LETRAS PROHIBIDAS
JUEGO DE PELOTAS
-Laura, cambia de canal, va-
-!Nooo! Yo estaba primero-
-!Quita, tonta!… … Que hacen fútbol hoy-
-!No! !Te aguantas! Además, ya no tienes derechos en esta casa. !Eres un desertor!-
Fran dejó la casa hace ya más de un año, pero aún va, de vez en cuando, a cenar con la familia. Hoy ha venido sin avisar, pero sus padres ya tenían planes: han salido con unos amigos. Solo ha encontrado a sus hermanas pequeñas mirando la tele. Tendrá que picar algo luego, cuando llegue a su céntrico piso.
Cristina está muerta de sueño y medio dormida en el sofá; tiene tres años solo. Laura sigue dando guerra, aferrada al mando, sin querer salir de MTV, pero Fran no está dispuesto a renunciar a las semifinales de su equipo con tanta facilidad.
-!Laura, vaaa! Vete a tu cuarto a mirar esa tontería- con tono exigente.
-!Tú no me mandas a mi cuarto, idiota! !Hago lo que quiero! !Estoy en mi casa!-
Cristina abre los ojos con cada exclamación, pero no logra sostener sus párpados ni la dirección de su mirada más de un instante. Ese acolchado sofá blanco parece absorberle la conciencia.
La sala es de lo más elegante. Todo combina bien: los muebles de madera negra, las cortinas color marfil, el parqué… Un verdadero hogar bienestante y civilizado.
Fran ha cesado en su empeño y busca otro camino; recuerda que, hace no tantos años, conseguía todo lo que quería de su hermana solo con darle un masaje: era su debilidad. Al fin y al cabo, a ella no le importa mucho lo que está viendo, solo ocurre que es competitiva y quiere vengarse porque él la abandonó y se fue de casa. Le tiene rabia.
Su hermano mayor era su héroe, quien la defendía a capa y espada contra cualquiera que la molestara, el que lo sabía todo sobre todo, el confidente y socio frente a la tiranía paternal.
Pero Laura, en plena adolescencia, se vio desprovista de algo que consideraba fundamental en su vida cuando Fran se fue a vivir con esa zorra mañosa con cara de caballo.
-Venga, no te pongas así. Si cambias de canal luego te doy un masaje. ¿Te parece?-
-Sí claro, y yo me lo creo. Luego dirás que estás cansado y que te vas-
-Que noo0. Te daré un masaje en la espalda bien largo-
-¿Cómo de largo? Eso es muy relativo. ¿Tanto como el partido?-
-!El partido son noventa minutos, guapa!-
-Pues entonces hacemos esto: mientras me das el masaje ponemos el partido, en cuanto pares cambio- creyéndose una gran negociadora.
Fran levanta una ceja y piensa:
“Eso es un decir, en cuando haya puesto el fútbol ya no costará mantener la retransmisión de un modo u otro”
Se presta a las condiciones de la chica asintiendo con la cabeza. Ella sonríe y abandona el sofá, jovialmente, para tumbarse boca abajo sobre la tupida alfombra blanca, frente a la tele. Se quita ese jersey de asimétrico cuello gigante y agarra el mando para garantizarse su custodia. Pone tv4 donde dan el encuentro. Fran suspira sintiéndose un calzonazos.
“¿Cómo puedo dejarme mandar así por esta mocosa? !Nada! Ya lograré arrebatarle el mando”
El balón hace ya un rato que rueda sobre el césped, pero el marcador aún es de empate a cero. Intenta distinguir los titulares cuando:
-!Tronco! Como te despistes, cambio de canal, ¿eh?- dice llena de impaciencia.
Fran empieza a ejercer su magia sobre su hermana. Sus dedos presionan puntos clave en la musculatura del cuello y hombros. Laura lleva una camiseta de tirantes que no representa un impedimento para la tarea que se está llevando a cabo.
El partido no acaba de cobrar mucho interés porque los dos equipos están nerviosos y especulan con el resultado.
-Más fuerte- susurra Laura con un tono notablemente adormecido.
Fran está sentado de rodillas sobre el culo de Laura. Intensifica sus movimientos haciendo uso de sus grandes manos; poderosas gracias al trabajo duro que desempeña cada día en la fábrica. Su mirada hipnotizada sigue el valón como si la de un gato hacia una mosca se tratara, pero algo deshace esa conexión. Los sutiles gemidos de su hermana le transmiten cierto erotismo. Piensa en alguna broma punzante, a propósito de ello, para humillarla un poco, pero no le viene nada lo suficientemente ocurrente.
“!Una ocasión! Qué lástima; esta era buena”
Su atención no tarda en caer, otra vez, presa de los infantiles gemidos de su hermana, ahora más notorios. Fran se siente abochornado por la sensualidad que desprenden, pero no tarda en superar ese estatus. Empujado por una curiosidad morbosa, imprime más fuerza a sus movimientos para comprobar si el gozo de Laura se expresa con jadeos aún más irreverentes. No tarda en comprobar que sí, quizás no tanto en su volumen, pero sí en esa sinuosa respiración. El chico nota cómo su miembro empieza a adquirir virilidad. Aquel pedazo de carne tiene la fea costumbre de aparecer, de repente, en las situaciones en las que nadie le ha invitado.
Fran se siente descolocado justo cuando la razón llama a la puerta de su conciencia y le hace un pase rápido de diapositivas mentales que ilustran un puñado de recuerdos de alto contenido fraternal junto a su hermana.
Cuando cree que está recobrando su sitio en ese contexto, algo rompe su trayectoria otra vez. Laura, tras un “Espera” cortante, libera a sus hombros de los tirantes y, ágilmente, rebaja la altura de su camiseta hasta el final de la espalda, dejándola al descubierto sin sujetador alguno. Recobra su posición acomodada afianzándola con un “Ahora” suspirado.
Ella sabe bien lo que está haciendo y quiere demostrarse a sí misma que puede mandar en este juego. De todos modos, aún se siente arropada por la decencia, escudándose en esa confianza familiar.
Fran está en blanco, no sabe qué tono usar ni cómo abordar la situación. Permanece unos instantes paralizado hasta que un “!Vaaah!” lleno de impaciencia le hace retomar el masaje.
El tacto despejado de toda esa espalda desvela la desnudez de un torso muy femenino. Aquellos masajes, desgobernados por una mente abstraída, han empezado a adquirir una sutileza más propia de caricias.
Laura está delgada, pero, en la zona baja de la cintura, aparece cierta carnosidad, preámbulo de un culo generoso. Esas nalgas redondas están enfundadas en unos jeans muy ajustados. Sus genes la han premiado con una hermosa piel canela. Su precioso pelo castaño se excusa a un lado para no estorbar.
El partido se ha ido desvaneciendo mientras sigue subiendo la temperatura. Fran hace oídos sordos a la narración deportiva.
-¿Qué te pasa? ¿Te has quedado sin fuerza tan pronto?- susurra con tono de burla.
-Laura, el partido es muy largo- protesta.
-Da igual, así también me gusta… … mmmmmmh- cerrando los ojos.
Se siente reconciliada con él. De algún modo, más allá de su propia conciencia o de sus razonamientos, ese contacto cálido, suave y amoroso, cura las heridas que su hermano le hizo cuando la abandonó. Fran duda:
“¿Es posible que todo esté solo en mi cabeza? ¿Que ella no haya reparado en lo erótico de sus gemidos? ¿En lo confuso que resulta la semidesnudez de una chica tan bella frente a su propio hermano? Laura nunca intentaría seducirme y menos aún con Cristina durmiendo justo al lado. Quizás no hay nada extraño sobre esta alfombra”
Rompiendo, de nuevo, los esquemas de su hermano, ella mira al sofá lateral e inclina el cuerpo como si estuviera vestida.
-Pásame el móvil; está ahí- y lo señala dejando ver gran parte de una de sus tetas.
Él, sintiéndose fuera del ángulo de visión de ella, observa esa redondez, solo un instante, para luego obedecerla con urgencia gateando. Nada más emprender el camino, nota la indiscreción que albergan sus pantalones. No son tejanos; son de una tela fina y no dan la cobertura que requeriría la situación. Además: usa bóxers anchos y ello no ayuda, en modo alguno, a tan requerido disimulo. Recupera su posición y, tras un “Toma”, le entrega el móvil, rezando para que ella no se haya dado cuenta.
Laura sonríe al tiempo que enciende la pantalla. Los motivos de esa sonrisa escapan a su conocimiento, pero Fran se teme lo peor. Efectivamente, ella se ha percatado del bulto. De hecho, no le interesaba para nada el móvil; solo se trata de una maniobra que ha urdido para seguir jugando con ventaja.
Él prosigue su cometido manual mientras ella se apoya con los codos en la alfombra, tecleando un mensaje que no enviará. Parece que el recato de su pose es razonable, pero, en la vitrina, bajo el televisor, Fran ve reflejados los pechos su hermana; no con la claridad de un espejo, pero sí con cierta nitidez.
Preso de su propia lujuria, empieza a masajearla con fuerza solo para ver cómo se menean aquellos turbadores pechos adolescentes. Ella deja caer el móvil entre sus dedos y vuelve a gemir con un tono impropio de ella: habiéndola escuchado cuando grita, parece imposible que esa voz de pito pueda resultar tan sexy en el contexto adecuado.
-O0h, Fran… … Qué manos tienes… … es increíble- susurra risueña.
-Sí, vale, niña, pero ahora a la media parte descanso, ¿vale?-
Se siente contrariado al pronunciar aquellas palabras, pero, ciertamente, ese asunto no puede ir a más.
Laura se ha puesto realmente cachonda al sentir su desnudez vapuleada por unas fuertes manos que casi le desmontan la espalda. Le nacen dudas acerca de cuáles son los límites de ese duelo, dado que su calentura nubla ya su buen juicio. Si una cosa tiene clara es que, para sentirse vencedora, necesita profundizar en su descaro y desarmar a su rival. Empieza a tramar su próximo movimiento:
-A la segunda parte te hago yo uno, ¿vale?- dice animosa -Tengo un aceite corporal-
A Fran se le pone mirada perdida. Decide no oponerse mientras sigue usando las manos con la chica, ya tumbada completamente de nuevo con los ojos cerrados.
Finalmente, el árbitro señala el final de la primera parte. Ese silbido ajeno parece la señal para que Laura reaccione, saliendo abruptamente de su adormilamiento. Se quita de encima a su hermano, como si de una mosca cojonera se tratara, con un “!Quita!”. Una vez en pie, se sube la camiseta sin ningún cuidado por esconder sus preciosas tetas en el proceso.
Fran, atónito durante unos momentos por aquella visión, vuelve en sí, y aprovecha el receso para coger en brazos a Cristina y llevarla a su habitación. Ella ni siquiera se despierta, y sigue emitiendo esos pequeños ronquidos enternecedores. Una vez en su cama la mira con amor y le dice en voz baja:
“No estés buena”
La inflamación localizada que nublaba la mente de Fran ha menguado, y ahora siente que todo ha vuelto a la normalidad. Nota sus pensamientos más templados y razonables. Una vez de regreso en el salón, se tumba boca abajo, delante de la tele, sorprendiéndose del tacto fantasioso de esa alfombra:
“Ya podrían haberla comprado años atrás para que yo la hubiera disfrutado. Es como estar en una nube. Me hubiera pasado la niñez aquí tumbado; con lo vago que era…”
El director técnico de su equipo valora muy positivamente el resultado provisional en campo contrario, pero no lanza las campanas al vuelo. Los anuncios desactivan su interés televisivo.
El rostro enfadado de su novia aparece, súbitamente, en su pensamiento. Él intenta tranquilizar su propia conciencia:
“No ha sido nada, solo un momento de confusión”
No puede comentarle nada a Olga. Aunque no tienen secretos el uno para la otra: que tu hermana pequeña te ponga la polla dura no es algo que tu chica pueda encajar fácilmente.
Sus pensamientos se mezclan y se vuelven absurdos:
Es tarde. Abre la puerta de su piso sigilosamente. Las luces están apagadas. Olga está durmiendo, sin nada puesto, en la habitación. Se despierta en cuando Fran se mete en la cama. Él siente su propia desnudez, aunque no recuerda haberse quitado la ropa. Está palote. Sin mediar palabra empieza a follársela por detrás. Todo es confuso. Ella le está dando la espalda cuando, de pronto, le interrumpe con un “Espera” cortante. Le señala a un lado y le dice: “Pásame el móvil, está ahí“. Fran reconoce, sobresaltado, la voz de su hermana y se da cuenta de que es con ella con quien está follando. Cuando ella gira la cabeza, siente su mirada seductora a través de ese pelo despeinado…
Todo ocurre muy deprisa, y el sobresalto del sueño se ve multiplicado por el despertar repentino que le provoca Laura al sentarse encima de él sin ningún cuidado. Esa voz, confusa y mística, se ha vuelto clara y terrenal. La oscuridad se vuelve luz y el silbido arbitral da comienzo a la segunda parte del encuentro.
La chica se ha quitado los jeans y viste, ahora, una camiseta de tirantes muy grande. Es de suponer que lleva bragas por debajo.
-No me lo puedo creer… … !Te habías dormido!- chillona.
-¿Qué? No. ¿Qué dices?- aún desorientado.
-Ahora mismo pongo la MTV- con tono bajo pero vengativo.
-!No, Laura! Que ya ha empezado- con repentino interés en la pantalla.
Los dos buscan el mando al mismo tiempo, pero, esta vez, Fran es más rápido. Las tornas han cambiado.
Él continúa boca abajo mientras ella se prepara para darle el masaje prometido. Al sentir sus manos debajo de la ropa, el chico se sobresalta:
-!¿Qué haces, Laura?!- con sorpresa.
-!Tío! ¿Tú qué crees? ¿Quieres que te ponga el aceite encima de la tela?- atónita.
Se da cuenta de lo absurdo de su propia reacción y calla, sumisamente, colaborando para deshacerse de esa prenda.
-Esta camiseta que te has puesto… … ¿es mía?- pregunta él.
-Aha… … te has dado cuenta. Me la pongo para dormir- con un tono muy suave.
-Te va enorme- dice con desprecio al tiempo que se acomoda.
Fran intenta conservar un tono enfurruñado de hermano mayor, pero, dentro de su mente, aún revolotean las tetas de su hermana vagamente contenidas dentro de un atuendo tan inadecuado; una camiseta de tirantes muy vieja y dada de sí.
-Me va genial para dormir en verano- dice ella esparciendo el aceite por su espalda.
Fran va muy a menudo al gimnasio; desde antes de dejar el hogar paterno; y es muy deportista. Tiene una espalda ancha y musculosa. Las manitas de Laura parecen empequeñecerse más aún sobre dicho contexto cárnico.
Él intenta fingir que no le importa lo que le hace su hermana. Se muestra indiferente, pero lo cierto es que, si hace unos minutos se sentía en una nube llamada alfombra, ahora que tiene las caricias de un ángel montado sobre él, siente que está en el paraíso.
Los minutos se dilatan sostenidos por un cómodo silencio levemente mancillado por la narración del partido. Ella no se cansa de recorrer cada milímetro de la piel de su hermano y, en determinados instantes, siente que sus dedos andan por el borde del abismo de lo inapropiado.
Fran está tumbado como si se le hubieran acabado las fuerzas haciendo flexiones. Laura ha terminado la trayectoria paralela de sus manos bajando por esos musculosos brazos. Entrelaza sus dedos con los de él; solo por un momento; solo a modo de rebote, para volver sobre sus propios pasos hacia los hombros y untarse las manos de nuevo con más aceite. El ciclo empieza a repetirse. En un momento dado, ella rompe la calma con una pregunta inesperada:
-¿Cómo van?- con curiosidad.
-Cero a cero- responde él sin mucha convicción.
-Y… … ¿por qué en el marcador pone cero a uno?- extrañada.
Fran se mantiene inmóvil; su mente se agita buscando una respuesta creíble.
-Porque eso es el resultado del partido de ida- con un suspiro lleno de calma.
Laura mantiene un breve silencio, mientras sigue con el masaje, hasta que le dispara un “Mentiroso” susurrado.
-¿Tú que sabrás, tonta?- protesta molesto.
-¿Soy tonta?- con musicalidad exagerada.
-Sií: tonta, bajita, fea y molestona- con cierta impaciencia por terminar esa conversación y seguir disfrutando del masaje.
-… … … … Fran- dice ella después de otra pausa meditativa.
-Hhh… … ¿Qué?- precedido por un suspiro que busca paciencia.
-¿Tú me ves fea?- pregunta tímida y apenada.
Fran no responde hasta que una sacudida exigente le sonsaca unas palabras.
-Claro que no, tonta, eres preciosa, ya lo sabes- cediendo ante la obviedad.
-¿Soy más guapa que tu novia?- le susurra al oído en tono juguetón.
Fran vuelve a guardar silencio, pero esta vez, ni las repetidas sacudidas de su hermana le obligan a mediar palabra. Ella no renuncia a su técnica y apoya un pie en el suelo para poder agitar con más fuerza el cuerpo suelto y relajado de su hermano, quien ni siquiera pestañea. Aún sin frustrarse, le hace una especie de llave de judo, consiguiendo ponerlo boca arriba y se sienta otra vez en su cadera entre risas unilaterales. El choque de sus miradas les otorga una repentina inmovilidad solo empañada por las respiraciones aceleradas de la chica.
Por un segundo, Fran reconoce esa mirada despeinada que lo había derretido en su breve sueño anterior. La magia del momento se rompe en cuando ella dice:
-Ippon seoi- con tono victorioso.
-!Eso no es un ippon! ¿Ves cómo eres tonta?- responde molesto.
-!No soy tonta! Lo que yo no me peleo en el gimnasio como tú- dice ella desafiante.
-Yo no me peleo. Yo hago combates- vocalizando exageradamente.
-“Yo no me peleo, yo hago combates”- repite ella en tono tonto de burla.
Fran replica con unas intensas cosquillas que le arrancan una carcajada a su hermana. Ella le golpea con fuerza para defenderse. Agitados por tanto juego, los pechos de Laura se contonean asomándose por todos los espacios que esa decaída camiseta les concede.
La chica tiene el pelo en la cara y él siente su propia mirada libre de vigilancia. Enfervorizado, intensificar su lucha para poder ver algo más, pero un duro golpe en la cara detiene el duelo.
-!Hay! Perdona, Fran, ha sido sin querer- argumenta ella tapándose la boca.
-Ufff- replica él cogiéndose la nariz con el ceño fruncido.
-Déjame ver-
-No, quita, no me toques- contesta molesto.
-Vamos, Fran, ha sido sin querer- suplicando perdón.
Él se mira las manos para comprobar si hay sangre, pero no la hay. Ella sonríe y dice:
-¿También eres tan quejica en tus combates?- y se muerde la lengua.
Él no responde, pero la observa con una sonrisa a medio camino entre la alegría y el desprecio.
Laura mira al techo y levanta los brazos, para apartarse el pelo de la cara. La camiseta le va tan grande que el cuello no alcanza a cubrir sus tetas. Tal cometido es relegado a unos incapaces tirantes negros. Sus curiosos pezones se asoman de nuevo.
El dolor del golpe remite y eso permite a Fran percatarse del desbordante flujo sanguíneo que conspira en su entrepierna para hacerse notar.
Laura finge no darse cuenta, pero ya ha notado aquella indecente tensión fálica que se proclama, intrusivamente, debajo de sus nalgas. Agarra el tubo de nuevo y, untándose las manos de aceite, se prepara para proseguir, anunciándose con un “Ahora por delante” muy decidido. Al sentir las manos viscosas de su hermana en sus pectorales, Fran se da cuenta de que ha llegado al punto de no retorno.
Aunque se niega a tomar la iniciativa, el creciente entusiasmo de su miembro pronto será demasiado notorio. Una voz en su interior le implora que detenga aquello y se vaya antes de que sea demasiado tarde, pero este mensaje no tarda en desintegrarse absorbido por una violenta lujuria incestuosa.
Laura recorre todo su torso amasando sus músculos como si estuviera haciendo pan, y sigue moviendo todo su cuerpo para alcanzar todas las zonas.
Está tan caliente que ya no logra pensar con claridad. Se siente arrastrada por un torrente lascivo hacia el indecente abismo de una cascada sin fondo.
Un silencio cargado de sentido reina sobre esos momentos. Instintivamente, Fran levanta su culo y hace varios gestos para bajarse los pantalones. Laura, viéndose empujada hacia delante, se inclina y, mientras intenta mantener el equilibrio, dice riendo:
-¿Qué haces?- en voz baja.
Él tarda un poco en contestar y disimula con un “Nada”, pero en breve, la chica nota cómo la polla dura de su hermano se restriega contra ella con la única frontera de una fina camiseta vieja.
Un gesto aparentemente aleatorio le basta a Laura para subir esa prenda por su cintura y evidenciar que no lleva ropa interior.
No para de balancear todo su cuerpo con la excusa de seguir realizando el masaje y, así, hacer rodar sus nalgas encima del pene enrojecido de Fran. Él resta aún con cierta parálisis y, atónito por las circunstancias, no es capaz de ejercer más que unas leves caricias en los muslos de su hermana. Laura cada vez respira más ansiosa y sus movimientos se intensifican. Por un instante se detiene y le pregunta:
-¿Te gusta por delante?- de modo insinuante.
Fran no sabe a qué se refiere: si al masaje o al sexo, pero se percata que la respuesta es igual en los dos casos:
-Me gusta por delante y por detrás- aún con cara de póker.
Laura sonríe y, tras un placentero suspiro, dice:
-A mí también me gusta por delante- sacándose la camiseta.
Le mira juguetonamente y susurra:
-Yo también quiero- haciendo morritos.
La imagen de su propia hermana, completamente desnuda, encima de él, detona sus emociones más intensas y primarias.
Ella se está untando con el aceite corporal; alumbrada, tenuemente, por una lámpara a contraluz.
Fran no puede esperar y le manosea los pechos con fuerza. La chica expresa su gozo sintiendo que domina completamente a su hermano mayor por primera vez en su vida. Lo posee a todos los niveles.
La polla de Fran ha alcanzado un estado crítico y parece estar a punto de estallar. Laura casi no puede asimilar el tamaño de ese trabuco cuando por fin lo sujeta. Siente la imperiosa necesidad de metérselo dentro. Mientras lo hace, narra el proceso con un gemido de dolor.
Él nota su pene arropado por la cálida humedad de su hermana. Poco a poco, la chica abandona su quietud inicial para darle un lento y largo recorrido a sus bajas pasiones.
A cada repetición, Laura está a punto de desprenderse de la larga poya de Fran para volver a entrarla, entera, hasta el fondo. La siente muy a dentro. Se muerde el labio y le mira a los ojos.
Él parece concentrado y, sin dejar de recorrerla con sus manos, imprime empuje en cada embestida.
-Fóllame, Fran… … fóllame- gime con un tono suave pero entusiasta.
Él no dice nada y percibe aquella plegaria descontextualizada en los labios de su hermana pequeña. Eso aún eleva más, si cabe, su desenfrenada calentura.
Cualquier razonamiento ha sido desterrado. desterrado. Fran no recuerda haber disfrutado tanto en su vida. Sin querer, rompe su silencio con un gemido quebradizo que expresa su gozo, sorprendiéndose a sí mismo.
Laura aún se siente más poderosa al notar que ha logrado derretir la infranqueable armadura de frialdad que llevaba su hermano, y se desinhibe todavía más.
Follan cada vez más enérgicamente chocando entre sí. La suma de esos sonidos con sus propios jadeos rompe la calma hogareña de la noche.
-Síi… Síií… Mmm… Así, Fran… Así- con una bocanada de oxígeno entre silabas.
-Oh… … Ooooh… … Ooh- contesta él con una retórica más simple.
Laura ondula su cuerpo como una serpiente, pronunciando aún más sus curvas. Su exuberante pelo ondea como si de una bandera se tratara. Los dos se funden emitiendo leves destellos con sus cuerpos aún aceitosos. La plástica de sus movimientos parece dar forma a una coreografía artística que se alimenta de la tensión sexual acumulada durante esos largos masajes.
Laura se estremece aún sin haber llegado al orgasmo. El tiempo se ha convertido en una dimensión huidiza: segundos, minutos…
En medio del ajetreo, ella mira por la ventana y ve las luces de la ciudad, colina abajo: se siente tan aventajada al resto de la humanidad que se sabe afortunada de encontrarse en un estadio sensorial superior.
Se miran fijamente a los ojos, durante unos instantes, sin dejar de gemir profundamente. Fran traga saliva; ya no tiene ninguna duda sobre lo que está haciendo. Siente que se aproxima lo inevitable, la cuenta atrás ha comenzado y no tardará en eyacular.
Laura está coronando la cumbre de sus sentidos y explota con la mirada perdida. Unas convulsiones pélvicas arrítmicas rompen la continuidad de su ardiente cabalgada. Tras una breve pausa, ella desenfunda y Fran se queda colgado. Su orgasmo se debate entre estallar triunfalmente o mantener el anonimato.
Laura, viendo la expresión desencajada de su hermano, se da prisa en dejar la vieja camiseta encima de esa poya húmeda y colapsada. Sin mediar palabra le mete la lengua en la boca y, sin despegarse de él, empieza a morderle los labios.
Él estaba en un plano existencial casi comatoso, atrapado entre el sí y el no, pero aquel beso cálido y baboso acaba de empujarle hacia la luz. El grifo revienta y su torrente lácteo emerge a gran presión. Le acompaña un estallido eufórico del público en el estadio que celebran un gol decisivo.
El placer del chico se ha potenciado, todavía más, por esa intriga final. Intenta contener todo el flujo en la camiseta, con sus dos manos, sin dejar de besar a su hermana, cada vez con más suavidad. Ella le coge la cabeza y le agarra del pelo. Le sigue besando, sin escatimar en saliva y aliento, de un modo totalmente despreocupado. Su melena provoca cosquillas en el rostro y el pecho de Fran.
De pronto, Laura se ríe y dice:
-Perdóname, pero es que me da mucho asco- con el habla casi incomprensible.
-¿Que te da asco el qué?- todavía volviendo en sí.
-Ya sabes, las salpicaduras- con tono pícaro.
Se quedan mirando con ternura sin mediar palabra durante un minuto entero hasta que él dice:
-No se lo digas a papá- le pide bajando la mirada.
-No se lo digas tú a tu novia- dice ella previa sonrisa.
Fran conduce hacia su piso, en el centro de Fuerte Castillo, con su Ford Tipex de segunda mano. No presta demasiada atención al tráfico.
Debería sentirse avergonzado de lo que ha hecho, pero, a pesar de su búsqueda, no encuentra un ápice de culpabilidad en su mente.
Su largo noviazgo, lo incestuoso de lo acontecido, la diferencia de edad… son cosas que, lejos de ensuciarle el corazón, dotan a esta noche de un punto prohibido y secreto que la hace todavía más especial. No tiene ni idea de cómo será la próxima reunión familiar, pero sabe que nada estropeará este momento que se alojará como una perla en su recuerdo para siempre.
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