CINCO COLORES CALIENTES
NATALIA
-miércoles 1 agosto-
En Villa Mulos nunca pasa nada. Es un pueblo olvidado y apartado de donde todos quieren irse. Solo quedan campesinos, granjeros y algunos jubilados amantes de la tranquilidad que se respira en estos parajes.
Todos los vecinos se conocen y pasan el rato en la plaza, hablando de sus hijos, sus nietos y otros parientes que viven en la ciudad. Normalmente, solo se comunican con ellos por teléfono, pero ha llegado el agosto y flota la ilusión en el aire.
Remedios le cuenta a su vecino, Toni, que hoy llega su familia. Vienen de visita para disfrutar de la naturaleza, la paz y los cuidados de la abuela que, a pesar de sus años, sigue tan complaciente como de costumbre.
Alfonso conduce, estresado, con los críos montando escándalo en el asiento de atrás. No le apetece pasar esos calurosos días en el pueblo donde nació, pero su voluntad flaquea frente a la firmeza de los compromisos familiares.
“¿Cómo negarles tan esperadas vacaciones a mis hijos?”
Se aburrirá, como cada verano, y su hermano pequeño, Doro, le seguirá restregando todos sus éxitos en la vida: dinero, respeto, niños bien educados, una esposa más guapa…
Mira a su derecha, donde duerme su fea mujer, roncando, ajena a los gritos de los niños. El calor le agobia y no para de sudar al volante de su ruidoso coche de segunda mano.
Imagina a su hermano, con su clásica sonrisa de superioridad, conduciendo su nuevo monovolumen con aire acondicionado, con los niños bien sentaditos, atrás, y con su bella esposa; cantando todos una alegre canción que refleja su optimista visión de la vida.
Doro siempre fue el hijo favorito; el vivo ejemplo de lo que Alfonso nunca llegará a ser. Gracias a él, a su madre no le falta de nada y vive como una reina. Además, la llama varias veces por semana y derrocha dulzura cada vez que la trata.
Alfonso es un hombre más arisco y de poca conversación. Aunque intenta ser amable con Remedios, siempre se le nota forzado y suele colgar el teléfono prematuramente. Al menos, cuando están en familia, el grupo da fluidez al encuentro y se disimulan sus propias limitaciones empáticas.
Su deshonra no sería tan insultante si se tratara de su hermano mayor, pero, ya a temprana edad, Doro le superaba en muchas cosas: notas, chicas, sueldos, logros varios… Alfonso no es tan resuelto con su vida. Apenas paga las facturas y encima le debe dinero a su querido hermano.
Por fin llegan. Subiendo la colina, se encuentra la casa más moderna del pueblo. Conserva toques rústicos, pero tiene todas las comodidades tecnológicas y goza de unas vistas envidiables. Rodeando la estancia, hay un jardín bien cuidado. Es tan amplio que cuenta con varios niveles que se unen a través de una escalera de piedra. Doro costeó todas aquellas reformas con sus grandes ganancias en la bolsa de hace unos años. “Todo es poco para mi madre preferida“, repite cada año.
Pronto empezará el escarnio público y la humillación de esas fraternales comparaciones.
Son la seis de la tarde cuando llegan y el sol todavía aprieta. Muchos besos y abrazos aquí y allá. Su madre le dice que está delgado y pellizca los mofletes de los nietos. Alfonso no da crédito cuando ve lo gorda que se ha puesto su cuñada, y apenas puede contener la risa al contemplar a su sobrino obeso. Parece que la familia de su hermano tiene un problema de sobrepeso.
-Doro, ¿dónde está tu hija? Hace tanto que no la veo…-
-Ahora vendrá, Fosy, se ha ido a vestir. Los niños estaban en la piscina hasta ahora-
-Ahá. ¿Aún sigue tan estudiosa? Recuerdo que no hacía nada más que leer y estudiar-
Natalia era una niña de lo más sosa. La última vez que la vio, a sus doce años, ya empezaba a estar regordeta también. Usando una simple regla de tres, en base a la gordura del resto de la familia, intenta imaginar hasta qué punto puede haber engordado la hija de Doro, quien ya es gordo por naturaleza.
“El día se está arreglando por momentos”
Los niños se muestran tímidos al principio, pero Alberto ya empieza a gastar algunas bromas a sus recién llegados primos.
Natalia aparece con un andar tranquilo y distraído. Tiene el pelo aún mojado y va ligera de ropa. Por un momento, de lejos, Alfonso no la reconoce; hasta que su padre la llama:
-Natalia, hija, ven a saludar-
Alfonso pierde el aliento mientras contempla esa preciosidad:
“¿Dónde está aquel tapón con gafotas, hierros en los dientes y el pelo corto de champiñón? ¿Dónde está esa gorda sin encanto alguno?”
Natalia camina de un modo turbador: luciendo unos pantalones de un tamaño insignificante que dejan ver parte de sus jóvenes nalgas. La camiseta, ligeramente mojada por la humedad de su cuerpo mal secado, tiene una leve transparencia que, junto con su poco grosor, ayuda a vislumbrar el relieve de unos pezones que coronan esas delirantes tetas puntiagudas.
La chica saluda a sus primos y a su tía. Ya de cerca, Alfonso pude comprobar lo tremenda que está su sobrina y se ve sumergido en un sofocón dramático. Empieza a notar una repentina presión en sus pantalones. Quiere sentarse, pero no hay sitio. Natalia habla con su padre y parece que ignora a Alfonso, quien, violento, se siente desnudo y temeroso de que alguien note su incontrolable erección.
Ella se queda un momento en blanco; como si hubiera olvidado algo; hasta que, al fin, tropieza con la mirada de su tío. Con una sonrisa, se acerca para darle esos dos besos de rigor protocolario, y se aparta, sin más, para hablar con la abuela.
Alfonso ha aprovechado que nadie le presta atención y se ha ido un rincón. No puede creer que su tienda de campaña haya pasado inadvertida.
“Todo el mundo actúa como si nada; como si nadie se diera cuenta de que esta niña va enseñando su precioso culo; como si nadie viera que lleva la camiseta mojada sin sujetador. !Como si nadie viera lo buenísima que está!”
-jueves 2 agosto-
Alfonso se despierta solo en la cama de la caseta de la piscina; su espacio de invitados “residuales”. Mira el reloj y se siente molesto al comprobar que son las doce del mediodía y nadie le ha despertado, pero piensa:
“¿Qué más da?”
Por la noche, la abuela le dijo a Natalia que se vistiera para cenar, pero, en la retina de Alfonso, quedaron grabadas esas sobrecogedoras imágenes que le llevan camino de la obsesión.
Después, durante la ducha, volvió a empalmarse y, sin dejar de pensar en su sobrina, tuvo que machacársela hasta llegar al tercer orgasmo para sentirse mínimamente aliviado. Aun así, no consiguió conciliar el sueño hasta altas horas.
Los gritos de los niños, jugando en la piscina, son lo que le ha despertado. Aparta las cortinas y los ve. Los ojos se le ponen como platos al comprobar que Natalia está con ellos, luciendo su escueto bikini blanco.
“¿Cómo pueden jugar con ella como si fuera un niño más? Mis hijos tienen seis y siete años, y el gordo de Alberto diez, pero, aun así…”
Inesperadamente, la chica se acerca a la ducha del jardín, justo al lado de la ventana tras la que se encuentra su tío. Alfonso se incomoda y la saluda con la mano, pero ella no le ve, pues la habitación está oscura y el sol refleja por afuera.
Natalia empieza a ducharse ignorando que su tío la mira, babeando, apenas a un metro. Vigila que los niños no la vean y se sube la parte de arriba para sentir mejor el agua fría sobre sus increíbles pechos adolescentes.
Al otro lado del cristal, Alfonso entra en shock al ver esas tetas turgentes tan de cerca. Ella mira su propio reflejo y se gusta. Posa para sí misma y, sin saberlo, también para su tío. Practica miradas sexis y se masajea sus preciosos pechos mojados.
Con la polla tiesa como nunca, su tío sufre convulsiones pélvicas y, tras bajarse el pantalón del pijama, se corre en el cristal de la ventana sin siquiera tocarse. Es tanto su desahogo que cae el suelo medio inconsciente.
Alfonso no da crédito a lo que ha pasado. No se considera un eyaculador precoz. Puede que se le hayan cruzado los cables ante una situación tan inverosímil. Después de limpiar cómo ha podido el pringue, se ha limpiado él un poco. Ahora se encuentra tomando el sol con los ojos cerrados.
Los niños siguen jugando, pero Natalia, después de su excitante ducha, ha subido otra vez a la casa. Su tío no puede parar de pensar en lo cachondo que se ha puesto en pocos segundos, en la tensión asfixiante de su propia calentura y en el chorro catártico que le ha dejado tumbado en el suelo, exhausto.
Los minutos van corriendo, cada vez más suaves y, finalmente, se queda dormido en la tumbona.
Los niños no callan, pero no le molestan. Juegan a la guerra con las pistolas de agua. Cuando uno es alcanzado se cae y no se puede levantar hasta que la enfermera le cura. Ahora que no está Natalia, el enfermero es Toni, el hijo menor de Alfonso.
Una voz femenina le rescata, de repente, de sus confusos sueños:
-!Alberto! Dice mamá que subas-
-Natalia, Natalia, ven aquí, mira esto- le contesta su hermano.
Los tres niños tienen los rifles de agua cargados y se esconden para tenderle una emboscada. Valentín casi no puede contener su entusiasmo y le hace la señal del silencio a su padre.
-¿Qué pasa?- un poco molesta por haber tenido que bajar las escaleras.
Los niños la asaltan en medio de gritos histéricos y la rocían, mojándola bien, mientras la muchacha intenta escapar corriendo. Ella se enfada airadamente, pero, en cuando se hace con el rifle de su hermano, empieza a repartir agua a diestro y siniestro.
Alfonso lo mira todo con cara de tonto. No se ha despertado por completo y está un poco mareado por el efecto del sol.
Aquellos críos no paran de correr y Natalia les persigue con la camiseta totalmente mojada. La tela se le pega al cuerpo transparentando sus tetas, las cuales no paran de balancearse al ritmo de sus juguetones movimientos. Sus pantalones son más cortos, si cabe, que los de ayer. Esa tela es tan fina que revela, con atrevida elocuencia, el relieve de tan infartantes nalgas.
Acalorado, su tío no le quita ojo:
“!Ese culo debería estar prohibido! ¿Cómo le permiten ir vestida de ese modo? ¿Cómo se puede ser el padre de una nena así sin querer follarla? Yo no podría”
La vergüenza ajena se transforma, rápidamente, en una tensión fálica que hincha su miembro con cada latido.
De pronto, el gordo de su sobrino resbala y acaba en la piscina. Alfonso, aún un poco atontado y con la polla tiesa, sale corriendo para rescatarle, pero, antes de lanzarse, resbala él también y cae.
Al niño no le pasa nada, pero él se ha golpeado la cabeza y está desorientado. Ha hecho un buen sprint y ha caído en la parte poco profunda de esas aguas cloradas.
Alberto está ahí mismo, mirándose sus arañazos. Toni, consternado por la violencia de la caída de su padre, se acerca para percatarse de su estado.
Alfonso se siente extrañamente ligero en el agua. Pronto repara en que su bañador ya no le cubre. Ha sido una buena hostia y, mientras caía, la tela se le ha enganchado en la escalera metálica; se ha roto, y ahora él se encuentra totalmente desnudo.
Valentín ha llegado corriendo y Natalia viene caminando. Toni está asustado:
-Papá… … ¿Qué te pasa en el pito?- pregunta señalándolo con el dedo.
El pollón de su padre sigue tieso a reventar a pesar de agua fría. Sin pensar, dice:
-No te preocupes, hijo; es que estoy enfermo y a veces me pasa esto-
Presenciando la escena, Valentín le dice a su hermano:
-Tú eres el enfermero. !Cúrale!-
Alfonso lo mira sin entender el sentido o propósito de esas palabras. Natalia acaba de llegar y se muestra extrañada. Toni, sobrepasado por las circunstancias, protesta:
-!Yo no sé! Natalia es la enfermera jefa. Mira Natalia, mi padre está enfermo, mira lo que le pasa en el pito. !Cúrale!-
La chica guarda silencio y, levantando las cejas, emite un suspiro de resignación. Se mete en el agua mientras todos la miran pendientes de lo que hará. Alfonso está terriblemente avergonzado; la situación le supera. No sabe qué hacer ni que decir, y no entiende lo que dicen esos niños.
“¿Quién es enfermero? ¿Quién me puede curar? ¿Alguien se cree que realmente estoy enfermo? Mis hijos son pequeños y tontos, pero: ¿de verdad que no entienden que su prima está tan buena que me ha puesto a cien con sus micropantalones y su camiseta mojada?”
Se siente desnudo y vulnerable. El golpe le ha dejado grogui y ese irreparable bochorno le tiene paralizado. Su mirada, oscilante, recorre, uno por uno, a los niños hasta centrarse en Natalia que, inesperadamente, le coge la polla con fuerza y dice:
-Estás muy enfermo. Esto es muy grave. Si no intervengo te podría explotar el pito, suerte que soy la enfermera- con cierta soberbia.
Ya no está tan duro, pero todavía conserva un gran tamaño. Natalia lo sacude violentamente y, en pocos segundos, recupera su máxima solidez. Alfonso contempla, fascinado, como su sobrina escupe sobre su nabo, una y otra vez, mientras usa sus dos manos para recorrerlo con entusiasmo; acompañándose del hipnótico movimiento de sus maravillosos pechos mojados. Observa a sus hijos y a su sobrino, quienes no se pierden detalle.
El pensamiento de ese jubiloso paciente empieza a nublarse. La fragilidad de su desnudez, el dolor del golpe en la cabeza, la insolación, el miedo a que un familiar adulto les sorprenda, el temor a las ideas que estarán pasando por la mente de los niños… son sensaciones que han perdido su razón de ser y que se han unido en una lujuriosa mezcla que intensifica su gozo, disparado frente a la subida del ritmo de Natalia y de sus agitados jadeos:
-Mh… … sí… … hhh… … va… … ahora… … Un poco más… … mmmsi… … ya-
-!!JoooOh, Natalia!!-
El chorro sale tan presurizado que se eleva varios metros, dando un licuado sonido a cada contracción fálica.
Durante la comida familiar, ninguno de los demás adultos percibe nada pese a la mirada perdida de los niños, quienes están extrañamente callados. Alfonso intenta adivinar qué es lo que pasa por sus cabecitas traumatizadas.
Natalia, en cambio, actúa como si nada hubiera pasado, y sigue bromeando alegremente con la familia.
Alfonso apenas ha probado la comilona de la abuela; solo puede pensar en lo que ha ocurrido hace poco más de una hora.
La chica se ha cambiado, pero, aun así, su tío, a pesar de haberse corrido varias veces hoy, sigue completamente fascinado por ella. Natalia lo ignora por completo; ni lo mira.
Después de los postres, Doro lleva a los niños a la cabaña del río; un refugio que construyó, con su hermano, cuando los dos eran pequeños. Natalia prefiere irse a tomar el sol.
Cuando las mujeres terminan de recoger la mesa, se disponen a fregar los platos.
Alfonso se ha quedado solo en la terraza. Se levanta y baja, muy lentamente, los escalones que conducen a la piscina. En un mar de dudas, solo está seguro de algo: quiere follar con su sobrina; y es que la manera en que ella le ignora hace que la desee todavía más.
Cuando llega, Natalia está tumbada bocabajo, leyendo un libro, sobre su toalla de Hello Kitty. Él intenta entablar conversación torpemente, pero ella lo desoye:
-Qué calor, ¿eh, Natalia?… … ¿Cómo te van las cosas?… … ¿Qué tal los estudios?… … a ver si te quedarás dormida al sol. Ja, ja, jah-
Ella a penas suelta un solo “bien” sin interés.
-Verás, estoy muy enfermo, y cómo tú eres enfermera…- dice inseguro.
-Eres un asqueroso. Déjame en paz. Cómo se lo diga a papá…- sintiéndose asediada.
-Nono, tranquila. Era una broma. No quiero molestarte- afirma con tono conciliador.
Se queda allá plantado unos momentos, de pie, mirándola con cara de tonto. Ella suspira y dice:
-¿Qué quieres?-
-Emmm, nada, Natalia, lo que estaba pensando que hace mucho sol y no creo que sea bueno para tu piel estar…-
-Cállate, anda-
-No, de verdad: creo que mi mujer tiene crema solar. Espérate que la voy a buscar-
Va y viene a toda prisa. Al llegar, ya sin su camiseta, dice:
-Aquí la tienes-
La chica sigue ignorándolo por completo y no despega los ojos de las páginas que conforman su lectura. Sin pensarlo demasiado, Alfonso quita el tapón del envase que trae consigo y le echa un buen chorro en la espalda a su sobrina. Ella ni se inmuta hasta que su tío empieza a masajearle la espalda para esparcir la crema. Natalia se inquieta al sentir esas manos sobre su piel. Después de otro profundo suspiro protesta:
-Joh, tío, qué cansino eres-
Alfonso no se da por aludido y sigue con lo suyo, pero la cantidad de crema es demasiada. Decide aprovechar el excedente para rebañar bien las nalgas de su infartante sobrina. La braguita del bikini le estorba, así que decide deshacer los nudos laterales que la mantienen sujeta y lanzarla bien lejos.
Natalia pasa una página y no reacciona a dichos tocamientos. Su tío aprovecha para realizar el magreo de su vida, manoseando con intensidad ese precioso culo quinceañero.
A los dos minutos, ella se da la vuelta, irritada, y lo aparta con un “!Quitaah!“. Se desprende también de la parte de arriba y dice:
-No quiero tener las tetas blancas. ¿Hay más crema?-
Alfonso sujeta la botella y dispara un chorro aún más exagerado sobre los firmes pechos de su sobrina. Ella pone mala cara. Todavía de rodillas y tras un “xcht” molesto, le da la espalda. Su nueva pose no impide que su tío, desde atrás, deslice sus largos dedos hasta aquellos juveniles senos. Natalia se deja tocar con indiferencia. Esas grandes manos se mueven rápidamente, como si quisieran tocarla por muchos sitios a la vez. Le estruja tan fuerte las tetas que la niña emite otro chasquido de enfado. Cuando su tío ha recorrido ya casi todo su cuerpo, ella le dice:
-¿Eres tonto o qué? ¿Ni esto sabes hacer bien? Mira cómo me has puesto. !Estoy tan pringada que doy asco! !¿Qué quieres que haga con tanta crema en las tetas?!-
-Natalia… … no te enfades… … deja que intente limpiarte-
-!Quitaaaa!… … Túmbate. Te voy a pasar la crema que me sobra-
Alfonso, emocionado como nunca, se tumba en la toalla, bocarriba, y deja que su sobrina restriegue sus tetas saturadas de crema sobre su propio pecho. Intenta tocarla, pero ella se lo prohíbe y le sujeta las manos sobre el césped.
-Quieto. Ya me has tocado suficiente. Si no te estás quieto se lo voy a decir a mi padre-
Alfonso intenta bajarse el bañador al tiempo que su sobrina se desliza encima de él con su resplandeciente y resbaladizo cuerpo completamente desnudo. Por fin, su polla queda liberada.
La nena sigue moviéndose, horizontalmente, empeñada en transferirle hasta el último chorretón de crema que aún permanezca en ella.
El pene de su tío se ve vapuleado por aquellos incesantes vaivenes hasta que, de pronto y como por accidente, esa enorme polla entra en el coño de la chica impulsado por uno de sus viciosos movimientos. Ella se detiene y lanza un “!Oh!” de sorpresa tal y como si no supiera lo que ha pasado.
Mantiene cara de extrañada hasta que rompe su quietud con una ráfaga de circulares movimientos pélvicos. Empieza a gemir, aceleradamente, mientras se mueve a toda prisa.
Alfonso nota cómo todo su ser se proyecta a través de su miembro viril. Se siente tan bien acogido dentro de su sobrina que nada más parece importarle ya en su vida.
Ese ajetreado tráfico genital le proporciona más gozo del que ha sentido en toda su vida, haciendo que todas sus frustraciones y sus complejos familiares quedan muy lejos. Se trata de un placer que trasciende a muchos niveles físicos, pero sobre todo mentales.
Durante unos minutos extasiantes, follan como locos ajenos a cualquier prejuicio que pudieran suscitar tan censurables actos.
Alfonso se estremece en silencio y se corre mientras Natalia no para de moverse haciendo sonar sus choques a modo de palmas. Él no es capaz de detenerla a pesar del dolor. Ella se pronuncia al respecto con todo su entusiasmo:
-Sí… … sí… … sí… … sí… … SÏIÏ-
Aquella polla madura consigue mantenerse los instantes suficientes para que la niña se corra en medio de tan alarmantes y desinhibidos gritos de placer. Ese galope se ralentiza al tiempo que el pene de Alfonso empieza a flojear. Dicho pedazo de carne, ya sin consistencia, se queda fuera en uno de los últimos impulsos. Natalia, exhausta, intenta recuperar el aliento con el pelo mojado encima de la cara de su tío.
Alfonso por fin se siente como un triunfador, y agradece el haber venido a Villa Mulos de vacaciones. Desearía poder restregarle, a su querido hermano, lo que acaba de hacer, pero el sentido común más elemental se lo impide. Ni siquiera tiene la seguridad de que las mujeres de la casa no se hayan percatado del vergonzoso acto que acaba de perpetrar junto a su sobrina.
HELENA
-sábado 4 agosto-
Hoy es el cumpleaños de Julio. Ha sido un día intenso, repleto de atenciones: primero en el trabajo, luego los vecinos y amigos y, por último, su familia le ha montado una fiesta sorpresa en su casa. En medio de tanta expectación, justo antes de soplar las velas, ha pensado bien su deseo:
“Quiero volver a los diecisiete y olvidar mi vida presente”
Ha soplado y, al oír los aplausos y el jaleo, se ha sentido mal; no solo por seguir aún ahí, sino por haber deseado algo tan ruin.
No es que no quiera a su mujer o a sus hijos, no es que deteste su trabajo, no es que aborrezca a sus vecinos ni que ya no crea en sus amigos; pero la vida que lleva: su día a día, la rutina, las responsabilidades… Nada le ilusiona ya y está en plena crisis.
Recuerda cuando era un mozalbete y todo era diversión. Lo único que importaba era la fiesta, los amigos, las chicas.
“!Qué chicas aquellas!”
Su mujer, Adriana, está mayor y gorda. Cuando la mira no ve en ella nada de lo que le cautivaba. Lo de sus hijos podría ser peor: Álvaro, de doce, es muy gamberro y Helena, con solo quince, empieza a ser un poco zorra. Lo de la niña es lo que lleva peor. Ya se lo temía hace años:
“De la manera que crece la juventud hoy en día…”
Su amigo del trabajo, Aaron, ya se lo dice:
¿De verdad te crees que tu hija no folla como una loca a tus espaldas?
“!Qué falta de sensibilidad! !Si solo tiene quince añitos! Es normal que quiera salir y probar cosas nuevas, pero…”
Julio ya hace tiempo que va de caída, pero cumplir los cincuenta es un golpe de efecto. No se debería sentir fracasado. Tiene un montón de dinero, una casa bonita, un puesto de importancia en la empresa, respeto…
-domingo 5 agosto-
Al amanecer, Julio intenta tomarse la vida con más serenidad. No ha dormido bien y está un poco atontado pese a la ducha que se está dando. Hoy es el primer día de una nueva etapa. Se propone dejar sus penas y preocupaciones atrás junto con el número cuatro que precedía su edad hasta ayer. Cuando sale de la ducha, encuentra a su hija lavándose la cara.
-Hola, papá. Buen pito. !Ja, ja, jah!- con chistosa naturalidad.
-!Helena! ¿pe.pero qué, pepero…?- intenta preguntar entre tartamudeos.
Helena se ríe y se va.
“Siempre cierro con pestillo. ¿Por qué hoy se me ha olvidado?”
Julio, aún desnudo y pasmado, se siente completamente humillado. Nunca le había pasado nada parecido.
“!Vaya manera más elegante de empezar la nueva era!”
Durante el desayuno su hija le lanza indirectas:
-Papá, ¿no prefieres desayunar una salchicha con huevos?-
Él intenta sonreír, pero le sale una mueca muy forzada.
Al terminar sus tostadas, Helena se encamina hacia la salida. Julio, sin pensarlo demasiado bien, la detiene en el pasillo:
-Helena, escucha, no le cuentes a nadie lo de antes, ¿vale?-
-Vale, papá. No pasa nada. No es nada malo tener pene-
-Sí, pero… … no pienses que lo tengo pequeño; es que así, con el agua fría y todo…-
-Pero… … ¿a mí qué más me da el tamaño de tu polla?… … !Déjame en paz ya!-
Se marcha molesta. Julio se queda parado y consternado:
“Pero ¿cómo se me ocurre decirle esto a mi hija?”
Se siente aún más estúpido cuando regresa a la mesa con Álvaro. El niño, algo adormilado aún, no aparta la vista de la pantalla donde emiten aquellos estridentes dibujos animados.
Es domingo y no hay que ir a trabajar. Adriana se toma esa realidad muy en serio y todavía no se ha levantado de la cama.
Julio sale a dar un paseo intentando encontrar un poco de paz. Los pajaritos cantan por el cielo de la urbanización y el día es bonito, pero no consigue sentirse mejor. Al llegar a casa, se postra delante del ordenador. Empieza a chatear con sus amigas. En la red, Julio es Max. Tiene solo diecisiete años y una foto falsa.
-lunes 6 agosto-
Al descorchar la semana, Julio ha conseguido dejar atrás las sensaciones que le alteraban y ha retomado su trajín laboral.
Por la tarde, ha ido con su mujer a hablar con los profesores de los niños. Vuelven a casa muy preocupados. El niño tiene el síndrome de falta de atención y la niña pasa de todo: no respeta a los profesores, hace campana y no hace nunca los deberes.
Además, Julio se ha puesto muy tenso cuando el tutor de su hija le ha dicho que Helena falta a clase para ir con chicos de la universidad que hay cerca del instituto. Por lo visto, es una verdad sabida en su clase.
Una vez en casa han tenido una buena bronca familiar. Álvaro y Helena han quedado castigados. Él sin consola y ella sin salir durante un mes.
Después de una cena tensa, sin apenas palabras, se van a sus respectivos cuartos, enfurruñados. Julio recoge la mesa con su mujer. Luego ella se va cansada a la cama y él se conecta online.
Se siente penoso hablando con sus amigas adolescentes en la red, pero, a fin de cuentas: solo es una manera de realizar, en pequeña medida, el sueño que deseó al soplar las velas el pasado sábado. No vuelve a ser el crío que era, pero, por unos momentos, se olvida de todo; se olvida de sí mismo y se transforma en Max. No le hace daño a nadie. Es como una pequeña e inocente regresión a su juventud; incluso usa el vocabulario que aprende de sus hijos y de sus amiguitas.
-Olaa Demy cm stas cariño?-
-ola Max! uffff rayadaaah!-
-oh cmo s eso?-
-ls capuyos de mis padres man castigao!-
-Y eso?-
-Nada! s q soy una niña traviesa 😀 jaja soy mala!-
-Tn capuyos son? ls odias?-
-Naaa , aunque son tontos. L otro dia le vi la polla a mi padre jaja no te imaginas cómo se puso-
Julio se sofoca. A muchas chicas las castigan, pero solo a una después de haberle visto el pene a su padre. Por un momento piensa en cerrar la conversación, avergonzado, pero luego comprende la oportunidad que se le está brindando para meterse en la vida de su hija, por supuesto, con fines benéficos.
Helena está en la habitación de al lado sin sospechar que se está escribiendo con su padre:
-S piensan q m voy follando a los tios d l uni! tu t crees?-
-Y no?-
-Claro q no, solo tengo quince, apenas hago algunas pajas!-
Ese compungido padre de familia se levanta y camina por la habitación. No da crédito. No le entra en la cabeza lo que le acaba de escribir su hija. Angustiado, retoma la conversación:
-No has chupado ninguna polla aún?-
-Puede k alguna :-p –
-n deberías! haz caso a tus padres q solo te quieren bien-
-Anda! el otro! no m dirias esto si kisiera comerme la tuya! nadie me diria q no si quisiera comerme su polla. Hasta mi padre se correria d gusto jaja-
No sabe cómo contestar a eso. Se lo piensa un momento y prosigue:
-Tu s la comerias?-
-mmmmm no se, ya sabes q soy una niña traviesa jajaja-
Julio se siente sucio al comprobar que se la ha puesto bien dura, pero no puede evitar ceder ante el morbo y le sigue la corriente:
-Y k tal tiene l polla tu padre?-
-bien jaja m gustaria verla bien tiesa. L otro dia salia d l dutxa y me parecio corta pro gorda ^^ y luego el notas me vino y m dijo que en realidad l tiene muy grande… ¿tú te crees? el cerdooo!-
-Pero tu dices que t gustaria ver su polla tiesa-
-jaja pr l morbo-
-tienes cam? stás jugeutona?-
-Ya empezamos jaja-
-Quiero vert ls tetaas-
Ni siquiera piensa lo que escribe. Sus dedos son tránsfugas que obedecen, ahora, a otra autoridad pecaminosa que reside más al sud, bajo su vientre. Helena tarda un poco en contestar, pero activa la cam y, después de unos pocos amagos, se sube el pijama para mostrarle esos preciosos pechos adolescentes a su padre.
-martes 7 agosto-
Amanece de nuevo. Julio abre los ojos. Desearía que lo del día anterior fuera solo un sueño fácilmente olvidable. Se estuvo pajeando, como un mandril, mientras miraba las tetas de su hija por la webcam. En su primer pajote, apenas tuvo que tocarse antes de correrse de tan cachondo cómo estaba. No le dio tiempo ni de prepararse frente a tan impetuosa corrida.
Tardó en conciliar el sueño, asqueado de sí mismo. Lo que había empezado siendo una intervención bienintencionada y lícita para reconducir a su hija hacia el buen camino, terminó en un acto vergonzoso de lujuria incestuosa.
“¿Qué hago ahora?”
Él es un cerdo, pero su hija es una zorra y no hay manera de remediarlo. Piensa en ello de camino al trabajo. Hoy ha madrugado más para salir de su casa sin ver a Helena.
“¿Qué hemos hecho mal? Esta juventud de hoy…”
Siente que tiene que hacer algo. Al cruzarse con su colega Aaron, en la oficina, se le ocurre una idea…
Por la noche, Julio llama a la puerta su hija, quien ya está en pijama y conectada al chat. Ella le ignora y se enfada cuando su padre le quita el portátil y se sienta en la silla, suspirando.
-Helena, estarás unos días castigada sin internet también-
-Pero ¿qué dices? ¿Y ahora qué he hecho? ¿Quieres amargarme la vida? !Jope! Ya vale-
Julio, con un tono prudente, le cuenta que su amigo Aaron se hace pasar por un chico llamado Max, y que ayer estuvo chateando con una tal Demy. Al escuchar esas palabras, Helena se enrojece intensamente. Su padre, sintiendo que controla la situación sin comprometerse a sí mismo, le cuenta que en la red hay mucho depravado suelto; que no te puedes fiar de nadie y que cualquiera puede grabar imágenes y colgarlas luego.
Helena llora, avergonzada, mientras su padre, con un tono conciliador, sigue su argumentación consciente de que no tendrá una ocasión mejor para dar lecciones a su hija; nunca más la tendrá tan vulnerable y sumisa.
-Sé que ya eres toda una mujer; tienes curiosidad por probar cosas nuevas y por el sexo. No te voy a prohibir que te acuestes con quién quieras, solo quiero asegurarme de que no hagas nada de lo que te puedas arrepentir; de que sabes cuáles son los riesgos-
-¿Sabe mamá lo del chat?- pregunta Helena con la voz temblorosa -No, no lo sabe y no es necesario que lo sepa, pero ahora quiero que tú me escuches.
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