adopta una postura aún más sugerente e interpreta una sutil gestualidad que juega con su pelo, y que termina con unos estiramientos que parecen querer combatir su pereza matutina.
En cuanto vuelve, de reojo, a ese impoluto espejo acusica, apenas logra apreciar cómo Javier se desvanece en la oscuridad del cuarto de su hermano. Algo más tranquila, inspira hondo mientras intenta interpretar lo que acaba de ocurrir.
“Es que no me lo creo. Papá me espía para mirarme el culo”
Javier está tomando una ducha más fría de lo habitual. No es solo por el calor que le acosa en las presentes horas de este sábado; se trata de algo mucho más vergonzoso:
“!¿Qué coño me pasa?! Me hubiera podido ver por el espejo. Eso si no ha llegado a verme. No. No hubiese actuado de ese modo”
Aunque ha tardado en advertir aquella grieta cristalina que amenazaba la discreción de su fechoría mirona, Javier ha terminado percatándose de los riesgos que le acechaban justo antes de ausentarse, a toda prisa, de su censurable escondite.
“¿Por qué lo he hecho? ¿Por qué he entrado en…?”
A diferencia de su hija, ha madrugado para dedicarle unas horas al libro que está escribiendo en su tiempo libre. Luego ha corrido unos kilómetros alrededor de la urbanización. Todavía un poco dolorido de la espalda, ha preferido no forzar su regreso deportivo y ha vuelto a casa prematuramente. Se ha encontrado con una quietud que le ha hecho pensar que estaba solo, pero, antes de poner la música a todo volumen, ha querido asegurarse de que Susana no dormía en su habitación.
“Mis intenciones eran buenas. No quería molestar a Susi con ese heavy metal que tanto detesta”
En el mismo instante en que ha abierto la puerta del cuarto de su hijo, se le ha ocurrido lo que podía encontrar, dadas las altas temperaturas, y se ha movido con el mayor de los sigilos. Solo pretendía echar un rápido vistazo, pero su hallazgo ha sido tan chocante que ha perdido la razón por unos momentos.
Aún sometido a las congeladas aguas presurizadas de la ducha, no puede dejar de pensar en esos segundos furtivos que le han permitido invadir, lascivamente, la intimidad de su niña.
“Vamos. No voy a hacer un drama de esto. No he visto nada que ella no enseñara en esa dichosa cuenta de Instagram”
Pese a sus razonamientos exculpatorios, una firme erección le señala y le acusa de ser un hombre depravado e infame. Se siente tentado de hacerse una paja, pero teme las consecuencias que podría acarrear dicha acción para su psique.
“Voy a olvidarme de este episodio. Es solo una tontería. Se trata de Susi; !por Dios!”
Mientras sale del baño, ya con la toalla anudada a su cintura, toma la determinación de borrar las fotos de Susana que todavía guarda en la carpeta más oculta de su ordenador de sobremesa.
“Toda precaución es poca. Tengo que cerrar esa puerta. No puedo dejar que se abra la Caja de Pandora”
Todavía sintiendo el aliento del morbo incestuoso resoplando en su cogote, Javier termina de vestirse, y se dispone a afrontar parte del trabajo de la oficina que se ha llevado a casa. Aún desconcertado, mira su reloj e intenta adivinar la ubicación del resto de su familia:
“Blanca y Edu todavía deben de estar en la playa. Me quedan un par de horas de tranquilidad”
Pese a su nombre, a Blanca le gusta broncearse en verano. Se ha juntado con su hermana, Nieves, y con sus sobrinos para disfrutar, con Edu, del astro rey en esta soleada mañana de finales de junio. Hay gente, pero la playa no está demasiado llena.
-!Adri, no toques eso! !Es caca!- grita Nieves sin moverse de su toalla.
-Solo es una piedra, mujer- le contesta Blanca sentada a su lado.
-¿Es una piedra? Pues qué piedra más rara. Parece una…- dice ya más tranquila.
Adrián tiene cuatro años, y su hermana Ana, siete. Son un poco revoltosos, pero su madre los lleva bien.
NIEVES: A tu hijo le gusta más jugar solo.
BLANCA: Ya sabes cómo es.
NIEVES: Menudo castillo. Tiene dotes creativas, ¿eh? Como su madre.
BLANCA: Más. Yo me dedico a la conservación y a la restauración, no a la creación.
NIEVES: Pues a ver cómo conservas este castillo de arena.
BLANCA: Ahora lo verás.
La madre del artista se ha levantado, discretamente, e intenta encuadrar a su hijo con la cámara del móvil mientras este termina de edificar una fortaleza que ya le supera en altura. A Edu no le gusta nada posar para las fotos, consciente de ello, Blanca siempre usa el factor sorpresa a la hora de inmortalizar estos pequeños momentos cotidianos.
Javier navega por internet en busca de las mejores ofertas del sector turístico. Tiene pensado hacer un viaje familiar durante la segunda quincena de julio, a lo largo de sus vacaciones estivales.
Sonrientes jovencitas bronceadas aparecen en los anuncios como si fueran incluidas en el precio.
“¿Por qué solo salen chicas? ¿Por qué son todas tan jóvenes?”
Pensativo, recuerda un gráfico que le envió Damián:
Suele llevarle la contraria a su mujer cuando ella magnífica el machismo de la sociedad, pero, en este caso, le da la razón.
“Cuando quieren captar familias, siempre aparecen niños pequeños. Nunca escogen una imagen familiar con hijas adolescentes y demasiado bonitas. ¿Será para no confundir conceptos?”
Susana se considera víctima de un perpetuo castigo por el simple hecho de pertenecer a su familia. Se siente damnificada por el intransigente carácter de su padre.
“Ni un puto euro me dará este mes. Con buenas o malas notas, me parece una pena desproporcionada”
Lejos de compararse con los más desafortunados, la niña tiende a sentirse ultrajada cada vez que se queda sin efectivo a la hora de dar rienda suelta a su caprichoso estilo de vida.
“Es una vergüenza que Aida tenga que prestarme dinero siendo ella mucho más pobre que yo. Suerte que es discreta y no se lo cuenta a nadie”
El egocentrismo propio de los primeros años de la adolescencia la lleva a magnificar sus frustraciones, y a olvidar lo dichosa que es por tener todas sus necesidades básicas tan bien cubiertas. Para ella todo es blanco o negro; bueno o malo; genial u horrible.
Sentada en el sofá, teclea el mando de la tele para cambiar de canal, con insistencia, sin que nada de lo que aparece en pantalla llame mínimamente su atención.
Su madre aparece en el comedor para replegar el mantel:
BLANCA: ¿No habías quedado con Aida y con Angélica?
SUSANA: Luego. Ahora hace demasiado calor para salir a la calle.
BLANCA: ¿Todavía estás de morros?
SUSANA: Tú podrías apoyarme, mamá. Entre mujeres nos tenemos que ayudar.
BLANCA: Cualquiera le lleva la contraria a tu padre. Además: ya sabes que no me gusta que discutáis en la mesa.
La escueta melodía que da voz al timbre de la entrada principal se hace oír por toda la casa. En cuanto Javier abre la puerta, se encuentra con el técnico de la compañía que le proporciona internet a través de la fibra óptica.
ROCCO: Hola, vengo a… … Javi; soy yo, Rocco. ¿Te acuerdas?
JAVIER: !Buenooh, tronco! !Cuánto tiempo! No sabía que trabajabas en…
ROCCO: Sí. Ya ves. Algo hay que hacer. Si hubiéramos triunfado con el grupo…
JAVIER: Eso no podía funcionar, tío. Éramos malísimos.
ROCCO: N0o. No sonábamos tan mal. Eh: ¿sabes que sigo tocando?
JAVIER: !No me digas! ¿Sigues aporreando la bataka?
ROCCO: !Claro! Viejo rockero nunca muere. Toco con unos chavales de veintipico.
JAVIER: Para verte. Seguro que sigues sacudiendo la melena mientras tocas.
ROCCO: Lo que queda de ella. ¿Te has fijado qué entradas? Me quedo calvo, tío.
JAVIER: Yo sigo escuchando la misma música que escuchábamos en aquellos tiempos.
ROCCO: ¿Sí? ¿Todavía tocas el bajo?
JAVIER: No, no. No. Me he convertido en lo que más odiábamos. Soy agente de bolsa.
ROCCO: ¿Un especulador trajeado y ricachón?
JAVIER: Sí. Suelo llevar traje y corbata. Ahora soy un padre de familia responsable.
ROCCO: !Pírate! ¿El Potas ha criado?
JAVIER: Un hijo y una hija, sí. Estoy casado y… … hace muchos años que no vomito.
ROCCO: Lo que hay que ver…
JAVIER: Pero pasa. No te quedes ahí. Ven a la habitación. Es donde tengo el router.
Tras cerrar la puerta, ambos se encaminan hacia el dormitorio principal sin dejar de charlar.
ROCCO: ¿Y qué edad tienen tus vástagos?
JAVIER: El niño ocho y la niña. ehem…
ROCCO: Waah. ¿Ya empiezas a sufrir?
JAVIER: ¿Sufrir? ¿Por qué? ¿Por qué lo dices?
ROCCO: Ya sabes, tío. No es fácil tener una hija adolescente.
JAVIER: Sí. Se suele decir eso, ¿no? Pero no se dice lo mismo de un hijo varón.
ROCCO: Si tu hijo se folla a muchas pibas es un campeón, pero si tu hija se folla a muchos pavos es una puta.
JAVIER: Eso es tan, tan…
ROCCO: Lo sé, lo sé. No es justo, pero lo hemos asumido así, desde pequeños. Aunque yo le veo su lógica. Piénsalo: la naturaleza nos ha dado, a los hombres, la misión de esparcir nuestra semilla tanto como podamos; de fecundar a toda hembra que se mueva. Podemos preñar a varias mujeres al día; pero ellas… Ellas tendrán que pasar nueve meses creando a la criatura. Les toca ser selectivas y escoger al mejor macho.
JAVIER: Estás hablando de la prehistoria, Rocco. Estamos en el siglo veintiuno.
ROCCO: !Da igual, colega! El instinto perdura, aunque pasen millones de años. Sabemos que, hoy en día, el sexo poco tiene que ver con la procreación, pero los tíos seguimos perdiendo la cabeza por un buen par de tetas; ¿por qué? ¿Por qué pensamos tanto en el sexo, aunque no queramos tener hijos?
JAVIER: Porque es… placentero.
ROCCO: Hay muchas cosas placenteras en esta vida, Javi, pero cuando se trata de sexo hay algo más. Es el mandato de la naturaleza; la procreación de la especie.
JAVIER: Por eso a los hombres nos gustan las mujeres tan jóvenes a medida que nos vamos haciendo mayores.
ROCCO: Ahí lo tienes. Son más fértiles cuando son más chicas; y tienen la vida por delante para criar muchas camadas. Ellas buscan otras cosas en un varón: recursos, fuerza, protección…
Mientras hablan, Rocco se ha sentado frente a la pantalla del ordenador de su antiguo bajista.
ROCCO: Tienes línea, tronco.
JAVIER: Cada día la pierdo. Luego, Windows me dice que puedo solucionar el problema restableciendo la red. Lo hago y, al cabo de cinco minutos se reinicia y vuelve, pero a veces lo tengo que hacer dos o tres veces hasta que no se recupera.
ROCCO: Entiendo. Tú déjame a mí. Verás cómo esparzo mi magia en tu p.c.
Parece que ese tipo sabe lo que se hace. Durante unos largos minutos silenciosos, realiza una serie de maniobras informáticas que escapan al conocimiento de Javier.
ROCCO: ¿Te acuerdas de nuestras bromas sobre tirarnos a la hermana del otro?
JAVIER: ¿A qué viene esto ahora?
ROCCO: Decíamos esas paridas para picarnos; porque, como macho, sientes la responsabilidad de proteger a las hembras de tu manada; de tu familia. No escucharás a ninguna chica bromear con tirarse al hermano de su amiga. Parecen celos, pero no lo son. O sí. ¿Quién sabe? No me hagas mucho caso. Soy técnico de redes de internet, no experto en la evolución de la psicología afectivosexual a lo largo de los siglos. Son solo las opiniones y las teorías de un cuñado. Pregúntame sobre los discos de Metálica y te daré informaciones más fiables.
JAVIER: Había olvidado tu verborrea, sobre todo, cuando ibas fumado.
ROCCO: Todos íbamos fumados cuando ensayábamos.
JAVIER: Luego salían las canciones como salían.
Los dos se miran durante unos instantes que destilan nostalgia.
JAVIER: Creo que ya lo tienes solucionado. No volverás a perder la conexión.
Eduardo ha recibido, gratamente, la inesperada visita de Aida. La chica suele pasar a verle cuando va y viene por ahí. A la mejor amiga de Susana le gustan los críos, y le tiene un aprecio especial a ese niño. Es lo más parecido al hermanito que siempre quiso tener.
AIDA: Tienes muchos dibujos, ¿eh?
EDU: Sí. Este es el mejor que he hecho.
El chiquillo le enseña su obra maestra con orgullo. Se trata del patio de su colegio en la hora del recreo. Está lleno de críos sonrientes que juegan los unos con los otros. Pelotas, persecuciones, alboroto…
Aida se sobrecoge al distinguir un niño solitario que identifica con el autor de tan trabajosa ilustración.
AIDA: ¿Y a este niño no le gustaría jugar con los demás?
Edu asiente sin mediar palabra.
AIDA: Este eres tú, ¿no, Edu?
Algo incómodo, el pequeño vuelve a asentir.
Tras una vehemente convulsión, Javier abandona su letargo nocturno repentinamente. Unos ojos como platos se han estampado contra el techo; una pared pobremente iluminada por la tenue luz lunar que se cuela por la persiana de su dormitorio.
-¿Qué pasa?- pregunta Blanca, quien se ha despertado fruto de esa sacudida.
-Nada, cariño. He tenido una pesadilla- contesta él aún con la respiración acelerada.
-¿Se desplomaban tus acciones?- susurra ella justo antes de caer dormida de nuevo.
“Ojalá fuera solo eso”
Javier ha soñado que se despertaba con dos pollas; una debajo de la otra. Estaba solo en casa y, asustado, salía corriendo al jardín para buscar a su mujer. Blanca no aparecía, pero, en su lugar, encontraba a Susana; tomando el sol con el prohibitivo traje de baño que alguien le prestó para ese dichoso posado.
La niña se hacía selfis provocativas, ajena a la presencia de su padre. Javi se enfurecía y le gritaba, pero ella parecía no oírle.
En cuanto por fin conseguía captar la atención de su hija para recriminarle su actitud, se percataba de su propia desnudez.
La cosa se ponía muy violenta, y lo que había empezado siendo una bronca llena de reproches y desafíos pronto se nutriría de bofetones, forcejeos y cachetes demasiado fuertes.
Ese desquiciado hombre bifálico terminaba obedeciendo a sus más bajas pasiones para violar a su hija, sometiéndola por la fuerza, y penetrándola doblemente con toda su pasión. La desvirgaba vaginal y analmente sin contemplaciones, inmune a aquel llanto infantil que le imploraba clemencia.
“Todo era tan real… Los rayos del sol sobre mi piel, el tacto de la hierba bajo mis pies, los gritos de Susi, su resistencia… El imperativo de mi lujuria…”
En un momento dado, su hija conseguía empujarle y hacerle caer en las frías aguas de la piscina. Ha sido en ese preciso instante, a raíz de tan sorpresivo cambio térmico, cuando Javier se ha despertado de un sobresalto.
“Menuda locura. ¿Cómo he podido soñar semejante atrocidad?”
No es la clase de persona que intenta sacarle el significado a sus sueños, pero está claro que ese último rebosaba referencias a su pasado más reciente: el traje de baño de la foto de Instagram, el incidente voyeur que ha protagonizado por la mañana, la vergonzosa erección que le ha acompañado durante la ducha, la charla con Rocco…
“Puedo controlar mis pensamientos cuando estoy despierto, pero nunca seré capaz de encauzar mis ideas cuando duermo”
Lejos de volver a conciliar el sueño, Javier enfoca la mirada hacia la pequeña luz que parpadea desde la parte trasera de la torre de su ordenador, a pocos metros.
“NO. De ningún modo voy a encender el ordenador para mirar las fotos de Susi. No entiendo cómo todavía no las he borrado”
Al son de los leves ronquidos de su mujer, siente vértigo ante la urgencia de tan censurable e inoportuno anhelo incestuoso.
-domingo 30 junio-
HÉCTOR: ¿Hoy sí que me dejas acompañarte a tu casa?
SUSANA: Hoy sí. Te voy a presentar a mis padres.
HÉCTOR: Ui. Alto, alto. No, eso no. Yo no quiero… Esto es demasiado…
SUSANA: No te estoy pidiendo permiso, tío. Te vienes o te atienes a las consecuencias.
HÉCTOR: Cómo te pasas, Susi. Te aprovechas de mí. Me siento como un pagafantas.
SUSANA: ¿Y eso? ¿Es porque no te dejo que me metas mano?
HÉCTOR: Ni siquiera te gusto. Solo me utilizas.
SUSANA: ¿Te quieres ir?
El chico es incapaz de pronunciar una respuesta negativa. Con cabizbajo semblante sumiso, sigue andando al lado de su amada como un puerco camino del matadero.
SUSANA: Si ves que mi padre te dedica miradas asesinas, tú ni caso.
HÉCTOR: En serio, Susi: ¿por qué hacemos esto? Ni siquiera soy tu novio, ¿no?
SUSANA: Pero quieres serlo. ¿O no?
HÉCTOR: Ya sabes que sí. Haría lo que fuera por…
SUSANA: Anda, cállate.
Ya pisando el césped del jardín de los Montero, el niño empieza a quedarse atrás. Respira profundamente sin dejar de escanear el escenario.
Javier no deja de mirar por la ventana del salón para certificar el buen comportamiento de los usuarios de su piscina.
BLANCA: ¿Quieres dejarlos en paz? ¿Qué te pasa?
JAVIER: Esta niña me saca de quicio. ¿Qué se ha creído?
BLANCA: Solo son amigos. Ya la has escuchado. ¿Qué problema tienes?
JAVIER: Que ese chaval está en mi jardín. Ese es mi problema.
BLANCA: A ver: ¿no ocurre nada si viene Aida, pero hay un problema si viene un chico?
JAVIER: Sí. Sí. Lo hay.
BLANCA: Estás enfermo, cariño. Tendrás que ir a un loquero.
JAVIER: No. No estoy loco. Es solo… … instinto.
BLANCA: ¿Instinto? ¿De qué hablas?
JAVIER: Lo estuve hablando ayer con el de Vodafone.
BLANCA: ¿Hablas de nuestra hija con el servicio técnico?
JAVIER: Era Rocco. Mi antiguo batería. ¿Te acuerdas de mi banda?
BLANCA: Oh, sí… … Por Dios… … No me la recuerdes.
JAVIER: Me dijo que mi instinto animal de macho alfa me empuja a proteger a las hembras de mi manada de palurdos genéticamente inferiores.
BLANCA: Pero, ¿te estás oyendo? Además: ¿qué tiene de inferior ese chico?
JAVIER: Es un tirillas imberbe sin oficio ni beneficio. Es tonto del culo. ¿No le has oído antes?
BLANCA: Es un crío. Tiene la edad de tu hija. Y a mí me ha parecido normal.
JAVIER: Es demasiado pronto para…
BLANCA: Te ha dicho que son amigos. ¿Es demasiado pronto para tener amigos? ¿Quisieras que fuera como Edu? Es tu hijo quien debería preocuparte. Es él quien sufre. Susi está la mar de feliz; sobre todo, cuando no le amargas la existencia. Mírala.
A sabiendas de que está perdiendo la discusión, Javier hace caso a su esposa y vuelve a observar a Susana a través del cristal. La chica reposa encima de la toalla que ha tendido sobre el césped mientras Héctor se esfuerza por hacerla reír encadenando una payasada tras otra hasta conseguir su objetivo.
BLANCA: Algunas de las niñas de su clase ya no son vírgenes.
JAVIER: !¿Qué?!
BLANCA: Si no ha pasado, estará a punto de pasar.
JAVIER: Pero, ¿qué dices?
BLANCA: Los tiempos han cambiado, cariño. Ahora van más deprisa.
JAVIER: ¿No dices que solo son amigos?
BLANCA: No quisiera pasarme de lista, pero dudo que Susi haga nada con ese chico.
JAVIER: Es que tienes un sexto sentido.
BLANCA: No. Tengo un sexo sentido.
El humor sonriente de aquella mujer no hace más que enfurecer al hombre de la casa. Javier no entiende la frivolidad con la que Blanca trata un asunto tan delicado.
BLANCA: No te tortures, amor.
JAVIER: ¿Es que no crees que tengamos que hacer nada?
BLANCA: Sería como intentar ponerle puertas al campo. ¿Es que no tienes memoria?
JAVIER: Yo no tenía sus años, ni de lejos; y tú tampoco.
BLANCA: Ya he hablado con ella, y le he dado algunos consejos, por si acaso.
JAVIER: Capaz eres de animarla; encima.
Con el ceño fruncido, Javi regresa la mirada hacia los ojos de su mujer, quien lo mira condescendientemente, segura de sí misma.
Una nueva carcajada de Susi, audible desde el salón, agota la paciencia de su padre. Con gestos airados, Javier sale por la puerta principal sin mediar palabra.
Ya en soledad, Blanca inspira una buena bocanada de desazón. Pese al papel que ha representado ante su marido, es consciente de que el carácter rebelde y desafiante de su hija puede acarrearle más de un disgusto a la familia.
“No creo que Héctor sea un verdadero peligro, pero está claro que se avecina una tormenta”
-Mamá- dice Susana apareciendo de repente -Queremos ir al cine. ¿Me das dinero?-
-¿Ahora?- pregunta extrañada su madre.
-Noo. Luego. Dentro de un rato- responde la moza haciendo caritas de súplica.
-Vale. Pero no se lo digas a tu padre- le ordena mientras se apodera de su bolso.
-Valeee- contesta ella jovialmente -Te quiero, mamá. Eres la mejor-
-No me hagas la pelota. Solo prométeme que te portarás bien- contesta desconfiada.
-Que síiíiíií- pronuncia al tiempo que desaparece del escenario.
Ese matrimonio son el vivo reflejo de los roles de poli malo y poli bueno. Aunque Javier es ajeno a dicha realidad, su mal carácter es el mayor artífice de una complicidad maternofilial que suele conseguir grandes logros.
Javier ha detenido su avance en el pasillo. Observa el cartel que Susana colgó en la puerta de su cuarto la semana pasada.
No entrar. Gracias
“Hasta ha pintado la señal de prohibido el paso. ¿Qué se ha creído esta niña?”
Ya tuvieron una discusión, en invierno, relacionada con la posibilidad de instalar un pestillo para mayor intimidad de la chica, pero Javier no permitió que esa iniciativa prosperara.
“Me pregunto si Edu también se pondrá tan farruco cuando alcance la pubertad”
Como si quisiera dar una respuesta al interrogante de su padre, el pequeño de la casa abre la puerta de su habitación.
EDU: Susi no está.
JAVIER: Ya lo sé, campeón. Solo estaba mirando… … su…
EDU: ¿El cartel?
JAVIER: Sí. ¿Lo habías visto?
EDU: Aha. Me quitó mis colores para pintar la señal.
JAVIER: ¿Te los devolvió?
EDU: Se los cogí.
JAVIER: ¿Y tú? ¿Qué haces? ¿Vas a merendar?
EDU: Y a ver la serie.
JAVIER: Jugamos una partida después
El niño asiente con una sonrisa mientras se aleja por el pasillo.
Por primera vez en su vida, Susana cree haber encontrado un arma con la que defenderse de la tiranía paterna que tanto la ha encorsetado en los últimos meses. Hasta ayer, su único recurso eran unas pataletas infantiles que nunca la llevaban a ninguna parte, pero, después de ese episodio mirón, la chica ha advertido una fisura en la armadura autoritaria de su padre.
“Me da asco que papá pueda desearme, pero, al mismo tiempo, me pone”
En una época llena de cambios físicos, mentales, hormonales, sociales, sexuales… su familia parecía el único factor inamovible, pero hasta la construcción más sólida puede tambalearse si el terremoto es lo suficientemente intenso.
“Puede que le esté dando demasiada importancia. Solo he notado esa “curiosidad” una vez”
Pensativa, Susana intenta encontrar el modo de certificar la relevancia de aquel censurable interés incestuoso. Antes de que pueda perfilar un plan concreto, advierte la llegada de un curioso correo por debajo de la puerta. Se trata de un dibujo de Edu. La niña se ha levantado de su cama para recoger dicha ilustración.
“Qué cabrón. Con ocho años y dibuja mucho mejor que yo”
Se le humedecen los ojos al reconocerse, junto a Aida, en las dependencias acristaladas del Aquarium; rodeada de tiburones y otros peces; en una clara alusión a la excursión familiar que hicieron en la pasada festividad de la Semana Santa.
Javi termina de lavarse los dientes y se dispone a meterse en la cama cuando su mujer le sorprende con una noticia alarmante. Ralentizando sus movimientos, ese hombre semidesnudo intenta enterarse de los detalles de aquel turbio asunto.
BLANCA: No han sabido nada de ella en todo el día.
JAVIER: ¿Desde el sábado?
BLANCA: No volvió a su hora; de madrugada. Sus padres se preocuparon, pero pensaron que solo se estaba… … extralimitando, como ya lo había hecho otras noches, y que se había quedado sin batería, pero pasó el tiempo y…
JAVIER: Lucía es muy guapa… … Me temo lo peor.
BLANCA: Es la más popular de la clase. Es como… … la rival de Susi.
Javier, aún de pie, queda pensativo; encarado hacia el armario que viste una de las paredes del dormitorio. Con la frente arrugada, se golpea la palma de la mano con el puño cerrado.
JAVIER: Luego me tachan a mí de paranoico.
BLANCA: Susi ya me ha dicho que dirías esto.
JAVIER: Lo de “paranóico”?
BLANCA: Cuando me lo ha contado, me ha advertido de que te pondrías insoportable.
JAVIER: ¿Insoportable? !¿Insoportable?! Ha desaparecido una niña; la hija de alguien a quien conocemos; una compañera de clase de Susi… ¿Tú te das cuenta?
BLANCA: Claro que sí, pero estas cosas pasan. Son como los accidentes de tráfico. No prohibirás los coches solo porque haya muertos en la carretera.
JAVIER: Salir de fiesta a su edad es como conducir borracho y sin carnet.
BLANCA: Lucía tiene uno más.
JAVIER: !Me da igual!
Javier se sulfura al constatar que su mujer intenta relativizar la imprudencia de los padres de Lucía. Su corazón asustado late con fuerza ante la posibilidad de que algo parecido pudiera haberle sucedido a su pequeña.
BLANCA: No; si tienes razón.
JAVIER: ¿Entonces?
BLANCA: No pienso con claridad. Supongo que… … intento tranquilizarme.
JAVIER: ¿Y cómo haces eso?
BLANCA: Atenuando la peligrosidad de la noche; no sé. Es que…
JAVIER: Ya sabes cómo van las niñas, hoy en día. Luego me salen con que no hay que criminalizar a las víctimas. !Joder! Nunca defenderé a un violador, pero, si eres una oveja, no te metas en la guarida del lobo. Sabemos que por la madrugada aparecen las peores alimañas de la sociedad. No debería haber tipos así, pero los hay. Siempre han existido y siempre existirán. Actuemos en consecuencia.
BLANCA: No seré yo quien te lleve la contraria; y menos, ahora.
JAVIER: Por eso quería un niño cuando te quedaste en cinta, la primera vez, aunque nunca pensé que nuestra hija pudiera complicarnos tanto la vida.
BLANCA: Ahora eres tú quien saca las cosas de quicio. Estás afectado y…
JAVIER: No, no… … no. Mis quebraderos de cabeza vienen de lejos.
Javi detiene su alegato, pues advierte que esa oratoria se está encaminando, peligrosamente, hacia sus más censurables anhelos secretos; hacia los recientes episodios que le llevan de cabeza: el sueño que ha destapado su violenta faceta de violador paterno; los sobrecogedores instantes voyeur en los que espió a su hija, los pensamientos tendenciosos que le abordaron, de improviso, durante su última paja, derramándola presurizadamente…
-lunes 1 julio-
Fuerte Castillo ha empezado la semana y el mes de la peor manera posible, pues, nada más amanecer, una chocante primicia ha sacudido el corazón de sus habitantes, sembrando un miedo consternado en todas y cada una de sus calles; de sus hogares.
La indignación se ha ido instaurando en el vecindario a medida que los rumores se convertían en crónicas; a medida que fuentes policiales confirmaban los peores temores de la familia de Lucía.
JÚLIA: Le dije que volviera conmigo; que era tarde, pero ya la conoces… … conocías.
AIDA: Pero, ¿no te contó nada? ¿Con quién se fue? ¿Dónde iba?
JÚLIA: Mencionó algo de unos amigos, pero no me dio ningún nombre. La poli me lo ha preguntado mil veces, pero es que no sé nada. No me lo dijo.
AIDA: Es muy duro, pero, yo de ti, me sentiría aliviada. Estuviste tan cerca…
JÚLIA: En parte. Claro: hubiera podido ser yo, pero… … Lucía era mi amiga y…
La chica no puede terminar su frase, pues ha roto a llorar desconsoladamente, reclamando, con su llanto, el presente abrazo de esa empática mulata.
Aida hace una honda inspiración al tiempo que intenta concebir la magnitud de la tragedia. Su menuda constitución se empeña en desacreditar su papel protector a la hora de cobijar la desolación de Júlia, quien le saca casi dos palmos de estatura.
Sobre sus cabezas, el cielo del parque empieza a nublarse como si quisiera estar a tono con tan dramática situación.
Javier llega a su casa tras finalizar su jornada laboral. No encuentra a Blanca, pero oye la voz de los niños en el salón.
-¿Dónde está mamá?- pregunta mientras se asoma por el umbral de la puerta.
-Ah, hola- contesta Susana -Ha salido a buscar no sé qué a casa de no sé quién-
El padre mira a su hija con una mueca condescendiente, pues aquella respuesta es demasiado vaga incluso para ella.
La chica está enzarzada en una trepidante partida de parchís junto a Edu, quien ha tendido su alfombra acolchada con infantil estampado de osos pardos en el centro de la estancia. Se trata de un accesorio ideal para jugar sobre el suelo.
-No, por favor. Otro seis no. Ahora no- implora Susana justo antes de tirar el dado.
Eduardo, sonriente, emplea sus poderes mentales para manipular la rotación de dicho cubo numérico. El azar premia esa vil estratagema, y sabotea el progreso de Susana desatando sus lamentos más dramáticos:
SUSANA: No… ¿Por qué a mí?… No es justo… Es lo peor que me podía haber pasado.
JAVIER: Anda. Cállate, niña. Si te oyeran los padres de Lucía…
La chica se voltea para ver cómo Javier se sienta en el sofá. Su expresión se ha apaciguado súbitamente.
-¿Se sabe alago más?- pregunta ella con semblante preocupado.
-Están corriendo algunos bulos- afirma él mientras enciende la tele.
-¿Como cuáles?- insiste con algunos mechones de pelo en su cara.
-No quieras saberlo. Ahora harán un programa especial. Prefiero esperar a ver un reportaje serio antes que creerme ninguno de esos rumores-
-Ya he visto cosas muy chungas en la red, pero no las quiero dar por ciertas-
-Susiii- interviene Edu impaciente por continuar la partida.
Tras echarle un vistazo fugaz a la pantalla del salón, los ojos de Susana regresan sobre el tablero. Empieza a agitar el dado al tiempo que, pensativa, intenta analizar la disposición de sus fichas. El suspense de su lanzamiento se eterniza, pues la niña no puede dejar de pensar en el escalofriante suceso que ha terminado con la vida de su compañera de clase.
EDU: Vamos, Susi.
SUSANA: !Ai! Espérate, enano. ¿No ves que estoy pensando?
EDU: No es tan difícil.
Javier se impacienta. No es la clase de persona que tolera los cortes publicitarios, los horarios televisivos y las burdas postergaciones que solo pretenden ganar minutos de audiencia.
La tragedia de los Zamora se ha dado a conocer más allá del territorio mediterráneo, pues la trascendencia de tan escabroso episodio ha llegado a las cabeceras de todos los medios estatales. Todo el país ha volcado su atención más morbosa en una fatalidad que no por recurrente deja de ser impactante.
Los frívolos desvaríos del canal seis dejan de fastidiar a Javier en cuanto la atención de ese respetable padre de familia bascula, disimuladamente, hacia las negligentes posturas de su hija.
Susana va descalza y viste una amplia camiseta gastada con ilustraciones graffiteras desteñidas.
“No lleva sujetador cuando anda por casa, pero eso no es nada nuevo”
Lo que de verdad altera el pulso del hombre es la desnudez que se intuye bajo los límites inferiores de esa prenda holgada, pues las redondas nalgas de la niña ya se han asomado un par de veces sin certificar la existencia de ninguna prenda interior.
“Llevará tanga. Tiene que llevarlo. Una camiseta grande no es excusa para…”
SUSANA: Síiíií… … Tomáh… … Ahí lo tienes… … Te vuelves a casa, Edu.
EDU: Nooh. Casi te tenía. Estaba a punto de…
SUSANA: ¿Sabes lo que es el Karma? Donde las dan, las toman.
Fruto de esa trifulca, los contoneos de tan eufórica jugadora alcanzan nuevas cotas de una provocación presuntamente accidental. Susana se balancea hacia delante para avanzar veinte casillas con su ficha más rezagada mientras, tras de sí, la caja torácica de su padre a duras penas puede contener los leñazos de un corazón cuyos latidos ya superan su capacidad ventricular.
“!DIOS! ¿Qué es lo que acabo de ver? Puede que… … que sea un tanga de color carne; ¿Qué me pasa? !Me va a dar algo!”
La confusión más inquietante se cuela por el rabillo del ojo de Javier, quien no consigue encajar el descaro despreocupado de su hija; sea inconsciente o no.
“¿Podría estar jugando conmigo? NO. !Pero ¿qué ideas son esas?! Mi mente me está jugando una mala pasada. Mi perversión creciente de estos últimos días me ha arrebatado la objetividad”
La sintonía del informativo especial capta la atención de la chica, dotándola de una pose más formal.
SUSANA: Mira, papá. Ya empieza.
Sintiéndose todavía agraviado, Javier clava la mirada en la pantalla, evadiéndose de las apetitosas carnes de su nena. Aún con el ceño fruncido, intenta prestar atención a un sombrío reportaje carente de buenas noticias.
Una voz en off va desgranando, uno tras otro, los atroces descubrimientos de la investigación policial.
JAVIER: Edu, vete a tu cuarto.
EDU: Pero todavía no hemos acabado la partida.
JAVIER: Luego la termináis. No tocaremos las fichas.
EDU: Pero es que Susi es una tramposa y…
JAVIER: !Vete a tu cuarto, YA!
Un poco asustado por la vehemencia del imperativo de su padre, Edu se ausenta con premura.
Susana mira a Javier con el rostro apenado.
JAVIER: Tú también deberías irte.
SUSANA: No… … Es lo que tú decías. Mejor saber la verdad que fiarme de internet.
La chica no se equivoca, pues, a lo largo de toda la jornada, han proliferado muchas informaciones falsas en las redes; mentiras que solo buscan notoriedad, pero que, pese a su perversa inventiva, no han logrado emular la crueldad del sádico violador que desmembró a Lucía en la madrugada del domingo.
Golpes, asfixia, cortes, quemaduras, amputaciones, desgarros… La lista que detalla las torturas que sufrió la niña, antes de morir, parece no tener fin. Aunque son las prácticas necrófilas del asesino las que descolocan más a los telespectadores.
Susana, con los ojos llorosos, se ha acurrucado muy cerca de Javier, quien la rodea con el brazo de un modo protector. Ambos permanecen atentos al relato de una crónica que, lejos de proteger a los espectadores más sensibles, se recrea y se regocija en el drama, revolcándose en la sangre como lo haría un cerdo juguetón en el barro.
JAVIER: Creo que voy a apagar la tele. Esto es una basura sensacionalista.
SUSANA: No, papá. ¿Qué dices? Quiero saber lo que pasó.
JAVIER: ¿Seguro que estás bien, cariño? Era tu amiga y…
SUSANA: No era mi amiga, pero eso no quita que esté impresionada.
El corazón de la chica da un vuelco a raíz de la mención de un nuevo dato oculto hasta el momento. Se trata de la principal pista que están siguiendo los investigadores: el ciberacoso perpetrado por un usuario con el alias de Caronte.
-!DIOS MIO!- exclama ella con la voz rota -!Ese tío me dejaba mensajes a mí!-
-pero ¿qué dices?- contesta Javi, alterado -¿Dónde te escribía? ¿Todavía lo hace?-
-No, no. Era en… … en la cuenta de Instagram que tú me cerraste. Decía locuras y…-
-¿Y por qué no me lo dijiste? ¿POR QUÉ?- insiste sumamente alarmado.
-Todo el mundo dice lo que quiere en el insta, papá. Hay miles como él… … o cientos-
Los cercanos ojos llorosos de la niña sofocan la ira de su padre.
Javier es consciente de los disparates que corren impunemente por la red, y comprende que no debe inculpar a su hija.
En cuanto vuelve a focalizarse en el informativo, el hombre recuerda de qué le suena aquel peculiar apodo tan apropiado.
“Caronte: el barquero que se lleva a los muertos al otro mundo”
El relato televisivo se reanuda haciendo alusión a las connotaciones asociadas a ese pseudónimo mitológico.
SUSANA: No tiene sentido que fuera él mismo quien le pusiera las monedas en los ojos.
JAVIER: Nada tiene sentido. Si no, dime: ¿por qué le cortaría los dedos de una mano?
SUSANA: Joh, papá, qué asco… … Tengo miedo. Se me caen las lágrimas, ¿lo ves?
JAVIER: Ven aquí, cariño.
SUSANA: Abrázame.
La chica se incorpora para encaramarse encima de Javier. Esa iniciativa llorica goza de pleno consentimiento paterno, no obstante, la cocción de la presente tesitura se está corrompiendo a marchas forzadas, pues el calentón que ha sufrido aquel afligido hombre de negocios dista mucho de haberse sofocado.
“!Demonios! Se me está poniendo muy dura. Susi no tardará en advertir este bulto entrometido”
El más inapropiado de los despropósitos amenaza su cordura. No puede desprenderse de su hija en un momento tan delicado, pero tampoco puede permitir que su notoria erección revele el más bajo de sus secretos.
“Está llorando. Nunca la había sentido tan vulnerable”
Incapaz de apartarla de él, se aferra a su optimismo con la esperanza de salir airoso de tan comprometida situación.
La niña se ha sentado encima de los muslos de su padre, abriendo las piernas para facilitar la proximidad en ese abrazo tan sentido; un gesto cariñoso que no se asemeja a ninguno que haya tenido lugar en los últimos años. Todavía entre sollozos, Susana le da sonido a aquella inédita intimidad familiar:
-Nos… … Nos habíamos hostiado más de… … de una vez, pero… … aun así…-
-Ya me dijo tu madre que erais como… … rivales, pero no me imaginaba que…-
La suave carita mojada de Susana se posa muy cerca del curtido rostro mal afeitado de Javier creando un gran contraste.
SUSANA: Se me han quitado las ganas de salir de fiesta, papá.
JAVIER: Al menos, la muerte de Lucía no habrá sido en vano.
SUSANA: Joh. ¿Cómo puedes decir eso?
JAVIER: Lo siento, lo siento, lo siento.
Consciente de lo inoportuno de su broma, Javi intensifica su abrazo a modo de disculpa hasta que, de pronto, se sorprende a sí mismo besando el cuello de su amada hija. Aquella cercanía parental se enrarece por momentos hasta que, fruto de tan afectuosos roces, Susana termina por advertir la tremenda erección que tensa los claros pantalones de su padre.
-OhDiosMio- pronuncia con un hilo de voz acelerado.
-¿Qué? ¿Qué ocurre, pequeña?- contesta él, albergando tímidas esperanzas.
Sin emitir respuesta alguna, ni tan siquiera mirarle a la cara, Susana se apresura a emprender una huida muda que congela la expresión de su padre, y le paraliza el pensamiento.
Una vez que la niña ya se ha encerrado en su cuarto, las ideas de Javier empiezan a fluir como dosificadas por un cuentagotas:
“No, no. Nonono. ¿Qué acabo de hacer? ¿Qué es lo que ha ocurrido?”
Se nota desnudo sin el secretismo que vestía su vergonzosa lujuria incestuosa. Siente la imperiosa necesidad de cercar esa indiscreción; de sellar los labios de su hija para que nadie más conozca sus bochornosas inclinaciones sexuales.
Se levanta tan deprisa que un notable mareo pone en tela de juicio su equilibrio. Antes de que pueda recuperarse, las sórdidas imágenes que todavía aparecen en pantalla vuelven a sacudir su mente.
“!¿Qué demonios…?! !Es que no van a dejar nada para el sumario? !Esto no puede ser legal!”
Sin duda, la moral que está exhibiendo la cadena brilla por su ausencia, pero una millonaria audiencia sedienta de vísceras parece suficiente justificación para quebrantar los más básicos valores periodísticos; la ética televisiva más elemental.
Antes de que Javier pueda enfilar el camino que ha de llevarlo a la habitación de su hija, la cerradura de la puerta principal cruje anunciando la llegada de Blanca.
JAVIER: Hola, cariño.
BLANCA: Javi, estaba en casa de Rosa. ¿Estás viendo la tele?
JAVIER: Sí. Lo he visto, pero eso es demasiado…
BLANCA: No me toca la piel a la camisa. Estoy aterrorizada.
JAVIER: He tenido que mandar a Edu a su cuarto.
BLANCA: ¿Y Susi? ¿Cómo está?
JAVIER: Estaba… … llorando. Está bastante afectada.
BLANCA: No me extraña. Pobre niña. Todas las de su clase deben de estar igual.
JAVIER: No entiendo cómo un monstruo así puede existir en Fuerte Castillo.
BLANCA: ¿Has hablado con ella?
JAVIER: Sí, bueno. Más o menos. Creo que necesita estar sola, ahora.
Hace poco más de un mes, el equipo de futbol de Fuerte Castillo logró su primer título liguero de la historia. Aquella noche, las calles de la ciudad se tiñeron de júbilo y de una festividad que contagió incluso a quienes no suelen seguir las retransmisiones deportivas.
Las sensaciones que reinan en el final de la presente jornada son diametralmente opuestas, pues la sombra de un nuevo monstruo y el eco de sus infames actos homicidas oscurecen el ánimo de los habitantes de la capital llenando de preocupación sus últimos pensamientos del día.
Escondido tras su férreo anonimato, Caronte se enorgullece de la trascendencia que está cobrando su atroz hazaña. No es la primera vez que comete actos delictivos en contra del género femenino, pero, inteligente como es, siempre ha logrado salir indemne de sus fechorías carnales e irse de rositas.
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