EL SAGRADO CORAZÓN
SECRETO DE CONFESIÓN
-domingo 17 diciembre-
Un silencio sepulcral reina en los adentros de la iglesia. Un par de mujeres de mediana edad, muy recatadas, se levantan y abandonan la sala discretamente por el pasillo central, dejando solo a Monseñor Merino.
Se trata de un hombre mayor que acude asiduamente a rezar para tener una fluida comunicación con Dios. Necesita de su inestimable apoyo para luchar contra la tiranía del diablo que, demasiado a menudo, gana terreno en la sociedad moderna.
“La desidia de los hombres buenos es la mejor arma de Satanás. Les convierte en sus siervos y ni siquiera se dan cuenta. !Oh, Señor! No permitas que me convierta en uno de ellos. Dame fuerzas para combatir al Maligno con la luz de tu verdad, dame paciencia para iluminar la oscuridad de tantas almas ignorantes, dame entereza para no caer jamás en las garras de la tentación y, sobre todo, dame la lucidez para distinguir al demonio, sea cual sea la forma que adopte para llegar a mí”
-lunes 18 diciembre-
El padre Erasmo termina de rellenar algunos formularios. Basile guarda silencio. Todavía le duele el bolsillo después de desembolsar tan cuantiosa suma, pero no puede negar que, al menos en apariencia, ese sitio lo merece.
ERASMO: Veo que su hija saca muy buenas notas. Estará orgulloso.
BASILE: Claro que sí. Es mi tesoro, e intento educarla lo mejor posible.
ERASMO: Si esto es lo que pretende, la ha traído al sitio indicado.
BASILE: Eso espero. Ahora mismo, no puedo ocuparme de ella. Mi mujer falleció y…
ERASMO: Oh, sí. Lo sé, y créame que lamento su pérdida. Dios siempre se lleva a los mejores para tenerlos cerca de él.
BASILE: Verá: mi trabajo me exige lejanos y duraderos viajes. Eso era sostenible cuando formaba equipo con mi mujer, pero ahora estoy solo con Nicole y…
ERASMO: Lo entiendo, Basile. Entiendo que no quiera que su hija sufra de desarraigo.
BASILE: Mi familia es muy católica. En ese sentido, se podría decir que mi mujer no era la mejor de las influencias, y puede que por eso mi hija se esté descarriando un poco más cada día.
ERASMO: ¿A qué se refiere?
BASILE: En el pasado curso corrieron ciertos rumores. Seguramente no tenían ningún fundamento, pero me hicieron temer por la pureza física y espiritual de Nicole. Aunque no se trata solo de eso. He tenido ciertas conversaciones con ella y me doy cuenta de que su manera de pensar, a tan tierna edad, ya dista mucho de los valores que, a mi parecer, debería de ir adquiriendo.
ERASMO: Verá: no solemos aceptar alumnas una vez que ya ha empezado el curso, pero su generosa contribución nos permitirá mejorar los medios que tenemos para ofrecerles la mejor de las educaciones a estas niñas. En un ambiente tan virtuoso, le será fácil orientarse hacia el buen camino.
Un jubiloso barullo infantil se silencia en el preciso instante en que sor Casilda entra en el aula con su severo semblante. Es una mujer mayor, alta y muy delgada. Usa unas gafas bifocales que parecen tener aún más años que ella. Tras certificar la impecable compostura de las pequeñas, empieza a hablar:
-Buenas tardes, señoritas. Hoy se une a nosotras una alumna nueva. Espero que seáis buenas con ella y que le ayudéis en todo lo que requiera. Compartirá habitación con Azucena y Valeria. Adelante, Nicole, puedes pasar-
La niña entra con paso firme, acaparando todas las miradas. Esas escolares están poco acostumbradas a ver alterada su rutina con caras nuevas. Nicole se muestra segura, aunque, incluso para ella, aquella situación es algo cortante.
-Hola a todas- saluda con ímpetu -Estáis conociendo a la futura reina de este sitio-
Unos murmullos sonrientes inundan el ambiente. La recién llegada mira a su profesora, quien le responde con una mueca de desaprobación. Acto seguido, se encamina hacia el único asiento que queda libre, al lado de una de sus nuevas compañeras de cuarto. Casilda toma la palabra:
-En este centro no hay reinas ni princesas, no hay hadas ni brujas, solo hay feligresas-
El padre Erasmo está cambiando las velas de la capilla. Es un cura humilde a quien no se le caen los anillos a la hora de desempeñar tareas tradicionalmente destinadas a las monjas.
Ese devoto lleva muchos años recluido en El Sagrado Corazón; dedicado a la enseñanza de los valores religiosos, impartiendo clases de música, celebrando misas, orando y participando en todo aquello que ayude a mejorar la comunidad.
En su última etapa, ha asumido gran parte de las tareas administrativas del internado, y se ha convertido en la cara más visible a la hora de tratar con los padres de las alumnas.
Erasmo es un hombre maduro que ya peina muchas canas. La calvicie no se ha cebado con él, todavía, pero su coronilla presenta una despoblación bastante severa. Goza de una estatura notable y, pese a su barriga de sibarita, es más bien delgado.
Tiene una figura un poco encorvada, cosa que va en detrimento de su buena planta, pero el hábito le favorece y lo dota de elegancia a la vez que camufla sus defectos.
-Padre Erasmo, sor Casilda le anda buscando- susurra Teodora tras aparecer con sigilo.
-Gracias por darme el aviso, hermana- responde él amablemente.
-Está en su despacho- dice cediéndole el paso -Pasa algo con las facturas-
Sor Teodora le acompaña por los pasillos de esa sagrada institución mientras regresa a sus quehaceres vespertinos.
Dormitando convulsamente, el Obispo Merino no logra escapar de sus pesadillas bajo una gran cruz de madera que corona la cabecera de su cama. Acosado por las llamas del infierno, tiene una ardua conversación con Lucifer:
M: Aunque hayas dado conmigo aquí, nunca lograrás alcanzarme en el mundo real.
L: Oh, sí, Nemesio. Uno de mis esbirros ya te ha encontrado. Lo tienes muy cerca.
M: Nooh. Mientes. Solo sabes escupir embustes por tu sucia boca de pecador.
L: Sabes que mi poder es sutil pero firme e incuestionable. Pronto tu alma será mía.
M: Has elegido mal a tu adversario. No imaginas la dimensión de mi entereza.
L: Las morales más intachables son también las más golosas para mí.
M: No0oh. De ningún modo conseguirás doblegarme. Ni con un ejército de demonios.
L: Solo uno, don Nemesio. Uno solo de mis emisarios acabará contigo en pocos días.
M: No te creo, sucio farsante. !Noh! !Nunca!. Ya te he derrotado y volveré a hacerlo.
El ensordecedor estruendo de aquella diabólica voz gutural enmudece en seco, junto con los millares de lamentos que ardían en esa descomunal hoguera infernal. Nemesio tiene los ojos abiertos y su mirada fijada en el techo. Sus tortuosos espasmos se han paralizado, y solo algunas gotas de sudor se derraman por la superficie de su quietud.
“Todo era tan real… Este no ha sido un sueño cualquiera. El mismísimo Satanás me acaba de hablar. Va a por mí, y está tan seguro de su victoria que se permite darme el aviso. Todo es un juego para él. Como siempre: una deshonesta diversión”
-martes 19 diciembre-
Mientras contempla los descomunales cipreses de ese patio tan amplio, Nicole termina de tomar consciencia de la clase de sitio donde la ha mentido su padre. No hay columpios, ni porterías, ni pintadas en las paredes. No se escuchan gritos ni berrinches, y todas las alumnas hablan en voz baja.
Su primera noche en el internado ha sido plácida y ha dormido bien. Azucena y Valeria le caen simpáticas, aunque le cuesta creer que, debajo de tan reglamentaria amabilidad, no haya cosas inadecuadas que configuren personalidades más singulares. Eso le lleva a recordar a sus amigas de Pino Alto, y ese juego en que cada una de ellas encarnaba a un pecado capital.
“En este sitio tan santificado también habrá pecadoras y pecadores. Yo me ocuparé de quitarles la máscara uno a uno”
VALERIA: Nicole, ¿qué hacés aquí sola? ¿Por qué no venís con nosotras?
NICOLE: Mola este sitio. Es un cementerio. Los pájaros hacen más ruido que vosotras.
VALERIA: Calláte. No digas tonterías… … Escucháme: ¿vos ya tenés un papel en la obra?
NICOLE: Mmm. No. No me han dicho nada.
VALERIA: Hace poco que ensayamos. Pronto será la función. Vendrán los padres. La mayoría de las minas se irán unos días a pasar las fiestas con la familia.
NICOLE: ¿Puedo ser la niña Jesús?
VALERIA: ¿Dónde vas, boluda? Eso sería un sacrilegio. Merino acabaría contigo.
NICOLE: ¿Quién es?
VALERIA: Mirálo. Ahí va. Paseando con el padre Erasmo.
ERASMO: Esa de ahí. La que está con Valeria.
MERINO: ¿Y usted cree que ha sido buena idea? Debió consultarlo conmigo.
ERASMO: No es lo habitual, pero su padre hizo una cuantiosa aportación y…
MERINO: A veces es suficiente un solo agente externo para desestabilizar el delicado equilibrio de una comunidad como la nuestra. Comprobaría su expediente.
ERASMO: Por su puesto. Tiene unas notas intachables, y parece que se lleva bien con Valeria. Es su segundo día. Pronto se integrará bien con las demás.
MERINO: Desde que estoy al cargo de esta institución, todo ha ido como la seda. No quisiera que aceptar, con el curso empezado, a una niña sin tradición cristiana pudiera enturbiar, en modo alguno, nuestra impecable labor.
VALERIA: Buenos días, Monseñor; buenos días, padre Erasmo.
La pequeña saluda a esos solemnes religiosos, con una sonrisa prudente, en el preciso momento en que sus caminos se cruzan.
Nicole se limita a observar al obispo con un silencioso interés. Nemesio siente cómo esa mirada tan limpia le abraza de un modo poco común, y no tarda en alarmarse contenidamente.
Uno de mis esbirros ya te ha encontrado. Lo tienes muy cerca. Solo uno. Uno solo de mis emisarios acabará contigo en pocos días.
ERASMO: ¿Monseñor? ¿Me escucha, Monseñor Merino?
MERINO: Sí, claro. ¿Qué decía?
ERASMO: Le decía que sor Casilda le tomará especial atención y me tendrá al tanto.
Nemesio gira la cabeza y observa a Nicole con desconfianza.
Es martes por la tarde, y sor Teodora ha tomado las riendas de la clase de cuarto de primaria. Se encuentran en el teatro situado en el interior de aquel enorme edificio tan bien equipado. Las niñas ensayan su obra navideña bajo la supervisión de esa afable monja; una mujer que transmite sensaciones muy distintas a las que inspira Casilda.
-Teodora, podríamos hacer que uno de los demonios se enamorara de…-
-De ningún modo, Ariana. La última vez que intentamos adornar un poco el argumento, Monseñor Merino casi echa a la responsable. Nos ceñiremos al guion más clásico-
-¿Y yo no podré participar?- pregunta una apenada Nicole.
-Claro que sí, pequeña. Puedes elegir: ¿prefieres ser pastorcilla o demonio?-
-Bueno. Hay pocas diablillas, así que creo que estaría bien que yo fuera una de ellas-
-Está bien. Le pediré a la madre de Anastasia que nos deje su disfraz, a ver si te sirve. El año pasado ella hacía de demonio, pero este año hará de virgen María-
Teodora acaricia cariñosamente el rostro de Nicole dedicándole una tierna sonrisa. Se trata de una mujer de poca estatura y algo de sobrepeso. Su silueta es fácilmente reconocible ya de lejos, a pesar de la neutralidad de su hábito.
TEODORA: Vamos a volver a cantar la canción. Desde el principio. Señor Cobos…
La monja le hace una señal a Amadeo, el profesor de gimnasia, reconvertido en guitarrista rítmico solo durante la navidad.
Por la noche, en la habitación de las niñas, Nicole intenta liberar a sus compañeras de cuarto de ese velo de corrección:
NICOLE: ¿Soy la única que se ha fijado en él?
AZUCENA: Claro que sí. Ese hombre es adulto y está casado y tiene dos hijitas…
VALERIA: No me seás pelotuda. Tenemos diez años. Aquí nadie está por esas cosas.
NICOLE: Ya, pero yo soy mayor.
VALERIA: Anda, calláte. Tenés once.
AZUCENA: Cómo una hermana se entere de que sueltas esas locuras te va a caer la gorda.
NICOLE: Si el castigo es que Amadeo me azote en el culo… puede que lo prefiera.
Azucena y Valeria se miran escandalizadas y sin dar crédito, aunque con cierto humor. Nadie en su colegio se atreve a proferir aquella clase de afirmaciones. Parece que el casto entorno que rodea a esas niñas está consiguiendo lo que quieren la mayoría de los padres que financian dicho adoctrinamiento: que sus hijas conciban el sexo como algo maligno e innombrable.
AZUCENA: ¿Vendrá tu padre a ver la obra, Nicole?
NICOLE: No lo creo. Estará en Rusia, zanjando asuntos diplomáticos.
VALERIA: Waah. Es un pez gordo. Entonces… ¿ni siquiera le verás en navidad?
NICOLE: Me dijo que haría lo que pudiera. No hay nada seguro.
AZUCENA: Mañana ensayo general. Vendrán Monseñor y el padre Erasmo a darnos el visto bueno. Espero que no nos censuren la coreografía.
-miércoles 20 diciembre-
Mientras terminan de arreglar el escenario, Teodora y Ángeles ven llegar a la tripleta eclesiástica que ejercerá de jurado a la vez que de público. Monseñor Merino, el padre Erasmo y el recién llegado padre Blanco se aproximan lentamente por el pasillo que separa esos dos hemisferios de butacas color burdeos. Las monjas nutren con premura sus últimos retoques bajo la imperativa mirada de Casilda, quien les dedica mudas muecas de urgencia.
Las pequeñas se presentan siguiendo un orden intachable. Nicole tardará en acostumbrarse a esa protocolaria educación, sobre todo viniendo de donde viene. Todas llevan sus respectivos atuendos y están listas para interpretar el primer acto.
Amadeo es el apuntador y ejerce también de técnico de luz.
BIDAL: Espero que hoy no te hagan enfadar tanto como en el año pasado, Nemesio.
MERINO: Confiemos. No quiero tener que aplicar ninguna reprimenda.
ERASMO: Si por usted fuera, solo saldría una niña fea recitando versículos de la biblia.
MERINO: Me conoce, Erasmo. Le sugiero que no se propase con su ingenioso humor.
Ya desde la primera fila, asisten a una presentación sobria. La obra sigue su curso sin estridencias. Solo pequeños fallos que se pueden pulir en ensayos venideros.
En cuanto Nicole entra en escena, con su atuendo demoníaco, Merino sufre una sobresaltada arritmia cardíaca. La niña le mira repetidamente al tiempo que pronuncia su escueto texto maligno.
ERASMO: !Sor Casilda! Debería llamar a la puerta antes de entrar en mi despacho.
CASILDA: Me trae sin cuidado el protocolo, Erasmo… … Él no debería de estar aquí.
ERASMO: No es decisión suya; ni mía. Solo Monseñor puede interceder en el asunto.
CASILDA: El padre Blanco acordó no pisar nunca más este colegio.
ERASMO: No hubo condena, ni tan solo llegaron a juicio.
CASILDA: Eso es porque la dirección de El Sagrado Corazón sobornó a los padres.
ERASMO: Nunca se demostró nada, y a todos nos ampara la presunción de inocencia.
CASILDA: ¿Me dirá que todo fue una invención de la niña y sus padres para sacar tajada?
ERASMO: Ariana es muy fantasiosa. Puede que interpretara mal algo de lo que…
CASILDA: Eso no se lo crees ni usted. Haga examen de conciencia, Erasmo, por favor.
El cura suspira mientras sor Casilda se marcha, desairada, usando un sonoro portazo como punto y final de esa charla. Sentado cómodamente en su ostentoso sillón de piel marrón, se siente como un equilibrista, pues, demasiado a menudo, le toca ser abogado del diablo. Tiene que lidiar, a modo de bisagra, entre el fanatismo y la irreverencia, entre la ética y lo corrupto, entre la humildad y la soberbia de muchos de los integrantes de la comunidad. Su cargo podría describirse más bien como el de conciliador oficial de conflictos internos.
Desde luego, no tiene mucha fe en la integridad del padre Blanco, y así se lo hizo saber a Merino, pero Monseñor es quien tiene la última palabra a cerca de todo. A fin de cuentas, ese turbio asunto quedó en la más absoluta discreción, y ninguna otra familia supo el motivo de la expulsión del párroco.
Amadeo sabe cómo tratar a las nenas. Bien es cierto que su silencio no es tan severo como el de las hermanas, pero su poderoso tono de voz se sobrepone a los joviales chismorreos de sus alumnas, quienes, en clase de gimnasia, se desahogan y juegan como si fueran niñas normales. Es el único sitio donde pueden abandonar su recatado decoro, y gritar al tiempo que corren, saltan, juegan a pelota…
Dicho alboroto le ha costado, al profesor, alguna desagradable conversación con el Obispo Merino. Por suerte, ese viejo gruñón suele ausentarse los miércoles, y eso le da bastantes garantías a Amadeo.
Las pequeñas ya salen de los vestuarios. Se han duchado y se han vuelto a enfundar su clásico uniforme de camisa blanca y falda roja de cuadros escoceses. Todas llevan su respectiva corbata oscura a juego con sus resplandecientes zapatos, y unos calcetines blancos que llegan hasta sus rodillas. Algunas peinan un pelo aún mojado mientras terminan de abrocharse los botones de debajo la solapa.
Se dirigen, famélicas, al comedor comunitario. Nada más cruzar el umbral de la puerta, inconscientemente, adoptan un gesto más sosegado que no sea merecedor de ningún correctivo por parte de las hermanas.
Ya arropado de nuevo por la calma más absoluta y solitaria, Amadeo apaga las luces y se dispone a cerrar la puerta. De pronto, escucha unos sollozos. Vuelve a prender la luz y, para su sorpresa, descubre a Nicole llorando sola en el lavabo.
Aunque se acerca el invierno, el frío propio de estas fechas no se ensaña con los habitantes de San Patricio. Se trata de una villa costera situada al sur de la península. En estos lares, la población suele tener unos valores religiosos mucho más arraigados que en el sitio de donde proviene Nicole, pues en el norte la gente es más pragmática.
El internado se yergue en la cima de un monte, a las afueras del pueblo. Desde las ventanas de los pisos superiores se puede vislumbrar el mar en toda su inmensidad.
Don Merino tiene el despacho en el centro de la última planta. Le gusta asomarse a la ventana y contemplar la calma que rodea aquel emplazamiento. Percibe su institución como un oasis de santidad en medio de un mundo manchado por los escupitajos de Satanás. No en vano, cree que los pecados capitales, uno a uno, han ido pervirtiendo a los hombres con el beneplácito de una sociedad cada vez más permisiva y decadente.
“Quien no conoce a Dios, a cualquier santo le reza. Músicos, actores, deportistas, modelos… Falsos mitos herejes que promulgan la laicidad arrastrando con ellos a miles de almas débiles e ignorantes”
Opina que el mal llamado pensamiento moderno defiende aberraciones como la homosexualidad, el mestizaje, el transgénero, el divorcio, la promiscuidad, el feminismo, el aborto, la fornicación…
“Perdónales, Padre, porque no saben lo que hacen”
Ángeles puede que sea la monja más callada del centro. Es la cocinera que se ocupa de alimentar a cada una de las clases de primaria. También se ocupa de la limpieza y solo da clase cuando alguna de las hermanas está indispuesta.
Está tan atareada que no ha echado en falta a la niña nueva. Quienes sí se han percatado de su ausencia han sido sus compañeras de cuarto: Valeria y Azucena. Desde la ventana de esa gran sala consiguen ver, aparcado en el mismo sitio de siempre, el monovolumen de Amadeo.
AZUCENA: ¿Tú se lo dirías?
VALERIA: … … Pero ¿dónde se metió esa mina? No pudo perderse del vestuario a acá.
AZUCENA: Yo le guardaré algo de pan y embutido por si regresa con nosotras sin comer.
VALERIA: ¿Vos pensás lo mismo que yo?
AZUCENA: No lo sé, Valeria, pero Amadeo suele ir a comer a casa, con su familia.
VALERIA: Capaz es de estar reunido con sor Casilda o con el padre Erasmo.
Ya en la hora de los postres, Nicole aparece discretamente y se sitúa al lado de sus compañeras sin levantar muchas suspicacias.
VALERIA: ¿Pero dónde andás, Nicole? Estuvimos a punto de alertar a sor Ángeles.
NICOLE: Nada. Estaba ligando con Amadeo. No os preocupéis. Todo está bien.
VALERIA: No me creo nada, boluda. ¿Cómo os atrevés?
Amparado por una siniestra oscuridad, el padre Blanco observa cómo se duchan las niñas de tercero. Se oculta tras los azulejos celestes que visten la pared del fondo. Unas piezas mal encajadas le permiten fisgonear, malévolamente, mientras empieza a masajearse el miembro. Llevaba mucho tiempo sin poder acomodar su pervertida presencia entre las juguetonas risas de esas pequeñas e inocentes criaturas; tan desnudas, tan mojadas, tan apetecibles…
“O0h, sí. Enjabónate bien, Astrid. Eres una nena muy sucia y tienes que limpiarte a fondo. Deberías de pedirle ayuda a Gloria. Mmmmh, sí. Salpícala. No te cortes”
Una repugnante gota de sudor se derrama por su frente.
Se encuentra en una estancia pequeña y sin ventilación; un cuarto olvidado que, antaño, había servido para guardar utensilios de limpieza.
Bidal Blanco fue desterrado del internado a raíz de un acuerdo alcanzado entre el padre de Ariana y El Sagrado Corazón. El centro pagó al señor Solera una cuantiosa suma de dinero para que sus acusaciones no tomaran cuerpo frente a un tribunal, y se mantuviera, así, impoluto el nombre de la institución.
Pero el destino es caprichoso, y ha querido que la trayectoria política de Amancio Solera se vea truncada, abruptamente, por unos casos de corrupción que vieron la luz el mes pasado. Tanto es así que ese prevaricador se ha tenido que dar a la fuga, y ahora se esconde en el extranjero.
En consecuencia, Bidal ha visto cómo su veto perdía vigencia.
NICOLE: Perdóneme, padre, porque he pecado.
ERASMO: ¿Cuánto hace que no te confiesas hija?
NICOLE: Nunca he hecho una confesión, pero hoy hemos hablado de ello en clase y…
ERASMO: ¿Lo ha explicado bien Casilda? ¿Has hecho examen de conciencia, pequeña?
NICOLE: Sí, sí… … y creo que he sido una niña muy mala.
ERASMO: Adelante, Nicole. Confiesa tus pecados para hacer las paces con Dios.
NICOLE: Mmmmnh… … Hace medio año, durante el viaje de fin de curso, seduje a mis profesores y terminaron por follarme por el culo; los dos.
Erasmo enmudece. Esperaba algo como un hurto, alguna mentira o incluso determinados tocamientos, pero esto…
E: Nicole. Estamos en un sitio sagrado donde no se admiten bromas.
N: No estoy bromeando, padre. Confieso mis pecados porque me pesan. Ellos son buenos hombres y yo les arrastré, con mis argucias, por el mal camino. Encendí su lujuria con mis malas artes y conseguí someterles plenamente.
E: Emm… … … ¿Fueron los dos a la vez?
N: En una ocasión llegaron a penetrarme al mismo tiempo. Uno por detrás y el otro…
E: !¿Es que hubo más ocasiones?!
N: Fueron cuatro encuentros en total, pero, en uno de ellos, me limité a hacerle una paja al profesor más gordo y viejo.
E: ¿Qué edad tenía ese maestro?
N: No lo sé. Como usted más o menos, pero él no era tan guapo. Era como un cerdo.
E: ¿Cómo pudiste hacer algo así, Nicole? ¿Cómo fuiste capaz?
N: Todo empezó como un juego. Una cosa llevó a la otra sin ninguna mala intención.
E: ¿Es que tú no sabes que el camino del infierno está lleno de buenas intenciones?
N: Sí. Eso es lo que dice siempre sor Teodora cuando nos excusamos.
E: Ahora estás a salvo. En este santuario de bondad no volverás a caer en pecado.
N: No lo sé, padre. No es tan fácil. A veces… A veces vuelvo a sentirme muy cachonda.
E: Pero… !Por Dios! Eres demasiado joven para tener esta clase de sensaciones.
N: Es cierto, pero… es que yo no soy como las otras niñas.
E: ¿Por qué no puedes serlo?
N: ¿Se ha fijado en mi cuerpo, padre? Tengo las tetas a tope y mis nalgas son grandes y redondas. Ni las alumnas de quinto ni las de sexto son tan voluptuosas.
E: Pero no hables de tu cuerpo. Habla de tu mente. !Tienes once años aún!
N: Mi mente también va por delante. ¿No ha oído cómo me expreso?
E: Aunque ya te sientas mayor… … … no quiere decir que tengas que ser pervertida.
N: Es verdad y… … intento portarme bien, pero no sé lo que me pasa. Aunque aquí no haya niños… está usted, está Amadeo… Quiero ser buena, pero mis pensamientos perversos se apoderan de mi mente. Si no fuera por mi recato… … haría tantas cosas… … tantas cosas vergonzosas que… … me pongo caliente solo de pensarlo.
El tono de Nicole, cada vez más suave, adquiere una musicalidad sugerente y obscena, como si la nueva interna estuviera peregrinando hacia las oscuras sombras de un embriagador orgasmo pecaminoso.
-Nicole, no te estarás tocando ahora, ¿no? ¿Mientras hablamos?- pregunta sofocado.
-NoOoh, claro que no0h- responde con una pronuncia que la contradice.
-… … Escucha, pequeña… … ¿sabes que es la constricción y el propósito de enmienda?-
-Sí. Sor Casilda nos lo ha enseñado hoy; y también lo que es el secreto de confesión-
-Para acercarte a Dios, tienes que arrepentirte y no volverlo a pecar de ese modo-
Samanta coge al bebé en brazos al tiempo que su otra hija anda de la mano de Amadeo. Una vez han cruzado el umbral de la entrada del edificio, ella sigue protestando discretamente:
SAMANTA: No me gusta este sitio, Amadeo.
AMADEO: Ya lo sé, pero Teodora no se calla las ganas que tiene de conocer a la bebé.
SAMANTA: ¿Y qué más te da a ti esa mujer?
AMADEO: Cariño, ya te lo expliqué. No le caigo bien al Merino, ni a sor Casilda; son los mandamases. Me conviene ganarme al personal si quiero que me hagan fijo.
SAMANTA: ¿Qué pasa con Erasmo? Yo pensaba que era el segundo en rango.
AMADEO: Sobre el papel sí, pero es muy diplomático. Dudo que se mojara por mí si tuviera que contradecir a esa Rottenmeier. Este trabajo me va de perlas. No cuesta nada hacer este gesto; que vean que soy un padre de familia.
Haciendo ostentosos aspavientos de sorpresa y emoción, sor Teodora se aproxima con urgencia.
TEODORA: !Dios bendito! !Qué ricura! ¿Me la dejas coger?
SAMANTA: Sí, claro, señora Torralba.
TEODORA: Por favor, querida, llámeme Teodora.
AMADEO: Ya ve que soy un hombre de palabra. Le dije que la traería.
TEODORA: Me la comería a mordiscos. ¿Y tú cómo estás, pequeña? Has crecido mucho.
Anita muestra sus tres dedos para ilustrar su edad.
En la intimidad de su cuarto, esa noche, Nicole relata a sus dos amigas, la conversación que tuvo con Amadeo en el lavabo.
NICOLE: Se preocupó mucho al ver mis lágrimas, y me preguntó que qué me pasaba. Entonces yo le solté todo el tema de la muerte de mi madre, la ausencia de mi padre, un sitio tan nuevo y extraño para mí… Se enterneció mucho e incluso le brillaban los ojos. Me hizo algunas caricias; todo se volvió confuso.
VALERIA: Confuso para vos. No creo que él tuviera dudas sobre lo que le pasaba.
NICOLE: Puede; pero, si no las tuvo, a lo mejor las tendrá cuando pasen más cosas.
AZUCENA: De verdad… … Valeria y yo pensamos que estás bastante loca, ¿sabes?
NICOLE: Sí. Lo sé. Yo también pienso que todo el mundo aquí está muy loco.
VALERIA: ¿Qué querés decir?
NICOLE: ¿Un mundo que se creó en seis días? ¿Adán y Eva? ¿Un barco lleno de animales que sobrevivió a un supuesto Diluvio Universal que barrió con todo? ¿Una mujer virgen preñada por una paloma?
VALERIA: Eso es una metáfora, Nicole, y lo sabés.
NICOLE: ¿Los hijos de Adán y Eva fornicaron entre hermanos? ¿y sus nietos… ?
AZUCENA: Eran otros tiempos. De algún modo tenía que empezar la raza humana.
NICOLE: ¿Y tantos fósiles que demuestran que el hombre viene del simio?
VALERIA: Eso es una herejía. Son una artimaña de Satanás para nublar el pensa…
NICOLE: La Iglesia defendía que el Sol giraba en torno de La Tierra, y quemaba en la hoguera a quien dijera lo contrario. En la inquisición, torturaban a la gente para obligarles a creer en Dios. ¿Es que no sabéis que, allá fuera, en el mundo real, hasta los más católicos apuestan por la teoría de la evolución?
AZUCENA: No sabemos nada de todo esto, Nicole. ¿De qué hablas?
NICOLE: Los creyentes entienden que el hombre proviene del simio, solo que asumen que fue Dios quien planto la semilla para que el mundo prosperara.
Don Nemesio está sentado en la mesa central del comedor; en la enorme sala que hay en la segunda planta del edificio. Solo un silencio inquietante le acompaña. Algo desorientado, intenta recordar cómo ha llegado hasta ahí. Se levanta y atraviesa el salón con pasos dubitativos.
Siempre encuentra la estancia llena de pequeñas que aliñan sus animadas charlas pueriles con el sonido de los cubiertos. Se le hace raro contemplar esa inerte ubicación vacía.
Ya andando por los pasillos, sigue preguntándose cómo toda la planta puede estar deshabitada a plena luz del día. No tarda en subir las escaleras para acceder al piso superior, pero su infructífera búsqueda no halla distintos resultados.
Extrañado, olfatea un inconfundible olor a azufre.
Finalmente, dobla una esquina y encuentra a la niña nueva. El aliento de Monseñor se hace visible convertido en vaho.
Nicole viste parte de su disfraz demoníaco: sus rojos cuernos curvados saliendo de su cráneo, su cola serpenteando a sus pies con vida propia, su tridente manchado con una sangre demasiado real que, goteando, ensucia las clásicas florituras ornamentales que pintan el suelo… Toda ella está bañada por la sangrienta mugre del infierno. Fruto de esa viscosidad, sus infantiles pechos relucen con insolencia. Con una voz fina e inocente, la nena dice:
-Quiero que me folles- con palabras terrenales y sin ninguna reverberación.
-Nunca haría eso, pequeña. ¿Cómo puedes…?- responde interrumpido violentamente:
-!QUIEROOH QUEEEH MEE FOOLLEEESSS!- grita gutural y aterradoramente.
Un súbito silencio se estampa contra el despertar de Nemesio.
-jueves 21 diciembre-
El padre Erasmo reza, de rodillas, muy cerca de la gran figura de Jesús que preside la capilla. Cierra sus ojos con fuerza; como si así lograra aislarse del mundo físico que le rodea.
Hacía mucho tiempo que nada turbaba su apacible vida de interno en El Sagrado Corazón. Puede que tantos años de sosiego existencial, en su amable burbuja de corrección, hayan ablandado su entereza para hacer frente a las vicisitudes que acarrea la astillada realidad que habita en el exterior.
El caso es que su pene se endureció como una mala cosa al escuchar el bochornoso relato de Nicole en el confesionario. Erasmo sintió cómo los dedos del demonio le agarraban el alma, desde la oscuridad del ángulo muerto de su conciencia, y le daban un perverso masaje que anestesiaba sus virtuosos valores.
Su voluntad se vio debilitada a la hora de imponerle una penitencia a la cría, y sintió la tentación de mandarle hacer cosas indecentes e impropias de una pequeña de tan tierna edad.
Por la noche, el padre Erasmo se corrió, fruto de deshonestos tocamientos, imaginando que esa nena ponía fin a su castidad.
“Puede que Monseñor Merino llevara razón. Es peligroso, para el equilibrio de cualquier ecosistema, introducir cualquier agente externo. Ninguna niña de tradición católica hubiera podido inquietarme de este modo. Nicole ha traído la impureza a esta sagrada institución. Todo es culpa mía. Yo me salté el protocolo y decidí admitirla a pesar del desarraigo de su fe cristiana”
La profesora está tardando un poco en personarse, y las alumnas vagan distendidas por la clase hablando entre ellas. No arman mucho jaleo, pero se permiten cierta desinhibición. Sor Teodora no es una tirana, y no les pondrá mala cara si, cuando llegue, hay cierto desorden en la primera hora de este jueves.
-Nicole, ven aquí- le pide Anastasia -Te voy a enseñar algo que no has visto nunca-
-¿Qué pasa? ¿Qué…?- pregunta con divertida curiosidad mientras se acerca al cristal.
El edificio es cuadrado y tiene un gran patio interior hacia donde dan la mayoría de las aulas. Desde la ventana por la que miran, observan, en el piso inferior, la clase de quinto grado. Esa sala forma un ángulo de noventa grados con la suya, y eso les permite ver, en perspectiva picada, lo que se cuece en ella.
Casilda tiene a tres niñas de rodillas sobre una vara de madera, todas ellas mantienen los brazos en cruz, y sostienen una gruesa biblia en cada mano. Sus caras son todo un poema. La del centro rompe a llorar y no recibe más consuelo que un golpe de regla en la cabeza. Las otras dos aprietan los dientes y aguantan su castigo, estoicamente, para evitar males mayores.
-Pero ¿qué está ocurriendo ahí?- pregunta con completa estupefacción.
-Algo habrán hecho- contesta ventajosamente Claudia entrometiéndose de sopetón.
-¿A vosotras os han hecho algo así alguna vez?- insiste una fascinada Nicole.
-A casi todas- se añade Ariana -Y te aseguro que no hay nada peor que eso-
Hoy es el padre Blanco quien acompaña a Monseñor Merino en su paseo matutino. Son viejos amigos. No en vano, sus trayectorias en el mundo de la jerarquía eclesiástica han ido de la mano desde hace algunas décadas.
BIDAL: No lo sé, Nemesio. A mí nunca me ocurren estas cosas.
MERINO: Son conversaciones tan reales. Siento su voz vibrando en mi pescuezo.
BIDAL: Y además, está ese asunto con la muerte de tu madre.
MERINO: Su muerte fue un accidente. ¿Cómo podría yo haber anticipado ese suceso? El Diablo me advirtió. Dijo que mi madre no volvería a ver la luz del sol; que la llevaría para asarla en el fuego eterno. Esa noche cumplió su palabra.
BIDAL: ¿De verdad crees que ella arde en el infierno?
MERINO: Puede que se corrompiera durante su vida. Eso es lo que me dijo el Maligno.
BIDAL: … … ¿Y tú crees que de verdad ha enviado un solo demonio para darte caza?
MERINO: No lo sé. Dijo que ya lo tenía encima y, al día siguiente, apareció la niña nueva.
BIDAL: ¿Nicole? ¿Me tomas el pelo?
MERINO: NO. Ella me miró de un modo extraño la primera vez que nos cruzamos, y no se completó ni una jornada antes de que apareciera, de nuevo ante mí, con ese atuendo demoníaco, en el ensayo de la obra. Ya sabes que a Satanás le encantan las ironías. ¿Qué mejor manera de presentarme a su esbirro que disfrazado en el cuerpo de una pequeña inocente vestida de diablilla?
BIDAL: Puede que tengas razón, amigo mío. Lucifer ama el embuste, y nadie mejor que yo conoce sus sucias artimañas. ¿Qué si no empujaría a una niñita tan pura como Ariana a soltar tan sucias mentiras sobre mí?
MERINO: Pensaba que culpabas a su padre corrupto de ese lamentable embrollo.
BIDAL: Sí. Así lo hice durante mucho tiempo, pero la niña… … tampoco tiene excusa. He pensado sobre el asunto y, escuchando tu historia, me planteo que pudiera haberme ocurrido algo parecido con ella. Su relato era tan convincente…
Es la hora del recreo y algunas pequeñas juegan a las gomas elásticas o al juego de la rayuela. Alrededor de uno de los bancos de piedra, tiene lugar una discreta discusión:
AZUCENA: Ya lo sé, pero ¿y si no nos estuviera engañando?
CLAUDIA: Nicole es la única de nosotras que ha visto un poco de mundo.
ANASTASIA: ¿Por qué las hermanas deberían de mentirnos a todas?
CLAUDIA: Lo dice la que acaba de descubrir que Papa Noel no existe.
ANASTASIA: !Ya lo sabía hace tiempo, tonta!
ARIANA: Lo único que sabemos es lo que nos cuentan los mayores.
VALERIA: Yo no quise hacerle caso, pero lo que dice esa mina tiene sentido.
AZUCENA: Eso de la costilla de Adán, los animales de Noé, la estrella que guía tres reyes magos, el agua que se convierte en vino, la resurrección…
ARIANA: A mí me parece más creíble lo de Papa Noel o lo del ratoncito Pérez.
VALERIA: Si te fijás, cuando salimos de acá nadie viste como las hermanas o los padres, nadie habla de Dios si no es para blasfemar.
ANASTASIA: Eso es porque el mundo está lleno de infieles. Así va todo. Hay guerras, pobreza, crímenes, corruptos…
ARIANA: Mi padre no es corrupto, Ani. Lo único que pasa es que ha tenido problm…
Ariana enmudece en cuanto ve pasar al Bidal cerca de ella. El párroco le hiela la sangre con su fría mirada durante un instante que parece eterno.
La trayectoria de su paseo, junto a Monseñor Merino, termina por encarrilar esos perversos ojos en otra dirección.
Amadeo está aparcando en el interior del patio. Son pocos los coches estacionados en ese pequeño pedazo de asfalto, ya que la mayoría de las personas que hay en el centro son residentes y no salen nunca. Solo el solemne auto de Monseñor Merino le hará compañía al suyo durante el tiempo que dure su jornada laboral. La elegancia del color negro, el misterio de los vidrios tintados, una impecable carrocería reluciente… contrasta con el caos que reina en el interior de ese monovolumen turquesa infestado de juguetes, pelotas, bolsas, la sillita con ganchitos aplastados…
NICOLE: Hola, Amadeo.
AMADEO: Hola, Nicole. ¿Qué haces aquí tú sola?
NICOLE: Te he visto llegar y quería saludarte.
AMADEO: ¿Estás mejor? ¿No has vuelto a llorar?
NICOLE: Gracias a ti. Me animó poder hablar con una persona de verdad para variar.
AMADEO: !Anda ya! No seas dramática. Aquí todos somos de verdad.
NICOLE: No, profe. En este sitio solo se habla de Dios: que si la obra de navidad, que si el concurso de pesebres, que si la Biblia, que si los Mandamientos…
AMADEO: Tienes que guardar mi secreto, ¿eh, Nicole? No me compliques la vida.
NICOLE: No te preocupes, míster pagano. No se lo voy a decir a nadie si te portas bien.
Nicole le guiña el ojo con una sonrisa cómplice mientras le acompaña hacia el interior del edificio. Antes de correr para llegar a tiempo a su próxima clase, la niña le asesta un empujón de despedida a Amadeo en un gesto bromista que cuenta con la desaprobación de sor Casilda, quien ha observado la escena desde lejos.
El padre Blanco asiste a una reunión en el despacho de su cofrade Erasmo. Es un encuentro bilateral para definir las clases que impartirá, en adelante, el recién llegado. Hay cierta tensión dado que, antaño, era Bidal el que tomaba este tipo de decisiones. Ahora las tornas han cambiado:
ERASMO: No es negociable, Bidal. La decisión está tomada. No depende solo de mí.
BIDAL: Ha sido Casilda, ¿verdad? Esa mujer sigue pensando que abusé de Ariana.
ERASMO: Sor Casilda lleva toda la vida en esta institución. Se crio aquí. Tiene su peso.
BIDAL: Es solo una monja. Ninguna mujer debería mandar por encima de un cura.
ERASMO: Nemesio intercedió por ti; por eso estás aquí. Ella hubiera vetado tu regreso.
BIDAL: Tú tan diplomático como siempre, ¿no, Erasmo?
ERASMO: Es mi labor. Tengo que alcanzar soluciones intermedias. Soy como Salomón.
BIDAL: ¿Me vas a partir con una espada para que solo la mitad de mi cuerpo pueda dar clases a las niñas de cuarto grado?
ERASMO: Creo que no será necesario. Te ocuparás de quinto y de sexto. Nada más.
BIDAL: Si por ti fuera… … yo no hubiera vuelto, ¿me equivoco?
ERASMO: No seas trágico, Bidal. Nunca tuve ningún problema contigo, pero ahora las cosas son distintas. Te agradeceré que no compliques nuestra convivencia. No hay motivos para tensar más esta cuerda.
El padre Blanco se levanta con cierto disgusto, y abandona la estancia sin siquiera despedirse.
Erasmo queda satisfecho. Tenía ciertos reparos a la hora de enfrentarse a ese individuo, pero, gracias a su elocuencia, su decisión se ha mantenido firme.
Después de comer, sor Teodora solicita la presencia de Nicole en la recepción. Su padre la llama, por fin, desde Rusia.
+ !Hola, papá!
+ Bien. ¿Y tú qué tal? ¿Hace mucho frío por ahí?
+ Aquí no parece invierno. En el sud no nieva; ni siquiera en navidad.
+ Sí. Ya tengo algunas amigas, pero las monjas son muy estrictas.
+ Teodora es la mejor… … y Amadeo, el profe de gimnasia.
+ Azu y Valeria son mis compañeras de cuarto. De momento son mis mejores amigas.
+ Aha. Escucha: ¿podrás venir algún día por navidad?
+ Ya. Sí. Lo entiendo. Les contaré a todas que gracias a ti no habrá una guerra.
+ Tú sí que haces el bien y no todas esas monjas y curas con sus hábitos oscuros y sus cuentos de hadas.
+ No te preocupes. No me oye nadie. Estoy sola.
+ Ya lo sé.
+ ¿En serio no tienes más tiempo? Tú y tus reuniones.
+ Sí. Me portaré bien.
+ Un beso mon amour. Je t’aime.
Nicole cuelga ese vetusto teléfono de línea fija y regresa al comedor, donde sus amigas están aún terminando los postres.
Sor Casilda tarda un poco más en colgar su propio auricular. Mantiene un serio semblante desde la discreción de su despacho, cerca de la recepción.
Una música del piano fluye, armoniosamente, acompañando aquel ensayo vespertino. El padre Erasmo está en trance mientras acaricia las teclas de marfil de su viejo teclado. Libre de tempo, entra en simbiosis con la representación que se está llevando a cabo en ese teatro sin público.
Puramente testimonial, acompaña sutilmente los diálogos para escalar con furia siniestra cuando el demonio toma protagonismo; vuelve a caer con delicados matices hasta que la trama requiere un sonido apoteósico y celestial. Su improvisación es prodigiosa.
Tantos años de formación y de dar clase de música no han caído en saco roto. Añora los tiempos en que esa era la materia troncal de sus enseñanzas. Ahora su cometido es mucho más burocrático: las cuentas, el papeleo, subvenciones, el trato con los padres, normativas, peticiones… Apenas da unas pocas clases. A pesar de que el centro cuenta con poco más de un centenar de estudiantes, el trabajo se amontona, y no termina nunca.
CLAUDIA: N0oh. Otra vez no. El lobo. El lobo se ha comido otra de mis ovejas.
VALERIA: No podemos seguir así, padre. Moriremos de hambre sin rebaño.
CLAUDIA: ¿Qué no daría yo para acabar con esta bestia? !Vendería mi alma si pudiera!
El padre Erasmo encadena notas disonantes cuando aparece Azucena interpretando al maligno para embaucar al pastorcillo. Sor Teodora le hace gestos de admiración y levanta su pulgar discretamente para no desconcentrar de sus alumnas. Las niñas lo están haciendo mejor que nunca. Por fin tienen bien aprendido el guion. Parece que la obra estará lista para la gran representación del sábado, ante los padres y demás internas del centro.
A Erasmo empiezan a temblarle los dedos en cuanto Nicole aparece en escena. Por suerte, la música de aquel tenebroso acto ya requiere de una interpretación caótica, y nadie se percata de su descontrol.
La diablilla lleva el disfraz que Anastasia usó en el curso pasado. Nicole es unos meses mayor que el resto de las colegialas, y el desarrollo de sus atributos es anormalmente precoz. Ani ya es más menuda que ella ahora; más lo era hace un año.
Aquellas mallas negras están al borde del desgarro, sometidas a la presión de las generosas nalgas de Nicole. El ombligo juguetón de la niña no para de asomarse, impunemente, escapando de un atuendo sobrepasado por las circunstancias. Esa barriguita redonda y sugerente trae de cabeza a tan perturbado pianista, quien ya no consigue atinar con precisión a las teclas adecuadas. Por si fuera poco, la gracia de aquellos movimientos sobreactuados aún hiere más la moralidad de la escena.
“¿Es posible que solo esté en mi mente? Teodora está orquestando la función y no reacciona. Ni siquiera las otras niñas parecen extrañadas. !Esta obsesión se está apoderando de mí!”
El padre Erasmo niega con la cabeza, y baja la mirada para escapar de ese turbador rojo y centrarse en el blanco y el negro de las teclas con las que se expresa. Intenta abstraerse hasta que Nicole pronuncia su texto:
-Pobre iluso. !Qué inútiles son tus esfuerzos! Tu moral no es más que una suave brisa que no frena el firme paso del pecado. Por más que lo intentes, sucumbirás al encanto de mis tentaciones y te doblegarás ante el poder del maligno-
El piano se queda callado. Erasmo ha visto cómo Nicole le miraba de reojo al pronunciar sus tendenciosas amenazas. Alarmado por un mudo instante fugaz, vuelve a dejar caer algunas notas graves para desterrar tan incómodo silencio.
El pastorcillo, interpretado por Viviana, pronuncia su respuesta. A los pocos segundos, aparece el Arcángel Gabriel para ahuyentar a esa perversa esbirra de Satán. Ariana arranca las risas de todos los presentes con su graciosa actuación angelical.
Finalmente, termina la representación. Se ha producido un poco de descontrol con los tres reyes magos. Dicho fragmento lo trabajarán mañana con especial atención, ya que será el último ensayo antes de la gran puesta en escena.
La mayoría de las niñas abandonan la sala, pero, cuando Nicole pretende escabullirse, la hermana Teodora le llama la atención:
TEODORA: Nicole, ¿dónde vas? Tú aquí conmigo. ¿Olvidas tu penitencia?
NICOLE: Pero Teooo0h… Esta tarde ya he limpiado con la hermana Ángeles.
TEODORA: Eso no te librará de ayudarme aquí y ahora, ¿verdad, padre Erasmo?
El cura asiente con la cabeza. Las fechorías de la nena en el Valle de la Florida, a finales del curso pasado, no pueden quedar impunes. Erasmo no solo le mando rezar rosarios, sino que, hasta que termine el año, deberá ayudar a las hermanas en todos sus quehaceres cada vez que ellas la soliciten.
En otros tiempos, todas las niñas participaban de las tareas cotidianas, pero, hoy en día, los padres que financian esa institución privada son gente muy adinerada, y no consentirían que sus hijas tuvieran que prestarse a dichos menesteres.
Ariana también está castigada. Sus pecados no son tan censurables como los de Nicole. Son más bien asuntos disciplinarios.
Probablemente, sea la niña más mona de la clase. No es casualidad que haya sido escogida para interpretar a un ángel celestial. Tiene una pálida piel suave, rizos rubios propios de un cuento, ojos azules tan claros como el cielo…
El ensayo de hoy ha sido el primero en que se usaba el confeti y las serpentinas de colores en la coreografía. El suelo del escenario ha quedado hecho un cuadro.
Las dos pequeñas han arrimado el hombro a la hora de recoger los bártulos, pero ya hace un rato que tienen una actitud más distendida y, en estos momentos, juegan con unas pelotas y unos aros que han encontrado casualmente.
El teatro está muy cerca del gimnasio. Justo entre los dos se ubica un pequeño almacén donde se guardan los decorados, atrezo, redes, balones… hasta hay un potro de gimnasia con la altura graduable mediante diferentes niveles de madera. Aquel sitio es un filón para unas curiosas niñas que no han podido evitar toquetear muchas de las cosas que han descubierto.
El padre Erasmo y sor Teodora han tenido una de sus cordiales charlas acerca del devenir de la obra, pero, finalmente, la hermana se ha ido para dar su última clase del día.
El cura pone algo de orden a sus partituras y guiones mientras supervisa a ese par de nenas juguetonas. La demonia y la angelita están cantando, al unísono, una canción demasiado profana. No paran quietas: Ariana bota la pelota y Nicole usa un aro a modo de hula hoop.
El religioso queda boquiabierto y el tiempo se ralentiza. Viendo a esa diabla a cámara lenta, se deja hipnotizar por unos ondulados movimientos que mantienen dicha circunferencia orbitando alrededor de su cintura. Esas infantiles curvas describen el movimiento más erótico que Erasmo ha visto jamás.
El pelo de Nicole eclipsa su cara dándole un toque misterioso y maligno mientras abre los brazos como si fueran alas demoníacas.
En cuanto se percata del atontado semblante de su único espectador, la niña se deshace grácilmente de su pintoresco chaleco rojo con llamas estampadas.
Una fina camiseta negra de manga larga es lo único que defiende la compostura de su torso al tiempo que se contonea, lascivamente, rotando un poco sobre sí misma en cada paso.
Ajena a tan pernicioso juego, Ariana intenta hacer malabares con dos pelotas de gimnasia rítmica, con tanta mala suerte que una de ellas se le escapa rodando hasta precipitarse fuera del escenario, en la zona de las butacas. Tras lanzar una tímida queja, la nena se dispone a recuperarla.
El padre Erasmo ni siquiera se da cuenta del percance del Arcángel Gabriel. Solo tiene ojos para su diabólica pupila.
Finalmente ocurre lo inevitable: el fastuoso culo de Nicole vence la resistencia de esas mallas negras rasgándolas sin piedad. La tela elástica se desgarra, rápidamente, liberando las opulentas nalgas desnudas de la niña quien, como si nada hubiera ocurrido, sigue con sus hipnóticos meneos traviesos.
El cura siente sus latidos como si fueran tambores infernales. Se sitúa al borde del infarto cuando comprueba que esa pequeña colegiala no lleva bragas.
A Ariana le ha costado un poco recuperar su balón. Este había quedado atrapado debajo de una butaca de la primera fila. Encaramada, de nuevo, en el escenario, percibe algo extraño en la estática pose de los otros dos actores de la escena. Están observándola en silencio. El padre Erasmo tiene cara de susto y Nicole, algo más cercana, se cuida de no darle la espalda a su amiga para ocultar la vergonzosa rotura de su indumentaria.
-¿Qué pasa?- pregunta una Ariana asustada -¿Pasa algo?-
-Emmmm… … … … no- contesta un Erasmo aturdido -Que no estáis aquí para jugar- protesta intentando vencer su estupor con un enfado severo.
-Sí, Ari, ya está bien. ¿No te das cuenta de que no hemos venido a jugar a la pelota?-
Nicole entona su reproche con voz de niña repelente.
Ariana asiente, pasmada, y recoge la otra pelota para guardarla.
NICOLE: No, Ari. Deja eso. El padre Erasmo y yo llevaremos los aros y las pelotas al almacén. Tú encárgate de barrer el escenario hasta que no quede ni un solo papelito de confeti.
ARIANA: ¿Es que ahora mandas tú? Es más trabajoso barrer este percal así que es justo que el padre se quede aquí para ayudarme a mí.
NICOLE: Te digo que no. Erasmo tiene que venir conmigo porque tiene que ayudarme con una cosa que me ha surgido, ¿verdad, padre?
El religioso está ofuscado y no razona con demasiada fluidez. Su cerebro goza de poco riego, ya que gran parte de su sangre está siendo destinada a alimentar una tremenda erección que le obliga a permanecer sentado.
ERASMO: ¿Qué? ¿A qué te refieres, Nicole?
ARIANA: Sí. Eso: ¿a qué te refieres?… … !Te lo estás inventando!
NICOLE: Usted ya lo sabe padre. Ya sabe lo que me ha ocurrido.
ERASMO: De acuerdo, sí, sí…
ARIANA: No, padre. No le haga caso. Quédese conmigo y me ayuda a barrer.
Ese demonio lujurioso intenta arrastrarle al averno con sus depravadas tentaciones carnales mientras que un ángel de rizos de oro le insta a tomar el buen camino. Ariana personifica la pureza con su blanco atuendo e incluso conserva la aureola del disfraz coronando su cabeza. Pero Nicole parece estar ganando la batalla mostrándole gran parte de su cautivador trasero a ese pianista sumiso.
Erasmo toma parte en la conversación desde una esquina del escenario. Apenas puede apartar la vista de esas dos redondeces que se asoman a través de aquella textura rajada.
Intenta pronunciarse a favor de Ariana, pero, en cuanto empieza a hablar, su voz le traiciona y su lascivia toma la palabra:
-Obedece, Ariana. La escoba está detrás del pesebre, ¿la ves? Yo ahora vuelvo-
En cuanto esa niña disgustada se da la vuelta, Erasmo persigue con la mirada a su diablilla fugitiva. Solo alcanza a ver su cola roja escondiéndose tras la puerta que conecta la parte trasera del escenario con el pasillo interior. Disimulando su bochornosa tienda de campaña, el pastor se esconde del ángel y sigue el rastro del mal.
Camina sobre un manto de incertidumbre hasta llegar a la puerta entreabierta del almacén. Con cierto temor, la empuja suavemente haciendo que chirríen las bisagras.
-Padre Erasmo, ¿dónde están las pelotas?- le interroga al verlo con las manos bacías.
-¿Quieres que te enseñe mis pelotas, niña?- pregunta ya completamente desubicado.
-!No! !Por Dios! No sea guarro. Me refiero a las pelotas con las que jugaba Ariana-
El momento se detiene en un eterno instante expectante. Erasmo hace un gesto brusco mirando hacia su espalda, como si los balones se le hubieran caído por el camino.
-Iré a buscarlos- anuncia con prisas.
-Nonono. Nos ocupa un asunto más urgente- dice ella mientras se acaricia las nalgas.
-¿Qué es lo que quieres, Nicole?- formula él con un cierto grado de desespero.
-Necesito encontrar algo para taparme. Ya lo sabe. Se me han roto las mallas-
La niña abre los brazos y pronuncia sus frases molesta por tener que explicar algo tan evidente.
-Pero ¿por qué no vas a los vestuarios y te pones tu uniforme escolar?-
-He venido ya con el disfraz. Tengo el uniforme en la habitación y no puedo pasearme . con el culo al aire por los pasillos. Imagine que me ve sor Casilda, o peor aún: Monseñor Merino. Me expulsarían de por vida-
-Aquí no encontrarás otras mayas- le explica mirando a su alrededor.
-Yo creo que sí. En este almacén se guarda material de muchas funciones. Obras de todos los grados. Seguro que hay algún disfraz o algún traje de las niñas de quinto o de sexto. Nunca más vuelvo a ponerme ropa de una flacucha de tercero. Usted conoce bien este sitio. Hace muchos años que vive aquí. Le he hecho venir para que me ayude a encontrar algo que pueda servirme-
-¿Y no podría ir yo a buscarte el uniforme?-
-Noo0. No quiero que Valeria y Azucena se enteren de lo que me ha pasado. Las niñas pueden ser muy crueles cuando buscan un blanco para sus burlas. Esto es muy violento para mí, ¿sabe? Espero que quede entre usted y yo-
El local está repleto de artículos muy variados que conforman un perfecto desorden. Algún día se tendría que dar solución ese despropósito organizativo, pero ahora la prioridad es otra.
El padre Erasmo se mete entre un dragón de dos metros y las redes de voleibol, pero, por mucho que profundiza, no alcanza a encontrar nada parecido a lo que busca esa servidora de Satán.
Cuando gira la cabeza, a solo unos tres metros de distancia, encuentra a Nicole de espaldas, inclinada, rebuscando en el lado opuesto de la sala; detrás de los cabezudos. Sus vestiduras carecen ya de todo propósito. El padre Erasmo empieza a sospechar que ella misma ha terminado de romperse las mallas para que su precioso culo quede completamente manifestado.
Su pene eclesiástico se vuelve a llenar de palpitante vigor mientras observa las despreocupadas maniobras de esa viciosa nena de piel pálida. Siente la imperiosa necesidad de correr hacia ella para penetrarla, pero un terrible miedo escénico le frena. Nunca ha metido su miembro en el cuerpo de otro ser humano, y sabe que no hay peor pecado que abusar de una niña pequeña. Aun así, a tiranía de ese morbo arrollador mueve los hilos de su motricidad como si de un simple títere se tratara.
-Padre, creo que encima de estas taquillas del fondo hay ropa. Tengo que subirme encima de estos cajones tan mal puestos para alcanzar las bolsas. ¿Me ayuda?-
-¿Qué quieres que haga?- pregunta él creyendo conocer la respuesta.
-Tengo miedo de caerme. Necesito que me sujete mientras trato de coger esas…-
Nicole empieza su arriesgada expedición sin contar aún con las garantías que puede ofrecerle su ayudante. Presionado por la inestabilidad de esa pila de cajones sin mueble, el padre Erasmo se apresura a sujetarla por las piernas.
Al tiempo que ella intenta, infructíferamente, alcanzar su objetivo, el párroco contempla el redondo dueto nalguil que bascula a pocos centímetros de su cara.
El constante movimiento de los nutridos muslos de la pequeña le permite ver aquel lampiño chocho tan prohibitivo. La luz fluorescente es intensa, y lo único que estorba dicha visión es la cola roja que desciende del cinturón de la cría.
El padre Erasmo mete sus dedos por debajo de la tela de las mallas y desliza sus manos, ascendentemente, hasta alcanzar la parte delantera de la cintura de Nicole.
Inesperadamente, la diablilla nota cómo una viscosa humedad se adentra entre sus nalgas. Su mentor está amorrándose a su culo como si del santo grial se tratara. La niña desiste de su búsqueda y, tras unos instantes de permisividad, pretende librarse de la afrenta a la que está siendo sometida.
-!NoO0h!… … !Por Dios!… … !¿Qué está haciendo?!… … !No! !Por favor!-
Un leve forcejeo provoca el derribo de esa frágil estructura.
-!Oh! NOh. Perdona, Nicole. ¿Estás bien?- pregunta recomido por la culpa.
-!Pero ¿qué hace, padre?! !Casi me rompo la cabeza!- protesta ella desde el suelo.
-Lo siento, pequeña. No sé qué diablos me ha ocurrido- dice él juntando las manos.
-Y0 sí lo sé. Lo qué pasa es que es usted un cerdo, como todos los hombres-
-No, preciosa. Yo no… … yo nunca… … Te aseguro que mi celibato es íntegro-
Aún sin levantarse, Nicole atenúa su ira para dar cabida a la sorpresa. Guarda silencio mientras se despoja, cuidadosamente, de algunos trapos que le han caído encima.
-Entonces, ¿nunca ha tenido sexo con nadie?- se interesa con un tono inocente.
-Claro que no. Hice mis votos cuando todavía era virgen- admite bajando la cabeza.
-Y después de toda una vida sin mojar, de repente, cuando ya es viejo, ¿decide que es buena idea meterle la lengua por el culo a una niña pequeña como yo?-
-No. Nicole. Tú no lo entiendes. Es que…-
-Creo que me he aplastado una teta-
-¿Qué? ¿Qué dices?- pregunta sorprendido por tan brusco cambio de tema.
-Nada, nada. Un percance femenino. Entonces… …yo creo que, si ha conseguido ser virgen hasta el día de hoy, no debería flaquear ahora por mi culpa. Ya sé que soy una golosina muy dulce, pero… no puedo permitir que haga añicos tantos años de inmaculada virtud por culpa de la rotura de un disfraz de navidad-
-No, Nicole. Claro que no. Si yo… … en realidad no… … solo ha sido un… … tan solo…-
-Aunque yo no sé cómo va exactamente lo del celibato. ¿Usted cree que debería preguntárselo a sor Casilda? Le diré que usted me ha hablado de ese tema-
La musicalidad de su infantil entonación ha adquirido ciertos matices insinuantes. Cómo si empezaran a ocurrírsele travesuras.
-No, no, no. Nunca le cuentes a esa mujer que te hablo de estas cosas-
-¿Es que le tiene miedo? J.jh- pregunta ella entre risas.
-N0. Claro que no. Ella es mi subordinada, pero… Verás: el celibato es un modo de vida . que… … tal como lo entendemos aquí, el celibato conlleva castidad y la castidad es la renuncia a tener… … relaciones sexuales… … sexo-
Al cura le cuesta pronunciar ciertas palabras e incluso tiene que gesticular para quitarle protagonismo a su oratoria.
Nicole ha adoptado una postura muy recogida, sin incorporarse aún, y le observa fijamente con unos ojos muy abiertos y rebosantes de interés.
NICOLE: Pero ¿qué es el sexo? Quiero decir: sí usted se toca, ¿termina con su castidad?
ERASMO: Bueno. No hay una definición oficial que determine los límites de…
NICOLE: ¿Se ha tocado alguna vez pensando en mí, padre?
Erasmo es el peor mentiroso del continente. Gran defensor de la verdad, lleva décadas sin pronunciar una sola mentira.
-Su silencio lo delata- proclama con una risa pícara.
-No, Nicole. Por favor. Esto no… Nadie puede pensar que… Es que… En realidad no…-
El religioso se pone las manos en la cabeza. Solo de imaginar que esa calumnia pudiera extenderse por el alumnado de El Sagrado Corazón… Siente cómo el miedo le oprime el pecho.
NICOLE: No se preocupe, padre. Tengo bien aprendido lo del secreto de confesión, ¿recuerda? Pero, dígame: ¿continuaría siendo casto si yo se la tocara?
ERASMO: Por favor, Nicole. No digas barbaridades. Esto no es…
NICOLE: No se alarme. Solo se trata de una pregunta… ¿cómo es?… … Hipo… tética.
La niña mantiene un tono divertido al tiempo que se incorpora lentamente e intenta recomponer, en la medida de lo posible, la menguante compostura de sus muslos. Se aparta el pelo de la cara mientras rebusca por el suelo rotando sobre sí misma. El desmoronamiento de la pila de cajones ha dejado muchas cosas esparcidas a sus pies. Nicole parece decidida a encontrar algún atuendo que le permita salir airosa de este vergonzoso entuerto.
La mirada lasciva del padre Erasmo está otra vez amarrada por las redondas nalgas de la nena. Ella actúa con toda naturalidad; como si no supiera del calenturiento efecto que causa su gran trasero desnudo en la atormentada alma de su profesor. Atontado y con un tono pastoso, el cura se pronuncia al respecto:
-¿Por qué… … por qué no llevas bragas?-
Nicole gira la cabeza con su pelo de nuevo en el rostro. Mantiene una expresión neutral y expectante por un momento. Observa cómo el cura permanece pal plantado y boquiabierto.
-¿Acaso me está mirando el culo, padre?- pregunta con un suave tono incriminatorio.
-Ppr.. por supuesto q . que n. no. Solo que. que que…-
Un sonido percutido a su espalda le interrumpe. Los balones azules que sostenía Ariana se le han caído, y articulan botes cada vez más consecutivos hasta que su contacto con el suelo se torna permanente. La niña ha quedado paralizada por el sorpresivo avistamiento de tan inquietante estampa.
-No te asustes, Ari. No ha sido el padre Erasmo quien me ha roto las mallas-
-!Claro que no!- protesta él ofendido -¿Qué ocurrencias son esas?-
-Me iban muy apretadas porque son las que llevaba Anastasia el año pasado y claro…-
-… … … Vale- pronuncia Ariana muy amedrentada -Ya he terminado de barrer-
-Muy bien, pequeña- dice Erasmo -Puedes irte a tu cuarto, pero… … escúchame: no se te ocurra contarle esto a nadie, ¿de acuerdo? Alguien podría entenderlo mal-
-Sí, Ari. No te preocupes. Todo está bien. El padre solo me está ayudando a encontrar una muda de repuesto para cubrir mis vergüenzas. Por eso le he pedido que viniera-
La actitud sosegada de Nicole tranquiliza a Ariana, pero aún no las lleva todas consigo. Su traumática vivencia con el padre Blanco todavía es reciente y, al presenciar una escena tan inusitada, vuelve a sentir, en su nuca, el aliento de los fantasmas del pasado.
Como si hubiera esperado el turno de su frase guionada, la vara que sustenta la aterciopelada aureola sobre la cabeza del Arcángel Gabriel cede, y dicho aro se desploma rompiendo la estática del momento.
ARIANA: No diré nada… … … … a nadie… … … … me voy a mi cuarto.
ERASMO: De acuerdo, Ariana. Hoy lo habéis hecho muy bien. La obra será un éxito.
En cuanto la niña se ausenta, Erasmo regresa la mirada a Nicole. Encuentra sus ojos nutridos de diversión por la charla que acaba de tener lugar en esa caótica habitación.
ERASMO: ¿Te divierte esto, Nicole?
NICOLE: Ha sido chistosa la cara que ha puesto Ari; sobre todo, cuando se ha percatado del tremendo bulto que deforma su sotana, padre.
Aquel empalme infranqueable no ha perdido su vigor en estos últimos minutos, pero dicha indiscreción le había pasado desapercibida, a Erasmo, hasta que la nena se la ha señalado.
ERASMO: !Dios mí0! !¿Cómo he podido?! Será mejor que vaya a hablar con ella.
NICOLE: No sea temerario, padre. No puede correr así por los pasillos. Lo suyo es peor que lo mío. Yo al menos podría dar una explicación creíble, pero usted…
ERASMO: ¿Cómo no me he dado cuenta?
NICOLE: Ja, ja, jah. Esa ropa parece adecuada para disimular estos accidentes, pero… debe usted tener un pene portentoso para deformar así su hábito. Creo que he despertado a la bestia.
ERASMO: No te rías, Nicole. Esto es muy serio.
NICOLE: Claro que sí. El tamaño de su polla es muy serio. Demasiado. Tendría que ver cómo le quita tanta seriedad a su nabo antes de andar por unos pasillos tan concurridos.
ERASMO: Tengo que pensar en cosas feas. Cosas feas, cosas feas.
NICOLE: Píense en sor Casilda. No, no. Piense en Monseñor Merino haciendo caca.
ERASMO: !Nicole! !Por favor! !Un poco de respeto!
El padre Erasmo se sienta en uno de los taburetes de madera que tiene cerca e intenta, así, que su palote no quede tan patente.
NICOLE: !Tengo una idea! Voy a usar mi propio jersey. Me lo anudaré en la cintura. ¿Cómo es posible que no se nos haya ocurrido antes?
Ni corta ni perezosa, Nicole se apresura a sacarse esa prenda alcanzando un nuevo grado de desnudez. Sus turgentes pechos en pleno desarrollo deslumbran la atónita mirada de Erasmo, quien tarda una eternidad en reaccionar:
ERASMO: !Pero ¿qué haces, niña?! ¿Qué pretendes? ¿Es que quieres pasearte así?
NICOLE: No sea tonto, padre. Tengo el chaleco de llamas en el escenario. Ahora voy a…
ERASMO: !N0! Voy yo a buscártelo. Quédate aquí. Sobre todo, no te muevas.
El cura sale escopeteado decidido a solventar el embrollo. No recuerda haber sufrido nunca tanto estrés. No tarda en encontrar el atuendo de Nicole sobre el escenario. Contrariado, se fustiga por no haber tenido antes esa ocurrencia. Su aparatosa protuberancia entorpece sus pasos apresurados, pero, finalmente, logra regresar al almacén con el chaleco. Tras la puerta metálica le aguarda un nuevo percance.
-¿Nicole? Nicole, ¿dónde estás?… … … … Vamos, no te escondas-
Cualquiera que la conozca un poco sabe que esa nena es muy juguetona; y ese antro es el sitio perfecto para esconderse.
Erasmo la llama repetidamente hasta que empieza a sospechar que se encuentra solo en la habitación. Cuando ya se dispone a salir, una sonrisa traviesa se hace sonora, tímidamente, delatando la presencia de esa cría revoltosa.
ERASMO: Te veo la cornamenta, Nicole… … Por fin te he encontrado.
NICOLE: Ooh. Dichosos cuernos. Debería habérmelos sacado antes de esconderme. Ni siquiera recordaba que los llevaba puestos.
ERASMO: Te he traído el chaleco. Será mejor que te lo pongas ya.
NICOLE: No lo sé, padre. ¿Se acuerda de cuando me he caído antes? Le he dicho que me he hecho daño en una teta, ¿no? Pues todavía me duele.
Nicole ha salido de su escondite y luce su torso desnudo sin ninguna inhibición. Se toquetea sus precoces atributos y, acto seguido, esgrime una mueca de dolor:
NICOLE: ¿Usted las ve bien? ¿No le parece que esta está un poco amoratada?
ERASMO: Emm… … yo las veo bien, de verdad. N.No creo que sea nada.
NICOLE: Pero es que ya hace rato y aún me resiento. Ojalá mi difunta madre estuviera ahora aquí, conmigo. Siempre que me hacía pupita en cualquier sitio, ella me daba un besito mágico en la zona afectada. Eso era todo lo que necesitaba yo para dejar de llorar.
Erasmo ha sorteado los numerosos obstáculos que se interponían entre ellos para cubrir la desnudez de la niña, pero ese relato ha atenuado su urgencia. Se miran a los ojos y:
-¿Usted sabe dar besos mágicos?- pregunta Nicole haciendo morritos.
-¿Yo? ¿Be.besos mágicos? Creo q.que no. Anda, ponte esto, pequeña-
-Yo creo que sí. Alguien tan puro como usted…- sugiere con gestos coquetos.
-Nicole… … no quisiera que alguien viniera aquí y nos encontrara así- dice impaciente.
-Entonces deme un besito curativo y me pondré el chaleco- responde con súbita fluidez.
Cada vez que el religioso escucha cualquier ruido externo, se asusta un poco más. Teme por el secretismo de esa extravagante situación, y siente que necesita ponerse a salvo.
“Puede que sea la mejor manera de terminar con esto, las prisas no son buenas consejeras, pero en este caso… Soy buen negociador, pero esta nena no atiende a razones”
ERASMO: ¿Si te doy un besito en el pecho te pondrás el chaleco y te irás a tu cuarto?
NICOLE: Prometido.
ERASMO: Ven. Acércate, niña.
Erasmo efectúa un austero beso protocolario y poco certero. La pequeña no se da por satisfecha:
NICOLE: ¿Pero esto qué es? ¿Es que usted no sabe besar? La magia de los besos está en el cariño, y usted solo ha apoyado los labios sobre mi teta equivocada. Además, la pupa la tengo en el pezón, o sea que… … vuelva a intentarlo.
ERASMO: Nicole… … ¿De verdad era en la otra? No me tomes el pelo.
NICOLE: Que síííííí. Yo no miento nunca.
El párroco hace rato que pisa un terreno desconocido para él. Esas nuevas sensaciones le aturden y merman su raciocinio.
En su segundo intento, se propone no quedarse corto para discriminar cualquier discrepancia. Está de rodillas ante la niña, quien aún conserva algunos de sus atuendos demoníacos. Se aproxima lentamente y fija su objetivo. Esta vez su besuqueo se prolonga mucho más y se humedece volviéndose baboso. Inconscientemente, Erasmo saca la lengua y lame esa pequeña rugosidad que corona tan temprana mama.
Sus manos desocupadas buscan el mejor de los rellenos. Guiadas por el más bajo instinto, esos intrépidos dedos se infiltran hacia las preciadas nalgas de Nicole y las amasan con avidez.
Sintiendo la fresca humedad salival ya en sus dos pezones, la chiquilla acaricia tiernamente la cabeza de su tutor. Nota esas fuertes manos recorriendo con fuerza su culo y solloza sutilmente para expresar su disfrute.
ERASMO: Ofmn, Nicl ¿q msts hzndm? Mnnoh.
NICOLE: Eso está mejor, padre. Creo que ya no me duele tanto.
ERASMO: Nmmwfbv. lgzfmnlvh.
Las campanadas de las seis empiezan a sonar a lo lejos. Ese sonido tan sacro rescata la consciencia del enajenado pastor, quien detiene sus lascivos tocamientos.
“!La voz del Señor!… son las seis, las !SEIS! Es el número del diablo. Es una señal. Tiene que serlo…”
NICOLE: ¿Qué ocurre padre? ¿Por qué se detiene? ¿Es que no le gusto?
ERASMO: No, Nicole… … Ya tienes lo que querías… … Ahora tienes qu… … oUX
Al levantarse bruscamente, Erasmo se ha golpeado en la cabeza con un altavoz que reposaba alzado por un soporte. El impacto craneal ha sido de una violencia considerable, y el cura se desploma de nuevo sobre sus rodillas. Con ambas manos en la cabeza, se lamenta contenidamente mientras empieza a frotarse la superficie de la zona menos poblada de su cuero cabelludo.
-¿Lo ve, padre? Eso le ocurre por intentar escapar de mí. Deje. Ahora soy yo quien le dará un beso mágico-
Nicole se aproxima y vuelve a establecer contacto con su dolorido interlocutor. Algo aturdido, Erasmo no logra sobreponerse ni rechazar tan afectuosas carantoñas.
Como si el hechizo de los besos de la niña tuviera verdadero efecto sobre aquel traumatismo, el dolor mengua rápidamente. No obstante, esa magia prodigiosa va más allá de los efectos paliativos, y conlleva un embrujo mucho más poderoso.
Los labios suculentos de Nicole describen una descendiente trayectoria facial que los conduce hasta la boca del padre Erasmo. Cautivo de ese encanto, el hombre siente la húmeda intrusión de una lengua vivaracha. No tarda en usar la suya para avivar aquel desequilibrado duelo intergeneracional.
Sus grandes manos vuelven a gozar de voluntad propia, y recuperan su pervertido rumbo anal desterrando cualquier atisbo de decencia.
NICOLE: Sí… … Tóqueme el culo, padre… … Es todo para usted… … Así… … Así.
ERASMO: Nicole… … pero ¿cómo puedes ser así?… … ¿de dónde has salido?
NICOLE: He venido del infierno para corromperlo; para envenenar su alma.
En un gesto que teatraliza las diabólicas intenciones de esa pérfida esbirra de Satanás, la pitusa cornuda le arranca el alzacuellos a su sometido pastor. No tarda en volver a sentir la hambrienta boca del Padre Erasmo saboreando sus precoces tetas de un modo mucho más desenfrenado que el anterior.
NICOLE: Chupe con fuerza, padreh… … Quiero que me deje los pezones amoratados.
ERASMO: MmMmmh… … mMmngmn… … mMwnzlñmnwm…
NICOLE: Oh… … Síiíiíh… … Así… … Me dueleeh… … peroh… … Me gustah.
Ignorando las desesperadas súplicas de su conciencia católica, el cura succiona con todas sus fuerzas; como si de verdad creyera poder amamantarse de los pechos de esa niña candente.
NICOLE: Síiíih… … Asíiíií… … Mmmmh… … Qué bien.
El más largo y atrevido de los dedos del párroco sorprende a Nicole adentrándose inesperadamente en su culo. La pequeña gime expresando un gozo de lo más vicioso.
NICOLE: !Ommh!… … Pero ¿qué? … … ¿Qué hace?… … … Mmh.
Erasmo parece algo turbado por la aberración que acaba de perpetrar, y detiene, momentáneamente, sus jugosos lametazos.
Ella aprovecha esta quietud puntual para rotar sobre su eje vertical y volver a darle la espalda a su nuevo adepto.
Sin sacar el intrépido apéndice del culo de su pupila, el religioso profundiza en sus pervertidos movimientos digitales, los cuales están desencadenando una notable lubricación anal.
Siente la necesidad de llegar más adentro. Ese imperioso anhelo le obliga a seleccionar otra parte de su cuerpo que podrá cumplir mejor con tan depravado cometido.
Tras desabrocharse el hábito y bajarse los pantalones, el cura sujeta a Nicole y la reclina sobre el potro de gimnasia, dejando sus deportivas negras sin contacto con el suelo.
NICOLE: !Noh, padre! !No haga esoh! Piense en su castidad. No puedo dejar que…
ERASMO: Es demasiado tarde, pequeñah. Ya no puedo detener esto. !Nooh! !Por Dios!
NICOLE: No quiero… …hhh… … Solo estaba jugando. Por favor, no me viole, padre.
ERASMO: Esto es lo que quieres. No lo niegues, niña. Desde el principio querías que…
NICOLE: Noo0h… … hhh… … Solo era un… … un juego… … hhh… … Por favoor.
Preso de una lujuria arrolladora, Erasmo se saca la verga, tiesa como nunca, y penetra firmemente a Nicole por el culo. Ella gimotea con debilidad sintiendo la plenitud de su ano. Solloza intentando inspirar piedad en su empoderado agresor, pero sus atormentados jadeos no hacen más que alimentar el deseo carnal de ese indigno devoto.
NICOLE: !Ooh, padre!… … ¿Pero qué?… … ufff… … !¿Qué grande tiene la…?!
ERASMO: Aah… o0h… Síí… Es grande, o0h… Por tu culpa está más grande que nuncah.
NICOLE: NooO… … Pare… … oOo0h… … hhh… … Me hace daño… … Se lo suplico.
Erasmo hace oídos sordos a las súplicas de su alumna, y se la mete hasta el fondo. En seguida retrocede para volver a entrar sirviéndose de una lubrificación cada vez más generosa.
Nicole siente su culo más lleno que nunca con esa sacerdotal polla tan adentro de ella, y empieza a entrar en ebullición. Sus gemidos ya no articulan ninguna palabra, y sus lamentos adquieren un carácter mucho más confuso, bañados por un pecaminoso temperamento desvergonzado.
Ese vaivén primario consigue desplazar el pesado armatoste sobre el cual suelen saltar las pequeñas en clase de gimnasia. Su acolchada superficie resulta idónea para acomodar la postura sumisa de Nicole, quien, gozando como una perra en celo, recibe un sinfín de lujuriosas embestidas.
NICOLE: OoOh… … DiOs benditoOh… … hhh … … pero qué pollón, padre.
El sonido de esos rápidos choques cutáneos acompaña a los gemidos infantiles de Nicole y a los gruñidos porcinos de Erasmo pervirtiendo la acústica de tan caótico trastero.
La niña siente arder su culo como si ese poderoso falo venoso trajera consigo las llamas del infierno. Dicho incendio está a punto de romper una contención orgásmica que apenas puede resistir frente a las frenéticas acometidas del religioso.
Paradójicamente, la gozosa víctima de esa violación se siente ebria de poder, pues es consciente de que ha doblegado la rectitud de uno de los hombres más honorables de San Patricio.
“Ya eres mío, santurrón. A la porra toda una vida de castidad. No hay quien se resista a mis encantos”
El padre Erasmo nota la llegada de lo inevitable. Sus bajas pasiones llevan demasiado rato conspirando en sus entrañas para hacer explotar en pedazos su inmaculada virtud. Finalmente, consiguen ponerle el broche de oro a una indecorosa fornicación que termina derramando los flujos íntimos de ese decadente feligrés mediante una presurizada eyaculación.
ERASMO: oOoMmhg… …hhh… … oh… … Mmhwmnmh.
El párroco se corre dentro del culo de la niña mientras aguanta su último empuje aplastándola contra el potro.
“Perdóname, Dios mío. Apiádate de mí, pues he caído en la tentación. CLEMENCIA”
Ella le sigue, casi de inmediato, poniendo los ojos en blanco al tiempo que experimenta un clamoroso orgasmo embriagador.
Aquella placentera sincronía culmina en un soberbio desahogo bilateral, de dimensiones bíblicas, que funde ambas mentes en un caldo de divina degustación sensorial.
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